miércoles, 13 de junio de 2018

"Cada vez estamos más cerca de la inteligencia artificial y más lejos de la especie humana"

ENTREVISTA

Ciencia y reflexión

Joaquín Fuster, a su paso por la Fundación Tatiana Pérez de Guzman El Bueno, en Madrid. SERGIO ENRÍQUEZ-NISTAL

Como gran exponente de la Neurociencia y destacado humanista, Joaquín Fuster ensalza el valor del cerebro frente a las 'máquinas'
La tecnología es incapaz de sentir emoción, que es lo que de verdad mueve el mundo
Nacido en el seno de una familia con varias generaciones de médicos, podría decirse que en los genes del catalán Joaquín Fuster (88 años) estaba escrito su destino en la medicina, al igual que en los de su hermano, el reconocido cardiólogo Valentín Fuster. Pero ha sido él mismo quien poco a poco ha redactado su exitosa trayectoria en el área de la Neurociencia, con importantes aportaciones a nivel internacional sobre el órgano más complejo y con más interrogantes del ser humano: el cerebro.
Con la intención de buscar respuestas, en los años 60 se marchó a Estados Unidos para dedicarse en cuerpo y alma a la investigación y, desde entonces, continúa profundizando con afán en los secretos mejor guardados de la corteza prefrontal. Uno de ellos, la libertad, un concepto al que Joaquín Fuster brinda su ser neurocientífico, su ser humanístico, sus reflexiones más personales y un libro que publicó en 2014 (Cerebro y libertad).
En su paso por España para abordar hasta qué punto y qué estructuras del cerebro participan en la protección del ejercicio de la libertad, este gran exponente de la Neurociencia nos reserva un hueco en su agenda.

Lleva más de cinco décadas centrado en el estudio de la corteza prefrontal. ¿Por qué eligió esta parte del cerebro?
Las regiones menos conocidas son las más interesantes para nosotros. Concretamente, la corteza cerebral en general y la prefrontal en particular, sede de todas las funciones ejecutivas que son esenciales para la libertad, como la planificación y la toma de decisiones.
Inspirado por algunas de las teorías de Ramón y Cajal sobre las conexiones neuronales, no ha cejado en su empeño por saber más y más de la corteza prefrontal. ¿Qué la hace tan importante?
Hemos verificado su importancia en las funciones cognitivas y ejecutivas. Es lo que abre el organismo del niño y del adulto (su desarrollo no se completa hasta la tercera década de vida) al futuro. Una clave en la educación de los pequeños es justamente el desarrollo de esta parte de la corteza. Sólo postergando la gratificación es posible tomar decisiones desde la libertad.
¿Cómo define usted este concepto?
A grandes rasgos, es la capacidad para elegir acciones entre alternativas, incluyendo no hacer nada, y para adquirir información sensorial o de otro género que sirva para estas funciones cognitivas.
¿Somos realmente libres?
Sí, siempre teniendo en cuenta que naturalmente hay límites: la fisiología, la anatomía y la genética; la responsabilidad social y la ley. No obstante, hay que tener en cuenta que en toda decisión que tomamos, hay otros muchos factores que influyen, como la memoria individual, el pasado, el lenguaje... Estos factores modifican y sesgan nuestras decisiones conscientes e inconscientes.
¿Somos conscientes de que ejercemos nuestra libertad en nuestra toma de decisiones?
Tomamos decisiones a veces por intuiciones sin saber exactamente por qué las tomamos. Lo que llamamos la corazonada.
¿Qué valor diferencial aportan sus conocimientos humanísticos a la Neurociencia?
 Son fundamentales. Es un tema que me preocupa muchísimo. Porque nuestra civilización tecnológica está dejando de lado los valores humanísticos que tan importantes son para la sociedad. Cada vez nos aproximamos más a la inteligencia artificial y nos alejamos más de la individual, de la especie humana. Los ordenadores funcionan de un modo más rápido y eficaz que nuestro cerebro para algunas cosas, pero no tienen iniciativa, no pueden crear ni imaginar.
¿Cree que damos demasiado protagonismo a la tecnología en nuestra vida cotidiana?
Nos estamos haciendo esclavos de la máquina. Hace muy bien su trabajo, pero no tiene capacidad para las relaciones sociales ni para los sentimientos y emociones, que es lo que de verdad mueve a la especie humana. Olvidamos la importancia de la música, la historia, el lenguaje y las cosas que tendrían que ser el fundamento de toda civilización.
¿Cómo es la libertad en la política? ¿Hasta qué punto somos libres para elegir a nuestros mandatarios?
En una democracia, la libertad se basa en estas dos cosas: capacidad de adquirir libremente información que no sea sesgada y la capacidad de ejercer el voto de modo libre. Como en todas las sociedades, desgraciadamente, hay individuos, entidades, partidos que miran cómo influir en la opinión publica. Son los magos políticos, los que son capaces de influir en la información, de tal modo que la opinión de la gente está, en el mejor de los casos, sesgada y es poco libre, si no es tiranizada por esas ideas.
¿Hemos perdido la confianza en nuestros políticos?
La confianza en el político es esencial. Cuando tenemos gobernantes que no se ganan la confianza de la gente, no son capaces o son delicuentes, sumamente ambiciosos, sin sentimientos altruistas auténticos, la gente se desmoraliza, desconfía y se rompe el tejido de la sociedad.
¿Cómo deberíamos cuidar nuestro cerebro y, por tanto, nuestra libertad?
Como dice mi hermano Valentín, el corazón regala años de vida y el cerebro calidad de vida. Y estoy muy de acuerdo. Es una frase fantástica. Teniendo en cuenta la combinación, lo primero que hay que cuidar es la nutrición. Después, ejercicio físico. Sin duda, es fundamental el ejercicio mental y la interacción social.
 Su interés inicial era la Psiquiatría, la especialidad de su padre, profesor en la Universidad Autónoma de Madrid e impulsor del Hospital Clínic de Barcelona. ¿Cómo fue ese cambio a la Neurociencia?
En la psiquiatría, lo que interesaba e interesa saber es cómo funciona el cerebro y qué papel tiene en la enfermedad mental y qué podemos hacer para aliviarla. En los años 50, en la España de Franco no había una investigación viable en neurofisiología.
 ¿Y se han hallado claves de enfermedades mentales en la corteza prefrontal?
No hay enfermedad mental de ningún género que pueda localizarse en ninguna región en concreto del cerebro. Lo que sí sabemos es que ciertas enfermedades mentales como la esquizofrenia son resultados de una muerte de conexiones cerebrales entre neuronas corticales. Hay una desconexión. Al desconectarse las zonas del cerebro que más tienen que ver con la cognición, se disgrega al mismo tiempo la distribución de las influencias del cerebro básico de las emociones y te encuentras con enfermos que tienen esta desintegración de la cognición y a la vez tienen estos trastornos tan notables en las relaciones emocionales con los demás. Esto tiene mucho que ver con la prefrontal, que sirve para ligar conocimientos y memorias. Pero la corteza prefrontal no es la única parte del cerebro afectada en la esquizofrenia.
¿Cómo valora la apuesta en España por la ciencia?
La apuesta por la ciencia es variable. Depende de los presupuestos estatales y la prosperidad pública. Hay un problema de fondo. En nuestro país, desgraciadamente, la ciencia es un lujo. Estamos siguiendo al pie de la letra lo que decía Unamuno en su día: que inventen los demás. Esto requiere una reeducación de la sociedad que se ha de empezar en las escuelas. Estamos por debajo del promedio europeo en cuanto a conciencia de la ciencia.