martes, 21 de julio de 2015

Mariela Castro: «Para los estadounidenses, viajar a Cuba es visitar la fruta prohibida»

Día 21/07/2015 - 15.49h

La lealtad de la hija de Raúl Castro al régimen está fuera de duda, pero admite que el acuerdo con EE.UU. «no resolverá todas nuestras contradicciones»


A. Y. ZAVALA
Hay varias formas de presentar a Mariela Castro Espín. Una es por su rasgo biográfico más destacado: su familia. Es hija de Raúl Castro, el actual presidente de Cuba, y de Vilma Espín, una de las mujeres que subió a Sierra Maestra para protagonizar el derrocamiento de Fulgencio Batista en 1959. Es obviamente «la sobrina de Fidel». Pero a los 52 años, casada y con tres hijos, además ha construido una historia propia. Es sexóloga, doctora en sociología, diputada nacional y una de las pocas que rompió la unanimidad del voto legislativo –un hecho poco común en las casi seis décadas de Revolución–. Fue cuando se opuso a un cambio en el Código de Trabajo porque no incluía una claúsula ya negociada contra la discriminación por identidad de género y para quienes viven con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH).
Dirige desde hace catorce años el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), que impulsa políticas de integración de la comunidad de lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales (LGTBI), perseguida a lo largo de los años en Cuba. Desde allí, el Estado ha financiado cirugías de adecuación genital y políticas de no discriminación. Sus críticos dicen que con su militancia por los derechos de los homosexuales «intenta limpiar la imagen» del país. Ella se reconoce como parte de una generación preparada para heredar el poder. Alguna vez dijo que Cuba está lista para tener una mujer en la presidencia. Habla de su familia y del presente de su país a partir de la reanudación de las negociaciones diplomáticas con Cuba. Cuenta que«para los estadounidenses viajar a Cuba es visitar la fruta prohibida»; asegura que la caída del socialismo no es tal y explica que «si no hay un perfeccionado mecanismo de participación y con diferentes temáticas, como la de LGTBI», Cuba no va a «hacer un buen experimento socialista».
—¿Cuál es la situación en este momento del colectivo LGTBI en Cuba?
—En este momento, es un colectivo que está siendo respaldo por la política del Estado cubano. La política del Partido Comunista de Cuba es la política del Estado y se está trabajando en formas de no discriminación. Explícitamente ya fueron expresadas en la Primera Conferencia del Partido Comunista de Cuba de enero de 2012 y se empezaron a traducir en leyes, como el Código de Trabajo, en el que aparece la no discriminación por orientación sexual. No incluyeron por identidad de género, pero al menos ya se habla de orientación sexual. A partir de nuestra labor de abogacía y comunicación en el Cenesex se logró conciencia en que hay que incluir en las nuevas legislaciones y en las que se estén modificando -incluida la Constitución, de la que hay perspectiva de modificación- estas formas de no discriminación. Trabajar los temas de no discriminación está en la agenda del Partido y del gobierno cubano.
—¿Cómo se llegó a tenerlos en cuenta, un cambio significativo con respecto a los cuarenta primeros años de la revolución cubana?
—Ya de niña escuchaba historias. Mi papá y mi mamá hablaban del tema en casa. La preocupación que tenían de estos temas existía porque no sabían como resolverlos. Las tragedias individuales o de familias llegaban a mi mamá por la Federación de Mujeres Cubanas, que dirigía. Yo prestaba mucha atención a las conversaciones que tenían sobre eso y preguntaba. Me sentí siempre sensibilizada. Veía que era un problema para el que no había solución, que no sabían por dónde empezar y me inquietaba porque generaban sufrimiento.
—¿Cómo fue su aproximación posterior?
—Cuando comencé a trabajar, me metí en los temas de educación sexual en niños. Después, en los de adolescentes. Fue cuando ya comencé a trabajar en el Cenesex, con prevención de embarazo, por ejemplo. Siempre buscaba ver qué herramientas ayudan a dar un salto profundo, cualitativo en las acciones que hacíamos. No soporto hacer acciones formales. Siempre busco -no sé si es lo que aprendí de la psicología, de la pedagogía o de mi mamá a quien siempre la veía actuar de esa manera- ver qué cosa significa hacer un salto cualitativo en la solución de un problema.
—Y, ¿cuándo aparecen las demandas por parte de la comunidad que sufría discriminación por su orientación sexual o identidad de género?
—Ahí, en el Cenesex, cuando observo esta problemática y veo que todavía no se han dado soluciones. Cuando asumo su dirección en el año 2000, ya se acercan a mí personas LGTBI para pedirme soluciones. Primero fueron las personas transgénero. Empecé a trabajar sobre qué estrategia seguir, qué propuestas hacerle al gobierno cubano, qué política sobre educación sexual. Me puse a estudiar este tema. Estudiando, en el diálogo con estas personas, con el Partido Comunista, con el Gobierno y la Asamblea empezamos a avanzar. Yo todavía no era diputada, pero íbamos a presentarle estrategias, pedir criterios de los legisladores y legisladoras. Empiezo a buscar en el campo de las ciencias sociales respuestas que yo no la encontraba en la pedagogía, que eran áreas en las que yo me movía más, entonces hago mi doctorado en Sociología. Me dio herramientas para observar a la sociedad cubana cómo era, cómo reaccionaba cuando hablábamos de estos temas.
—Y, ¿cómo era la reacción en una sociedad machista….?
—El diálogo sobre estos temas siempre estuvo. Desde que se creó el Grupo Nacional de Trabajo de Educación Sexual en 1972, que después en el ’89 se transformó en el Cenesex, y se fortalece. Siempre el tema se colaba en conferencia o en charlas.
—A pesar de que había legislación que penaba la homosexualidad y la perseguía…
—No había una ley que lo prohibiera ni la penalizara. Se dice que se penalizaba, pero lo que sucedía es que en Código Penal había conductas tipificadas -como escándalo público- que quedaban a la libre interpretación de los administradores de Justicia. Desde esa interpretación homófoba caían homosexuales o transgénero, que incluso la población los denunciaba por algo. Varias de estas figuras fueron eliminándose hasta que, a mediados de los años 90, se logró limpiar el Código Penal de estas, que servían para interpretaciones homófobas y que ponían en dificultad a las personas del LGTBI. Eran figuras que se habían heredado del período colonial español y de la década del 30 y después de la Revolución no se habían cambiado porque no consideraban que hacían daño.
—Pero si no las habían eliminado, las permitían…..
—Imagínate la gente interpretaba desde los prejuicios que existían y no sólo en Cuba. La psiquiatría estigmatizaba y patologizaba la homosexualidad y todavía, en el mundo, sigue patologizando a la transexualidad. Esos basamentos supuestamente científicos de la medicina han determinado mucho de estos prejuicios. Desde las ciencias sociales se consideraban conductas desviadas, desde el psicoanálisis se les veía como perversos. Desde muchos lugares estas personas estaban marcadas de una manera muy excluyente en la sociedad y Cuba no está en otro planeta, donde todo eso ocurría. Aunque había un trabajo de educación sexual sobre el liderazgo de mujeres cubanas. Mi mamá en eso se metió mucho, por sentido común. No había las herramientas científicas, porque no existían, para enfrentaba esto por una cuestión de sentido humano. Para detener que se acorrale a un ser humano, que es doloroso. Te guste o no te guste que sea así, pero acorralarlo, eso era demasiado.
—¿Su madre hablaba de esto con su padre? ¿Recuerda alguna anécdota?
—Montones. Ella hablaba con mi papá de algún caso en el que se había cometido alguna injusticia. Era permanente. Fue una de las primeras en denunciar que se quería «reformar» a los homosexuales. Pero no se los torturó, como cuentan aunque hubo malos tratos. Pero, si yo le preguntaba detalles, ella no me daba participación. Le pedía saber a quién fue que le pasó. Siempre me llamaban la atención. De niña, evidentemente, siempre tuve mi vocación por los temas sociales y humanísticos.
—Sus padres tuvieron una participación muy activa en la revolución, su padre ejercía un alto mando militar, ¿estaba presente?
—Sí, siempre. Tenían mucha satisfacción de la vida familiar, aún la tiene, y ambos siempre buscaban el espacio, a pesar de sus roles. Él siempre buscaba la manera de que el domingo «no se le echara a perder». El pedía así: «Que no me echen a perder el domingo» Entonces, a veces venían personalidades a quienes tenía que atender y él trataba de que nos incluyeran si eran cenas o almuerzos. «Con los niños», pedía. Esa generación de niños cubanos sentimos que los padres no estaban todo el tiempo con nosotros. Era la época en que ellos estaban muy involucrados en inventar la revolución, en inventar una sociedad nueva y eso generó mucho sacrificio y demandó mucho tiempo. Pero la vida familiar se mantuvo, de alguna manera. Sentíamos que no estaban los padres, pero comprendíamos que era importante lo que estaban haciendo.
—Su generación, ¿está lista para heredar el poder?
—Yo te puedo hablar de mí, yo como parte de esta generación recibo una herencia ideológica, cultural, de parte de mis padres. Una herencia de involucramiento en un proceso revolucionario, de transformaciones, de compromiso. Yo me siento en el deber de aportarle a ese proceso mis conocimientos, mis aprendizajes, mis reflexiones, mi mirada crítica a lo que se ha hecho; pero también mi propuesta y creo que esta generación está trabajando fuertemente porque no me veo a mí sola en esto. Hay mucha gente conectada en lo mismo, tratando de aportar soluciones, proyectos, ideas, soluciones a contradicciones que hemos vivido. Ha sido un proceso de mucha creatividad, una de las cosas que defiendo mucho es que perfeccionemos los mecanismos de participación a diferentes niveles y en diferentes temáticas porque yo siento que si no hay un perfeccionado mecanismo de participación y con diferentes temáticas, como las del LGTBI, no vamos a lograr hacer un buen experimento socialista.
—A ¿qué se refiere con proceso de participación?
—Creo que todo lo que hemos hecho desde el 59 es un interesante experimento de transformación social, que se ha identificado teóricamente con el socialismo como formación socioeconómica, el concepto que más aportado en el análisis de la historia, pero que en la práctica ha tenido muchas dificultades externas e internas en cada país que se ha realizado.
—Como por ejemplo…
—Internas desde todos los desconocimientos, luchas de clases, contradicciones, posicionamiento ideológico, en cómo hacer todo esto, en cada país donde se hizo, dónde se identifican aciertos y errores. Yo no considero que el socialismo fracasó, como mucha gente dice. Para mí, la caída del socialismo no existe. Se desarticuló el proceso europeo, pero Vietnam sigue con su experimento, China también, nosotros con el nuestro. El de Corea no lo conozco, por eso prefiero no hablar.
—¿Cree que la experiencia de Vietnam o China de una apertura medida, podría servir para Cuba?
—Todas las experiencias sirven, pero también hay que analizarlas desde su contexto histórico concreto no se puede extrapolar una experiencia a otra. En un análisis histórico concreto, riguroso, se pueden sacar cosas que sirven. Yo creo que se está haciendo ese proceso y te das cuenta de lo complejo que es. Todas las experiencias socialistas se han hecho en contextos de grandes hostilidades desde el exterior. Y con grandes recursos económicos, sobre todo desde los países occidentales, para hacerlos fracasar. Entonces es muy difícil un experimento socioeconómico nuevo en la historia bajo condiciones de hostilidad, en condiciones de ciudad sitiada desde el exterior y la experimentación socialista ha estado en esa situación. Nosotros seguimos bloqueados con terrorismo de Estado, campañas en los medios para tergiversar y buscar mayores adversarios. Sin embargo, crece la cantidad de personas interesadas en conocer el experimento cubano. Lo habrás visto al caminar por La Habana.
—Ese interés creció sobre todo después del anuncio del 17 de diciembre con la reanudación de las negociaciones con Estados Unidos….
—Para los americanos venir a Cuba es ver la fruta prohibida. A quienes no les permitían venir por el bloqueo, ahora lo están haciendo con permisos especiales, y en la medida que vienen traen más y más. Todos dicen que esta no es la Cuba de la que les hablaron y andan sueltos, como decimos nosotros, por todas partes explorando la realidad cubana y sacando sus propias conclusiones. Nadie le dice qué pueden ver y que no.
—Una liberalización de las condiciones del embargo, ¿cómo afectará?
—¡Por su puesto que para bien! Si nosotros estamos locos para que nos quiten el bloqueo desde que lo pusieron. Desde siempre.¿Cómo se puede desarrollar un país sometido a la condena del bloqueo financiero, económico y comercial, más atentados financiados por otro Estado, que financian a grupitos que han llamado oposición, y que no saben a quién se oponen. Porque son grupitos de ignorantes que los ponen a decir cosas y salen por todos lados. Otros son muy bichos, esos sí cogen una tajada más grande. Eso en el mundo entero estas actividades son penalizadas por la ley. Me he puesto a buscar y hasta Alemania las penaliza. Hay montones de países que castigan que se reciba dinero de una potencia extranjera que quiera crear condiciones de desastibilización para dominar. Y nosotros, hasta diría, que somos muy nobles y dejamos pasar.
—¿Cómo seguiría el proceso ideal de negociación con Estados Unidos?
—El ideal no me lo sé. Pero las personas que están participando en ese proceso sí lo saben y tengo la impresión que por los resultados que van saliendo lo saben muy bien. Creo que no solo de nuestra parte si no que desde las dos partes, tanto Cuba como Estados Unidos están negociando con deseos de buscar soluciones a nuestras principales contradicciones, quizás no todas se podrán resolver.
—Hablando de contradicciones, una de las principales contradicciones internas de Cuba actual es la escasez.
—Las contradicciones no sólo vienen con el escasez. En todo lo que estamos haciendo surgen contradicciones y hay que sentarse a dialogar para decidir el consenso. Aquí se decide las políticas por consenso, cuando se cree que no habrá consenso se demoran algunos procesos para esperar condiciones, como por ejemplo el tema que nosotros defendemos. No se han llevado algunas leyes a proceso de análisis y votación porque no lo tienen. Por eso, el proceso que se está haciendo de concientización sobre temas de LGTBI en la sociedad es para que cuando lleguemos a presentar las propuestas haya realmente un respaldo social. Llevar una ley para que salga con un consenso mínimo no es conveniente en los estilos de la sociedad cubana.
—¿Es posible que en el próximo período legislativo se trate el matrimonio entre personas del mismo sexo?
—No lo sé. Creo que el trabajo que estamos haciendo con el apoyo del Partido y las comunidades, permitirá que avance cuando se presente. El momento no lo sé, no lo han informado, pero tengo confianza de que tenemos cada vez más apoyo del Estado cubano, incluso los sindicatos se están involucrando. Hay voluntad de encontrar respuestas en estas políticas; derivaciones que se han aprobado para terminar con la discriminación de las personas del LGTBI y que, por supuesto, estamos promoviendo: la igualdad de oportunidades. Cuando hablamos de igualdad de oportunidades en el campo de la orientación sexual e identidad de género es de todo tipo. Yo ya estoy loca para que se ponga sobre la mesa.
—No terminó de contestar sobre la escasez en Cuba…
—La sociedad cubana no la vive todos por igual, para quienes tienen acceso a divisas extranjeras por turismo o por el envío de sus familiares no es lo mismo. La escasez es consecuencia de un bloqueo. Ningún país puede desarrollarse normalmente con un bloqueo, que el derecho internacional reconoce como un recurso de hostilidad y agresión, y claro que genera dificultades. El Estado, a su vez, genera mecanismos para que no se pierda la equidad en la distribución. Desde que comenzó la crisis de los 90 ya tu ves las dificultades y las diferencias entre quienes reciben remesas de familiares del exterior y que están en mejores condiciones del que no la recibe. La crisis de los 90 generó inequidades, pero no fueron desde el Estado porque éste siempre buscó en su política una redistribución equitativa de lo poco que tenemos. Como tenemos tan poquito, cuando nos reparten nos llega también muy poquito, pero por lo menos nos llega. El Estado cubano no cedió nunca a las presiones en el tema de educación y salud. Se ha planteado que se cobre por la educación y la salud para que no se afecte su calidad. Pero, ¿con qué dinero? ¿Qué dinero le vamos a pedir, si apenas está el dinero para comer? Por otra parte son derechos intocables, nunca vamos a lucrar con ellos.