domingo, 21 de noviembre de 2010

ESTOY DEPRE.....


La depresión, que se esconde debajo de máscaras, se convertirá en la enfermedad que más padecerán los seres humanos, superando al cáncer y los trastornos cardiovasculares.


por Viviana Ruiz

Detrás de un cuadro de alcoholismo, drogadicción, furia, ludopatía o bipolaridad hay una depresión. Incluso, algunos aseguran que antes de sufrir un cáncer o diabetes estuvieron sumidos en una profunda tristeza. Así de intenso y escurridizo puede ser este padecimiento que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se convertirá el 2020 en la segunda incapacidad en el mundo.
Toda depresión, por severa que sea, tiene cura, asegura el psicólogo Carlos Carrera. Para su colega Juan Carlos Zetina, se puede revertir, pero las cosas no son tan fáciles, pues dependiendo de la gravedad —leve, moderado o severo— y en la etapa en la vida cuando se desarrolle —infancia, adolescencia, adultez o vejez—, así serán las consecuencias. Sonia Melville, otra experta en conducta, declara que la solución del problema depende de gran medida de la mente, porque “los pensamientos siempre generan nuestras emociones”.

¿Qué es?

La palabra depresión viene del latín depressio: “hundimiento”. Es un síndrome —conjunto de síntomas característicos de una enfermedad— que está relacionado o con el estado anímico bajo de las personas, define Carrera. “Si no se trata a tiempo y con efectividad, es posible que provoque la muerte”, sentencia Zetina.
Puede ser de dos tipos: reactivo —de afuera— o endógeno —de adentro—. En el primer caso, constituye la respuesta hacia un estímulo externo que ocasiona duelo —la muerte de un ser querido o la pérdida de un trabajo—; sin embargo, cuando no logra superarse, se transforma en depresión y pierde relación con el estímulo inicial.
En el segundo caso, endógeno, se trata de procesos que nada tienen que ver con la realidad, la persona simplemente se deprime sin existir una causa real. A este tipo algunos le denominan depresión química, pues a nivel cerebral disminuyen la fluidez de ciertos neurotransmisores —sustancias que facilitan la conexión entre las células nerviosas—, tal es el caso de la serotonina, la norepinefrina y la dopamina.
Una tercera postura es la que considera que en una depresión están implicados ambos factores, tanto endógenos como exógenos, en distintas proporciones.
Existen otros factores que se investigan en la actualidad. Uno de ellos tiene que ver con la genética. Se especula si se hereda, pero los estudios todavía no son concluyentes.
También se hacen hipótesis sobre si la depresión obedece más a cambios estructurales en el cerebro, entre los que se cuentan la muerte de neuronas —células nerviosas— en un área del cerebro conocida como hipocampo que se relaciona con la memoria. Según esta teoría, los medicamentos antidepresivos funcionan no tanto balanceando la química cerebral, sino promoviendo el crecimiento de nuevas neuronas.

Pandemia

Esta manifestación es uno de los más comunes y más serios problemas de la salud mental que enfrenta la gente hoy. Millones de personas en el mundo sobreviven en medio de la depresión. Ricos, pobres, capitalinos, campesinos, hombres y mujeres, tanto en países desarrollados como en países en vías de desarrollo. Aunque al parecer las mujeres son más propensas que los hombres a padecerla.
El riesgo de sufrir este mal aumenta en ellas, según estudios, debido a cambios hormonales, por lo que a medida que van cumpliendo años, alcanzando el punto más alto en la horquilla entre los 55 y los 65 años, sube el riesgo. En ellos, en cambio, el aumento es continuo, aunque de menor intensidad.

Debido a su complejidad y masificación se potencia su investigación para intentar atajar este trastorno mental, cuyo índice de prevalencia, lejos de disminuir, amenaza con incrementarse a medida que transcurra el siglo XXI.
Paradójicamente, entre más información e investigación existe, el paciente que la sufre poco sabe de su estado, y aquellos que “creen” tenerla aseguran saber cómo manejarla. Por lo general los pacientes con algún problema mental, independientemente de cuál sea, no saben que están enfermos, afirma Carlos Carrera.
Pero tanto él como Zetina y Melville coinciden en que la única forma para combatir el síndrome está en la psicoterapia, y solo en casos extremos, en la toma de algún medicamento.
Aunque ninguno de los tres está en contra del uso de fármacos, consideran que emplearlos como herramienta primaria solo anestesia el problema, pero no lo resuelve.

Síntomas

El paciente se siente hundido, con un peso sobre su existencia. Se trata de un trastorno afectivo que varía desde bajas transitorias del estado de ánimo, que son características de la vida misma, hasta el síndrome clínico, de gravedad y duración importante, con signos asociados, los cuales no son nada son normales como tristeza profunda, desgano, cansancio, baja autoestima, pensamientos suicidas, estado de ansiedad o “vacío” en forma persistente; sentimientos de desesperanza, pesimismo, culpabilidad y desamparo; pérdida de interés o placer en pasatiempos y actividades que antes se disfrutaban, incluyendo la sexual; dificultad para concentrarse, recordar y tomar decisiones.
También son muy comunes los trastornos del sueño como insomnio, despertarse más temprano o dormir más de la cuenta. También, pérdida de peso, apetito o ambos, o por el contrario comer más de la cuenta; además inquietud e irritabilidad.
Síntomas físicos persistentes que no responden al tratamiento médico son clásicos en esta condición, tal es el caso de dolores de cabeza, trastornos digestivos y otros malestares crónicos.




  • Los habitantes de los países más religiosos de América Latina como Brasil, Honduras y Panamá tienen menos riesgo de sufrir depresión, según un nuevo estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
  • El informe divulgado señala además que la gente que vive en áreas urbanas tiene más probabilidades de sufrir depresión, una situación que se agrava si en esos centros urbanos existe una gran desigualdad social.
  • El estudio que analizó datos de 93 países obtenidos de la encuesta de opinión pública realizada por la firma Gallup señala también que el nivel de ingresos, medido según el Producto Interior Bruto per cápita, no afecta la posibilidad de depresión.
  • El informe patrocinado por el BID y elaborado por los economistas de la Universidad de la República en Uruguay, Natalia Melgar y Máximo Rossi, es el primero en realizar un amplio análisis transfronterizo sobre el impacto de factores como el desempeño económico en la depresión. Los investigadores utilizaron como referencia Estados Unidos, por la amplia disponibilidad de datos e investigación sobre el tema y realizaron a continuación un gráfico en el que se mide las posibilidades de los ciudadanos de un determinado país de estar más deprimidos que los estadounidenses.
  • Según Melgar y Rossi, los habitantes de Etiopía, Corea del Sur y Bolivia son los que tienen más posibilidades de sufrir de depresión que los residentes de EE. UU., mientras que los de Mauritania, Albania y Dinamarca son los que menos riesgo padecen.
  • Los autores descubrieron que entre los 14 países con mayor disparidad de ingresos que experimentaron menores posibilidades de sufrir depresión, al menos ocho tenían un alto porcentaje de gente religiosa: Honduras, Panamá, Níger, Senegal, Jamaica, Uganda, Brasil y Mozambique.
  • El estudio también confirma las conclusiones de informes previos que apuntan que los hombres tienden a deprimirse menos que las mujeres, y que los casados también lo hacen menos que los solteros.
  • Además, los divorciados sufren más el mal que los viudos, mientras que los desempleados son también un grupo de alto riesgo

Intensidad

“Hay depresiones leves, moderadas y severas, solo en este último caso se aconseja la toma de fármacos”, apunta Melville.
Para clasificar a un paciente entre una de estas intensidades, se hace necesario realizar un historial psicológico, y dependiendo de la cantidad de síntomas que presente el enfermo y de la duración de sus crisis, le corresponderá una categoría.

Diagnóstico

A pesar de los muchos signos que puede manifestar la enfermedad, su diagnóstico es complicado. Los psicólogos consultados aseguran que por lo menos deben persistir siete de los síntomas durante 15 días seguidos. Sin embargo, hay casos asintomáticos, comenta Zetina. A lo que asiente Carrera, para quien “solo puede aparecer un signo físico como una gastritis, dolor no identificado o focalizado en la cabeza, los cuales enmascaran este síndrome, pues el paciente consulta por este problema, y el médico combate el padecimiento sin considerar que podría tratarse de una depresión”.

No aparece de la noche a la mañana

Juan Carlos Zetina, que se especializa en psicogeanología —lo vivido por los antepasados influiría en la existencia—, cree que el síndrome se va construyendo con los años. “Lo que nos sucede en la vida diaria son bajones, que al analizarlos por medio de la psicología transaccional, se sabe que cada una de la cinco emociones básicas —miedo, enfado, tristeza, alegría y amor— tiene una interpretación. Así con el enojo tengo que saber que se expresa una injusticia; con la tristeza, pérdida”.
Sonia Melville afirma que lo importante es diferenciar la tristeza de la depresión, esta desazón está más ligada al exterior, a que la persona puede sentir que hay cosas que no la llenan y en que para ella el mundo externo se ofrece como un mundo vacío. Mientras que la depresión es ese estado de ánimo bajo, en el que existe una sensación de vacío y abatimiento, que no siempre está relacionada con una pérdida —aunque puede estarlo— y en la que a veces no se identifica la razón de esa emoción que está enraizada en el interior de quien la padece.

Detrás de la depresión

“A mi juicio, la máscara que oculta a perfección una depresión es un cuadro de bipolaridad —una grave enfermedad mental que produce cambios drásticos en el humor, la energía y la capacidad funcional—, porque el paciente tiene la depresión, vive la fase depresiva, que le dura equis cantidad de tiempo —de un día a una semana o mes—, para luego convertirse en fase maníaca, y él cree que se curó, porque le llega la euforia. Un bipolar tarda mucho en llegar a una clínica por sus excesivos y constantes cambios de humor, y eso agrava el síndrome”, comenta Carrera.
“Una depresión no debería de excederse de cuatro meses; si sucede lo contrario, hay que tomar medidas drásticas y consultar con un psiquiatra”, agrega Zetina.
Para Sonia Melville, detrás de una persona adicta a las drogas o el alcohol, incluso a la violencia y a la furia hay un ser depresivo. “Los seres humanos tendemos a disfrazar nuestras enfermedades mentales con síntomas físicos —somatizar—, o las tratamos de olvidar consumiendo alcohol o algún tipo de droga, porque estos elementos acallan pensamientos y embotan sentimientos, lo que perpetua el problema”.
Si es muy pronunciada la tristeza, es muy difícil esconderla, asegura Zetina. Quizá el enfermo de manera verbal no dice lo que siente, pero su cuerpo sí. Hombres caídos, mirada perdida, semblante pálido... pero es de la teoría que la “mayoría de padecimientos físicos son un conflicto psicológico no resuelto”.

Cómo superarla

El estado de ánimo es fundamental para realizar cualquier tipo de actividad. “Estoy completamente segura de que la mente juega un papel psicológico primordial en nuestra vida. Me atrevería a decir que la mente puede con todo. Cuando una persona tiene una confianza vital en sí misma, es capaz de superar cualquier reto”, afirma Sonia Melville.
Para superar la depresión hay que ser positivo, pues absolutamente todo lo que hacemos tiene su lado agradable, solo hay que buscarlo. Hay que eliminar de la mente los pensamientos negativos, y es necesario estar mentalizado para cambiar cualquier forma de pensar.
“Además, tienes que ser constante, ya que no se puede curar una depresión de un día para otro“,” explica Carlos Carrera. “Hay que acudir a un psicólogo, para que sea él quien se encargue de constatar el la superación de la enfermedad”.
Hacer ejercicio, y esto “no significa precisamente encerrarse en un gimnasio, sino simplemente caminar, ver la luz del sol”, comenta Carrera. Zetina también aconseja no permanecer en casa, hacer vida social y estar en contacto con otras personas.
Existen, además, otras terapias muy recomendadas: la musicoterapia y la terapia con flores.
“Procura llevar una dieta equilibrada”, indica Melville.
Hoy se sabe que los depresivos perciben el mundo como cuando estamos ante el televisor y bajamos el contraste. Este resultado explica por qué a lo largo de la historia, los artistas de todas las culturas han representado esta enfermedad usando símbolos oscuros, negros, o grises, pero para dejar de ver la vida de esta manera, y volver al blanco de la paz, es vital la fuerza de voluntad y consultar con un psicólogo.

Estoy casi curada
  • “Yo lo único que quería era dormir, porque solo así no sentía absolutamente nada; ni alegrías ni tristezas, ese era mi estado perfecto”, comenta Silvia, de 28 años, quien durante seis meses tomó medicamentos para contrarrestar la depresión que le provocó la pérdida de un ser amado.
  • “Murió mi novio y el dolor fue tanto que por más de tres meses lo único que podía hacer era llorar. Mi familia, amigos y compañeros de trabajo se preocuparon por mi estado, porque pasaba el tiempo y mi tristeza en lugar de mermar, crecía, así que fui obligada a ir a un psicólogo y éste me mandó con un psiquiátra que me medicó. Ahora, un año más tarde, ya no tomo ninguna pastilla, pero sigo yendo al psicólogo, estoy casi curada”.
Mis días son grises
  • “Siempre he sido un hombre callado y tímido. Pocas veces recuerdo haber estado realmente feliz por algo, más bien, mi vida ha sido como una película que no gusta a casi nadie, pues no hay emociones. Mi días son grises.
  • “Tengo 30 años y recién me di cuenta, gracias a una amiga, que mi conducta no es para nada normal. Para mí los psicólogos y psiquiátras eran unos charlatanes, yo no podría contarles a ellos mis pensamientos, ¿para qué? Sin embargo, pasé por un evento muy fuerte y mi timidez cambió por ira, y, aunque nunca he tenido muchos amigos, los pocos que han estado conmigo me hicieron entrar en razón de mis repentinos cambios de humor”.
  • “Fui a un psicólogo y me explicó que tengo depresión y ahora estoy en tratamiento”.