miércoles, 24 de diciembre de 2014

la tecnología remodela nuestros sentidos

El uso de los pulgares en los 'smartphones' aumenta la actividad cerebral

    .El uso de las pantallas táctiles de los teléfonos inteligentes cambia la forma en que pulgares y cerebro trabajan en conjunto, produciéndose una mayor actividad cerebral, según un estudio publicado hoy en la revista estadounidense Current Biology. La aparición de las pantallas táctiles en infinidad de dispositivos, por ejemplo en los teléfonos inteligentes, han hecho que los usuarios desarrollen nuevas habilidades con los dedos, en especial los pulgares, que son los más empleados en un smartphone.
    El profesor Arko Ghosh encabezó un equipo de las universidades suizas de Zúrich y Friburgo, al darse cuenta de que la obsesión por el uso de los teléfonos inteligentes podía darles la oportunidad de analizar las plasticidad diaria del cerebro y entender cómo la vida cotidiana lo moldea. "La tecnología digital que usamos en nuestra vida diaria moldea el procesamiento sensorial de nuestros cerebros en una proporción que nos ha sorprendido", aseguró el doctor.
    La tecnología digital que usamos en nuestra vida diaria moldea el procesamiento sensorial de nuestros cerebros en una proporción que nos ha sorprendidoCada región del cuerpo tiene un área específica en el centro emocional del cerebro, donde se procesa su información, la cual es flexible y puede cambiar. Así, los investigadores estudiaron la activación del córtex sensoriomotor, que se activa con el movimiento de los dedos. Para ello realizaron electroencefalogramas que medían la actividad de las regiones corticales del cerebro en 37 personas diestras.
    Más tiempo de uso, más actividad cerebral
    Gracias al electroencefalograma registraron la respuesta cerebral cuando los usuarios de teléfonos inteligentes tocaban la pantalla con los dedos pulgar, índice y corazón, para poder luego compararla con la de personas que siguen usando los viejos móviles de teclados tradicionales.
    Los datos revelaron que la actividad eléctrica en el cerebro de los usuarios de smartphone aumentaba al tocar las puntas de los tres dedos citados. Además, la cantidad de actividad del córtex cerebral asociada al pulgar y el índice era directamente proporcional a la cantidad de tiempo que se usaba el teléfono inteligente.
    Por ello, los autores del estudio consideran que el procesamiento sensorial del córtex en nuestro cerebro "es continuamente remodelado por la tecnología digital personal".


    Logran que el pelo vuelva a crecer tras modificar células del sistema inmune

    El hallazgo, con sello español, abre una nueva vía para el tratamiento de personas con alopecia, quemaduras de la piel y de algunos tipos de cáncer

    La búsqueda de un tratamiento «crecepelo» no está, o al menos no estaba, en el espíritu del Centro Nacional de Investigadores Oncológicas (CNIO). Pero un hallazgo casual hace cinco años en uno de sus experimentos ha permitido encontrar una conexión inesperada entre el sistema natural de defensas del organismo y la regeneración del cabello y la piel. Esta conexión, cuyas claves se publican en la revista «PLOS Biology», abre una nueva vía de tratamiento, no solo para las personas con alopecia, sino para los quemados y el cáncer.
    Las células del sistema inmune que tienen esa capacidad regenerativa en la piel son los macrófagos. Los libros de Biología indican que son las encargadas de devorar patógenos para mantenernos sanos. Lo que no se sabía hasta ahora es que los macrófagos tuvieran además la llave para activar el crecimiento de las células madre de la piel, las que permiten que el pelo vuelva a crecer cuando se cae o las que originan uno de los cánceres de piel más comunes cuando se produce algún fallo.
    El grupo de Mirna Pérez-Moreno y Donatello Castellana investigaban otros problemas con un grupo de ratones a los que les habían suministrado un tratamiento con antiinflamatorios. La sorpresa del experimento fue que a esos ratones les empezó a activar el crecimiento del pelo. La inflamación es una respuesta de defensa del organismo, de manera que ese efecto secundario llevó a Pérez Moreno a pensar que la explicación debía estar en el sistema inmune. A partir de ese momento, experimentó con los distintos tipos de células que participan en la defensa del organismo hasta atar los cabos necesarios para encontrar el nuevo rol de los macrófagos.

    Muerte celular

    ¿Y cómo estas células de defensa actúan sobre la piel? En una fase del ciclo del crecimiento del pelo, una parte de los macrófagos muere y es entonces cuando se produce una señal que empuja al folículo piloso a entrar en la siguiente etapa del ciclo y el pelo vuelve a crecer. «De alguna manera, su muerte estimula a los que quedan vivos para que secreten factores y activen el crecimiento del pelo», explica Pérez-Moreno.
    En el laboratorio del CNIO ya se ha conseguido reproducir artificialmente este proceso natural, utilizando un fármaco para modular a voluntad el crecimiento del pelo. Ahora, en colaboración con las universidades de Manchester y Münster, están trabajando con tejidos humanos. Creen que en cinco años podrían intentarse los primeros ensayos con voluntarios.

    Adiós a los trasplantes capilares

    En la carrera para conseguir un tratamiento capaz de repoblar las cabezas más despejadas hay varias líneas abiertas. Uno de los mayores logros ha sido cultivar los cabellos para multiplicarlos y hacer trasplantes capilares. Así no es necesario contar con una buena fuente donante de cabello. El reto actual pasa por contar con un tratamiento que consiga activar las células madre de la piel para que crezca nuevo pelo sin tener que hacer trasplantes. La clave estará en conseguir el nacimiento de cabello en una zona específica del cuerpo, como la cabeza, y no generar un crecimiento generalizado del pelo en todo el cuerpo.
    Recientemente, la Universidad de Columbia, en Estados Unidos, demostró que un fármaco bien conocido, utilizado para el tratamiento de desórdenes sanguíneos, era capaz de repoblar una cabeza prácticamente calva en menos de cinco meses, aunque solo funcionaba en los casos de una alopecia menos común, la areata. En estos casos, el pelo no se pierde forma generalizada sino en forma de parches, tanto en la cabeza como en otras zonas del cuerpo.