lunes, 9 de julio de 2018


No todas las arañas son igual de horrpilantes. Pero existe una tendencia natural a identificar rápidamente la forma de la araña y a sentir rechazo o miedo
No todas las arañas son igual de horrpilantes. Pero existe una tendencia natural a identificar rápidamente la forma de la araña y a sentir rechazo o miedo - ADOBE PHOTOSTOCK

El motivo ancestral por el que las arañas nos dan miedo

Aunque solo una pequeña parte de estos arácnidos son venenosos, se cree que en la evolución ha sido ventajoso sentir rechazo por todas ellas





Alrededor del
 5% de la población va más allá de la aversión a las arañas, y sufre una fobia en toda regla. Estas personas dicen sentir miedo al ver laspatas de las arañas y sus típicos movimientos repentinos, que sus cerebros no pueden predecir.Aunque solo el 0,1 % de las especies de arañas son venenosas, estos animales suelen parecerles horrendos y peligrosos a muchas personas, sobre todo a las mujeres. Y eso a pesar de que probablemente son menos peligrosas que los leones, las medusas o los escorpiones, pero sus patas y su forma de moverse, errática y rápida, provocan escalofríos.
¿Por qué puede ocurrir esto? Una explicación tradicional es que, aunque solo una pequeña parte de las arañas sean realmente peligrosa, a lo largo de la evolución tenerle miedo a todas ellas ha aumentado la tasa de supervivencia de los humanos.
A diferencia de lo que ocurre con animales aposemáticos, que se caracterizan por exhibir colores muy vistosos para avisar de que son peligrosos o venenosos (como las avispas o algunas ranas del Amazonas), las arañas suelen ser oscuras o pardas. De hecho, tanto las venenosas como las no venenosas suelen tener un aspecto parecido.


Un instinto ancestral

Esto parece haber repercutido en la aparición de un auténtico instinto de supervivencia ancestral especializado en la detección rápida de amenazas específicas. De hecho, algunos científicos han comprobado que la mayoría de las personas son capaces de detectar e identificar la forma típica de las arañas incluso por el rabillo del ojo y de una forma realmente rápida.

Para ascender, las arañas estiran las patas, levantan el abdomen y liberan un largo hilo de seda
Para ascender, las arañas estiran las patas, levantan el abdomen y liberan un largo hilo de seda - Michael Hutchinson

«Las arañas son una de las pocas amenazas que han persistido a lo largo de la evolución y que están "diseñadas" de forma única para capturar la atención sin importar la existencia de conocimientos previos, el coraje o la importancia de las tareas–que se están haciendo en ese momento–», escriben los autores de un estudio publicado en «Evolution & Human Behaviour».
Pero el ser humano se caracteriza por ser un ser cultural, además de animal. Por ese motivo no sorprende que la cultura tenga una gran importancia y un potente papel modulador en el rechazo instintivo a las arañas.
Algunos estudios han sugerido que, en las sociedades occidentales, el rechazo a las arañas está vinculado con su asociación a enfermedades desde el siglo X en adelante.
«El desarrollo de la asociación entre arañas y enfermedades parece estar vinculado con muchas epidemias devastadoras e inexplicables que golpearon Europa desde la Edad Media en adelante, en un momento en que la araña era susceptible de convertirse en el objetivo de la preocupación causada por estas epidemias», escriben los autores de un estudio publicado en «Society & Animals».
Como prueba de la influencia de la cultura, mientras que en europa las arañas se perciben en general como animales profundamente desagradables, en algunos lugares de América del Sur o en Camboya estos arácnidos son un manjar.

Cuando el miedo se hereda

Aparte de estas influencias culturales, hay evidencias de que el miedo a las arañas es innato. En una investigación, científicos introdujeron en un mismo lugar a grillos cargados de crías y a una indeseable vecina, una araña lobo.
Para evitar un fatal desenlace, cubrieron los colmillos venenosos de la araña con cera para evitar que matase a los grillos. Así observaron que los insectos expuestos a esa tortura tenían unas crías que eran más miedosas ante las arañas: estas tendían a buscar refugio y a esconderse con una probabilidad dos veces mayor en comparación con los grillos que habían nacido de madres no expuestas a este terror.
Además, los grillos nacidos de la horrible situación se quedaban inmóviles cuando pasaban cerca de las heces de una araña o de una tela, lo que aumentaba enormemente su probabilidad de sobrevivir.
Estos resultados indican que, aparte de la carga genética, la epigenética, la regulación de dichos genes en función de circunstancias ambientales, puede cambiar drásticamente el comportamiento de los animales.

Aprender a no tener miedo

Pero las personas tienen poco que ver con los grillos. Sin embargo, un estudio hecho con ratones, mostró que hasta dos generaciones de ratones descendientes de madres expuestas a una fuente de miedo, desarrollan una sensibilidad aumentada al tipo de estímulo que activó dicha emoción. La investigación mostró que este fenómeno se transmite a través de los gametos, lo que muestra una vía por la cual la información del ambiente (como que saber que las arañas son peligrosas) puede transmitirse a las futuras generaciones y tener influencia en el comportamiento, la anatomía del cerebro y en la epigenética.
Pero nada dura para siempre, necesariamente. Los científicos saben que una forma de evitar el miedo y las fobias consiste en exponer al individuo a su fuente de miedo. El truco consiste en que esto sea un proceso gradual en el que el estímulo negativo (por ejemplo la imagen de una araña) no vaya acompañado de un estímulo negativo extra (como que la araña escale por el pie de la persona). Esto lleva a un proceso psicológico conocido como extinción del miedo y es muy familiar, por ejemplo, para las personas que acuden a ayuda profesional para perder el miedo a volar.

Otro truco que quizás puede ayudar es aprender sobre las arañas y tratar de verlas con curiosidad y sin miedos ancestrales. Así se puede descubrir que son voladoras increíbles o capaces de hacer auténticas acrobacias.