En los últimos años han venido apareciendo en todo el mundo iniciativas que buscan mapear el cerebro. Todas tienen diferentes objetivos y áreas de especialización, pero ahora los investigadores intentarán aplicar sus conocimientos colectivos en un impulso global para comprender mejor el cerebro.
Thomas Shannon, Subsecretario de Estado de Estados Unidos, anunció el lanzamiento de la Iniciativa Internacional del Cerebro el 19 de septiembre en una reunión que acompañó a la Asamblea General de las Naciones Unidas, en Nueva York.
Detalles, tales como qué agencia estadounidense encabezará el programa y quién lo va a financiar, están todavía en el aire. Sin embargo, los investigadores llevaron a cabo una reunión separada, aunque concurrente, en la Universidad de Rockefeller, que fue organizada por la Fundación Nacional para la Ciencia de EE. UU. para discutir qué aspectos de los programas ya existentes podrían ser incorporados a la iniciativa mundial. La reacción fue una mezcla de preocupación –porque al intentar alinear los proyectos podría desviarse el dinero y la atención que reciben las iniciativas en otros países– además de entusiasmo por las posibilidades de que aprendamos más sobre el cerebro.
“Pensaba que el momento más emocionante de mi carrera científica fue cuando el presidente anunció la iniciativa BRAIN en 2013”, dice Cori Bargmann, neurocientífica de la Universidad de Rockefeller en la ciudad de Nueva York y una de los principales arquitectos de la iniciativa BRAIN, por sus siglas en ingles, para investigar el cerebro usando neurotecnologías innovadoras. "Pero esto fue mejor".

MUCHAS IDEAS

Uno de los objetivos de la iniciativa es la creación de herramientas de mapeo cerebral universales. Existen herramientas experimentales prometedoras, pero los laboratorios hacen sus propias variaciones y tienden a realizar experimentos de forma personal. Esto hace que sea más difícil para los diferentes equipos colaborar o intercambiar información. En la reunión de Rockefeller, el físico Michael Roukes, del Instituto de Tecnología de California, en Pasadena, señaló que la revolución industrial solo despegó una vez que las fábricas que tenían componentes intercambiables remplazaron a las empresas que tenían máquinas únicas. “Todavía estamos en la era de la producción manual de la neurociencia”, dice. “Cada cual tiene su salsa secreta”.
Otra de las propuestas de la reunión fue la creación de un observatorio internacional del cerebro, con herramientas como potentes microscopios y recursos de supercomputación que puedan ser compartidos por científicos de todo el mundo –tal y como los astrónomos se toman turnos para compartir los telescopios–. “Si das a la gente las herramientas básicas, van a hacer mejor ciencia”, dice Alan Evans, neurólogo de la Universidad de McGill, en Montreal, Canadá.
Los científicos aplaudieron la idea de crear un recurso de intercambio de datos basado en la nube virtual, similar a los recursos que el GenBank ofrece en el campo de la genética. Puede ser difícil alinear los datos, ya que cada laboratorio de neurología tiene un método preferido para recoger, clasificar y analizar sus series de datos. Pero Joshua Vogelstein, un neurocientífico de la Universidad de Johns Hopkins, en Baltimore, propone la creación de una estación internacional virtual para el estudio del cerebro que podría convertir automáticamente los datos de imágenes del cerebro humano o expresión genética en animales en formatos estandarizados para que más personas puedan analizarlos.

PRIORIDADES DIFERENTES

Pero muchos de los asistentes mostraron preocupación porque creen que juntar las numerosas propuestas bajo un mismo paraguas podría ser contraproducente. Los programas existentes de investigación del cerebro tienen diferentes prioridades: Japón y China, por ejemplo, están invirtiendo fuertemente en investigación de primates, algo que Estados Unidos tiende a evitar por razones éticas. El Proyecto Cerebro Humano(HBP, por sus siglas en inglés), el plan insignia de la Unión Europea, se enfoca en la ciencia básica para entender cómo funciona el cerebro, mientras que Canadá está principalmente interesado en la creación de tecnologías que tengan aplicaciones médicas.
Otras de las preocupaciones expresadas en la reunión de Rockefeller – que fue liderada por Estados Unidos y cuyo propósito era organizar apoyo e ideas para la nueva Iniciativa Internacional del Cerebro– es que algunos asistentes estaban ignorando los recursos ya existentes. El programa CBRAIN de Canadá, que tiene nueve años, sirve como un centro de intercambio de datos y métodos y ya es utilizado por neurólogos en 22 países y por la HBP. Y Evans dice que es similar a la estación internacional del cerebro propuesta en la reunión en Rockefeller. “Parece que quieren reinventar la rueda”, dice.
A otros les preocupa que esta supuesta iniciativa mundial pueda excluir a los países en vías de desarrollo. “Si la única manera de hacer esto de forma internacional es que cada país ponga $300 millones, esto no va a ser internacional”, dice Sandhya Koushika del Instituto Tata de Investigación Fundamental, en Mumbai, India.
Aunque los países más pequeños no puedan permitirse el lujo de mapear el cerebro de un tití, como está haciendo Japón, Koushika dice que podrían contribuir a los esfuerzos con pacientes, organismos modelo y esfuerzos para diseñar tecnologías más asequibles.
Bargmann dice que el gol de la reunión de Rockefeller era el de tener una idea de qué tipos de programas están en funcionamiento, y señala que las reuniones futuras estarán más enfocadas, una vez que se sepa quién van a participar.
En general, los científicos tienen la esperanza de que esta nueva iniciativa mundial les permita llevar el mapeo cerebral a un nuevo nivel. Dado que varios proyectos de investigación cerebral llevan funcionando un tiempo, ya es fácil comparar sus fortalezas y debilidades y comenzar a hablar de manera pragmática sobre qué se necesita hacer para alinearlos, dice Christoph Ebell, director ejecutivo del HBP. “Creo que es el momento adecuado”.