sábado, 24 de septiembre de 2016

ARMA BIOLOGICA YANQUI DE DESTRUCCION MASIVA


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David Romero
Una nueva tecnología de ingeniería genética se propone modificar la reproducción de ciertas especies dañinas para extinguirlas. La polémica está servida.
"Si se pudiera extinguir totalmente especies que una empresa o institución considere dañinas ¿estaría justificado hacerlo? ¿Quién lo decide? ¿Cómo afectará las cadenas alimentarias y los ecosistemas? El arma ya existe y aunque está en fase de prototipo, su desarrollo ocurre a un ritmo vertiginoso". Ésta es la alarmante introducción con la que Silvia Ribeiro, una investigadora del grupo ecologista ETC, denuncia el desarrollo y las controvertidas implicaciones ambientales de los "impulsores genéticos".
¿Qué es un impulsor genético?
Se trata de una nueva tecnología de ingeniería genética que puede alterar permanentemente especies mediante el impulso de un "carácter" determinado dentro del ciclo reproductivo del organismo. Un carácter es una cualidad determinada genéticamente (por ejemplo, color de los ojos). En la reproducción sexual normal, un carácter tiene solamente el 50% de posibilidades de expresarse. Con un impulsor genético, sin embargo, ese carácter es "impulsado" de tal forma que todos los descendientes siempre llevan y expresan el rasgo específico de interés. Los impulsores genéticos fuerzan que un carácter diseñado artificialmente se distribuya a través de la población natural, hasta que se vuelva ubicuo o haga que toda la población colapse.
Tal como señala Silvia Ribeiro en su artículo al respecto, "unas pocas ONG internacionales promueven esta nueva biotecnología como medio de "conservación de la naturaleza", que proponen usar para extinguir especies invasoras: ratones, insectos, malezas".
Los buenos propósitos: cura de enfermedades y conservación artificial de especies.
Tal como reconocen incluso los grupos ecologistas, varios equipos trabajan en impulsores genéticos que erradicarían mosquitos o los re-diseñarían para que no puedan transmitir malaria, tal como se explica en un interesante reportaje publicado por la revista Harvard Magazine. Teóricamente, los mosquitos que transmiten el Zika y el Dengue también podrían combatirse con sistemas de impulsores genéticos.
Además, al menos un equipo trabaja actualmente en el desarrollo de impulsores genéticos para combatir los gusanos que causan la esquistosomiasis, y otros grupos de investigación proponen impulsores genéticos para el parásito que causa la tricuriasis y las lombrices intestinales.
Por otra parte, algunos conservacionistas argumentan que las herramientas que ocasionan deliberadamente la extinción podrían emplearse para restablecer el equilibrio ecológico en algunas partes del mundo. En concreto, un consorcio de cinco socios, encabezados por el grupo conservacionista 'Island Conservation', están desarrollando roedores manipulados con impulsores genéticos para atacar y extinguir a los ratones que dañan a las aves autóctonas en algunos ecosistemas aquejados de este problema.
En la misma línea, existe también un proyecto considerablemente avanzado para desarrollar impulsores genéticos en mosquitos, que serían liberados en Hawaii, donde una de las especies autóctonas de mosquito acarrea una forma de malaria que afecta a las aves nativas; hay que tener en cuenta que la tecnología de los impulsores genéticos puede alterar permanentemente especies enteras al liberar al ambiente un solo individuo bio-diseñado. Este proyecto en Hawaii está auspiciado por 'The Long NowFoundation’s Revive' y por 'Restore Project'.
¿Un excesivo control sobre la naturaleza?
Los impulsores genéticos pueden rediseñar ecosistemas completos, ocasionar extinciones  e intervenir en sistemas vivos a gran escala. Una vez que los impulsores genéticos se diseñen dentro de una especie que se reproduce velozmente, podrían alterar su población en un marco temporal muy breve, de meses a pocos años, y provocar rápidamente una extinción. A esta tecnología radicalmente nueva también se la llama "reacción mutagénica en cadena".
Sus detractores señalan que combina la ingeniería genética extrema de la biología sintética y las nuevas técnicas de edición genómica con la idea de que los humanos pueden y deben usar herramientas tan poderosas e ilimitadas como ésta para controlar la naturaleza. "Los impulsores genéticos cambian fundamentalmente la relación entre la humanidad y el mundo natural, para siempre", señala el grupo ETC en su comunicado al respecto.
El posible uso militar de esta tecnología
Desde el propio grupo ecologista ETC señalan que "las implicaciones para el ambiente, la seguridad alimentaria, la paz e incluso la estabilidad social son significativas. Lidiar con esta desenfrenada tecnología ya se compara con el reto que implica controlar el poder nuclear", y alertan de la posibilidad de que esta tecnología pueda utilizarse con fines militares: "Los impulsores genéticos son un caso clásico del uso 'doble' de la tecnología, lo que significa que una vez desarrollados para un fin, los impulsores genéticos podrían también utilizarse como arma o agente de guerra biológica. Por ejemplo, ya se está trabajando en hacer gusanos parásitos con impulsores genéticos para erradicarlos. La misma tecnología podría usarse para hacer que esos gusanos diseminen enfermedades o toxinas. Ya se crearon en laboratorio impulsores genéticos en levaduras y se pueden diseñar para que sean dañinas para los humanos. La liberación de un impulsor genético en un campo agrícola podría atacar la producción alimentaria de un país entero. Y los impulsores genéticos en mosquitos y otros insectos se pueden usar para distribuir toxinas letales con su picadura".
Fuerte oposición al uso de impulsores genéticos
Los detractores de esta tecnología manejan argumentos de gran calado para combatir su uso e implementación.
Silvia Ribeiro, a quien nos referíamos al comenzar este artículo, explica: "[Un impulsor genético] es una construcción transgénica que 'engaña' a la naturaleza para que las especies de reproducción sexual (plantas, insectos, animales, humanos), pasen forzosamente un gen foráneo a todas las generaciones posteriores. Es una vía biotecnológica que destruye la ventaja desarrollada en la co-evolución de las especies en millones de años con la reproducción sexual".
71 gobiernos y 355 ONG que pertenecen a la IUCN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), presentaron una enmienda al uso de impulsores genéticos, aplazando así el respaldo de la propia IUCN a la investigación, experimentos de campo y uso de impulsores genéticos hasta que se analicen en profundidad y evalúen sus impactos en la biodiversidad y en cualquier otro aspecto.
Además, 30 personalidades, entre las que hay profesionales del ámbito científico, ecologistas, abogados y líderes indígenas han elaborado y firmado un comunicado en contra del uso de esta aplicación científica.
"Consideramos que una tecnología tan poderosa y potencialmente peligrosa como los impulsores genéticos -reza el primer párrafo de este comunicado-, cuyas consecuencias imprevistas no han sido estudiadas ni probados, ni tampoco ha sido evaluada en sus impactos éticos y sociales), no debe promoverse como herramienta de conservación".
Y este es uno de los fragmentos que mejor resume el espíritu de su oposición al uso de impulsores genéticos: "Quienes firmamos, líderes y practicantes de los campos de la ciencia, la política, la protección ambiental, la conservación y el derecho, estamos alarmados ante el hecho de que algunas organizaciones de conservación han aceptado financiar y promover la liberación al ambiente de organismos diseñados con conductores genéticos. Proponen usar deliberadamente la extinción como herramienta, en contradicción directa con el propósito ético de las organizaciones de conservación, que es proteger la vida en la Tierra. También nos preocupa el potencial uso de los conductores genéticos como armas de guerra y sus aplicaciones en la agricultura, y que los actuales esquemas regulatorios no son capaces de evaluar y gobernar esta nueva tecnología".

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¿SEGUIRA SIENDO VINO O TENDREMOS QUE LLAMARLO NOVI?

Laboratorios de todo el mundo trabajan por conseguirlo

¿Existe un buen vino bajo en alcohol?

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Desde Chile hasta España pasando por Nueva Zelanda, laboratorios biotecnológicos de todo el planeta buscan la fórmula mágica para disfrutar de una copa de vino sin tener que asumir la carga de alcohol y sus calorías. Tratan de satisfacer una demanda creciente, con aplicaciones inesperadas: una de ellas, contrarrestar el aumento de graduación que el cambio climático provoca en las botellas. Pero ¿mantendrán el aroma, sabor y textura de un buen caldo?

<p>Según las cifras manejadas por la industria, en el mercado se abre con fuerza una creciente tendencia a buscar vinos con menos alcohol y azúcares. Imagen: Villa Maria</p>
Según las cifras manejadas por la industria, en el mercado se abre con fuerza una creciente tendencia a buscar vinos con menos alcohol y azúcares. Imagen: Villa Maria
Café descafeinado, cola sin cafeína, endulzantes sin azúcar, leche sin lactosa, pan sin trigo, cerveza sin alcohol y sin cebada: la sociedad se afana en disfrutar de ciertos placeres sin pagar su precio en términos de salud o calorías. Pero ¿puede un vino ser considerado como tal si su graduación alcohólica está por debajo del 13%?
En Chile, uno de los mayores productores y exportadores de vino mundial justo por detrás de España, no. Para que un vino sea considerado como tal, la legislación establece que su concentración de alcohol no ha de bajar de los 11,5 grados ni superar un 14,9% en volumen.
Sin embargo, esta definición no ha impedido al equipo del chileno Patricio Araneda, director general del grupo IDiNde empresas biotecnológicas, adentrarse en el terreno, para él antes desconocido, de la producción de vino. Su método, pendiente de patente mundial, permite reducir la graduación de alcohol de todo tipo de cepas, tanto de tinto como de blanco, manteniendo las cualidades organolépticas: el color, el sabor, la textura y el olor.
“La idea nos llegó de alguien que había probado vinos desalcoholizados en Europa que no eran buenos y nos propuso el reto de hacer un vino con baja graduación sin desalcoholizarlo”, explica a Sinc.

“Lo que hicimos fue priorizar levaduras que se comen el azúcar del vino para reproducirse y lo degradan sin producir alcohol. Así controlamos algunas variables del proceso fermentativo y bajamos el contenido de azúcar”, explica. “Cuando queda cierta cantidad de azúcar, cambiamos las condiciones de nuevo para que se transforme en alcohol, de manera que podemos controlar el nivel final”.
Araneda y su equipo estudiaron iniciativas similares en Italia y España, donde existen incluso vinos de graduación 0,0% elaborados por métodos de ósmosis inversa. El alcohol se extrae en una etapa posfermentación, lo que reduce los volátiles que aportan complejidad al buqué y los aromas en la nariz.
La técnica permitiría, con cualquier tipo de uva, regular la cantidad de alcohol. Se podría producir un Chardonnay de 6 o 9 grados en función de los deseos de una viña particular. “Esto abre todo un abanico de productos para nuevos públicos”, señala.
Después de una cata con varios enólogos, decidieron dirigirse a un segmento específico de la población “que busca algo diferente, no necesariamente a amantes del vino tradicional”, explica Araneda.
El cambio climático eleva la graduación
El equipo chileno privilegia ciertas levaduras cuyas características metabólicas se pueden controlar y que no son ajenas al vino. En lugar de introducir microorganismos nuevos que podrían alterar el sabor, centran sus esfuerzos en una investigación más profunda del proceso de fermentación, con un método que han de personalizar para cada lugar donde se aplique.
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La técnica del chileno Anareda permitiría, con cualquier tipo de uva, regular la cantidad de alcohol. En la imagen, uvas de la bodega Pernot Ricard. Imagen: Pernod Ricard
“Se podría utilizar para cualquier cepa y tipo de uva, independiente del contenido de azúcar que tenga. Pero no hay una receta universal: cada uva posee cualidades propias en función de las condiciones en las que fue cultivada”, afirma.
Esta técnica podría también aplicarse para afrontar un nuevo desafío: el calentamiento global hace que las uvas maduren antes y contengan más azúcar, lo que eleva el contenido final de alcohol. A veces los vinos cuentan con mayor graduación que la que dicen portar en su etiqueta, como denuncia un reciente estudio de la Universidad de California.

Los consumidores piden menos alcohol
Según las cifras manejadas por la industria, en el mercado se abre con fuerza una creciente tendencia a buscar vinos con menos alcohol. Un informe de la consultora internacional Wine Intelligence afirma que un 39% de los consumidores europeos y norteamericanos señalaron haber bebido vinos con menor graduación en 2014, un 9% más que en 2013.
Por su parte, según Reuters, un estudio de la consultora Nielsen muestra que en Estados Unidos la venta de vinos con una graduación por debajo del 12% se evaluó en 2.700 millones de dólares en 2014, un 33% más desde 2011, lo que supera el crecimiento de las ventas de caldos clásicos.
En el Reino Unido se estima que este segmento alcanzará un 10% impulsado por la influencia de las grandes cadenas de supermercados y reforzado por la reciente legislación que grava menos a las bebidas bajas en alcohol.
“Este anuncio ha tomado a la industria por sorpresa, pero es solo un ejemplo de una tendencia más amplia y global de sensibilización sobre los efectos nocivos que pueden asociarse con el alcohol”, apunta Wine Intelligence en su informe de 2016.
En España no existen cifras sobre este mercado, según declara a Sinc el Observatorio Español del Mercado del Vino (OeMv), pero ya se comercializan varios vinos de baja graduación o incluso sin alcohol.
Han surgido iniciativas innovadoras para conservar sus características esenciales, como la desarrollada en 2007 por la Universidad de Murcia y la Universidad Politécnica de Cartagena en un programa de 2,5 millones de euros que puso en las tiendas el vino tinto de Jumilla Altos de la Ermita, con un 6,5% de alcohol, que obtuvo el premio Innoval 2008 en la Feria Alimentaria de Barcelona.
El vino murciano que triunfó
“Estudiamos los principales vinos desalcoholizados del mercado y conseguimos mejorarlos desde el punto de vista sensorial y del contenido de resveratrol y otros fitoquímicos beneficiosos”, explica a Sinc el profesor de la Universidad de Murcia Fulgencio Marín, a cargo del proyecto. “Logramos que, pese a su baja graduación, el vino posea un excelente aroma y una sensación en boca que es la de un buen vino con contenido alcohólico normal”.

“Finalmente, cualquier vino con concentración por debajo del 8% en alcohol se hace más inestable y vulnerable al crecimiento microbiano, por lo que hubo que poner a punto nuevos procesos de conservación”, concluye.
Para conseguir esta mejora, el equipo de Marín tuvo que vencer tres desafíos fundamentales. “En primer lugar, conseguir una destilación a temperatura ambiente para recuperar sin alteraciones la totalidad de los componentes aromáticos responsables del buqué original. Esto se consiguió mediante la técnica de columna de conos rotatorios. Después, el vino desalcoholizado con todos sus componentes aromáticos y saludables tuvo que ser equilibrado para conseguir una buena cualidad sensorial en boca”, explica.
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La asociación de viñedos neozelandeses Lifestyles Wines tiene un presupuesto de casi 10 millones de euros para producir caldos bajos en alcohol. En la fotografía, una trabajadora de una de las viñas del consorcio, Spy Valley Wines.
Las grandes perspectivas en el mercado han llevado a Nueva Zelanda a aprovechar su clima más frío para colocarse en la vanguardia de este tipo de bebidas y establecer un programa pionero que cuenta con respaldo gubernamental y se centra en su cepa más característica, el vino de la uva Sauvignon Blanc, que ya exportan en grandes cantidades a Reino Unido y EE UU. Según las cifras de venta que manejan, este mercado crece en el país al ritmo de un 30%.
En las antípodas son ambiciosos
El proyecto de la asociación de viñedos neozelandeses Lifestyles Wines tiene un ambicioso presupuesto de casi 10 millones de euros y una planificación a siete años para hallar el santo grial de la uva: ese punto en el que se produce el equilibrio perfecto entre el sabor y el contenido alcohólico antes de que el vino caiga hacia el otro lado y se deslice por la cuneta de los zumos o moscateles, algo que es muy difícil de lograr, según explica a Sinc Simon Hooker, director de investigación del gremio de viñedos del país.

El programa comenzó en abril de 2014 y explora varias técnicas, desde el manejo de la canopia o parte aérea de la vid para controlar el momento en que la uva madura, a los sistemas de riego, que también influyen en este proceso. Tanto las uvas demasiado jóvenes como las muy maduras desempeñan un papel fundamental en la mezcla, que podría influir en la cantidad de alcohol final. Además, el programa recurre a cierto tipo de levaduras nativas.
“Nuestro programa se centra en lograr un buen vino, no solo se trata de reducir el alcohol o las calorías sino, sobre todo, de mantener una producción de muy alta calidad. El desafío es producir vinos con estas características que sean representativos de su cepa y variedad”, apunta.
“Estamos convencidos de que poner el foco en la I+D para producir vinos de alta calidad, bajos en calorías y alcohol, beneficiará a la totalidad de la industria vitícola neozelandesa. La investigación nos ofrecerá nuevos conocimientos sobre los procesos de maduración de la uva, los productores de vino podrán explorar los ensamblajes y mezclas; y a lo largo del tiempo se descubrirán nuevas levaduras con propósitos comerciales”, señala Hooker.
Parece que la ciencia de la uva tiene mucho aún por decir en este nuevo futuro de vino “sin”.

Patricia Luna

igualito que el futbol americano


El rugby dejó una veintena de cuadripléjicos en 20 años

El caso de Jerónimo Bello, rugbier de San Isidro Club operado de urgencia con una severa lesión en las cervicales, reaviva la polémica por los riesgos de este deporte.

Por José Luis Ponsico

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Hace un año y medio también San Isidro, pero el CASI vivió otro drama: el joven Juan Gastaldi, de la Intermedia, contra Atlético del Rosario, terminó internado en la clínica FLENI de Belgrano. Estado reservado. Ambos no superan los 21 años de edad. Hubo hechos de "muerte súbita" en el pasado.

En 2009 se conoció el deceso de Diego Serral, 39, Villa Carlos Paz. En 2008 se conoció la de Juan Cruz Migliore, 20 años, ex jugador de CUBA. El informe médico dictaminó "muerte por asfixia"

El árbitro Diego Pasman en su testimonio por el fallecimiento de Migliore puntualizó que en el partido "cinco adversarios se arrojaron sobre el chico y formaron virtual montaña humana", según la versión periodística.

En Villa Carlos Paz, Serral jugó 60 minutos y se sintió mal en el partido de su equipo Carlos Paz contra La Tablada , un fin de semana donde nada hacía preveer el drama.

Algo parecido ocurrió en 2009 cuando el ingeniero Andrés López Astigarra, Club Almafuerte, segunda división, zona Sur padeció un síncope cardíaco después del partido. El rugbier vivía en La Tablada. Fue encontrado sin vida, en su auto, luego del encuentro jugado en Lomas de Zamora.

El caso Jerónimo Bello, y antes el de Juan Gastaldi, reactualiza un antiguo debate. En dos décadas, el deporte de la pelota ovalada arrojó un saldo de 23 jugadores cuadripléjicos. En noviembre de 2008 Alvaro Costa del SIC, con cardiopatía severa, murió. Tenía 18 años.

El tema atrajo distintas opiniones del mundo del rugby y sus protagonistas recogidas por Télam. El rugby nació en Inglaterra en 1823. En la Argentina existen más de 50 mil jugadores de rugby en todas las divisiones. La Unión Argentina de Rugby UAR tiene más de cien años. No hace mucho produjo una evaluación. Sobre algo más de 150 jugadores de rugby, el avance del juego físico y roces en partidos y entrenamientos, un cuadro promedio daba 47% de lesiones menores; 40% de lesiones moderadas y el resto, "graves".

Hace siete años se conoció la lesión severa del joven Rodrigo Cortés, jugador del Club Curupaytí. Estuvo largamente internado y su cuadro médico permaneció en notorio silencio.

Las lesiones de la cuarta y quinta vértebras cervicales son irreversibles en todos los casos conocidos. Desde 1992 la Fundación Ayuda, creada por el ex jugador Ignacio Rizzi, se ocupa de quiénes sufren lesiones severas. Rizzi padeció la suya jugando en Francia, cuando apenas tenía 19 años. Hace un cuarto de siglo.

Ex rugbiers, actualmente cuadripléjicos, solventados por la UAR. Unión Argentina de Rugby y el instituto Fleni no quieren conceder entrevistas periodísticas. Lo cuál es entendible.

El universo del rugby no es proclive a tratar un tema tan delicado como el de las lesiones graves en jugadores muy jóvenes.

Nicanor González del Solar, ex jugador de Los Pumas, en los´60 y periodista especializado desde hace cuatro décadas consultado por Télam por los casos anteriores sostuvo: "Recuerdo lo del chico Migliore obra de la fatalidad y por lo general las lesiones tienen que ver con circunstancias impensadas o imprevistas".

En Córdoba, antes del drama vivido por Diego Serral, una jueza produjo hace nueve años un fallo condenatorio para un club de rugby y la liga cordobesa a partir de la lesión de Guillermo Bustamante Sierra, en el ´94. La magistrada Graciela Moreno de Ugarte dictó una sentencia contra la Unión de Rugby cordobesa y por extensión a la UAR. En el caso Bustamante Sierra, jugador de rugby cordobés cuadripléjico hace 14 años, el fallo habla de "derrumbe en scrum".

Ignacio Fernández Madero, 57 años, ex preparador físico de Los Pumas, adujo a "un imponderable la muerte del pibe Migliore". Aunque sí sostuvo que "las lesiones cervicales es el riesgo que corre el rugby nuestro muy evolucionado, muy competitivo, situado entre los mejores del mundo", añadió.

En Mar del Plata, el abogado Jorge Cabarcos -ex dirigente de la Unión de Rugby de "La Feliz", directivo del Club Pueyrredón marplatense- opinó a partir de un caso conocido hace diez años en aquella ciudad.

"El joven Pablo Fernández, Spórting, quedó cuadripléjico después de una formación en el juego. Ya pasaron cinco años", contó Cabarcos titular de asuntos legales en el Hospital Médico-Infantil en " La Feliz ", consultado por Télam.

Todos hicieron especial hincapié en "la filosofía del deporte" donde miles de jugadores de rugby "lo viven con el interés de la amistad, divertirse, practicar el juego por el simple placer de hacerlo", coincidieron.

Cabarcos, 73 años, jugó en los´60 y recordó el caso Horacio Adaro, ex jugador de San Fernando, lesionado gravemente en Mar del Plata.

"Fue en junio del ´68, Adaro sufrió fractura de las vértebras (cuarta y quinta) cervicales. El muchacho tenía 21 años y estudiaba medicina. Lo primero que dijo fue: “Pasame una llave por la espalda", evocó el dirigente.

"La clave del infortunado si tenía o no sensibilidad en la zona afectada. Quedó cuadripléjico. En aquél equipo jugaba el remero García Yañez y fue el primer caso conocido en Mar del Plata", puntualizó.

Todos están al tanto del riesgo de los lesionados y la vigencia de la Fundación de "la Amistad ", como la llaman. Otros sabios de la ovalada recordaron que hasta los´90 de "los 15 que entraban, diez eran normales"

"Hugo Porta -dijo Cabarcos- jugó 15 años y siendo uno de los mejores del mundo y corriendo riesgos, nunca se lesionó, salvo golpes y contusiones menores. Ahora, todo es distinto: existe un rugby de gigantes y pesados".

El experimentado Nicanor González del Solar puntualizó que "la transformación que vivió el rugby en la evolución física de los jugadores actuales, todos verdaderos atletas, también condiciona el juego si se lo compara con nuestra época", dijo.

"Las lesiones han afectado en su mayoría a jugadores entre 17 y 21 años. "Los físicos no tan formados", indicó a su vez Madero.

La Argentina tiene más de 500 jugadores en el exterior y a 23 ex jugadores de rugby afectados por severas lesiones cervicales.

Además de Rizzi, ex Villenueve Sur-Lot, están Fernando Pantín Colombo (ex La Plata ), Francisco Maggio (SIC), Martín Piñeiro (Curupaytí), Martín Arregui, Rodrigo Erdozaín, Matías Cardozo, Aníbal Villegas, Juan Foa y Pablo Fernández, entre otros.

El propio Fernández Madero resumió a los consultados, diciendo que "lo que debe verse es que la filosofía de este deporte permite que miles lo hagan, en su mayoría, sin ningún beneficio económico", afirmó.

"Y puedan disfrutar de la amistad y los buenos momentos, alejados de otros graves males de nuestra sociedad", concluyó el ex jugador de Los Pumas.