domingo, 30 de octubre de 2016

Sí, la nariz nos delata cuando mentimos

Además, su forma, color, tamaño y temperatura puede decirnos cosas importantes de nuestra salud. Al apéndice nasal solo le falta hablar

.

Las hay finas, largas, aguileñas, torcidas, chatas o respingonas. Pero toda clase de nariz tiene algo en común: puede desvelarle síntomas de su estado de salud. El órgano nasal no es solo el centro de la cara y la base de los cánones de belleza. La forma, el color, la textura, el olfato y la temperatura tienen mucho que decir a la hora de detectar trastornos y patologías. El color verde o amarillo de la mucosidad es la señal inconfundible de fiebre o sinusitis, tanto como que el tamaño prominente de la nariz masculina invite a perpetuar la especie o que la temperatura nasal se enfríe a causa de un trastorno de ansiedad o porque miente buscando excusas.

Color y grosor: no confunda mucosa y moco

La mucosa corresponde a la piel que recubre la nariz por dentro, y la mucosidad son las secreciones, conocidas como mocos. La mucosa nasal aporta mucha información sobre el estado de salud. El tejido interno de la nariz puede ser defectuoso como síntoma de casos de enfermedad genética, como la fibrosis quística —con abundante moco, sinusitis y pólipos internos— o una enfermedad rara como la disquinesia ciliar primaria. El color y turgencia de la mucosa pueden sugerir infecciones virales generalizadas, como los catarros, o trastornos alérgicos.

En condiciones normales, el revestimiento nasal interno presenta un color rosado y es fino, está hidratado y deja espacio suficiente para el paso del aire y para que las moléculas odoríferas lleguen a los receptores. “Una coloración pálida, azulada o blanquecina, con un aumento del grosor, es muy típica de pacientes alérgicos al polen, los ácaros o por rinitis, que sufren una inflamación crónica de la nariz acompañada de estornudos, mucha mucosidad y lagrimeo ocular, además de mala respiración y pérdida del olfato. En estos casos se recomienda un estudio alérgico completo y un tratamiento médico que puede ser complementado con cirugía”, detalla Javier Galindo, cirujano especializado en rinoplastia, de la clínica Beauty One Center (Madrid).
Como todas las cavidades corporales, el órgano nasal también produce secreciones. En personas sanas, la mucosidad es escasa y, más o menos, transparente, y la nariz está preparada para batir todas las partículas contaminantes, dirigiendo el fluido de manera natural hacia atrás, a la garganta y al estómago. Cuando alguien padece una infección, fiebre o sinusitis, el moco se vuelve amarillento o verdoso y espeso. “En los pacientes alérgicos el moco es muy abundante y líquido, y sienten la necesidad constante de utilizar pañuelos. Cuando la persona no tiene apenas ningún síntoma pero con frecuencia expulsa costras duras, debemos pensar en sequedad ambiental o problemas estructurales como la desviación o perforación del tabique”, observa Galindo, quien añade: “Las infecciones por determinados microorganismos en el interior de la nariz también pueden indicar inmunodeficiencia, y en ocasiones son la pista para el diagnóstico del VIH, la diabetes o tumores malignos que causan bajadas bruscas de las defensas”.

Cuando el olfato falla: malnutrición o enfermedades neurodegenerativas

La pérdida de olfacción puede tener causas muy diversas: desde un síntoma asociado a la pérdida de apetito, a la disminución de peso o la malnutrición o incluso a problemas con el riñón. La relación entre el deterioro de la función olfativa y trastornos psiquiátricos (ansiedad o depresión), está poco fundamentada por hallazgos científicos. En cambio, sí lo está su vinculación con las fases preclínicas de algunas enfermedades neurodegenerativas durante el envejecimiento. “En cualquiera de los casos, es importante descartar previamente cualquier condición que pudiera afectar a la capacidad olfativa del paciente, como infecciones de las vías respiratorias superiores, rinitis alérgica o sinusitis crónica”, advierte José Luis Cantero, profesor de Fisiología y director del Laboratorio de Neurociencia Funcional de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla). Por otra parte, “la relación entre las disfunciones olfativas y determinadas enfermedades neurodegenerativas, como las enfermedades de Alzheimer y Parkinson, es cada vez más evidente”, explica Cantero.

Mire el termómetro: delata su estado de ánimo

La temperatura de la nariz puede subir o bajar por factores tan diversos como la nicotina del tabaco, beber alcohol, la edad, el peso, el sexo —suele ser más fría en las mujeres— o efectos hormonales como el nivel de estrógenos en la menopausia. Y, claro, también por la temperatura ambiente. Además, puede variar en función del estado emocional. “Tiende a subir con las emociones positivas y a bajar con las emociones negativas”, sobre todo si el nivel de activación fisiológica es bajo. A más baja la temperatura de la cavidad nasal, peor es la respuesta inmune y más proliferan los virus, los resfriados y la sinusitis. Por eso la alegría, que calienta la nariz, puede potenciar la respuesta inmune”, indica Emilio Gómez, investigador de Psicología Experimental de la Universidad de Granada y coautor de un estudio que relaciona el estado emocional con la temperatura nasal.
En cambio, “la ansiedad y la mentira hacen descender, en personas saludables, la temperatura nasal, produciendo vasoconstricción. Los olores agradables suben la temperatura perinasal y los olores desagradables cierran la nariz, esto es, hacen descender su temperatura por vasoconstricción. Lo interesante es que todo esto es subjetivo. Por ejemplo, el olor a gasolina para una persona puede ser desagradable y muy agradable para otra, produciendo efectos distintos en la temperatura de la nariz”, señala Gómez.
Tener la nariz especialmente fría podría estar asociado a una reducida variedad de síndromes como el Parkinson o el de Ryanaud y enfermedades como la fibromialgia o la anosmia (pérdida de olfato), patologías en cierto grado psicosomáticas. “También se ve en la esclerosis múltiple, pero se debe al fallo a la hora de adaptarse a la temperatura externa, mostrando la misma temperatura nasal similar en condiciones de frío y de calor. La nariz también se enfría en el hipotiroidismo, que implica un déficit metabólico hormonal hipotalámico”, anota Gómez.

Nariz roja no es sinónimo de bebedor

Una nariz roja le puede hacer pensar en que alguien se ha pasado con las copas. Sin embargo, el enrojecimiento de la punta nasal es, contra el tópico, una condición de la piel, no un efecto del abuso de alcohol. “Puede exacerbar los síntomas, pero es injusto y equivocado pensar que los pacientes que sufren rosácea o rinofima (el estado extremo de la rosácea en la nariz) son bebedores”, aclara Galindo, quien añade: “La mucosa nasal en los pacientes bebedores suele ser rojiza y engrosada, debido a los efectos que alcohol ocasiona en los vasos sanguíneos”.
Tampoco deben olvidarse otros excesos que también afectan al aspecto de nuestra nariz. “Los pacientes fumadores presentan mucosas secas, con tendencia a la formación de costras. El abuso de drogas por vía nasal, como la cocaína, al principio genera inflamación de la nariz, para poco a poco producir una necrosis de los tejidos por afectación del aporte sanguíneo, que provoca perforaciones del tabique nasal, costras, mala respiración. En casos de abuso crónico, la posibilidad de recuperación con tratamiento médico o quirúrgico es cada vez más baja, y con frecuencia vemos narices realmente catastróficas muy complejas de reparar”, asegura Galindo.

¿Hemorragia nasal? No se alarme

Las hemorragias suponen uno de los motivos habituales de consulta. La nariz es uno de los órganos que más sangre recibe, ya que es responsable de calentar y humedecer el aire que inspiramos, aportando calor de la sangre circulante. Al estar expuesta a golpes y cambios de temperatura, no es extraño que se produzca mucosidad con tonos rojizos que pueden indicar pequeñas hemorragias que no suelen revestir gravedad. No obstante, recuerde que si perduran unos días, conviene consultar al médico.
“La mayoría son epistaxis (sangrados nasales) leves que proceden de la parte anterior de la nariz, debidas al hurgado, la sequedad ambiental o ambientes laborales específicos. También son frecuentes durante el embarazo por fenómenos hormonales, y en rinitis víricas y alérgicas. Sin embargo, pueden ser la manifestación clínica de otros procesos como la hipertensión arterial, trastornos de la coagulación, la toma de anticoagulantes o antiagregantes, enfermedades sistémicas y tumores nasales”, señala Miguel Armengot, jefe de Servicio de Otorrinolaringología del Hospital Universitario y Politécnico la Fe de Valencia y presidente de la Comisión de Rinología y Alergia de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL CCC).
Otras causas menos habituales pero más graves de hemorragia corresponden a los tumores, tanto benignos como malignos. “Se trata de hemorragias de poca cuantía y repetidas en el tiempo. En algunos casos, puede que se desarrolle un tumor intranasal”, advierte Galindo.

Tamaño y función sexual

Por su evidente ubicación y como órgano saliente, la forma tiene una importancia incontestable en la estética facial y en la belleza en mayúsculas. Más aún lo demuestra el hecho de ocupar el segundo puesto, junto con los parpados, entre las cinco cirugías estéticas más demandadas, después de la de los senos. “Cuando está bien, las personas no nos miramos a la nariz, sino a los ojos, pómulos y labios. La nariz llama la atención cuando está deformada. Los rasgos simétricos se asocian a la belleza, y las personas con rasgos atractivos son percibidas como exitosas y sanas. Por eso las diversas partes de la nariz deben estar proporcionadas y acordes con las otras estructuras de la cara y al resto del cuerpo”, explica el cirujano Javier Galindo.
Un estudio noruego en 2014 concluía que el atractivo de una persona es claramente sensible a la centralidad de la punta de su nariz, relacionándolo con nuestro modo de percibir la simetría, y si se compara nuestra nariz con la del resto de primates, nuestro apéndice es largo y fácil de romper como fruto de la evolución de la selección sexual. Es decir, que una bonita nariz podría ser un indicador de la capacidad de la persona como pareja. Por supuesto, eso no confirma el mito de que, a nariz grande, todo grande. “Solo es una percepción inconsciente de asociar una nariz grande a estar bien dotado”, matiza Galindo.

LAS PUTAS MOTITOS Y LOS COCHES DE MIERDA

La nueva gran causa de discapacidad juvenil es el daño cerebral originado en accidentes de tránsito

El 26 de octubre se conmemoró el Día del Daño Cerebral Adquirido (DCA) que ha aumentado su impacto en la población a partir del crecimiento de afecciones tales como accidentes cerebrovasculares (ACV), tumores cerebrales, y traumatismos encefalocraneanos (TEC) con el aumento creciente de accidentes de tránsito, principalmente en jóvenes. Al respecto opinó para Télam la Dra Mónica Clark, directora médica de Fundación Alunco Internacional.


Por Mónica Clark (*)

Como cada año desde 2007, el 26 de octubre se conmemora el Día Nacional del Daño Cerebral Adquirido (DCA) que ha aumentado su impacto en la población a partir del crecimiento de afecciones como accidentes cerebrovasculares (ACV), traumatismos craneoencefálicos o de la médula espinal (TEC o TRM), tumores, encefalitis de diferente origen y con el aumento creciente de accidentes de tránsito (principalmente en jóvenes), entre otros.

El daño cerebral adquirido hace referencia a las lesiones del sistema nervioso que ocurren luego del desarrollo normal del mismo. Un porcentaje alto de las personas que sufren un DCA no sobreviven al mismo. Los que lo logran, quedan con algún grado de discapacidad, de leve a grave.

La vida de esa persona (y de su contexto) no vuelve a ser la misma, ya que se compromete su independencia funcional y la interacción con su entorno.

Las causas que pueden provocar DCA están relacionadas con el estilo de vida actual: el tabaquismo, el sedentarismo, la alimentación no saludable, los trastornos del sueño, el uso de drogas ilegales, etc., todos constituyen hábitos no saludables que se transforman en factores de riesgo que nos hacen más vulnerables a enfermar o sufrir un accidente.

Según la OMS, más de mil millones de personas viven en todo el mundo con alguna forma de discapacidad; de ellas, casi 200 millones experimentan dificultades considerables en su funcionamiento; además se calcula que cada año 126 mil argentinos sufren un ataque cerebro vascular, y sólo una cuarta parte de ellos logra recuperarse por completo.

Para entender el cuadro vale mencionar que, sólo en Argentina, 21 personas mueren por día en accidentes de tránsito. Pero además de las 7.472 víctimas fatales por año (2015), quedan 120 mil lesionados de distinto grado y miles de discapacitados.
Además, en nuestro país ocurre un ACV cada 9 minutos -dos casos por hora son fatales-, lo cual está íntimamente ligado a la hipertensión y otros factores de riesgo.

Se calcula que cada año 126.000 argentinos sufren un ataque cerebro vascular, y que sólo una cuarta parte de ellos logra recuperarse por completo.

El resto, o fallece a consecuencia del episodio o queda con secuelas que afectan seriamente su calidad de vida, como limitaciones en el habla o en la movilidad. Por otro lado los últimos datos señalan que en la Argentina mueren más de 9.000 personas por TEC cada año y hay unos 100.000 lesionados, de los cuales el 3% quedará con secuelas graves.

El DCA repercute también en lo emocional, familiar, social y laboral, y tiene como consecuencia común alteraciones de la consciencia, movilidad, comunicación, orientación, memoria, comportamiento, y de las emociones.

Estas alteraciones, que muchas veces se presentan de manera conjunta, implican que el 68% de las personas con DCA presentan una discapacidad leve que afecta alguna actividad básica de la vida diaria, y el 45% en grado severo o total.

Las personas con DCA requieren de una terapéutica compleja que contemple la intervención de diferentes disciplinas, necesitando no sólo mejorar en los déficits, sino adquirir un nuevo sentido de vida e inclusión social.

El modelo de trabajo transdisciplinario que desarrollamos en Alunco, da respuesta a esta problemática compleja del paciente (y su contexto), para devolver identidad y restituir la integridad al mismo. Entre las intervenciones, el cambio de hábitos no saludables y una conciencia de enfermedad responsable son pilares fundamentales para lograr estos objetivos.