miércoles, 1 de julio de 2015

QUE HORROR!!!!

La controvertida historia de la lobotomía


Lobotomía
Hace 75 años, en Estados Unidos, se llevó a cabo un proceso que más tarde un psiquiatra describió como "meter una aguja en el cerebro y agitarla": la lobotomía. ¿Cómo llegó a ser considerada una cura mágica?*
.
En las profundidades de los archivos de la Colección Wellcome de Londres, ese magnífico tesoro oculto de curiosidades médicas, hay una pequeña caja blanca de cartón.
Dentro hay un par de aparatos médicos. Son sencillos. Cada uno consiste en una barra de acero de 8cm, con un mango de madera.
"Estas horripilantes cosas son instrumentos de lobotomía. Nada sofisticado", explicó la archivista Lesley Hall.
En un momento, las barras representaron lo más avanzado de la ciencia psiquiátrica. Eran los instrumentos quirúrquicos para la lobotomía, también conocida como leucotomía, una operación que era considerada como una cura milagrosa para una variedad de enfermedades mentales.

Agujerear el craneo

Por miles de años la humanidad practicó la trepanación, que consistía en agujerear el cráneo para dejar salir a los espíritus malvados.
La idea de la lobotomía era diferente. El neurólogo portugués Egas Moniz creía que los pacientes con conductas obsesivas sufrían de problemas en los circuitos del cerebro.
null
El neurólogo portugués, Egas Moniz, fue el padre de la lobotomía.
En 1935, en un hospital de Lisboa, pensó haber encontrado la solución. "Decidí cortar las fibras conectivas de las neuronas activas", escribió en una monografía titulada "Cómo llegué a hacer una leucotomía frontal".
Su técnica original fue adaptada por otros, pero la idea básica se mantuvo.
Los cirujanos perforaban un par de huecos en el cráneo, ya sea en un lado o en la parte superior, e introducían un instrumento afilado -un leucótomo- en el cerebro.
El cirujano luego lo movía de un lado a otro para cortar las conexiones entre los lóbulos frontales y el resto del cerebro.
null
Freeman (izquierda) potenció el descubrimiento de Moniz.
Moniz reportó mejoras dramáticas en sus primeros 20 pacientes y la operación fue acogida con entusiasmo por el neurólogo estadounidense Walter Freeman, quien se convirtió en un evangelista del proceso. Fue él quien hizo la primera lobotomía en Estados Unidos en 1936, y luego la divulgó por el mundo entero.
Desde principios de la década de los '40, empezó a ser vista como una cura milagrosa en el Reino Unido, donde los cirujanos ejecutaron proporcionalmente más lobotomías que en Estados Unidos.
A pesar de la oposición de algunos doctores -particularmente los psicoanalistas- se convirtió en parte integral de la psiquiatría.
La razón de su popularidad era simple: la alternativa era peor.
"Cuando visitaba hospitales de salud mental... veía camisas de fuerza, celdas acolchonadas, y era patente que algunos pacientes eran -siento tener que decirlo- sujetos a violencia física", recuerda el neurocirujano retirado Jason Brice.
La oportunidad de curar a través de la lobotomía parecía preferible a una cadena perpetua en una institución.
"Esperábamos que ofreciera una salida", dice Brice. "Esperábamos que ayudaría".

Miles y miles

La operación se volvió tan popular que había doctores, como el británico Sir Wylie McKissock, que llegaron a realizar miles de lobotomías.
Terry Gould, quien trabajó con McKissock como anestesista, piensa que su antiguo jefe llevó a cabo unas 3.000.
null
Al hiperactovo McMurphy, encarnado por Jack Nicholson, le hicieron una lobotomía en Atrapados sin Salida.
"Era un proceso que tomaba cinco minutos", y McKissock -cuenta Gould- se prestaba para hacerlas hasta en los fines de semana.
"Iba a otros hospitales en la mañana de un sábado, hacía tres o cuatro leucotomías, y regresaba".
Según Brice, la operación podía tener buenos resultados en algunos pacientes, pero cada vez tenía más dudas al respecto, especialmente cuando se trataba de pacientes con esquizofrenia.
El psiquiatra John Pippard le hizo seguimiento a varios cientos de pacientes de McKissock y encontró que alrededor de un tercio se benefició, a un tercio no le afectó y el otro tercio empeoró.
A pesar de que él mismo había autorizado lobotomías, luego se opuso a su práctica.
"No creo que ninguno de nosotros estabamos realmente cómodos poniendo una aguja en el cerebro y agitándola".

Declive

En 1949, Egas Moniz ganó el premio Nobel por inventar la lobotomía, y la operación llegó a la cima de su popularidad.
null
La idea de hacer agujeros en el cráneo para curar enfermedades viene desde tiempos remotos.
Pero a partir de mediados de los '50, rápidamente cayó en desgracia, en parte porque los resultados eran pobres y en parte gracias a la introducción de la primera ola de medicamentos psiquiátricos efectivos.
Décadas más tarde, cuando trabajaba como enfermero psiquiátrico en una institución, Henry Marsh cuidó a pacientes a los que se les hizo lobotomías.
"Eran esquizofrénicos crónicos y eran a menudo los más apáticos, lentos y sin esperanza", dije.
Marsh, quien hoy en día es un eminente neurocirujano, dice que la operación sencillamente era mala ciencia. "Era muy mala medicina, mala ciencia, pues era claro que nunca se le hizo un seguimiento apropiado a los pacientes".
"Si uno veía al paciente después de la operación, parecía que estaba bien: hablaba, caminaba y le decía 'gracias' al doctor", observa.
"El hecho de que los habían arruinado totalmente como seres humanos sociables probablemente no importaba".

SE LOS PUEDEN PONER A RAJOY...

Tratamiento pionero en el mundo

Dos electrodos dentro del cerebro logran frenar la esquizofrenia

El Hospital de Sant Pau de Barcelona prueba con éxito la estimulación profunda para mitigar la enfermedad

Una paciente operada hace siete meses ha dejado de tener alucinaciones y delirios

Presentación de los resultados con los doctores Enric Alvarez, Joan Molet e Iluminada Corripio. Hospital de Sant Pau
.
ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA


Una mujer de 47 años afectada de esquizofrenia ha dejado de sufrir alucinaciones auditivas, delirios, obsesiones y otros síntomas de su patología tras ser sometida a una operación pionera consistente en la colocación intracraneal de dos electrodos que estimulan el cerebro. La operación y todo el seguimiento, tanto antes como después de la intervención, los han realizado especialistas del Hospital de Sant Pau de Barcelona. «Ya no oye voces», puso como ejemplo ayer la primera responsable de la investigación, la psiquiatra Iluminada Corripio.
A la mujer, llamada Elena, se le diagnosticó la esquizofrenia paranoide hace más de 20 años y actualmente tiene reconocida una invalidez permanente. Lo peor de todo es que la enfermedad mental empeoraba su curso: tenía graves dificultades para salir de casa por su cuenta y había perdido gran parte de su círculo de amistades, lo que a su vez repercutía en su calidad de vida. Como a otros muchos afectados -más del 35% de los casos-, los habituales tratamientos farmacológicos no le funcionaban o tenían un efecto limitado. «Se optó por una nueva línea de trabajo porque se habían agotado todas las medidas terapéuticas», resumió Corripio. En la presentación de los resultados le acompañaban los otros dos coordinadores de la operación, Joan Molet y Enric Álvarez.
FASE QUIRÚRGICA / Los electrodos, que son unas pequeñas estructuras de cuatro milímetros, se colocan mediante cirugía en el interior del cerebro y reciben los impulsos para ponerse en marcha gracias a una especie de generador o marcapasos colocado bajo la piel del abdomen y que los médicos pueden programar a distancia. Los electrodos emiten unas leves descargas de manera rítmica cuyo objetivo es, entre otros aspectos, estimular los circuitos de producción de la dopamina (concretamente, los especialistas escogieron para colocarlos dos áreas bastantes amplias del cerebro -el núcleo accumbens y la zona CG25 prefrontal- vinculadas a diversas enfermedades mentales). Operaciones similares de estimulación cerebral profunda ya se habían realizado para tratar o contener los síntomas de la depresión y el párkinson, incluso en el mismo hospital, pero es la primera vez en el mundo que se emplea para la esquizofrenia.
Elena, que fue operada hace siete meses, forma parte de un grupo de ocho pacientes voluntarios que seguirán el mismo tratamiento. Dos de ellos ya se han sometido a la colocación de los electrodos, pero en fechas demasiado recientes como para poder determinar el éxito. «Solo sabemos que no empeoran», explicó escuetamente Corripio. De hecho, los especialistas insistieron en que el estudio aún se halla en fase preliminar.
Dos meses después de la intervención de Elena, los llamados «síntomas positivos», como delirios y alucinaciones auditivas, habían desaparecido casi por completo y ahora el equipo médico se está centrando en disminuir «los síntomas negativos» que acarrea la enfermedad, en su mayoría psicológicos, como el aislamiento social derivado de haber vivido dos décadas prácticamente aislada. En cierta manera, está redescubriendo el mundo. «Ya sale a la calle sola sin problemas -destacó Corripio-. Unos de los retos es reconstruir un plan vital tras 20 años de inactividad».
REUNIONES FAMILIARES / «Hay una evidente mejora emocional y puede estar sin problemas en reuniones familiares. Hasta ha mejorado su fluidez verbal», prosiguió la doctora. Su vida, hasta ahora dependiente en exclusiva de la ayuda materna, no es totalmente normal, pero progresa hacia la autonomía personal. «Aunque los tres últimos años fueron malos, con numerosas crisis, desde la operación de diciembre no ha vuelto a ingresar», añadió Corripio.
En cualquier caso, los especialistas son cautos e insisten en que el tratamiento no cura, solo mitiga. «Lo que aspiramos es a reducir al máximo los síntomas», dijo Enric Álvarez, director del área de Psiquiatría de Sant Pau. «La expectativa actual no es curar, sino solo mejorar su vida -concluyó Corripio-. Pero quién sabe si en un futuro el tratamiento acaba teniendo un efecto permanente». De hecho, cuando pasen meses (o incluso años), los investigadores tienen previsto retirar la estimulación externa de forma selectiva -por ejemplo, varias horas al día sin avisar previamente a la paciente- para observar sus reacciones. «Apagaremos y encenderemos sin que lo sepa». Igual el efecto placebo obra milagros.