lunes, 30 de diciembre de 2013

Disruptores endocrinos


JUAN / CLAVERO | 

Hay un principio básico en la producción de alimentos, medicamentos 
o cualquier sustancia que esté en contacto con las personas:el principio de precaución. Ningún producto debe comercializarse si no está demostrada su inocuidad. Lamentablemente los potentes lobbys alimentarios, farmacéuticos o químicos presionan para que estas "prevenciones" no perjudiquen sus negocios. Pasó con el DDT o la talidomida; cuando se comprobaron sus efectos demoledores, ya era tarde. 

Hace años que estamos en contacto con una serie de sustancias químicas sintéticas capaces de alterar el equilibrio hormonal y el desarrollo embrionario. Sus consecuencias pueden ser gravísimas, pero como no se detectan a corto plazo, pasan desapercibidos; o eso pretenden. Los disruptores endocrinos pueden provocar efectos adversos sobre la salud de un organismo o de su progenie, incluyendo cáncer, daños al sistema reproductor, obesidad, diabetes, daños neurológicos y otras graves enfermedades crónicas. Todas están alcanzando cifras epidémicas, por algo será. Las mujeres embarazadas y lactantes y los niños son especialmente vulnerables a estas sustancias. 

Los disruptores endocrinos pueden estar presentes en productos tan cotidianos como alimentos, juguetes, productos de higiene, cremas solares, ropa, aparatos eléctricos, revestimiento interior de latas de conservas… Los compuestos químicos alteradores de hormonas tienen nombres ininteligibles (ftalatos, parabenos, benzofenonas, alquilfenoles, pirorretardantes bromados…); aunque nos adviertan de su peligrosidad, no hay forma de identificarlos en las etiquetas. Un ejemplo, los biberones de plástico con policarbonatos con los que se han criado millones de niños en las tres últimas décadas tenían bisfenol A, un disruptor endocrino. En 2008 se prohibieron en Canadá, pero hasta 2011 no se hizo en la UE; nunca se informó por qué. 

En 1991 los científicos ya advirtieron sobre la peligrosidad de los disruptores endocrinos. Hasta 1999 la Comisión Europea no aprobó una Estrategia Europea sobre Alteradores Endocrinos. La única decisión es que en 2014 se regularán. 

Hay cerca de 800 sustancias químicas que interfieren en el funcionamiento de las hormonas. La única opción es su prohibición. ¿Se atreverán, o nos seguirán envenenando?