miércoles, 28 de septiembre de 2011

Sexo,sexo,sexo,sexo............

Para la mujer, el tema central de su agenda vital es el sexo

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Para la mujer, el tema central de su agenda vital es el sexo

Mucha gente se guía por 'lo que debería' ser el sexo en lugar de lo que quieren que sea (Corbis)

Algo intrigante que suele ocurrir cuando un sexólogo escribe sobre su campo de estudio es que el lector interpreta como serio aquello que el autor critica irónicamente. Sin embargo, cuando el experto escribe ‘en serio’, el usuario tiende a pensar que no puede sino estar de broma.

A los terapeutas las personas nos consultan angustiadas por el sexo “que no pueden hacer o que no es como debería” (anorgasmia, vaginismo, deseo sexual inhibido, matices y peculiaridades de sus preferencias eróticas), cuando el objeto de conocimiento de la sexología es ‘el sexo que todos somos’. Porque nos tenemos por racionales y sociales, pero antes que todo, desde que óvulo y espermatozoide se unen, somos seres sexuados.

Nacemos, pues, y se nos adjudica un sexo (en general basado en nuestros genitales externos) y se nos da a unos padres que nos crían como niños o niñas, en una sociedad que nos trata de acuerdo con ‘el sexo que somos’ y no con el sexo que sentimos que somos. Poco a poco aceptamos qué sexo se espera que deseemos (o no) y al final quedamos reducidos al ‘sexo que hacemos’.

Ese hombre o mujer que nos iremos haciendo condiciona mucho más nuestra vida que el cociente intelectual, la personalidad o el origen social. Los grupos de estudio de Touraine muestran que para la mujer occidental la temática fundamental de sus agendas vitales es hoy su sexualidad, que ya no consideran como de ‘víctimas’. El estudio sexológico (metodológicamente difícil, obstaculizado por el oscurantismo y de conclusiones discutibles, ya que así es la ciencia) ha contribuido a este avance más que ninguna otra disciplina.

Obstáculos para el placer

Sin embargo, diversos errores de fácil circulación están causando problemas clínicos producto de la supeditación de toda la vida sexual al reduccionista dúo coito-orgasmo, mucho más compatible y cercano al infeccioso modelo de sexualidad masculina tradicional:

1. La vida sexual de los individuos no atiende a criterios de normalidad ni de prescripción: desconfíe de cualquier profesional o usuario que empieza una frase con “lo normal es” o “lo que hay que hacer es…”. No se trata de ‘lo que hay que hacer’, sino de lo que apetece hacer.

2. El encuentro entre dos personas no admite las comparaciones deportivas. No se trata de remar, ni de dejarse la piel en el campo ni de cavar en busca de un tesoro oculto. La mayor parte de problemas de falta de deseo en parejas estables se basa en que las personas viven el encuentro como un trabajo, una maratón o una incomodidad más para la que hay “que sacar tiempo”. Convertir el sexo en un entrenamiento califica y clasifica la relación de pareja hasta destruirla cuando baja a segunda división.

3. A diferencia del trabajo, la sexualidad no debe constituir un medio para conseguir un fin común, sino que es un fin en sí mismo y puede ser privativo de cada individuo. El orgasmo, el placer, el juego, la fantasía o la procreación son partes, no el todo. Y no son cuantificables ni se comparan porque no admiten su conversión en números con sentido. Mas bien se adjetivan y califican subjetivamente con el otro, para tener una lengua común, un idioma que los dos interesados quieren practicar.

4. La ansiedad y el catastrofismo explican más casos de impotencia y vaginismo que ninguna enfermedad física. Poder movilizar levemente la atención de los genitales y centrarlo en las sensaciones de cada milímetro de piel nos libera de la dictadura de las leyes de la hidráulica y de la electricidad. (Porque, aunque a quienes confunden el punto G con el clítoris les parezca increíble, hay personas con daños vasculares y neurológicos y sin punto G que pueden sentirse sexualmente plenas).

El siglo XX asistió al énfasis de Freud en las restricciones sociales de la sexualidad individual como principal causa del creciente sufrimiento psicológico moderno, a la descripción del orgasmo por Reich en los años 30, criticó los trabajos epidemiológicos de Kinsey, y creyó alcanzar su cumbre con el análisis de la respuesta sexual humana de Masters y Johnson, que hoy está sometido a revisión.

En efecto, cada paso adelante ha generado nuevos conflictos y nuevas insatisfacciones con los modelos previos. Ése es el desarrollo normal de una ciencia y no justifica argumentar que, si la teoría actual no es perfecta, mejor es descansar en la ignorancia. No en balde, hace una semana iniciábamos esta serie ironizando sobre el pernicioso “orgasmocentrismo” que frustra a muchas parejas. Su acogida justifica todo esfuerzo para perseverar en una reeducación sexológica.

*Javier Sánchez es psiquiatra y sexólogo en ‘Salud y Bienestar Sangrial’