martes, 1 de abril de 2014

ESA HERMOSA MARAÑA DE PELAMBRE(Y DOS)


LA GRAN VELLEZA

Signo de mugre, locura o tortez, el pelo en el cuerpo femenino genera rechazo. Pero, por sobre todo, impone silencio. ¿No será el tabú del vello una punta desde donde tironear los hilos que determinan qué es una mujer y qué no? Se habla mucho de los desórdenes alimentarios y la tortura de los talles, pero poco se dice sobre la tiranía de la depilación. ¿Es de verdad un asunto menor? Madonna, oportuna y oportunista como siempre, tocó un punto axilar.



 Por Liliana Viola
Shock de ketarina, extensiones y champú para todo tipo de cabello. Tiene que ser frondoso el pelo en la cabeza de la mujer, la cabellera es signo de feminidad. “Estoy feliz, mi pelo está sano”, dicen las modelos. El cabello es salud. Y signo de juventud, que a su vez, pese a lo efímero, es otro alto signo de feminidad. A medida que pasan los años, las mujeres van dejando de ser mujeres, tanto que se pueden llegar a hacer lesbianas con más facilidad y “a las viejas hay que matarlas de chiquitas”, dice otro sentir popular. Si el vello en axilas, bozo, pierna entera y cavado es tabú tanto para el discurso crítico como para las publicidades de artefactos depilatorios que no muestran una pierna peluda ni por error, los años lo son mucho más. Por eso, cuando Madonna pela axilas en Instagram, el primer comentario es si no será un implante o un truco, las hormonas no le dan para tanto pelamen, o también: “A los 55 años se atreve a descuidarse”, “Madonna terminó de pirar, ahora quiere imponer las axilas peludas”. Nótese que hace unos pocos años cada vez que se la critica el argumento viene ilustrado con una foto “no oficial”, sin Photoshop. Mientras tanto, la reina del pop, que siempre tuvo un radar especial para detectar por dónde se van extendiendo las fronteras, levanta el banderín de que donde hay pelo hay alegría, instaura el marketinero “Sobaquember”, reflejo del masculino Movember (los hombres se dejan el bigote en noviembre para concientizar sobre enfermedades que les competen) y con algunos slogans vende la promesa de que vello al viento es libertad: “Pelo largo y no me importa. Art For Freedom, corazón rebelde, revolución de amor”.

El último tabú

Pero lo cierto es que del tema no se habla. El culto a la silueta como demostración mortífera del mandato patriarcal parece haberse llevado toda la atención del feminismo. La depilación no mata como la anorexia. Además, como apunta Karen Lesnik Oberstein en uno de los contadísimos libros sobre el tema (The Last Taboo. Woman and Body Hair, Manchester University, 2006), el vello juega otro tipo de control: mientras la gorda es vista como indeseable y no atractiva, la peluda o “la que no se depila” es no sólo fea sino una no mujer, es lo monstruoso. Ser gorda suele ser leído como problema tanto físico como emocional, no suele ser visto como un acto de resistencia; ser peluda sí. Claro que también habría que preguntarse por qué estos pelos tienen dos caminos: o depilados o en exposición como en la pose de Madonna. ¿Por qué no simplemente a la vista?
La socióloga Amie Braman, a raíz de un trabajo de campo, concluye que “la percepción general ante una mujer con vello es que es menos atractiva, insociable, poco inteligente, nada positiva e infeliz. También se la lee como más fuerte, decidida y agresiva. Estos últimos puntos, atribuidos tradicionalmente a la masculinidad como valores, en la mujer son vistos como fallas”.
Ni un regreso a lo natural como se proponía como liberador en los años ’70, ni un lamento por lo mucho que duele la depilación. La atención puesta en el tratamiento cultural del vello puede aportar algunas pistas sobre la construcción de ciertas verdades eternas. Entendido como excesivo, anormal o aberrante por el discurso médico (hirsutismo), como problema por la industria cosmética y como fetiche en la estética porno. El vello es señal indiscutida de lesbianismo, de extranjería (en tal país se usa así) o de parodia (quién no le puso un bigote a la Mona Lisa).

La que no se depila es una lesbiana

A raíz del affaire axila, circulan artículos con cifras sobre el crecimiento fabuloso del negocio de salones de belleza en Estados Unidos en estos últimos años: el ochenta por ciento de las ganancias viene de la depilación. No tenemos números oficiales de nuestro país, aunque valga la sensación de que hay una peluquería por cuadra, al menos en la Ciudad de Buenos Aires. Entremos entonces y que las depiladoras, que son las que tienen el último contacto con el objeto en cuestión, aporten sus impresiones.
Cecilia, de la peluquería Vip de Boedo, tiene el tema muy estudiado. Apenas escucha la pregunta dice todo esto sin poner pausa: “Las clientas quieren sacarse todo, desde adolescentes hasta señoras que pasan largamente los sesenta. De 100 que se depilan, 80 se sacan completo. Más que la tira de cola es la vulva lo que se está trabajando. ¿Qué quieren? Ser nenas otra vez. Piel de durazno. Y es lo que les piden los maridos. No, no pongas que es una interpretación mía, ‘mi bebota’, les dicen. Me lo han dicho, que es el marido el que se fija, te está creciendo ahí, andá a depilarte.” Irrumpe aquí el recuerdo de la escena más romántica de Tootsie. Dustin Hoffman, en su rol de Dorothy, está a punto de besar a Jessica Lange cuando ésta le siente el bigote, le recomienda depilárselo y enseguida agrega, tal vez por cortesía o liberalidad, aunque es cierto que a algunos hombres les gusta. Y Tootsie remata: “Sí, pero a mí no me gustan esos tipos de hombre”. “Los tipos y las madres también. Acá han llegado a venir madres con sus hijas de 12 años para que le depile los brazos a la nena. El otro día estaba calentando la cera y se me pone a llorar una chica de unos 20 que venía a hacerse la depilación del pubis por primera vez. Temblaba de miedo. ¿Y para qué te lo hacés? Quiero sentirme limpia, me dijo. ¿Lesbianas? Nunca en la vida me tocó una. Las lesbianas no se depilan, creo”. La cosa empezó en los ’90, dice Patricia, que aporta experiencia de peluquerías de Barrio Norte y Congreso. Ahí empezaron.
Luego se puso en las listas de precios y ahí explotó. Empezaron las de Barrio Norte y hoy es lo más común en todas partes. Para mí es una moda, no más que eso, porque aunque digan que es por limpieza, es falso, porque para algo venimos con pelos al mundo. Puede ser la influencia de las películas porno, si los hombres tienen que competir con esos miembros tremendos, nosotras también. ¿Viste que ellas no tienen pelo? La depilación es para el hombre primero, después para la gente que te ve mal si estás desprolija y, por último, para una misma. Sí, cómo que no, las lesbianas se depilan, es un mito que no. Acá vienen dos que son pareja. Pero no se hacen el cavado completo, eso no.
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PROTEGIENDO LA ALMEJA

Los riesgos de depilarse el vello púbico

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Expertos aseguran que el pelo tiene una función protectora frente a las infecciones cutáneas

Hace poco conocimos el origen del vello púbico en los humanos. Lo que no estaba claro es hasta qué punto supone un riesgo para nuestra salud depilarse la zona de forma integral. El año pasado, un estudio publicado en la prestigiosa revista médica «British Medical Journal» ya alertaba de que la moda del pubis brasileño favorece las infecciones cutáneas, como el molusco contagioso o molluscum contagiosum, una enfermedad que se transmite por vía sexual.
Recientemente, para sorpresa de muchos, la actriz Cameron Díaz se desmarcaba de la moda imperante y defendía las bondades del vello en su libro «The body book»: «No olvidemos que la especie humana estaba cubierta de pelo, y aunque ahora solo lo tenemos en algunas zonas, creo que ese vello que se ha mantenido tiene un propósito». También se atrevió a llamar la atención sobre este tema la cadena de ropa American Apparel, que exhibió en sus escaparates neoyorquinos modelos desnudas con un abundante vello púbico.
El dermatólogo Ramón Grimalt, miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), defiende la necesidad de mantener el vello púbico y alerta sobre el peligro de esta moda, a la que califica como «absurda», argumentando que favorece el contagio de Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS).
Como recuerda este experto, al igual que el pelo de la cabeza sirve para evitar las quemaduras solares y los traumatismos y el de las cejas y las pestañas para paliar los traumatismos y las motas en los ojos y los párpados, el púbico tiene como objetivo «mantener a raya las heridas, los golpes genitales y las infecciones durante las relaciones sexuales». «Para evitar el contagio de enfermedades de transmisión sexual debemos mantener el vello púbico. Si uno usa de forma adecuada el preservativo y mantiene el pelo púbico sin rasurar, el riesgo de contagio es casi cero», opina Grimalt.
El dermatólogo asegura que con la depilación integral han aumentado de forma espectacular los condilomas genitales causados por el virus del papiloma humano (HPV). «Desde la última moda de depilación púbica en ambos sexos, los dermatólogos asistimos impotentes a un aumento alarmante de las enfermedades de transmisión sexual entre los jóvenes», advierte.
El pelo púbico, explica, tiene una función protectora contra el roce inevitable durante las relaciones sexuales. «Si los dos sujetos presentan un pubis sin pelo, cualquier infección de la piel que se encuentre encima de la piel de uno de ellos pasará indefectiblemente al compañero sexual», apunta.
No supone un riesgo, sin embargo, recortarlo y depilarse el área lateral no es tan arriesgado, por «el menor roce» de esta zona.