martes, 23 de marzo de 2010

NO BASTA LA SALUD


La deshumanización de la medicina y la catarsis necesariaNO BASTA LA SALUD

Juan Perea

Resulta imposible encontrar a alguien que a lo largo de su vida no se haya relacionado con médicos en calidad de paciente. Como resultado de este trato nos creamos ideas e imágenes sobre la profesión médica que resumimos en un gran número de categorías. Las clasificaciones que hacemos de quienes se ocupan de nuestra salud, van desde el denostado matasanos hasta el mago que procura curaciones milagrosas. El abanico de estos rangos parece demasiado abierto para los profesionales de una disciplina que muchos tratan de encasillar como científica.

Ahora bien, ¿es la medicina una ciencia o estaría mejor catalogada en el capítulo de artes y humanidades? La pregunta puede ser calificada de capciosa y probablemente la respuesta haga referencia a un término que abarque a las dos grandes áreas del saber. Podríamos hablar de una ciencia humanística cuyo ejercicio es, en gran manera, un arte. Esta y otras cuestiones vienen tratadas de manera magistral en un libro cuya lectura me ha resultado fascinante. Se titula Catarsis. Sobre el poder curativo de la naturaleza y el arte, escrito por Andrzej Szczeklik, doctor en medicina, a quien el Nobel de Literatura Czeslaw Milosz, prologuista del ensayo, define como médico humanista y alma gemela de poetas y artistas.

El libro me lo regaló hace unos días un galeno con el que acababa de debatir sobre el proceso de deshumanización del ejercicio de la medicina. Éste marcha en paralelo al aumento de medios (instrumentos, tecnología, técnicas y fármacos) y de enfermos (imaginarios o no) a tratar. Mi amigo argumentaba que no se puede pedir más a profesionales que, en su gran mayoría, están dedicados en cuerpo y alma a mejorar la salud de las personas cuando no a salvar vidas. Yo trataba de hacerle ver la especial relevancia que los profesionales de la salud tienen en nuestra sociedad. No en vano, tradicionalmente han sido parte de la tríada de poder de cualquier pueblo de nuestra geografía: el alcalde, el párroco y el doctor. Si entroncamos a este último con el brujo, el mago o el chamán, con poderes sobre el alma y el cuerpo, las figuras quedan reducidas a dos: el regidor y el médico.

Los médicos difícilmente pueden aislarse de la transformación social que ha resultado en una progresiva deshumanización de las relaciones entre personas. Si la norma es la instrumentalización del otro y convertirlo en un objeto susceptible de ser manipulado para conseguir mis fines, la traición a unos ideales humanistas se convierte en la moneda de cambio. Engaño de los políticos a sus votantes, de los gobernantes a los gobernados, de los pastores a sus fieles, de los maestros a sus alumnos, de los sindicatos a los trabajadores y a quienes quieren un trabajo, de la administración de justicia a sus administrados, del empresario a sus clientes a través de productos adulterados,….. de todos a todos en definitiva. Entonces, el de los médicos a quienes acuden a ellos sería tan solo uno más. Por suerte para todos, en este caso ocurre con bastante menor frecuencia.

'Escucha con corazón'

Como se dice en Catarsis, “la enfermedad es una confesión del cuerpo” y además, “existen vínculos misteriosos entre el organismo humano y la energía del espíritu”. La deslealtad con los pacientes consiste en no atenderlos de una manera integral (cuerpo, mente y espíritu), para lo cual en primer lugar haría falta dedicar un tiempo no excesivo a la escucha de lo que el enfermo manifiesta y a que el doctor entrase en una mínima ‘resonancia’ o sintonía con su cliente. Un tiempo para una ‘escucha con corazón’ donde el profesional experimentado se haga una buena idea de la enfermedad a la que se enfrenta. “Los médicos llaman anamnesis a la primera conversación con el enfermo…..evocando a Platón”, se lee en Catarsis. “Para Platón, la anamnesis era un conocimiento previo que se anticipaba a la percepción…..El médico debe sentir curiosidad por oír la historia para que el enfermo note, tal vez por primera vez en su vida, que alguien está realmente interesado por su infortunio”. “A veces ocurre que, donde las medicinas más potentes fallan, las palabras ayudan”, dice Szczeklik. Hoy en día parece no haber más tiempo que el imprescindible para un somero análisis de la patología, un sucinto diagnóstico y la prescripción del fármaco correspondiente. La relación a tal mal tal remedio, es completamente lineal y no atiende a la complejidad del cuerpo humano y a las interrelaciones entre sus partes.

La consecuencia más grave es la cada vez más frecuente iatrogenia. Este término define cualquier tipo de alteración dañina del estado del paciente producida por el médico o por otros profesionales vinculados a la salud, como los terapeutas, psicólogos, farmacéuticos y enfermeros. Aumento también debido a la creciente especialización, cuando ésta desatiende la interrelación entre las diferentes partes del ser humano y al cuerpo como un todo. Me decía una doctora que hace años se le partió el alma cuando su padre, médico rural, le dijo: “La medicina de los próximos años se va a especializar en exceso, el médico de familia va a remitir a los pacientes al experto del corazón, del pulmón, del riñón, etc. Ya no será el individuo el que visite al doctor, será el órgano el que vaya al especialista”.

Lo anterior, la aparición de las llamadas ‘enfermedades raras’ que afectan a un creciente número de personas y, como se dice en Catarsis, “la impotencia del médico…cuando no es capaz de identificar la enfermedad, cuando no entiende la ‘confesión del cuerpo’, cuando no encuentra respuesta a la pregunta de por qué ocurre lo que ocurre, cuando no sabe ayuda…”, empujan a la ciudadanía a buscar alternativas para tratar sus problemas de salud. Citando a Szczeklik, “esa impotencia deja de ser un asunto personal, pues afecta al enfermo y a sus familiares. La sociedad entera resulta herida. Y, como sucede a menudo en casos semejantes, quien no encuentra salvación en la medicina convencional la busca fuera de este ámbito: entre los curanderos”.

Todos estamos interesados en procurar que los médicos puedan ejercitar su profesión con el arte y la humanidad necesarios. ‘Katharsis’ era, para los antiguos griegos, el término que ponía en relación el arte con los actos curativos que se celebraban en el templo de Asclepio. Curar es un arte que se apoya en otras ciencias y descubrimientos científicos. Como tal, cada médico debe aportar su experiencia y todo lo que lleva dentro, que va mucho más allá de un bagaje intelectual. Llega hasta dar el máximo de sí mismo respondiendo a una vocación muy especial, la de la ayuda a otro ser humano que busca mejorar su salud o incluso salvar su vida. Más no se le puede exigir. Sin pedir milagros a nadie, estoy convencido de que quien esto consiga podrá rebatir la afirmación del humanista Petrarca, quien hace seiscientos años, sostuvo que si dejásemos en manos de los médicos a la mitad de mil personas aquejadas de la misma enfermedad, y abandonáramos a la otra mitad a su suerte, estas últimas tendrían más posibilidades de curarse.