viernes, 19 de abril de 2013

EL TRABAJO BIEN HECHO Y EL ESTADO ES RENTABLE

REPRESENTA EL 50% DE LOS 'ROYALTIES' DEL CSIC

Radiografía de la patente más rentable de la historia de España

David Pérez 
Que le pregunten a Margarita Salas (Asturias, 1938) si la investigación en ciencia básica es rentable. O al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuál es la única fuente de la mitad de sus ingresos por royalties -entre sus miles de patentes- desde 2003 a 2009.

La discípula de Severo Ochoa responderá que hace más de 40 años se le ocurrió, sin esperar ningún resultado, infectar la bacteria Bacillus subtilis con el virus Phi29, una investigación gracias a la que descubrió una proteína, la DNA polimerasa φ29, patentada en 1989 bajo el número de registro europeo 90.908.867, a nombre del CSIC. A continuación, asumirá también que es la patente más rentable de la historia de España.

En términos científicos, su descubrimiento ha multiplicado las posibilidades de observación del ADN, permitiendo su amplificación gracias a una velocidad de copiado sin precedentes. Sus aplicaciones son, más que ilimitadas, imprescindibles. Genetistas, biólogos, investigadores forenses o peritos policiales trabajan con muestras de ADN cada día, y no siempre cuentan con la cantidad suficiente. Por eso necesitan copiarlo: para verlo más grande.

“Siempre decimos que es la mejor polimerasa del mundo. Me siento muy contenta y orgullosa de que una investigación en ciencia básica haya tenido aplicaciones biotecnológicas importantes, y que además haya sido tan rentable", cuenta a Teknautas Margarita Salas desde su despacho del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, en Madrid, donde sigue dirigiendo investigaciones relacionadas con el virus Phi29, una especie de segundo marido con el que prontó cumplirá sus bodas de oro. 

Un reparto justo

Si el CSIC mostrase sus libros de contabilidad también comprobaríamos que, desde 2003 a 2009, el período en que la patente se explotó a pleno rendimiento, la institución ingresó más de un millón de euros cada año en concepto de derechos. “Tendríamos que consultar la cifra exacta”, comentan desde la institución. No obstante, es fácil echar cuentas.

“El CSIC ha recibido el 50% de sus royalties sólo en concepto de esta patente. Es mucho dinero. Desde luego, estaban muy contentos”, bromea Margarita Salas.

La investigadora habla en pasado porque la patente expiró en 2009, aunque ella y su equipo se han encargado de que la llama de su polimerasa favorita siga viva. Y también produciendo beneficios. En su laboratorio ya han licenciado -a través de la empresa X-Pol Biotech, de la que forma parte la propia científica- distintas variantes de la proteína original.


Los derechos de comercialización de uno de estos derivados, QualiPhi, ya se han vendido en exclusiva a la multinacional Qiagen, líder mundial en diagnóstico molecular, que lanzará al mercado la nueva versión de la polimerasa el próximo mes de septiembre.

En cualquier caso, no todo el beneficio de la patente original se lo llevó crudo la máxima institución científica española. Un tercio del dinero recayó en los propios inventores. Otro tercio ingresó, efectivamente, en las arcas del CSIC. Y del tercio restante, el 60% fue a parar al equipo de investigadores de Margarita Salas y el 40% al Centro de Biología Molecular Severo Ochoa.

Por su parte, la compañía a la que el CSIC licenció en exclusiva la patente en 2001, Amersham Biosciencies -absorbida después por General Electric Healthcare-, facturó 49 millones de euros por la venta de los kits TempliPhi y GenomiPhi desde 2002 a 2007. 

La ciencia, en peligro

Hoy, la primera científica española en ingresar en la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos está preocupada. "Se está tirando por la borda lo que hemos construido a lo largo de muchos años. En España se investiga muy bien, hay mucha calidad, pero muchos grupos se están quedando sin financiación", lamenta la bioquímica asturiana.

"En ciencia básica no se pueden prever las aplicaciones, hay que estar atentos, hacer patentes y tratar de que se exploten. Hoy existe una crisis que afecta, sobre todo, a los jóvenes investigadores. No hay suficientes presupuestos, no hay suficientes contratos. Ante eso, la única solución es marcharse", añade.

Margarita Salas se ha quedado. Fiel al espíritu optimista del hombre que le cambió la vida, Severo Ochoa, trabaja duro cada día, rodeada de su equipo, mientras espera que algún día le recuerden de la misma manera que el Nobel deseaba para sí mismo. Alguien sencillo y bueno que hace ciencia. Y además, es rentable.