domingo, 23 de octubre de 2011

"No noté influencia de Stalin en mi trabajo"

Manuel Arce. Niño de la guerra y neurorradiólogo formado en la URSS, volvió a España a mediados de la década de los sesenta

Manuel Arce, en su casa de Madrid.

Manuel Arce, en su casa de Madrid.GRACIELA DEL RÍO

Manuel Arce (Oña, Burgos, 1929) es el único especialista en Neurociencias vivo de los citados en el artículo de la Revista de Neurología. Aunque castellano, Arce vivía en Algorta (Vizcaya) con su familia cuando estalló la Guerra Civil. En 1937, fue uno de los 3.500 niños enviado a la Unión Soviética huyendo de la contienda.

Arce, que subraya el buen trato que recibieron los niños españoles, cree sin embargo que tuvieron "la mala suerte de salir de una guerra para caer en otra peor". De hecho, su hermano mayor, César, murió en el cerco de Leningrado "con muchos otros españoles". Manuel, que sufrió un accidente que hizo que le tuvieran que amputar las dos piernas en la guerra, estudió dos carreras, Magisterio y Medicina. Cuando le quedaba un año para acabar esta última, pidió la repatriación a España: "Estuve seis meses; como no había acabado la carrera, no podía hacer nada, por lo que volví a Rusia, ilegalmente".

El especialista ejerció la medicina en la Unión Soviética y en la España de Franco

Arce terminó la carrera y se especializó en neurorradiología en el Instituto de Neurocirugía Burdenko, de Moscú, donde trabajó diez años. "Aunque la influencia de Stalin se notaba hasta en la sopa, yo no la sufrí en mi práctica clínica", apunta. Confirma, eso sí, "que mandaban a un psiquiátrico a quienes querían".

El especialista no tiene más que buenas palabras sobre su estancia en la URSS, pero no tanto sobre el Partido Comunista de España en el exilio. Cuando Cuba le ofreció trabajo en la isla, fue el PCE el que le negó el permiso. "Yo no tenía vinculación con ellos", señala. Esta negativa hizo que Arce volviera a España, en 1966, aún lejos del fin del franquismo: "Llegué sin pasaporte y por las bravas, ya que diez años antes me había escapado".

Una vez en Barajas llamaron a la Dirección General de Seguridad (DGS), pero eran las nueve de la noche y no había nadie: "Tuve que dar el nombre de alguien que respondiera por mí y a mi padre se le ocurrió que llamaran al comandante Palacios, uno de los participantes en la División Azul, que me había conocido en la otra visita". Palacios respondió por él pero, tres días más tarde, le citaron en la DGS, donde su director, Comín Colomer, le abroncó por su forma de entrar en España. "Me dijo que escribiera a mis compañeros para que no me imitaran", recuerda.

En Madrid, contactó con el, a su juicio, mejor neurocirujano español, Sixto Obrador, del Hospital de La Paz. "Nada más llegar, me enseñó un aparato para neurorradiología aún embalado y me dijo que iba a trabajar con él", explica. Arce estuvo un año trabajando sin cobrar, mientras arreglaba sus papeles. Dormía en la propia clínica y allí desarrolló una exitosa carrera profesional.

"Tuvimos la mala suerte de salir de una guerra para caer en otra peor"

Este neurólogo formado en la URSS fue, curiosamente, enviado por su director a El Pardo cuando Franco enfermó. "Me mandó ir allí a hacerle una radiografía, pero tenían un aparato viejo, que no servía, y hubo que trasladarle al hospital, donde acabó muriendo", recuerda.

Desde que acabó la dictadura, Arce ha contribuido a que reciban una pensión española muchos de los niños de la guerra. Gracias a él, también, se erigirá en la primera ciudad que le acogió en la URSS, Obnisnskoye, una estatua a estos niños.