martes, 6 de febrero de 2018

VIVIR EN BOLAS (Y TETAS)


Anatomía de un campo nudista

Miles de argentinos cultivan la práctica de la desnudez en playas y clubes recreativos, como una forma de libertad frente a las prohibiciones morales que regulan el espacio público. Tiempo pasó una tarde en uno de estos paraísos, donde se cumplen, sin ropa, todos los rituales de las vacaciones: el asadito, el baño de sol, los chapuzones en la pileta y, por supuesto, el sexo.


El dueño del parque temático naturista Palos Verdes predica con el ejemplo: recorre sus dominios como su madre lo trajo al mundo. “No soy un fundamentalista, para nada. Por ahí usted viene otro día y me encuentra vestido. Pero quién se aguanta las bermudas con este calor”, interpela Ricardo Peralta, de vitales 75 años. Después saluda con la mano a una parejita libre de atavíos que se encamina a un lago artificial custodiado por sauces frondosos, olorosos eucaliptos y algún que otro espigado álamo. Una copia fiel del edén en el oeste del Conurbano. “Todo esto que ve lo hice yo, como decía Churchill, con sangre, sudor y lágrimas. Plantamos los árboles, hicimos las piletas, diseñamos los caminitos: me rompí el lomo para levantar esto”, dice Peralta de su obra cumbre, el icónico espacio “no textil” que le da de comer hace década y media. 
Como en la teoría del Big Bang, la génesis de este paraíso nudista fue obra de una gran explosión. El crac económico que en 2001 desnudó las miserias del neoliberalismo. “Acá teníamos una fábrica de ladrillos, pero con la crisis estalló todo por los aires, y había que seguir comiendo –explica Peralta–. Y el hambre da ideas.” De las seis hectáreas del predio hizo un camping turístico, primero para el público estudiantil y después para jubilados. La fortuna no le sonreía, hasta que un conocido de su ex mujer le acercó la fórmula molotov: “¿Y si probás con un campo nudista?” 
Con una mano adelante y otra atrás, Peralta puso manos a la obra, en un terreno casi virgen de Moreno: “Yo sabía tanto de nudismo como de astronáutica. Una sola vez había visto una playa nudista en Brasil, y a 200 metros. Las personas parecían hormigas.” Acondicionó la ex fábrica a contrarreloj. Publicó un aviso diminuto en Clarín: “En mi casa tenía dos teléfonos. Ese día no dejaron de sonar. Me di cuenta de que acá había un buen negocio.” 
Palos Verdes abrió sus puertas en octubre de 2002 sin bombos ni platillos. “Éramos cuatro gatos locos: una parejita, una amiga y quien le habla. De los que llamaron, ni uno”. Peralta no desesperó. Recién con la llegada del verano, el boca en boca surtió efecto: “Finalmente la cosa se levantó –dice, pícaro–, y con los años fui aprendiendo los códigos. Hay gente que quiere estar en contacto con la naturaleza, pero también llega mucho público swinger y gay, que antes eran muy discriminado y no tenía espacios. Este es un lugar muy libre, pero de mucho respeto. Vienen desde una mucama que trabaja en el barrio privado de acá al lado hasta un juez. De alguna manera, el nudismo unifica a las clases sociales. En bolas somos todos iguales. Acá no hay grieta.”
La vuelta a la naturaleza
Peralta otea el ojo de agua artificial bautizado “El Río de los Sueños” y rememora viejas épocas: “Tengo la imagen grabada de una parejita que llegaba en su Mercedes Benz, abrían un champancito y se metían al lago. Era la vuelta a lo natural.” Este domingo tórrido, los visitantes, más de cien, repiten el ritual de lo habitual: disfrutan de un buen asadito, del baño de sol y de la piscina semiolímpica con cascada.
El pase diario cuesta 400 pesos. Miguel, ex obrero de la planta, está a cargo de la recepción. Hace un alto en su agitada faena, pita un Parliament y explica que su adaptación al nuevo modelo de negocios fue gradual: “Imagínese, pasé de fabricar baldosas a atender gente desnuda. Antes me chocaba ver a una mujer tomando sol en bikini en una plaza del centro. Y ahora, converso con mi jefe en pelotas y ni me mosqueo”. 
Roberto es un habitué de la casa. Sus primeros pasos en el gremio los dio a principios de los años setenta, en las playas del Lago Constanza, en la triple frontera de Suiza, Austria y Alemania: “Me tiré una siestita y al despertar estaba rodeado de familias enteras que conversaban, comían y jugaban a los naipes completamente desnudas. Lo primero que atiné fue a sacarme la pilcha: porque el que desentonaba era yo.” Desde aquel día, quedó fascinado con la práctica. “En el nudismo no existe la discriminación. Acá tienen espacio el flaco, el gordo, el joven, el viejo, la mujer de tetas caídas y el hombre con un abdomen generoso como el mío. Yo tengo 74 años y hace 40 que estoy en esto. Somos como una gran familia”, cierra este nudista de vieja escuela y enfila hacia el poblado tanque australiano, pegadito al “Monumento a la Virilidad”. 
En la última década y media, con pizcas de inventiva, reciclado y juego cómplice con los parroquianos, Palos Verdes sumó diversos atractivos. Desde los senderos verdes bautizados “De la pasión” y “Ho Chi Minh”, rodeado de vigorosas cañas de bambú, hasta el “Retiro espiritual de Tarzán y Juana”,  el “Centro Cultural Oscar Wilde” y el “Templo de la Diosa Afrodita”, el aún abrasador horno ladrillero, hoy acondicionado para el sexo grupal. Los visitantes pueden pernoctar en el hotel, con espacio comunitario, buffet, un sofá de 10 metros de largo y habitaciones con camas de tres plazas pensadas para la comodidad de varios huéspedes. Los cuartos tienen disponibilidad de uso libre durante el día. Mantener la puerta abierta es señal de invitación a participar, mantenerla cerrada es signo de que los de adentro quieren privacidad. Una ley suprema es el código de convivencia del parque: “Sí quiere decir sí. Y no quiere decir no.”
El almuerzo desnudo
Tiras de asado, chorizos, morcillas, chinchulines crocantes, lomos jugosos. El banquete está servido. En la zona dedicada a las parrillas la camaradería es ejemplar. “Bueno, tampoco idealicemos tanto. Acá muchos le van a decir que esto es el paraíso, pero no es muy distinto al afuera. Es la sociedad que los fines de semana se mete acá adentro: gente normal, pero sin ropa”, reflexiona Eduardo, un herrero que disfruta del sol y de un buen vaso de tinto junto a las brasas. Lo acompaña Erika, su pareja de bronceado perfecto. “Somos del palo swinger, donde el cuerpo es muy importante. Pero ahora estamos en otro viaje”, dice el morocho, se ríe y frota su generosa panza.
“El Perro” es un músico que no precisa un vestuario ostentoso para hacer gala de su virtuosismo. Sube a escena pelado de indumentos, acompañado por su infiel saxo, y arremete con el eterno “Summertime”. “Acá todos tenemos la misma idea: compartir en la naturaleza. Yo pongo la música, otro hace masajes, aquel enseña a bailar. Este no es un lugar de búsquedas, es más un lugar para reencontrarse con uno mismo. Eso es el naturismo.” 
A pocos metros, Norma Díaz reposa feliz bajo el sol tremendo. Nudista con mil y una historias, recuerda sus andanzas en playas de Uruguay y Brasil. Dice que rinde culto a la fe naturista hace más de 25 años: “Vida sana, gimnasia, es toda una cultura”. Le pone el cuerpo todos los días: “Los que estamos acá tenemos como una doble personalidad. Nos gustaría estar afuera como estamos acá adentro. Pero desgraciadamente tenemos que ser hipócritas. Una vez que franqueamos aquel portón y encaramos la ruta, tenemos que ser otros. Si usted quiere hablar con la verdadera Norma, la tiene delante. En bolas.” «

La soledad es un factor de riesgo para la mortalidad, sobre todo en hombres

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Investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid han analizado todos los estudios centrados en la soledad y la mortalidad publicados hasta la fecha en todos los idiomas. Los resultados de este metaanálisis revelan que la soledad es uno de los factores de riesgo asociados a la mortalidad, y que esta relación es más fuerte en hombres que en mujeres.
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<p class=" text-left">La soledad, la carencia voluntaria o involuntaria de compañía, es un factor de riesgo para la mortalidad. / Laura Rico</p>
La soledad, la carencia voluntaria o involuntaria de compañía, es un factor de riesgo para la mortalidad. / Laura Rico
El sentimiento de soledad es una sensación subjetiva en la que la persona experimenta insatisfacción con las relaciones sociales. Para averiguar qué relación existe entre este sentimiento y la mortalidad, investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) han llevado a cabo un exhaustivo trabajo de revisión pionero en su campo.
La relación soledad-mortalidad es más fuerte en hombres que en mujeres, según este metaanálisis
El metaanálisis ha incluido población general  junto a población clínica e institucionalizada, y no se han considerado restricciones de tiempo ni de idioma. Los resultados, publicados en la revistas PLOS ONE, revelan que la soledad es un factor de riesgo para la mortalidad, y que esta relación es más fuerte en hombres que en mujeres.
“Esta relación más fuerte en hombres posiblemente es por varias razones. La primera es que las mujeres tienden a admitir más fácilmente sentimientos de soledad, y los hombres reconocen sentirse solos cuando la severidad y el impacto de estos sentimientos son mayores. La segunda hace referencia a que la soledad está relacionada con la salud y en ocasiones los hombres tienen actitudes negativas para acudir a los servicios de salud”, afirma Laura Rico, primera autora del artículo.
“También –añade– podemos decir que algunos estilos de vida poco saludables, por ejemplo el consumo de tabaco y el alcohol, están asociados con la soledad, y estos son más frecuentes en hombres que en mujeres”.
Más colaboración entre servicios sociales y de salud
La misma investigadora señala la necesidad de estrechar la colaboración entre servicios sociales y de salud, así como entrenar a los profesionales de la salud para identificar las necesidades sociales de los pacientes y derivarlos a servicios adecuados a tiempo, con el fin de evitar mayores problemas de salud, gasto sanitario y aumento de riesgo de mortalidad.
El trabajo fue llevado a cabo por investigadores del departamento de Psiquiatría de la UAM, centro colaborador de la Organización Mundial de la Salud, dirigido por el profesor José Luis Ayuso Mateos y del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM).

ESPERO QUE SEA CIERTO



Mosquito del género 'Anopheles', transmisor de la malaria
Mosquito del género 'Anopheles', transmisor de la malaria - ARCHIVO
MALARIA

Un antiséptico común es capaz de curar la malaria en solo 48 horas

Añadido a los antipalúdicos disponibles, el azul de metileno mata al parásito de la malaria en menos de dos días, curando así al paciente y evitando la expansión de la enfermedad





Como explica Teun Bousema, director de esta investigación publicada en la revista «
The Lancet Infectious Diseases», «el azul de metileno es muy prometedor dado que puede prevenir la expansión de la malaria tras un período breve de tratamiento. Además, nuestros hallazgos también sugieren que el azul de metileno funciona bien en especies que ya presentan resistencia a algunos fármacos específicos».La malaria, también conocida como ‘paludismo’, es una enfermedad causada por parásitos de la familia ‘Plasmodium’ que se transmiten a través de la picadura de mosquitos. Una enfermedad infecciosa de la que, de acuerdo con los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se registraron en todo el planeta 216 millones de casos en 2016, año en el que provocó la muerte de cerca de 445.000 de personas. Unas cifras muy similares a las alcanzadas en 2015 y que han llevado a la propia OMS a concluir que «la lucha contra la malaria se ha estancado». Sin embargo, esta situación podría mejorar, y mucho, en un futuro próximo. Y es que investigadores de la Universidad Radboud en Nimega (Países Bajos) han identificado un compuesto capaz de matar el parásito y evitar su transmisión en solo 48 horas: el azul de metileno, antiséptico generalmente utilizado para teñir ciertas partes del cuerpo antes o durante la cirugía.

Límite: 48 horasAnopheles Mosquito - Insects Morphology

Una de las principales causas por las que la malaria es tan letal se explica por la capacidad del parásito de desarrollar resistencia a todas las terapias disponibles. O lo que es lo mismo, a los tratamientos basados en la artemisina, que de por sí no son demasiado eficaces a la hora de frenar la expansión de la infección. Y es que no evitan que el parásito permanezca en la sangre del huésped durante ‘demasiado’ tiempo, lo que posibilita que sea recogido por el siguiente mosquito y lo transmita a su siguiente víctima.




Cuando un mosquito infectado de malaria pica a una persona no solo le extrae su preciada sangre. También le inocula el parásito en el torrente circulatorio. Y lo que hace este parásito es abrirse paso hasta el hígado del huésped, donde madurará y se reproducirá. Así, y al cabo de unos pocos días, el parásito, ahora en gran número, dejará el hígado y se introducirá en los glóbulos rojos, en los que formará células sexuales –o ‘gametocitos’, tanto femeninos como masculinos–. Por tanto, el siguiente mosquito que ‘chupe’ la sangre del huésped se llevará consigo los gametocitos, que fertilizarán en el estómago del insecto y darán paso a la siguiente generación del parásito. Y como esta ‘nueva generación’ se trasladará a las glándulas salivares del mosquito, será inoculada en el próximo ser humano escogido por el insecto para alimentarse. Y el ciclo se repite una y otra vez.


El azul de metileno puede prevenir la expansión de la malaria tras un breve período de tratamiento

El problema es que los antipalúdicos disponibles no son capaces de erradicar los gametocitos del parásito, que pueden permanecer en la sangre del paciente hasta muchas semanas después de haber recibido el tratamiento. Pero, ¿no hay nada que se pueda hacer para evitarlo? Pues según el nuevo estudio, sí: añadir azul de metileno a los tratamientos basados en la artemisina.
El estudio, llevado a cabo en Mali, muestra que la combinación de azul de metileno con los antipalúdicos ya disponibles es capaz de matar al parásito de la malaria en solo 48 horas, lo que además de curar al paciente evita que la infección sea transmitida al siguiente huésped. Todo ello con una curiosa particularidad. Como refiere Teun Bousema, «en nuestro trabajo hemos observado que los parásitos masculinos desaparecen del torrente circulatorio mucho más rápido que los femeninos».

Orina azul

En definitiva, y con independencia de su mayor afinidad por los parásitos masculinos, el azul de metileno podría abrir una nueva era en la lucha contra esta enfermedad que aún a día de hoy causa cada año cerca de medio millón de decesos, sobre todo de niños del África Subsahariana. Todo ello, además, de forma barata y segura. Y es que el azul de metileno es muy bien tolerado y provoca un único efecto adverso. De hecho, este efecto es más ‘estético’ que ‘adverso’: la orina se vuelve azul. De un azul brillante.


Como concluye Teun Bousema, «yo mismo he utilizado el azul de metileno y la orina presenta un color azul brillante. Es algo que tenemos que resolver, pues podría provocar que la gente dejara de tomarlo».