sábado, 25 de agosto de 2018

Algo destruye los rostros de los niños más pobres del mundo

Una investigación ilumina los factores de riesgo del noma, una infección espeluznante, de origen desconocido, que afecta a 140.000 personas al año

Una chica con noma posa en un centro de la ONG Sentinelles en Zinder (Níger).
Una chica con noma posa en un centro de la ONG Sentinelles en Zinder (Níger). ISSOUF SANOGO/AFP/GETTY IMAGES
“No escondas a tu hijo en casa”, pide un folleto informativo de la Organización Mundial de la Salud. Se dirige a las familias de niños con noma, una enfermedad olvidada de origen desconocido que destruye sus rostros en cuestión de días. Noma, en griego, significa devorar. Y eso es lo que ocurre, literalmente. Comienza como una simple llaga en las encías y rápidamente se convierte en una gingivitis necrosante y ulcerosa que perfora los músculos, la piel y los huesos. Los afectados desprenden un olor fétido. La OMS calcula que 140.000 niños contraen el noma cada año. Si no reciben tratamiento antibiótico, el 90% de ellos muere, muchos ya sin nariz y con un agujero en la cara que deja a la vista su mandíbula. Los que sobreviven quedan desfigurados de por vida.
“Normalmente tienden a ser apartados de su vida cotidiana, siendo escondidos o aislados con los animales. Se debe, muchas veces, a que la aparición de las gangrenas se considera un signo demoníaco o una maldición para la familia”, explicaba en 2015 un equipo de investigadores españoles encabezado por María García Moro, especialista en enfermedades tropicales de la Universidad de Salamanca.

La primera persona que describió la enfermedad
 fue el médico neerlandés Carolus Battus en 1595. El noma era por entonces común en Europa y lo fue hasta el siglo XIX, cuando se mejoró de manera generalizada la nutrición y la atención sanitaria. Algunos de los últimos casos se registraron en los campos de concentración nazis de Bergen-Belsen y Auschwitz. En España, una mujer de 50 años con VIH sufrió el noma en 2010. Cuando llegó a un hospital de Alicante, la enfermedad ya le había devorado media mejilla. Salvo este tipo de casos aislados, la patología se concentra en los países más pobres del planeta, sobre todo en el llamado “cinturón del noma”, que recorre África desde Senegal a Etiopía.Una nueva investigación arroja algo de luz sobre los factores de riesgo de esta peste no contagiosa. Un equipo de Médicos Sin Fronteras (MSF) ha analizado 74 casos atendidos en el primer hospital del mundo dedicado al noma, establecido en Sokoto, una ciudad mayoritariamente musulmana en el noroeste de Nigeria. Sus resultados certifican lo evidente. El noma se ceba con los niños de las familias más pobres de las aldeas más pobres de los países más pobres. Es la pobreza al cubo. El principal factor de riesgo es la miseria.
“Se sabe poco sobre el noma, ya que la mayoría de los enfermos vive en lugares desatendidos y de difícil acceso”, explican los investigadores de MSF, dirigidos por la epidemióloga Elise Farley. "Los pacientes que consiguen llegar a un centro de salud son pocos y, a menudo, ya están muy enfermos. La mayoría de los afectados por el noma muere dos semanas después de los primeros síntomas si no recibe tratamiento", detalla Farley. En la gangrena de sus caras se pueden identificar multitud de especies de microbios, como Fusobacterium necrophorumPrevotella intermedia, pero se desconoce qué desencadena la infección.

El nuevo estudio de MSF apunta a una dieta pobre y monótona, con niños alimentados cada día con las mismas gachas de maíz. Los investigadores también señalan a la toma de calostro —la primera leche que da una madre— como un factor protector contra el noma. El trabajo, sin embargo, no ha podido estudiar el potencial efecto del sarampión como desencadenante, al no existir nada parecido a un historial clínico de los enfermos. Además, la cobertura vacunal en la zona es tan baja que impide comparar a los niños con y sin noma. Solo dos de los 74 pacientes con noma (el 2,6%) estaban vacunados contra el sarampión. En los niños sin noma escogidos como referencia en los mismos poblados, el porcentaje apenas alcanzaba el 6,8%. “Se necesita más investigación para comprender mejor el origen de esta enfermedad”, implora el equipo de Elise Farley en su estudio, publicado
 en la revista especializada PLOS NTD.Los expertos tienen diferentes hipótesis sobre la mesa. Los factores de riesgo conocidos incluyen la pobreza, la desnutrición, la falta de higiene oral, la convivencia con el ganado y las infecciones previas, en particular el sarampión, según los estudios pioneros de Cyril Enwonwu, un médico nigeriano de la Universidad de Maryland (EE UU) empeñado desde hace más de dos décadas en encontrar al culpable del noma. A juicio de Farley, estos factores diversos se unen y crean "una tormenta perfecta" para que surja el noma.
La OMS recuerda que el noma, en ocasiones, se conoce como “el rostro de la pobreza”. El análisis del equipo de María García Moro coincide: “El noma se puede considerar como un indicador biológico de múltiples violaciones de los derechos humanos, incluido el derecho a la alimentación”.
El algunos casos, no obstante, hay un final feliz o, al menos, no tan desdichado. Los cirujanos de MSF operaron el rostro de 243 supervivientes del noma en 2017. "Algunos pacientes han dicho que después de la cirugía han sido bienvenidos de vuelta en sus comunidades y pueden ir al colegio o casarse", celebra Farley.

YO YA ESTUVE DOS VECES,EN 1960 Y EN 2002,POR MI QUE SIGA EL CAMBIO CLIMATICO DEL CAPITALISMO....


Los glaciares de la Patagonia se derriten y los científicos piden apoyo


Los campos de hielo argentinos son una de las más vastas extenciones de agua helada del planeta, sin embargo, los expertos lamentan la falta de estudios sobre las consecuencias de su deshielo. En total, el hielo de la Patagonia ha perdido 1.000 km2 de superficie en unos 60 años.
Beatriza de Vera
<p>Los grandes desprendimientos del frente del glaciar flotan a la deriva en forma de icebergs / SINC</p>
Los grandes desprendimientos del frente del glaciar flotan a la deriva en forma de icebergs / SINC
Parecen enormes alfombras desparramadas sobre las montañas. Algunas se hunden en el lago, mostrando un alto frente de hielo que hace siglos cayó en forma de nieve. Pese a su apariencia compacta, el interior de los glaciares está repleto de ríos y grietas que crujen en un sinfín de pequeños desprendimientos.
Si se miran de cerca, es frecuente ver cómo se despega un témpano y cae al agua. El espectáculo es estruendoso, pero es normal que el frente de los glaciares pierda masa debido a las temperaturas, a las fricciones internas y a su movimiento. El problema es que no se recuperan, algo que pasa en la mayoría de los campos de hielo del planeta.

Para ver sus dos caras son necesarias, al menos, cuatro horas por sus pasarelas. El glaciar avanza unos 30 cm (su velocidad es de dos metros por día), pero el ojo es incapaz de percibir el movimiento de esta mole de 4 kilómetros de frente y 257 km
2, equivalente a la capital federal de Buenos Aires o a más de dos veces la ciudad de Barcelona.El glaciar Perito Moreno se mantiene en equilibrio desde 1917, año en el que comienzan los registros. Esto significa que todo el hielo que se traga el lago Argentino vuelve a él con la nieve que cae en Campo de Hielo Patagónico Sur (CHPS), donde nace.
Su localización lo hace accesible y seguro de visitar. Uno de los espectáculos más acongojantes de la naturaleza es la formación y ruptura de su dique. Cada cierto tiempo, una lengua de hielo alcanza la orilla más cercana del lago, la península de Magallanes, aislando a la parte que recibe el nombre de brazo Rico. En ese momento empieza una lucha entre dos fuerzas: el glaciar que avanza y el agua que presiona el dique.
La lucha dura unos meses hasta que por fin el agua vence y consigue fisurar el hielo, formando un puente que atrae a miles de turistas. Si hay suerte, se puede contemplar su destrucción, algo que sucedió la noche del pasado 13 de marzo cuando nadie miraba.
“Este comportamiento es único en el mundo y no se puede predecir. El primer registro de ruptura del glaciar fue en 1917. Durante las últimas décadas, el fenómeno se ha dado cada dos o cuatro años, una frecuencia similar a la de principios del siglo XX. Sin embargo, antes de 2004, había estado 16 años sin romper”, explica Matilde Oviedos, portavoz del Parque Nacional de los Glaciares
Como resultado del deshielo se originan dos grandes lagos: Argentino y Viedma, que abastecen de agua la zona a través del río Santa Cruz. Sin embargo, el avance de los glaciares no siempre es sinónimo de crecimiento. Luciano Benacchidirector del Glaciarum, el museo del hielo que funciona como centro de interpretación y visitantes del parque, explica: “Los glaciares se forman por nieve que sobrevive al verano y se va a acumulando con los años. Además de crecer, se mueven hacia adelante y hacia abajo, como una cinta transportadora. Los de la Patagonia son templados, su zona más profunda siempre está en el punto de fusión y en su base hay agua que actúa como lubricante”.

Gigantes que dan un paso atrás

Perito Moreno forma parte de la resistencia. De los 48 glaciares importantes que se encuentran dentro del CHPS, el manto de hielo más grande del mundo después de la Antártida, solo hay uno más en equilibrio, el Spegazzini, también en Argentina, y otro que presenta un ligero crecimiento, el Pío XI, en Chile.

A estas alturas, la comunidad científica señala sin dudar al
 cambio climático como el culpable del derretimiento. Incluso la estabilidad aparente del Perito podría no ser tan idílica: “El primer rompimiento se produjo en 1917, pero el mayor evento fue en 1936. Los árboles que murieron en el brazo Rico por efecto del endicamiento tenían 250 años, lo cual demostró que estos avances del Perito Moreno comenzaron en el siglo XX y no se habían observado al menos desde el año 1650”, observa Pierre Pitte, investigador del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA).Del resto se dice que están en retroceso. A Oviedos no le parece correcto este término: “Un glaciar avanza por la fuerza de la gravedad, así que no puede retroceder, lo que hace es perder masa de su frente: no se trata de un movimiento sino de una pérdida”.
No solo se pierde hielo por los extremos de los glaciares, también bajo el agua. Un estudio de 2017 liderado por Pedro Svarka, director científico del Glaciarium, aseguraba que las pérdidas subacuáticas superaban a las debidas a los desprendimientos.
En total, el hielo de la Patagonia ha perdido 1.000 km2 de superficie en unos 60 años. Los expertos se lamentan de que a la glaciología en esta zona le faltan apoyos. Según Benacchi, la falta de fondos para investigación, unida a la despoblación de la región, hace que se trate de un terreno pobremente explorado en comparación con Europa.

Con este fin, el
 IANIGLA ha dado forma a un exhaustivo inventario de glaciares con datos sobre más de 16.000 cuerpos de hielo. “Mientras que otros países conocen sus glaciares hace varias décadas, nosotros recién en 2018 podemos decir cuántos tenemos y dónde. Necesitamos invertir más para conocer los recursos de nuestra Cordillera”, afirma Pitte.“Nos hacen falta estaciones meteorológicas que recojan datos durante varias décadas para llegar a ser fiables. Aquí solo hay una que lleva en pie 22 años, sus datos aún no tienen el rigor suficiente”. Andrés Rivera, glaciólogo de Chile, señala que “es necesario robustecer las bases de datos y la investigación científica. Tenemos lagunas de información que nos impiden predecir el comportamiento futuro de los glaciares de forma precisa”.
El frente del glaciar Perito Moreno mide unos 4 km de ancho
El frente del glaciar Perito Moreno mide unos 4 km de ancho. / SINC

Sequía, inundaciones y cambios 

Mientras los recursos llegan, algunas consecuencias del deshielo se hacen evidentes. “Todas las predicciones ya se han superado. En en la Patagonia ya se han notado cambios en el régimen de precipitaciones, que disminuyen en el norte y aumentan en el sur. Esto altera el cauce de los ríos y provoca que zonas más septentrionales, donde la agricultura desempeña un papel importante, sufran por las sequías”, observa Bernacchi.
Los glaciares abastecen a las regiones de agua para beber y para la agricultura. “Hay comunidades que dependen del deshielo durante las épocas de sequía. Se espera que el cambio climático aumente los eventos climáticos extremos: más inundaciones y más sequía. Irónicamente, estos pueden ocurrir a la vez en lugares muy cercanos”, explica Twila Moon, del Centro Nacional de Datos de Nieve y Hielo de Estados Unidos.
El retroceso acelerado de glaciares libera terreno que tarda en ser colonizado por la vegetación, un terreno inestable, sujeto a deslizamientos y avalanchas, lo que genera riesgo de crecidas de origen glaciar (que se conocen como GLOF, por sus siglas en inglés).

La desaparición de agua dulce eleva el
 nivel del mar. “Si todos los glaciares continentales, sin contar los polos, se derritieran, el aumento sería de un metro; sumándole la sabana de hielo de Groenlandia, siete metros; y si sumamos la Antártida, entre 50 y 70 metros”, dice el director del Glaciarium, a lo que Moon añade: “Gran parte de la población mundial vive en las costas y gran parte de nuestra infraestructura económica también está allí”. En Argentina ya se han observado estos eventos. En mayo de 2009, un aluvión rompió la morena del glaciar Ventisquero Negro en el monte Tronador, Río Negro. La crecida destruyó el puente de acceso a Pampa Linda dejando incomunicada a la comunidad local por varios meses. Del lado chileno, Rivera relata otra colección de desastres, desde los flujos de escombros rápidos de barro y hielo que descendieron desde el volcán Yates en 1965 hasta el evento aluvional que afectó a la villa Santa Lucía en 2017.
Otra de las responsabilidades de los glaciares es el mantenimiento de las corrientes oceánicas. En los polos helados, el agua se enfría y se hunde, impulsando la cinta transportadora oceánica global. Su complejo equilibrio se ve amenazado con las enormes cantidades de agua glaciar que caen al mar.

Negación y medidas insuficientes

Para Andrés Rivera, “el proceso de cambio climático es global, no local, por lo tanto, medidas paliativas locales no podrán detenerlo. A largo plazo, solo una reducción global de emisiones puede detener sus efectos con un tiempo de respuesta de varias décadas”.

El desprecio medioambiental del gobierno estadounidense ha resultado en la elección de
 un negacionista del cambio climático al frente de la NASA, una institución que ha invertido esfuerzos en observar los efectos del calentamiento global. El programa Ice Bridge de la agencia ha sido crucial para monitorizar los hielos de la Antártida y comprender su dinámica.El compromiso global para frenar el aumento de las temperaturas se plasmó en 2016 en el acuerdo de París, firmado por 174 países y la Unión Europea. El primer gran palo que se llevó fue la decisión de Donald Trump de retirar la firma de Estados Unidos, segundo país en emisiones de CO2, después de China.
Los daños en los glaciares son irreversibles, pero aún se puede hacer algo. “Si cambiamos ya nuestra forma de comportarnos con el medio ambiente, estaremos a tiempo de paliar la pérdida”, concluye Moon.