miércoles, 17 de enero de 2018

EL QUE LA LLEVA LA ENTIENDE

Los humanos a veces sufrimos horrores sin cuento que dejan profundas marcas en nosotros: guerras, catástrofes, persecuciones y otros eventos traumáticos pueden cambiar para siempre y determinar el futuro de las personas que sobreviven a ellos.
Y por si este horror fuera poco hay evidencias de que las consecuencias del trauma sobre las personas pueden pasar no sólo a su futuro, sino incluso también al de sus descendientes.
Un reciente estudio realizado sobre niños que fueron evacuados de Finlandia durante la Segunda Guerra Mundial  indica que las hijas de las niñas evacuadas fueron hasta cuatro veces más hospitalizadas por enfermedades mentales a lo largo de sus vidas que sus parientes que no fueron afectados.
El efecto, muy marcado, apareció al intentar controlar otras variables en un estudio sobre las madres y curiosamente no parece afectar a los varones ni a los hijos de niños evacuados.
Esta diferencia se puede deber en parte a que el diagnóstico de enfermedades mentales en varones es menos habitual, pero al analizarse los ingresos hospitalarios es probable que incluso se subestime el efecto total; muchas personas habrían tenido problemas pero no de suficiente calado para provocar un ingreso. Estadísticamente el descubrimiento parece firme.
Desconocemos por qué mecanismos se podría haber producido esta transmisión entre generaciones del efecto biológico del trauma, y ni siquiera estamos al 100% seguros de que exista; solo unos pocos estudios parecen confirmarlo, pero la epidemiología (especialmente retroactiva) es complicada y puede ser engañosa.
Aunque de algo no cabe duda ninguna: si se confirmara que las generaciones subsiguientes heredan de alguna forma el trauma de sus ancestros los horrores no afectarían tan sólo a quienes los sufren y la culpa de los responsables (los que ponen en marcha las tragedias traumáticas) se multiplicaría.
Porque el efecto de su maldad trascendería las generaciones y los años para destruir muchas más vidas, todavía.