martes, 28 de enero de 2014

DAR POR CULO ,RECOMENDACION DEL MINISTRO DE GUINDOS

ELENA CRESPI ASENSIO

Retrato de un trasero.
El sexo anal no es obligatorio, evidentemente. Pero hay quien le tiene miedo y lo evita por todos los medios. También hay quien lo disfruta. Y, desgraciadamente, es objetivo de muchosmitos y falsas creencias.
¿Cuáles son los mitos que más hemos oído?
Que si eres hombre y practicas sexo anal significa que eres homosexual. Nada más lejos de la realidad. El sexo anal no es un juego exclusivo de los hombres homosexuales, no. Es un juego abierto para hombres y mujeres heterosexuales u homosexuales.
Que el ano es un orificio de salida... Pues teniendo en cuenta este mismo principio, el sexo oral tampoco debería practicarse porque la boca no está diseñada para esa función. Y las relaciones sexualesdeberían limitarse al coito y solamente para cuando queremos reproducirnos...
Que el sexo anal duele. Depende. Si alguien se inicia en el sexo anal e intenta penetrar directamente algo de un tamaño considerable... puede doler. La contracción de la musculatura anal es fuerte, por eso debemos tratarla con mimo! Si no vamos despacio y lubricamos bien, sí puede aparecer el dolor!
¿Para qué sirve el sexo anal?
Pues para lo mismo que nos sirven la mayoría de las relaciones sexuales que tenemos... para gozar, para disfrutar, para sentirplacer. Sencillamente eso. Y para eso no importa si los orificios con los que jugamos sean de salida o de entrada...

Qué debemos tener en cuenta para aprender a practicar el sexo anal

1- Tener un buen día: no todos los días sirven para recibir cariciasen el ano
2- Unos buenos hábitos de higiene. Por ejemplo, una ducha diaria es suficiente! Pero evidentemente, se puede lavar la zona antes de jugar!
3- Tener un buen lubricante a mano (solamente los lubricantes de base acuosa pueden usarse junto con un preservativo, los que tienen base oleosa pueden estropear el condón o un juguete)
4- Iniciar la penetración con “algo pequeño”: plugs anales de tamaño pequeño o algo que ya llevamos incorporado... los dedos!
5- Si utilizamos juguetes, debemos asegurarnos que sean juguetes aptos para el sexo anal (plugs). Cualquier juguete no sirve ya que puede perderse por el intestino y eso no sería muy erótico...
6- Evidentemente lo más recomendable es utilizar juguetes anales, los dedos o el pene... hay quien utiliza otros artilugios pero luego llegan las consecuencias... como, por ejemplo, no poder sacar algo que se ha metido ahí dentro, ir a urgencias para desatascar lo que se haya atascado...
7- Para finalizar, recomendamos, ir despacito, con mimo, ycomunicarse muchísimo con la pareja. Explicarle si puede penetrar más o no, si se puede ir más despacio o acelerar... solamente si nos comunicamos evitaremos que llegue el dolor...

El Punto P

Una anécdota para finalizar... recuerdo que, hace años, un urólogome decía que el punto P no existía...
Evidentemente en las mujeres no existe pero el Punto P no es nada más que la zona donde se sitúa la próstata... por lo que es un punto de placer que solamente pueden tener los hombres (eso no significa que las mujeres no puedan gozar con el sexo anal).
Cuando el urólogo me dijo que no existía... me acordé de todos los hombres que conozco y que, en algún momento, se han atrevido a contarme sus experiencias con esa zona de su cuerpo... y los que han estimulado su punto P no tienen ninguna duda en que esa zona existe y es extremadamente placentera, salvajemente placentera...
Quizás el doctor no había encontrado o explorado esa zona de su cuerpo y por eso ponía en duda su existencia...

De dioses y genitales humanos


 
Nazanín Armanian* - Público.es
 
“Si durante un terremoto, un hombre que vive en una segunda planta cae en la primera donde vive una mujer, ¿el hijo que nace de ellos, es legítimo o no?”. No es un chiste malo, sino una de las dudas más famosas que han intentado responder los doctores en la fe islámica, con más o menos fortuna. Se trata de una pervertida ocurrencia que no deja de ver a unas personas (mujeres) inertes objetos sexuales al servicio de otras, los hombres, considerados un colectivo de ingenuos violadores en potencia.
 
Esta obsesión por el sexo de las religiones abrahámicas también se ve en España, entre quienes ajenos a la tragedia en la que viven millones de cristianos desesperados por el secuestro de sus derechos, insisten en saber con quién se levanta la gente cada mañana. Incapaces de ofrecer ni una sola solución a los desahucios, al desempleo, o al robo de las pensiones de los trabajadores, sacan de los baúles prehistóricas recetas petrificadas para los “enfermos” de la homosexualidad, tan curable como una hipertensión. Falsos doctores, que desconocen el Juramento Hipocrático, el indecible sufrimiento que les infringe tal mentalidad a las personas con dicha orientación sexual, y que lleva a miles de ellas a la exclusión, el suicidio, la tortura o la pena de muerte.
 
La importancia de los genitales es tal que cuentan que la alianza de Abraham y su clan con los dioses se selló con la circuncisión (Gen 17). Los musulmanes, a pesar del silencio del Corán al respecto, también someten a sus hijos varones a lo que la Unión Europea considera “la violación de la integridad física de los niños”.  En las religiones antiguas persas o indias, desde el zarvanismo, el mitraismo hasta el mazdeísmo, budismo y maniqueísmo, donde la sexualidad carece de tal relevancia, no existe esta práctica; posible marca de distinción étnica, que curiosamente, y al contrario de otros pueblos, no se hacía en el lugar más visible del cuerpo como es el rostro.
 
Que mil millones de personas pasen hambre, y que 2,6 millones de niños menores de 5 años mueran cada año por ésta causa (a pesar de que se les prometió nacer con un pan bajo el brazo), que otros 66 millones de esos seres “concebidos y nacidos” vayan al colegio sin desayunar, o que otros 45 millones de almas hayan huido de sus hogares por guerras y desesperación con los pies y corazón destrozados, no son asuntos de nuestros líderes religiosos, demasiado ocupados con el tema morboso de la sexualidad de los fieles. Temas que no les incumben, de hecho participan en el festín organizado en el otro lado, compartiendo con el César del turno y en nombre de Dios lo que pertenece a los desheredados.
 
Durante siglos se presentaron como guardianes de la moral, ya que pocos conocían que los textos sagrados mandan a violar a las mujeres vírgenes prisioneras en las guerras –por ejemplo-, o que muchos de los santos hombres practicaban pedofilia, casándose con niñas pequeñas o apoderándose del cuerpo de los niños en los sótanos de los templos.
 
La ofensiva religiosa que  hoy presenciamos es una reacción a la pérdida, quizás irreversible, de la autoridad moral milenaria que ostentaban las instituciones religiosas (ver: Los vicios del clero).
 
Sexo: poder y control
 
Las religiones abrahámicas –estos sistemas de creencias fantásticas sobre el universo y el ser humano-, son doctrinas totalitarias: nacieron en pequeñas comunidades con la misión de ordenar la vida del grupo. En caso del judaísmo y el Islam, la escasez de alimentos en su hábitat fue determinante para que todos los aspectos de la vida de los miembros  del grupo fuesen controlados por las autoridades. En caso del cristianismo, el hecho diferencial residía en su desarrollo en el Occidente de abundancia.
 
En los desiertos de Oriente Próximo, los jefes espirituales, todos hombres, se negaron a repartir los recursos entre la población, santificaron el hambre (con los ayunos), justificaron la desigualdad en los derechos económicos, políticos y sociales –entre los géneros, los grupos étnicos y religiosos, etc., por la venia de Dios, que le había preferido a unos, dejando en la desgracia a otros. Luego para impedir la sublevación de los oprimidos, utilizaron el terror, el sexo y la sexualidad como claves de dominar sus mentes, y lo hicieron con tanta habilidad que las víctimas llegaron a ser sus principales defensores.
 
El control ritualizado sobre qué, cuándo, o dónde comer, bañarse, o realizar el acto sexual que antaño respondía al objetivo de salvaguardar la supervivencia, la paz  en el grupo y garantizar el poder de una casta, se ha normalizado tanto que no se cuestiona ni hoy.
 
La lógica desfasada
 
La prohibición del aborto, el infanticidio, la homosexualidad masculina, antaño formaba parte de las políticas pronatalistas en unas sociedades cuya población se diezmaba por las guerras, enfermedades y hambrunas. Que el islam y el judaísmo autoricen el aborto cuando el embarazo pone en riesgo la vida de la madre, responde a un sencillo cálculo: una madre salvada podrá dar más hijos al grupo, mientras el niño salvado, no tiene garantizado sobrevivir más allá de los pocos años. Serían dos pérdidas. La persecución a los homosexuales también ha tenido sus etapas. Por ejemplo, una vez que el islam gobernó las tierras fértiles de Babilona, Persia o India, toleró esta opción sexual. En el Irán del siglo XVI, existían “amard-jane” (Casa de los “no-hombres”), burdeles públicos que, pagando impuestos, ofrecían afecto y sexo a otros hombres. El tabú de la virginidad de las chicas, aumentaba, sin duda, su clientela. Pertenecen a estas épocas cuando en el libro de Mil y Una noches aparecen relatos de amor gay tanto masculino como femenino.
 
La fijación por el control de los súbditos fieles era tal que establecieron que un hombre antes se casaría con una viuda o divorciada mayor que él, con varios hijos a su cargo que con una jovencita bella que haya perdido su “inocencia”, infringiendo las normas  y los “valores” de obediencia y sumisión a los varones del poder. Se mitificó tanto la virginidad de la mujer que en la figura de María, madre de Jesús, ella no solo desafía la materialidad anatómica, sino permanece virgen (aunque sea en  el sentido metafórico) después del parto. ¿Saben cuántos crímenes de honor se cometen por el ensalzamiento de tenencia de la dichosa membrana? Si el principal motivo de salvaguardar la virginidad de las muchachas (y la prohibición del adulterio) era asegurar la paternidad del hombre sobre su descendencia, la prueba de ADN hoy se presenta como un golpe a las razones y normas defendidas por los integristas.
 
. El dominio sobre la sexualidad de la persona, es dominar a la persona. Pues, relacionar el sexo con la vergüenza, el pecado, la culpa le convierte en un ser frágil, apta para ser manipulada y sometida.
 
. Ya que las ciencias han desmontado las verdades infalibles que defendían (de cuándo y cómo la vida apareció, el lugar de la Tierra en nuestro sistema, etc.), lo único que queda bajo su dominio son cuestiones subjetivas como la sexualidad, en las que tampoco acertaron, sino la casi totalidad de los habitantes del globo, desde hace miles de años hasta hoy deberían haberse quedado ciegos por aquello de “autocomplacerse”.
 
. Permanecer activos —aunque de forma encubierta— en la vida política, infringiendo el principio democrático de la separación entre la religión y el Estado.
 
. Al carecer de un programa viable para resolver los graves problemas de la humanidad, piden que la gente renuncie al gozo y a  la felicidad de “aquí” con la promesa de tenerla “allá”. Es así que les disgusta cualquier signo de apego a la vida: la música, el baile, el uso de los colores vivos (la indumentaria de los musulmanes practicantes y el hábito de las monjas y los monjes), una sexualidad divertida, etc.
 
. Siendo parte del poder político y económico, con tales discursos desvían la atención pública de los problemas reales de la sociedad.
 
En esta lógica entra su defensa a la familia tradicional: núcleo social basado en la ley del más fuerte, en los roles sexuales de dominación y sumisión que rige la estructura de una sociedad de clases, levantadas sobre los mismos cimientos. Estos fundamentalistas que impiden la educación sexual, hacen apología de la cultura patriarcal con “cásate y sé sumisa (ver: La guinda del Bunga Bunga), luego dejan a su suerte a las adolecentes embarazadas para que den a luz en cualquier lúgubre trastero,  mueran en el parto, o que sus hijos engrosen las files de los Niños de la calle, cebo perfecto de los pedófilos y traficantes de seres humanos.
 
La batalla por una sociedad secular es primordial para el progreso y un mundo justo. ¡Cuánto trabajo queda por hacer para los ateos y los creyentes progresistas!
 
*Nazanín Armanian es iraní, residente en Barcelona desde 1983, fecha en la que se exilió de su país. Licenciada en Ciencias Políticas. Imparte clases en los cursos on-line de la Universidad de Barcelona. Columnista del diario on-line publico.es . 27.01.14

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