martes, 8 de agosto de 2017

dia mundial del orgasmo...que deberian ser todos los dias


El orgasmo femenino reclama su lugar

El 10% de las mujeres nunca ha experimentado un orgasmo y una de cada tres tiene problemas para lograrlo. Descartada la finalidad reproductiva, su función fundamental es la de proporcionar placer
Médicos, sexólogos y antropólogos piden mayores esfuerzos en investigación y que se equipare al orgasmo masculino. Tras miles de años de mitos y oscurantismo, el goce femenino pide su espacio
    Según las evidencias científicas, solo un existe un orgasmo, y no hay un tipo clitoriano y otro vaginal
    Según las evidencias científicas, solo un existe un orgasmo, y no hay un tipo clitoriano y otro vaginal - FOTOLIA
    LAURA CHAPARRO/AGENCIA SINC.
    (De Agencia Sinc) A la pregunta de si su pareja llegaba al orgasmo, el hombre contestó: «Pues claro, si hemos tenido cinco hijos». Este caso real que el psicólogo Agripino Matesanz describe en el libro El placer sexual (2009) es un ejemplo del desconocimiento que rodea a la respuesta sexual femenina.
    La intensa sensación de placer que la mujer consigue con la estimulación de zonas erógenas no está ligada al embarazo. Tampoco la penetración es la forma más sencilla de lograr el orgasmo, ni se limita a un fenómeno genital. Su percepción es subjetiva y varía en función de cada persona.
    La confusión generada por Sigmund Freud al hablar de dos tipos, clitoriano y vaginal –este sin base científica–, tiene reminiscencias en la actualidad. Según un estudio publicado en Clinical Anatomy, solo existe un orgasmo, aunque puede ser muy diferente cada vez. «La vagina no tiene una estructura anatómica que pueda provocarlo», asegura a Sinc el médico y sexólogo Vincenzo Puppo.
    Referente mundial en el estudio de la sexología femenina, Puppo denuncia la invención de términos como el famoso punto G, sin evidencia científica. «Algunos profesionales médicos aprovechan estos mitos y las expectativas o la angustia de las mujeres influenciadas por el mito para su propio beneficio personal», critica.Según la Encuesta Nacional de Salud Sexual y Comportamiento elaborada por la Universidad de Indiana (EE UU), el 91% de los hombres experimentaron un orgasmo durante su último encuentro sexual frente al 64% de las mujeres. La cifra disminuye si hablamos de la primera vez que se mantuvieron relaciones: el 55% de los varones lo consiguieron frente a solo el 4% de las féminas. Se calcula que el 10% de las mujeres nunca lo ha experimentado.

    El Homo erectus, consciente del placer

    La falta de estudios sobre la sexualidad femenina convierte el análisis del placer en un terreno pantanoso. «La investigación en cuestiones relacionadas con la salud de la mujer en general y la sexualidad en particular lleva un retraso de unos 20 años respecto a la de los hombres», compara a SincSusan E. Trompeter, profesora de Medicina en la Universidad de California en San Diego (EE UU).
    «No fue hasta la aparición del "Homo erectus" que el ser humano empezó a ser consciente del placer»
    Hace cuatro millones de años nuestros antepasados experimentaron sensaciones placenteras al copular, pero no tenían noción de ello, recoge Matensanz en su libro. No fue hasta la aparición del Homo erectus –que vivió hace entre 1,9 millones de años y 70.000 años– que el ser humano empezó a ser consciente del placer sexual.
    «Desde que los homínidos adquirieron la postura erguida y practicaron el sexo cara a cara hasta que el género Homo comenzó a vivir conscientemente el placer sexual pasaron, según los expertos, unos dos millones de años», apunta el psicólogo.
    En su opinión, es precisamente esta consciencia la que diferencia al ser humano de los demás primates. Aunque también sientan placer en la cópula, no lo hacen en forma de orgasmo, puesto que no lo perciben.
    El antropólogo David Puts no lo tiene tan claro y habla de otras especies de primates con señales de orgasmo femenino, como la tensión corporal, la expresión facial, la respiración o las contracciones musculares del tracto reproductivo.
    «Algunos que muestran estos indicadores son monos, como los macacos Rhesus y rabón, y otros son nuestros parientes vivos más cercanos, los grandes simios, incluyendo chimpancés, bonobos y gorilas», enumera a Sinc Puts, profesor de Antropología en la Universidad Penn State (EE UU).

    No hace falta para la fecundación

    Pero a lo largo de toda la historia de la humanidad, el orgasmo femenino ha vivido una larga carrera de obstáculos. La condena por gozar empezó hace unos 5.000 años con el sistema patriarcal, recuerda Matesanz. Hasta entonces, la mujer tenía plena libertad de su cuerpo y no estaba supeditada a las decisiones del hombre.
    «Resulta difícil imaginar que durante más de 20.000 años la mujer era quien dirigía no solo la vida familiar, sino también la relación sexual», se lamenta el experto. Tras la exaltación del placer de griegos y romanos, el cristianismo inculcó a sus fieles la noción de pecado. El único fin de las relaciones sexuales era la procreación. El goce pasó a ser un tabú, sobre todo el femenino, y se sigue arrastrando en la actualidad.
    «La represión sexual que todavía padecen las mujeres junto con los miedos a un embarazo no deseado pueden causar que muchas se desconecten de su cuerpo, al entorpecer la excitación erótica, e impedir que alcancen el punto ‘gatillo’ que dispara su respuesta orgásmica», declara a SincFernando Villadangos, psicólogo clínico experto en sexología y terapia de pareja.
    La relación entre el orgasmo y la fecundación ha sido objeto de debate durante mucho tiempo. Los expertos coinciden en que este favorece el embarazo, al contraerse los músculos de la vagina y facilitar el encuentro de los espermatozoides con el óvulo, pero no es imprescindible para la fecundación. Muchas mujeres se han quedado embarazadas sin experimentarlos.
    «No hay una relación directa entre fecundación y orgasmo. Que lo pueda facilitar no significa que sea de obligado cumplimiento», recalca a Sinc Francisca Molero, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología y directora del Instituto de Sexología de Barcelona.

    Un rastro evolutivo

    Más allá de proporcionar placer, no está clara su función biológica. Descartada la finalidad reproductiva, la ecóloga Mihaela Pavličev plantea dos explicaciones evolutivas. La primera, que se remonta a 1960, concibe el orgasmo femenino como un subproducto del masculino. El clítoris es el equivalente al pene y ambos orgasmos tienen muchas similitudes.
    «En las mujeres la ovulación se produce de forma espontánea cada mes, sin necesidad del orgasmo»
    La segunda explicación, publicada en 2016 en la revista JEZ-B Molecular and Developmental Evolution por la propia investigadora y Günter Wagner, se refiere a su vínculo con la ovulación, como ocurre en otros animales y quizás en nuestros ancestros, aunque hoy lo hayamos perdido. «Hemos observado que varios animales experimentan una oleada neuroendocrina durante la cópula, que es necesaria para liberar el óvulo del ovario al tracto reproductivo», señala a Sinc Pavličev, que trabaja en el Hospital Infantil de Cincinnati (EE UU).En las mujeres la ovulación se produce de forma espontánea cada mes, sin necesidad del orgasmo. Pero según la investigadora, esta ovulación espontánea es producto de la evolución. «Nuestro orgasmo femenino podría ser parte de esa señal, que ya no induce a la ovulación, pero que todavía existe», sugiere.
    La evolución genital apoya esta teoría. En el caso de la mujer y de otros animales con ovulación espontánea, el glande del clítoris que provoca el orgasmo está situado lejos de la vagina, que es el canal reproductivo. En hembras que necesitan experimentar ese placer para ovular, su glande está muy cerca de la vagina o incluso dentro, para que la penetración lo provoque.
    «Si la mayoría de las mujeres que no tienen orgasmo durante el coito pero sí lo experimentan con la masturbación, ¿el coito debería cambiar para parecerse más a la masturbación?», se pregunta la investigadora.

    Falta comunicación en la pareja

    Para acabar con mitos y tabúes los científicos reclaman mayor investigación. «La anorgasmia femenina es el problema sexual más frecuente en las mujeres. Según las estadísticas, una de cada tres sufre dificultades para alcanzar el orgasmo o no lo ha sentido nunca», subraya Villadangos.
    «La anorgasmia femenina es el problema sexual más frecuente en las mujeres»
    La escasa comunicación con la pareja aumenta el problema. En un estudio, publicado en el Journal of Sex Research y realizado con jóvenes heterosexuales de 19 años, las chicas reconocieron que era muy poco común hablar de cualquier tema relacionado con el orgasmo con sus compañeros. «Esta falta de comunicación es compleja ya que puede conducir a suposiciones inexactas y malentendidos dentro del contexto de la relación, que pueden mantener o aumentar cualquier dificultad sexual con el tiempo», aduce a Sinc Claire Salisbury, psicóloga clínica y autora principal de la investigación.
    El estudio reveló que a las jóvenes les preocupaba más no llegar al orgasmo por sus parejas que por ellas mismas. En el caso de los chicos, la mayoría se sentían responsables de que las chicas no consiguieran llegar a ese punto de placer. Según Salisbury, el orgasmo femenino era muy importante para la propia satisfacción sexual de los varones.
    «Algunos problemas se discuten y otros no. Cada edad parece tener sus propios complejos, aunque te digas a ti misma que no los tienes», arguye a Sinc Robert King, investigador de la Escuela de Psicología Aplicada de la Universidad College Cork (Irlanda).
    Otra investigación dirigida por la doctora Susan E. Trompeter demostró que las mujeres no «pierden» su sexualidad con la edad; las ancianas experimentaron niveles similares de satisfacción con los orgasmos a los de las jóvenes.
    Si no se consigue llegar a tal punto de placer, los expertos recuerdan que no se trata de echarle toda la culpa a la pareja. La clave está en conocerse bien antes. «La sexualidad es de uno mismo, es su responsabilidad y la comparte con quien quiere y en el momento que quiere. Todo lo que sea conocimiento propio va a mejorar la interacción con el otro», mantiene Francisca Molero.