miércoles, 31 de octubre de 2018

Cronobiología: por qué tu vida corre más peligro después del mediodía

Historias

ILUSTRACIONES: SEQUEIROS
No da igual a qué hora vamos al médico, si hacemos un examen o somos juzgados por la mañana o por la tarde. Ni siquiera es irrelevante cuando escribimos un tuit
Miles de estudios avalan la importancia de elegir el momento preciso para cada decisión. En su nuevo libro, el pensador Daniel H. Pink reivindica la relevancia del cuándo
Sólo si es absolutamente inevitable, si no queda otro remedio, si se trata de una auténtica emergencia, de un asunto prácticamente de vida o muerte ante el cual no hay alternativa posible, Daniel H. Pink pondrá el pie en un hospital o acudirá a una consulta médica por la tarde.
Pero si puede evitarlo, por nada del mundo este pensador estadounidense de 54 años de edad, autor de varios libros y, entre otras muchas cosas, redactor jefe de los discursos del ex vicepresidente estadounidense Al Gore, se someterá a una prueba médica, a un control sanitario y muchísimo menos a una operación quirúrgica a partir del mediodía.
«Ni hablar. Si uno puede elegir en qué momento acude a un hospital o la hora en la que va a ver a un doctor, debe absolutamente evitar las tardes. Yo desde luego las evito completamente. Yo y toda mi familia. La semana que viene, por ejemplo, tengo una cita con un doctor, y me he encargado de programarla para las nueve y cuarto de la mañana. Y hace un par de meses a mi hija pequeña le tuvieron que sacar las muelas del juicio en una intervención que requería anestesia. Le dieron cita para las 19.30 horas de la tarde pero absolutamente imposible. De ninguna de las maneras, iba yo a permitir que anestesiaran a mi hija por la tarde. No, jamás, imposible. Cambiamos la cita».
Pink tiene un poderosísimo motivo para eludir los centros sanitarios en cuanto la mañana toca a su fin: quiere seguir viviendo. Según él, a medida que el día avanza y las horas transcurren, entrar en un hospital se vuelve un acto peligroso que entraña graves riesgos para la salud.
Y pone ejemplos. Por las tardes hay tres veces más posibilidades de que un paciente reciba una dosis de anestesia potencialmente letal. Por las tardes las personas que son operadas tienen bastantes más posibilidades de morir en los 40 días siguientes a la intervención que quienes pasaron por el quirófano por la mañana. Por las tardes es 26 veces más probable que los médicos prescriban antibióticos innecesarios (facilitando así el crecimiento de virus resistentes a los fármacos). Por las tardes el personal sanitario es diez veces más propenso a no lavarse las manos que sus colegas de las mañanas. Por las tardes las colonoscopias que se realizan detectan directamente la mitad de pólipos (pequeños tumores en el colon) que las que se llevan a cabo por las mañanas.
Son algunos de los aterradores datos que Pink ofrece en ¿Cuándo? La ciencia de encontrar el momento preciso, un ensayo que ha sido un auténtico bestseller en Estados Unidos y que ahora aterriza en España de la mano de la editorial Alienta.
El libro, basado en alrededor de 700 estudios y análisis científicos relacionados con el tiempo, revela lo trascendental que puede resultar hacer las cosas en un determinado momento o en otro. Y no sólo hablamos de entrar en un hospital...
Comparecer ante un tribunal después del mediodía también es muy arriesgado. Un estudio que analizó en 2011 numerosas sentencias de dos tribunales en Israel que, juntos, procesan alrededor del 40% de las peticiones de libertad condicional de ese país, sacó a la luz que en las primeras horas de la jornada los jueces fallaban a favor de los presos un 65% de las veces, mientras que a última hora de la mañana esos veredictos caían prácticamente a cero...
Por no hablar de ese otro experimento, citado también en el libro de Pink, en el que unos investigadores pidieron a un grupo de personas que valoraran la culpabilidad de un acusado ficticio en un proceso penal, leyéndoles a todos exactamente los mismos hechos. Lo único que cambiaba fue que para la mitad de los jurados el acusado se llamaba Robert Garner y, para la otra mitad, Roberto García. Pues bien: mientras que por la mañana no había variaciones entre los veredictos de unos y otros, por la tarde los participantes eran mucho más propensos a declarar a García culpable y a Garner inocente.
«¿Aterrador, verdad?», concluye Pink.
La mayoría de la gente incluso es más ética por la mañana, tiende a decir menos mentiras en las primeras horas del día... Hasta tuiteando ofrecemos nuestra mejor cara por la mañana. Dos sociólogos de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, analizaron gracias a un potente programa informático más de 2,4 millones de tuits escritos durante dos años por usuarios de 84 países distintos, y observaron que la gente generalmente se mostraba más positiva por las mañanas, mientras que por las tardes el buen rollo se desplomaba.
Y qué decir de los exámenes. Un estudio en Dinamarca en el que se analizaron durante cuatro años los resultados de los exámenes anuales para medir el rendimiento de los estudiantes arrojó que los alumnos sacaban bastante mejores notas cuando eran evaluados por la mañana que por la tarde.
«No, no es casualidad que la mayoría de las grandes catástrofes provocadas por errores humanos (léase, por ejemplo, la tragedia de Chernobil, el accidente nuclear de Three Mile Island o el desastre de Bopal) se desataron entre la 1 y las 3 de la madrugada», asegura Juan Antonio Madrid Pérez, catedrático de Fisiología de la Universidad de Murcia y uno de los mayores expertos españoles en Cronobiología, la ciencia que estudia la organización temporal de los seres vivos y los mecanismos que los regulan. De hecho, es el director del laboratorio de Cronobiología de la Universidad de Murcia.
La pregunta es: ¿qué demonios ocurre conforme avanzan las horas?
«El poder del cerebro no es igual a lo largo del día. Nuestras capacidades mentales no son estables durante toda la jornada, cambian», aclara Pink . «Y lo que sabemos es que hay determinados momentos a lo largo del día en los que los seres humanos estamos más vigilantes, más en estado de alerta. Y esos son momentos en los que tenemos mayor capacidad de concentración, de focalizarnos en algo sin distraernos. Alrededor del 80% de nosotros somos diurnos, estamos más vigilantes durante las mañanas. Pero hay cerca de un 20% de personas que, sin embargo, son vespertinas, están más vigilantes mucho después, por la tarde. Lo que es extremadamente importante es saber qué tipo eres y qué trabajo en concreto debes hacer a una hora en concreto».
«Hay momentos en los que nuestra capacidad de razonamiento o nuestro tiempo de reacción ante asuntos que requieren una respuesta inmediata entran en declive», explica Juan Antonio Madrid, al tiempo que subraya que en España, por cuestiones de hora y por motivos culturales arraigados, el número de vespertinos es superior a la media habitual del 20% que se registra en otros países.
Todos los seres vivos tenemos un reloj interior que regula de manera natural nuestros ritmos biológicos. El profesor Madrid acaba de terminar ahora un documental para la BBC en el que eso queda palmariamente demostrado: durante diez días, monitorizaron a un voluntario que permaneció aislado, sin saber qué hora era y sin poder ver la luz natural. Su propio cuerpo le indicaba cuándo se hacía de noche y debía irse a dormir con gran precisión. «Lo único es que cada día retrasaba unos 40 minutos el momento de acostarse, porque su reloj biológico era de 24 horas y 40 minutos. Pero para eso sirve entre otras cosas la luz natural: para poner en hora tu reloj biológico».
El problema es que es tan consustancial a nosotros el saber que nos regimos por un reloj biológico, lo asumimos como algo tan natural, que no le damos la más mínima importancia. «Y necesitamos tomárnoslo en serio», sentencia Pink.
«La hora del día afecta a las calificaciones de los estudiantes en el colegio, a las decisiones que toman los jurados, al modo de actuar de los médicos. Son todas cuestiones fundamentales. Yo no sé por qué es ni a qué se debe, pero el caso es que nos tomamos los qué muy en serio, nos tomamos los quién muy en serio y nos tomamos los cómo muy en serio, pero no nos tomamos en serio los cuándo. Yo no creo que los cuándo sean más importantes que las otras cuestiones, pero creo que son tan importantes como ellas».
Nuestros órganos presentan valores distintos según las horas del día. Los linfocitos, por ejemplo, se duplican en la sangre a las 2:00 de la madrugada. Durante la noche nuestro cuerpo se repara, y para ello nuestro sistema inmunológico se activa. Es por eso por lo que la eficacia de los medicamentos depende del momento en que sean administrados. «Y es por eso por lo que, como prueban los estudios, los efectos secundarios adversos de los tratamientos de quimioterapia se pueden aminorar notablemente teniendo en cuenta la hora a la que se administren», destaca el profesor Juan Antonio Madrid.
Tomar pausas reconstituyentes, sobre todo por la tarde, ayuda a cargar las pilas del reloj biológico y a amortiguar esa caída del estado vigilante que la mayoría de la gente experimenta con el pasar de las horas. Y, por supuesto, dormir bien también es fundamental para el cerebro y el cuerpo.
En ese sentido, Juan Antonio Madrid advierte con preocupación de los efectos sobre el sueño que están provocando los dispositivos electrónicos. «Esos aparatos tiene luces blancas brillantes o enriquecidas en azul que engañan al reloj biológico, le hacen creer que todavía es de día. El resultado es que cada vez estamos viendo más escolares y universitarios que no duermen lo suficiente. Y aunque los fines de semana tratan de recuperar el sueño, eso no es posible, el sueño perdido no se puede recuperar».
Y, por cierto, no traten de paliar la falta de sueño atiborrándose a café nada más levantarse. Es un error, no sirve para nada. Nada más despertar nuestro cuerpo empieza a producir cortisol, una hormona del estrés que nos activa. Y resulta que la cafeína interfiere con la producción de esa hormona, así que empezar el día con una taza de café apenas sirve para estimularnos. «Lo mejor es beber esa primera taza de café una hora o 90 minutos después de haber despertado, una vez que la producción de cortisol ha alcanzado su pico y la cafeína puede obrar sus milagros», concluye Pink.
Hasta en eso interviene el factor tiempo.

VIOLENCIA OBSTÉTRICA (3/4)Del parto inducido de Patricia a la episiotomía de Iria

Dos mujeres relatan que en el paritorio sufrieron lo que ellas consideran violencia obstétrica. Patricia alega que la maniobra de Hamilton le indujo un parto por cesárea. Iria Pinheiro asegura que una episiotomía le ha provocado incontinencia y coitalgia.



Patricia asegura que la maniobra de Hamilton le indujo un parto por cesárea.

Patricia ingresó en urgencias con su propio plan de parto en la mano. La ginecóloga ni lo miró y le espetó que eso era cosa de la matrona. Durante el embarazo, no había tenido queja alguna, aunque su médico también se había desatendido de sus exigencias para dar a luz. Estaba informada y conocía sus derechos, pero de poco le sirvió. No obstante, los problemas comenzaron una vez que sintió contracciones y acudió al hospital. Todo, según su relato.
“En vez de hacerme una exploración —o sea, un tacto convencional—, la ginecóloga de urgencias me practicó la maniobra de Hamilton [tacto vaginal con movimiento circular del dedo, que produce dolor y puede acarrear sangrados]. Lo hizo sin haberme preguntado y provocó el parto”. Patricia no había salido de cuentas. A punto de entrar en la cuadragésima semana de embarazo, la mandaron a casa, donde apenas echó media hora, pues nada más llegar se le rompió la bolsa. “Estaba claro que me lo había inducido”, cree esta leonesa, madre de un hijo de un año.
Patricia reconoce que su estado era “vulnerable”, pero su pareja también estaba allí y levantó acta de las supuestas malas formas. “Alucinó, claro”. Luego le comentó a su compañero: “Esta mujer no trata con personas, sino con animales”. Hoy ella matiza que ni un animal merecería un trato así. “No me explico cómo puede estar trabajando gente con ese mal carácter y con tan poca asertividad”. Si no hubiese habido inducción, como mantiene ella, ¿habría dado igual a luz? Desde entonces, los interrogantes se suceden, aunque ella se reafirma en muchas de sus respuestas.También está convencida de que el trato recibido tuvo que ver con su plan de parto: “No les gusta que les digamos cómo deben ser las cosas y se empeñan en seguir sus protocolos”.

Sin embargo, el comportamiento de la matrona tampoco fue, a su juicio, el adecuado. “Dejó muchísimo que desear, hasta el punto de que sufrí maltrato físico y psicológico. Más que un tacto, hurgaba en mi vagina: ¿qué hacía ahí?”, se pregunta ahora. “Cuando cambió el turno, el siguiente matrón se sorprendió al ver que mi cama estaba llena de sangre. Su actitud, hay que reconocerlo, fue excelente”.
Las vejaciones de la primera matrona no sólo fueron físicas, sino también psicológicas, según ella: “Me negué a que me hiciese otro tacto porque el anterior había sido insoportable. Le pareció fatal, se fue dando un portazo y a los diez minutos volvió diciéndome que la ginecóloga tenía una urgencia y que debía observar mi evolución. Claro, ahí te entra miedo, porque te planteas que puede haber una complicación y, al final, te dejas hacer. Usan amenazas veladas y yo diría que hasta mentiras”. Finalmente, como no dilataba lo suficiente pese a que trataron de facilitar el parto con oxitocina, fue sometida a una cesárea.

Episiotomía real, documento teatral
“Lo atribuyo a un procedimiento inadecuado. Lo ideal sería que mi cuerpo fluyera y que estuviese tranquilo y relajado. Sin embargo, me sentía asustada y con miedo. Quizás pasaría lo mismo en otra situación, pero yo le echo la culpa a la maniobra de Hamilton y al trato de la matrona. No es que no me ayudase, sino que entorpeció el proceso y me hizo daño”. ¿Habría sido imprescindible esa cesárea si las circunstancias hubiesen sido distintas?, se plantea un año después. “Lo peor de todo es que luego les tienes que dar las gracias por estar en un hospital y por hacértela”.
El nombre de la madre de aquel bebé nacido en León es ficticio. Patricia nos brinda su relato, pero prefiere omitir sus datos personales. Iria Pinheiro, en cambio, no sólo ha denunciado su caso públicamente, sino que se ha subido a un escenario para narrar en primera persona el calvario sufrido —siempre según las entrevistadas— durante y después del parto.

A ella le practicaron una episiotomía —incisión quirúrgica en la vulva para facilitar la salida del feto y evitar desgarros en el perineo—. La actriz asegura que ha sufrido fuertes dolores e incontinencia urinaria tras una intervención que también le afectó, según ella, a las terminaciones nerviosas del clítoris.
“La episiotomía ha sido una práctica que se ha realizado durante muchos años porque se creía que facilitaba el parto, aunque estudios posteriores han demostrado que no cumple esa función y que, además, puede ser la causa de diferentes patologías en el suelo pélvico de las mujeres”, advierte Benita Martínez, secretaria de la Federación de Asociaciones de Matronas de España (FAME). “Y, por supuesto, afecta a su sexualidad y puede volver a causar problemas en los futuros partos”.
Sin embargo, matiza que en algunas ocasiones resulta necesario realizarla para facilitar el alumbramiento, si bien deja claro que debe practicarse “siempre pidiendo permiso a la mujer”. La finalidad debería ser que “el nacimiento se produzca en las mejores condiciones posibles”, añade Benita Martínez, cuyas colegas han lanzado la campaña Iniciativa Parto Normal, un documento de consenso elaborado por y para las matronas.
“Es el proceso fisiológico único con el que la mujer finaliza su gestación a término, en el que están implicados factores psicológicos y socioculturales. Su inicio es espontáneo, se desarrolla y termina sin complicaciones, culmina con el nacimiento y no implica más intervención que el apoyo integral y respetuoso del mismo”, define el parto normal FAME, cuyos objetivos son “sensibilizar y fortalecer a las matronas en sus competencias para asistir partos normales; crear opinión entre las mujeres y la sociedad sobre la asistencia por las matronas; reflexionar con las sociedades científicas sobre su importancia, y ser un referente en el Ministerio de Sanidad y en las Consejerías de Salud”.

El de Iria Pinheiro, sin embargo, no fue así. Lo cuenta en Anatomía dunha serea, una pieza de teatro documental producida por Berberecheira, el criadero alternativo de la compañía Chévere, en la que habla sin tapujos de las secuelas de haber dado a luz. Un duro relato que pone el foco sobre la violencia obstétrica. Es decir, trato inhumano y técnicas invasivas, según las defensoras de los derechos sexuales y reproductivos, un extremo rechazado por los profesionales de la sanidad.
Juan Luis Delgado, presidente de la sección de Medicina Perinatal de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO), confirma que las secuelas de una episiotomía pueden ir de la incontinencia urinaria a la dispareunia, es decir, el coito molesto o muy doloroso. La coitalgia tiene lugar durante el puerperio —período posterior al parto, que puede durar hasta ocho semanas—, aunque Pinheiro asegura que ha sufrido molestias durante largo tiempo, tanto a la hora de mantener relaciones sexuales como de realizar otras actividades cotidianas, como conducir un coche.

“Es una zona muy sensible —la incisión va de la comisura posterior de la vulva hacia el ano, con el objetivo de facilitar la expulsión del bebé—, donde se pueden producir la lesión de algún nervio y una mala cicatrización, por lo que puede tener secuelas a medio y largo plazo”, indica Delgado. “Hemos observado a mujeres que han sentido dolor en zonas de desgarro, por lo que no se debe hacer la episiotomía de forma intempestiva, sino cuando sea necesario y haciendo el menor daño posible”, añade el coordinador de la Unidad de Medicina Fetal, Hospital Virgen de la Arrixaca (Murcia).
De hecho, para evitar las molestias que podría acarrearle trasladarse en su vehículo hasta los ensayos —la compañía teatral Chévere tiene su sede en el Concello de Teo, limítrofe con Santiago—, decidió poner a punto la obra Anatomía dunha serea en Moaña, el pueblo pontevedrés donde reside la intérprete.
Pinheiro sostiene que las secuelas —el corte le afectó a las terminaciones nerviosas del clítoris y le provocó incontinencia urinaria— no fueron reconocidas en las revisiones médicas, aunque sí detectadas por su matrona y por el fisioterapeuta de suelo pélvico que la trató después de dar a luz, hace casi dos años y medio. Al igual que las activistas, la actriz califica la asistencia que recibió como “un episodio de violencia de género producido en el ámbito hospitalario”, una experiencia que decidió llevar a escena. “De ahí mi denuncia pública: esto tiene que parar”.
Lucha y terapia, porque las secuelas trascienden lo físico. “El coito también posee una importante carga psicológica. Cuando les provoca dolor, las mujeres sienten que se les ha robado no sólo su sexualidad, sino también su propia integridad. Por si fuera poco, ese sufrimiento dificulta las relaciones con su pareja no sólo a nivel físico, sino también mental”, explica Jesica Rodríguez Czaplicki, presidenta de la Asociación Española de Psicología Perinatal, quien matiza que cada persona reacciona de una forma diferente.

martes, 30 de octubre de 2018

YO ME PIENSO IR ANTES DEL PETARDAZO

¿Y si los multimillonarios planean dejarnos tirados en este planeta?

Los más ricos –liderados por Elon Musk– tienen una hoja de ruta para cuando la Tierra se agote. Algunos van más allá, y ya están trabajando en hacerse inmortales

Elon Musk
“Una base lunar y otra en Marte tal vez podrían ayudar a regenerar la vida aquí en la Tierra", aseguró Elon Musk. WILL SWEENEY
Lo contaba Douglass Rushkoff, aquel miembro de la primera hornada ciberpunk que hoy es un respetable profesor universitario. Invitado –por una pasta– a dar una conferencia sobre “el futuro de la tecnología”, se encuentra con que en la sala solo hay cinco millonarios blancos como público. Tras unas preguntas que define como “inanes”, pasan a lo que realmente les interesa: cómo sobrevivir después de lo que llaman “el acontecimiento”. “Este era el eufemismo que empleaban para el colapso medioambiental, la agitación social, la explosión nuclear, la propagación imparable de un virus o el momento en que el hacker de Mr. Robot acabe con todo”, escribía Rushkoff en un artículo para Medium (traducido al español por Ctxt), antes de concluir: “Para ellos, el futuro de la tecnología en realidad consiste en una cosa: la capacidad de huida”.
No crea que es algo de cuatro locos: “El siglo pasado tuvimos dos guerras mundiales, tres si cuentas la Guerra Fría”, explicaba Elon Musk en marzo en una conferencia en el festival SXSW de Austin, Texas. “Creo que es poco probable que nunca más haya otra guerra mundial”. Él, añadió, no es que diga que ese conflicto apocalíptico es inminente, pero tiene una solución para el hipotético caso. “Una base lunar y otra en Marte tal vez podrían ayudar a regenerar la vida aquí en la Tierra. Por eso es realmente importante tenerlas antes de una posible Tercera Guerra Mundial”.

Claro que, como decía mi abuela: “Hechos son amores”. Y el hecho es que el 17 de septiembre Musk anunciaba el nombre del primer turista espacial que dará la vuelta a la Luna en 2023 a bordo de un cohete privado de su empresa, Space X. Yusaku Maezawa es un multimillonario japonés que pagará varios cientos de millones de dólares por la excursión. Maezawa afirma que invitará a acompañarle, gratis, a “seis o siete artistas”. Eso nos da una aproximación de cómo podría funcionar la base marciana: siete humanos, elegidos de forma discrecional por un millonario. Recuerda al feudalismo.
Musk se explayó a gusto en aquella conferencia. Fiel a su papel de científico excéntrico que un día recuerda a Tony Stark y el siguiente a Lex Luthor, aseguró que cuando dijo que su título en la colonia sería el de “emperador” estaba siendo irónico, que la forma de gobierno en Marte sería la democracia directa. También dijo que no se tratará de “un escape para un puñado de millonarios”. Los primeros expedicionarios se enfrentarán a situaciones extremas, peligrosas y poco glamurosas, más parecidas a las expediciones a la Antártida del XIX que a unas vacaciones en Barbados.
Al menos, Musk planea una salida global. Pero no todos comparten esa visión. Los hay que no ven inevitable “el acontecimiento”, pero planean su huida individual. No quieren escapar del planeta, sino del presente. Es el caso de los millonarios obsesionados con el paso del tiempo. Peter Andreas Thiel (Alemania, 1967), actual presidente de Clarium Capital, un fondo de inversión libre que administra más de dos mil millones de dólares, fue cofundador de PayPal, se le considera el mentor de Mark Zuckerberg y fue el primer gran inversor de Facebook.

Ha entregado más de seis millones de euros a la Fundación Sens, del gerontólogo Aubrey de Grey, dedicada a extender la vida humana y apuesta por la parabiosis, un procedimiento que consiste en inyectarse sangre de jóvenes. Alguna vez ha hablado de Ambrosia, una compañía californiana que ha realizado un ensayo titulado
 Transferencia de plasma de donantes jóvenes y biomarcadores relacionados con la edad. Los participantes, personas sanas de 35 años en adelante, reciben una transfusión de plasma sanguíneo de donantes menores de 25. Los investigadores les monitorizan dos años en busca de indicadores moleculares de salud y envejecimiento. El estudio está financiado por los pacientes; los participantes pagaron 8.000 dólares (unos 7.000 euros) para someterse a él. Y los resultados son casi milagrosos.Thiel está obsesionado con revertir el envejecimiento y vivir hasta los 120 años. En una entrevista identificó tres formas principales de afrontar la muerte. “Puedes aceptarla, puedes negarla o puedes luchar contra ella. Creo que nuestra sociedad está dominada por personas que están en la negación o la aceptación, y yo prefiero luchar”. Thiel le dijo a Bloomberg Television que tomó la hormona del crecimiento humano como parte de su régimen para llegar a los 120.
Pero esa salida tiene un problema. Por más que la prolongues, toda regeneración celular acaba. Si uno quiere durar eternamente ha de desprenderse del cuerpo. Por 10.000 dólares (8.700 euros), un poquito más que los pacientes de Ambrosia, Sam Altman, otro megamillonario de Silicon Valley, se ha hecho con parte de Nectome, una empresa dirigida por dos licenciados del MIT, ese lugar donde han estudiado todos los genios-que-toman-por-locos-pero-en-realidad-son-unos-incomprendidos de las películas de Hollywood.
“Nuestra misión es preservar su cerebro lo bastante bien como para preservar sus recuerdos intactos”, dice su web. Básicamente es un suicidio asistido con la promesa de que un día todo el contenido del cerebro se cargará en un ordenador para que se conserve para siempre. Algo parecido a la idea de Ray Kurzweil, alias la máquina de pensar suprema, que pretende subir su mente a una supercomputadora. Asegura que llegará el día en que seamos capaces de hacer una copia de seguridad de nuestro cerebro y subirla a la nube, o crear un avatar idéntico a alguien ya fallecido. Como se escribió en EL PAÍS, “así de radical es Kurzweil en sus ideas: no solo quiere conseguir la inmortalidad, sino que se atreve a resucitar a los muertos”. Aunque quizás solo a cadáveres seleccionados.