miércoles, 31 de octubre de 2018

Cronobiología: por qué tu vida corre más peligro después del mediodía

Historias

ILUSTRACIONES: SEQUEIROS
No da igual a qué hora vamos al médico, si hacemos un examen o somos juzgados por la mañana o por la tarde. Ni siquiera es irrelevante cuando escribimos un tuit
Miles de estudios avalan la importancia de elegir el momento preciso para cada decisión. En su nuevo libro, el pensador Daniel H. Pink reivindica la relevancia del cuándo
Sólo si es absolutamente inevitable, si no queda otro remedio, si se trata de una auténtica emergencia, de un asunto prácticamente de vida o muerte ante el cual no hay alternativa posible, Daniel H. Pink pondrá el pie en un hospital o acudirá a una consulta médica por la tarde.
Pero si puede evitarlo, por nada del mundo este pensador estadounidense de 54 años de edad, autor de varios libros y, entre otras muchas cosas, redactor jefe de los discursos del ex vicepresidente estadounidense Al Gore, se someterá a una prueba médica, a un control sanitario y muchísimo menos a una operación quirúrgica a partir del mediodía.
«Ni hablar. Si uno puede elegir en qué momento acude a un hospital o la hora en la que va a ver a un doctor, debe absolutamente evitar las tardes. Yo desde luego las evito completamente. Yo y toda mi familia. La semana que viene, por ejemplo, tengo una cita con un doctor, y me he encargado de programarla para las nueve y cuarto de la mañana. Y hace un par de meses a mi hija pequeña le tuvieron que sacar las muelas del juicio en una intervención que requería anestesia. Le dieron cita para las 19.30 horas de la tarde pero absolutamente imposible. De ninguna de las maneras, iba yo a permitir que anestesiaran a mi hija por la tarde. No, jamás, imposible. Cambiamos la cita».
Pink tiene un poderosísimo motivo para eludir los centros sanitarios en cuanto la mañana toca a su fin: quiere seguir viviendo. Según él, a medida que el día avanza y las horas transcurren, entrar en un hospital se vuelve un acto peligroso que entraña graves riesgos para la salud.
Y pone ejemplos. Por las tardes hay tres veces más posibilidades de que un paciente reciba una dosis de anestesia potencialmente letal. Por las tardes las personas que son operadas tienen bastantes más posibilidades de morir en los 40 días siguientes a la intervención que quienes pasaron por el quirófano por la mañana. Por las tardes es 26 veces más probable que los médicos prescriban antibióticos innecesarios (facilitando así el crecimiento de virus resistentes a los fármacos). Por las tardes el personal sanitario es diez veces más propenso a no lavarse las manos que sus colegas de las mañanas. Por las tardes las colonoscopias que se realizan detectan directamente la mitad de pólipos (pequeños tumores en el colon) que las que se llevan a cabo por las mañanas.
Son algunos de los aterradores datos que Pink ofrece en ¿Cuándo? La ciencia de encontrar el momento preciso, un ensayo que ha sido un auténtico bestseller en Estados Unidos y que ahora aterriza en España de la mano de la editorial Alienta.
El libro, basado en alrededor de 700 estudios y análisis científicos relacionados con el tiempo, revela lo trascendental que puede resultar hacer las cosas en un determinado momento o en otro. Y no sólo hablamos de entrar en un hospital...
Comparecer ante un tribunal después del mediodía también es muy arriesgado. Un estudio que analizó en 2011 numerosas sentencias de dos tribunales en Israel que, juntos, procesan alrededor del 40% de las peticiones de libertad condicional de ese país, sacó a la luz que en las primeras horas de la jornada los jueces fallaban a favor de los presos un 65% de las veces, mientras que a última hora de la mañana esos veredictos caían prácticamente a cero...
Por no hablar de ese otro experimento, citado también en el libro de Pink, en el que unos investigadores pidieron a un grupo de personas que valoraran la culpabilidad de un acusado ficticio en un proceso penal, leyéndoles a todos exactamente los mismos hechos. Lo único que cambiaba fue que para la mitad de los jurados el acusado se llamaba Robert Garner y, para la otra mitad, Roberto García. Pues bien: mientras que por la mañana no había variaciones entre los veredictos de unos y otros, por la tarde los participantes eran mucho más propensos a declarar a García culpable y a Garner inocente.
«¿Aterrador, verdad?», concluye Pink.
La mayoría de la gente incluso es más ética por la mañana, tiende a decir menos mentiras en las primeras horas del día... Hasta tuiteando ofrecemos nuestra mejor cara por la mañana. Dos sociólogos de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, analizaron gracias a un potente programa informático más de 2,4 millones de tuits escritos durante dos años por usuarios de 84 países distintos, y observaron que la gente generalmente se mostraba más positiva por las mañanas, mientras que por las tardes el buen rollo se desplomaba.
Y qué decir de los exámenes. Un estudio en Dinamarca en el que se analizaron durante cuatro años los resultados de los exámenes anuales para medir el rendimiento de los estudiantes arrojó que los alumnos sacaban bastante mejores notas cuando eran evaluados por la mañana que por la tarde.
«No, no es casualidad que la mayoría de las grandes catástrofes provocadas por errores humanos (léase, por ejemplo, la tragedia de Chernobil, el accidente nuclear de Three Mile Island o el desastre de Bopal) se desataron entre la 1 y las 3 de la madrugada», asegura Juan Antonio Madrid Pérez, catedrático de Fisiología de la Universidad de Murcia y uno de los mayores expertos españoles en Cronobiología, la ciencia que estudia la organización temporal de los seres vivos y los mecanismos que los regulan. De hecho, es el director del laboratorio de Cronobiología de la Universidad de Murcia.
La pregunta es: ¿qué demonios ocurre conforme avanzan las horas?
«El poder del cerebro no es igual a lo largo del día. Nuestras capacidades mentales no son estables durante toda la jornada, cambian», aclara Pink . «Y lo que sabemos es que hay determinados momentos a lo largo del día en los que los seres humanos estamos más vigilantes, más en estado de alerta. Y esos son momentos en los que tenemos mayor capacidad de concentración, de focalizarnos en algo sin distraernos. Alrededor del 80% de nosotros somos diurnos, estamos más vigilantes durante las mañanas. Pero hay cerca de un 20% de personas que, sin embargo, son vespertinas, están más vigilantes mucho después, por la tarde. Lo que es extremadamente importante es saber qué tipo eres y qué trabajo en concreto debes hacer a una hora en concreto».
«Hay momentos en los que nuestra capacidad de razonamiento o nuestro tiempo de reacción ante asuntos que requieren una respuesta inmediata entran en declive», explica Juan Antonio Madrid, al tiempo que subraya que en España, por cuestiones de hora y por motivos culturales arraigados, el número de vespertinos es superior a la media habitual del 20% que se registra en otros países.
Todos los seres vivos tenemos un reloj interior que regula de manera natural nuestros ritmos biológicos. El profesor Madrid acaba de terminar ahora un documental para la BBC en el que eso queda palmariamente demostrado: durante diez días, monitorizaron a un voluntario que permaneció aislado, sin saber qué hora era y sin poder ver la luz natural. Su propio cuerpo le indicaba cuándo se hacía de noche y debía irse a dormir con gran precisión. «Lo único es que cada día retrasaba unos 40 minutos el momento de acostarse, porque su reloj biológico era de 24 horas y 40 minutos. Pero para eso sirve entre otras cosas la luz natural: para poner en hora tu reloj biológico».
El problema es que es tan consustancial a nosotros el saber que nos regimos por un reloj biológico, lo asumimos como algo tan natural, que no le damos la más mínima importancia. «Y necesitamos tomárnoslo en serio», sentencia Pink.
«La hora del día afecta a las calificaciones de los estudiantes en el colegio, a las decisiones que toman los jurados, al modo de actuar de los médicos. Son todas cuestiones fundamentales. Yo no sé por qué es ni a qué se debe, pero el caso es que nos tomamos los qué muy en serio, nos tomamos los quién muy en serio y nos tomamos los cómo muy en serio, pero no nos tomamos en serio los cuándo. Yo no creo que los cuándo sean más importantes que las otras cuestiones, pero creo que son tan importantes como ellas».
Nuestros órganos presentan valores distintos según las horas del día. Los linfocitos, por ejemplo, se duplican en la sangre a las 2:00 de la madrugada. Durante la noche nuestro cuerpo se repara, y para ello nuestro sistema inmunológico se activa. Es por eso por lo que la eficacia de los medicamentos depende del momento en que sean administrados. «Y es por eso por lo que, como prueban los estudios, los efectos secundarios adversos de los tratamientos de quimioterapia se pueden aminorar notablemente teniendo en cuenta la hora a la que se administren», destaca el profesor Juan Antonio Madrid.
Tomar pausas reconstituyentes, sobre todo por la tarde, ayuda a cargar las pilas del reloj biológico y a amortiguar esa caída del estado vigilante que la mayoría de la gente experimenta con el pasar de las horas. Y, por supuesto, dormir bien también es fundamental para el cerebro y el cuerpo.
En ese sentido, Juan Antonio Madrid advierte con preocupación de los efectos sobre el sueño que están provocando los dispositivos electrónicos. «Esos aparatos tiene luces blancas brillantes o enriquecidas en azul que engañan al reloj biológico, le hacen creer que todavía es de día. El resultado es que cada vez estamos viendo más escolares y universitarios que no duermen lo suficiente. Y aunque los fines de semana tratan de recuperar el sueño, eso no es posible, el sueño perdido no se puede recuperar».
Y, por cierto, no traten de paliar la falta de sueño atiborrándose a café nada más levantarse. Es un error, no sirve para nada. Nada más despertar nuestro cuerpo empieza a producir cortisol, una hormona del estrés que nos activa. Y resulta que la cafeína interfiere con la producción de esa hormona, así que empezar el día con una taza de café apenas sirve para estimularnos. «Lo mejor es beber esa primera taza de café una hora o 90 minutos después de haber despertado, una vez que la producción de cortisol ha alcanzado su pico y la cafeína puede obrar sus milagros», concluye Pink.
Hasta en eso interviene el factor tiempo.

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