Mediante cambios en el ADN, fomentan la preferencia por la pareja, según una investigación en Nature Neuroscience
La intimidad deja huella en el material genético y cambia el comportamiento
Después de aparearse, los campañoles son muy fieles y comparten el cuidado de la prole
El roce hace el cariño asegura el refranero y ahora la neurociencia la demuestra.
La estrecha convivencia y el contacto sexual aumentan el número de
receptores en el cerebro para dos neurotransmisores implicados en el
establecimiento de lazos afectivos en la pareja, la oxitocina y la
vasopresina, como muestra por primera vez una investigación publicada en
el último número de
Nature Neuroscience.
Al menos es lo que ocurre en los ratones de las praderas, o campañoles,
los animales escogidos por los científicos, por su fuente tendencia a
la monogamia, como modelo para estudiar el “espinoso” tema del amor y
las relaciones de pareja. Al parecer después de aparearse desarrollan
una fuerte preferencia por su pareja, con la que forman lazos duraderos
el resto de su vida. El macho, además se involucra en la misma media que
la hembra en el cuidado de la prole. Todo un ejemplo para nuestra
especie.
Hasta ahora se desconocía el mecanismo biológico
responsable de este comportamiento. Se atribuía a los genes, ya que unos
parientes próximos, los campañoles de montaña (M. montanus), son pocos
sociables y muy promiscuos. Y ambos progenitores se desentiende pronto
de sus crías.
Ahora un grupo de investigadores del departamento de
Ciencias biomédicas de la Universidad estatal de Florida asegura que la
monogamia del campañol de la pradera tiene un origen epigenético. Es
decir, se debe a modificaciones inducidas en el material genético por la
convivencia y el apareamiento. Estas modificaciones epigenéticas no
alteran el ADN, sino que hacen que se exprese de forma diferente, en
este caso concreto para fotalecer la unión de pareja y convertirla en
duradera. Y todos estos cambios tienen lugar después del apareamiento.
Las moléculas del apego y el amor
Al parecer la
convivencia y contacto sexual aumentan el número de receptores en el
cerebro para la oxitocina en las hembras y la vasopresina en los machos,
dos neuropéptidos evolutivamente muy antiguos implicados en la
formación de lazos afectivos y en los vínculos de pareja, junto la
dopamina, otro neurotransmisor que se dispara cuando nos enamoramos.
En concreto la oxitocina, también conocida como hormona del apego,
promueve en las hembras el contacto social, las preferencias de pareja y
el apego posterior. Produce sensación de seguridad y bienestar y reduce
el estrés. Aunque es más conocida por aumentar la contracción muscular
durante el parto, también tiene un papel muy importante en las conductas
sexuales y reproductivas y se libera produce durante el orgasmo.
La vasopresina es la versión masculina de la hormona del apego.
Además de promover el contacto social, preferencia de pareja y apego,
favorece en los machos las conductas territoriales frente a otros
posibles rivales del mismo sexo, lo que en la especie humana llamamos
celos. También incrementa la atracción y las conductas sexuales y
reproductivas.
Ambos neuropéptidos incrementa la memoria, la atención y el
aprendizaje. Algo que parece lógico porque, tras la “luna de miel”,
llegan las crías, de las hay ocuparse y requieren que la pareja se
emplee a fondo. Aunque eso sí, en esta especie al menos reparten
equitativamente el trabajo
Fidelidad inducida por fármacos
Lo curioso es que l
os
investigadores han logrado obtener el mismo efecto de preferencia por
la pareja en las hembras, inyectándole sustancias químicas, sin necesidad de que se hayan apareado previamente. Lo han logrado administrándolas
tricostatina (TSA),
un fármaco que provoca cambios en las histonas, las moléculas que
actúan como el carrete de una bobina, para compactar el ADN en las
células.
La tricostatina, pertenece a una familia de fármacos
utilizados en psiquiatría y neurología, los inhibidores de las histonas
dacetilasas (HDAC). Estos fármacos, y en concreto la tricostatina A,
impiden que el ADN se condense y facilita que algunos genes se activen
mediante adición de grupos químicos acetilo al ADN .
Los cambios epigenéticos observados que favorecen la
fidelidad y que implican a las histonas ocurrieron precisamente en genes
que codifican receptores para las hormonas oxitocina y vasopresina,
involucradas en la preferencia de la pareja y el comportamiento social
en general.
Además, los campañoles hembra a los que se suministró TSA
aumentaron el número receptores de oxitocina y vasopresina en sus
cerebros en una región muy concreta, el núcleo accumbes, una estructura
fundamental en el sistema de recompensa del cerebro, responsable de las
sensaciones de placer. Mohamed Kabbaj, autor principal del estudio, y
sus colaboradores descubrieron además que los fármacos que bloquean
estos receptores impiden que se formen vínculos de pareja.
Dado que los campañoles son modelos importantes para
entender los mecanismos neurobiológicos del establecimiento de lazos de
pareja en nuestra especie, los autores aseguran que su hallazgo abre el
camino a nuevas opciones terapéuticas en las alteraciones del
comportamiento social, sobre todo porque ya hay fármacos HDAC en ensayos
clínicos con resultados prometedores.
Tal vez en un futuro no muy lejano, “desenamorarse” tras una ruptura sea tan fácil como tomarse una simple pastilla…