viernes, 6 de octubre de 2017

EL ENFERMERO CORRUPTO QUE NUNCA PINCHO UN CULO

Dimite el presidente de la enfermería española tras 30 años en el cargo

González Jurado da solo una semana para presentar candidaturas alternativas a la de su delfín


Máximo González Jurado, presidente del colegio de Enfermería
Máximo González Jurado, presidente del colegio de Enfermería
Máximo González Jurado, presidente del Consejo General de Enfermería (CGE), que agrupa a los 300.000 profesionales del sector en España (la colegiación es obligatoria), ha presentado su dimisión tras 30 años de controvertido mandato. La decisión está recogida en una Resolución que el CGE ha remitido este viernes a todos los colegios provinciales de la profesión y a la que ha tenido acceso EL PAÍS.
La dimisión de González Jurado, que justifica por "circunstancias personales", ha sido recibida con sorpresa entre la profesión y abre un proceso de sucesión que parece diseñado para dificultar la presentación de candidaturas alternativas a la de su equipo de confianza. La Resolución, fechada hoy, convoca las elecciones para el próximo 30 de octubre e impone las 14.00 horas del sábado día 14 como "fecha tope" para la presentación de los aspirantes.
Quienes quieran presentarse al proceso solo tendrán cuatro días laborables (uno de ellos entre un puente) para organizarse. Florentino Pérez Raya, uno de los hombres de máxima confianza de González Jurado, ya se ha postulado para presentarse a las elecciones como delfín.
Un portavoz del CGE admite que el plazo "es corto", pero destaca que "es un proceso en el que solo se elige a un cargo, no a toda una dirección, por lo que parece que es un tiempo razonable para que una persona pueda decidirse a dar el paso".

González Jurado, podólogo de formación, deja el cargo tras tres décadas al frente de un CGE que ha controlado con mano de hierro. En este tiempo ha convertido una institución poco articulada y con escaso poder frente a los colegios provinciales en un potente ente que ha logrado, no sin grandes resistencias, centralizar los designios de la profesión. Un punto clave en esta pugna ha sido el reparto de las cuotas obligatorias de los profesionales, concepto por el que el CGE ingresó 18,9 millones de euros en 2015.
El CGE, una entidad de derecho público, es hoy la cabeza de un conglomerado de fundaciones y empresas privadas con grandes intereses económicos y patrimoniales. Aunque los estatutos de la entidad no lo permiten, bajo el mandato de González Jurado el grupo ha diversificado sus actividades (no siempre con éxito) en sectores como el inmobiliario.
González Jurado, que permanecerá en el cargo hasta que sea elegido su sucesor, se ha apoyado en estas tres décadas en un grupo muy reducido de personas, que le acompañan en todos los órganos de dirección (comisiones, patronatos, consejos de administración...). Las dos más destacadas son la vicepresidenta Pilar Fernández Fernández y el ahora aspirante a sucederle. Florentino Pérez Raya ya fue la persona que relevó en 1989 a González Jurado en la presidencia del Colegio de Córdoba, cuando el primero se trasladó a Madrid para dedicarse en exclusiva a la gestión del CGE.
La trayectoria del presidente del CGE ha contado con un gran reconocimiento político, social e institucional. Según recoge la página web de la institución en estos 30 años González Jurado ha recibido múltiples galardones de la Casa Real, gobiernos e instituciones sanitarias.
La Resolución que anuncia su dimisión también hace un balance muy positivo de su mandato. "La imagen de la enfermería española y de esta Organización Colegial es extraordinaria a nivel internacional", recoge el escrito, que añade que todo ello ha sido posible gracias "al trabajo serio, riguroso y constante" de la actual dirección.
La posición de González Jurado, sin embargo, se ha visto debilitada en los últimos tiempos por la oposición que su gestión ha ido encontrando en algunos colegios provinciales. Dos sentencias firmes del Tribunal Supremo dictaron en noviembre de 2010 y mayo de 2015 que no reunía los requisitos legales y estatutarios para ocupar el cargo, como haber ejercido la profesión durante 15 años. Ambas sentencias, sin embargo, no han sido aplicadas por incidentes en su ejecución decretados por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, que en breve debe decidir sobre un recurso presentado por el Colegio de Murcia que podía apartar definitivamente a González Jurado del cargo.
La gestión de del CGE también ha sido fuente de denuncias por parte de varios profesionales, que el pasado mes de marzo pusieron en conocimiento de la Fiscalía Anticorrupción un cúmulo de presuntas irregularidades. Anticorrupción, sin embargo, consideró que no era competente para admitir el caso y lo derivó a la Fiscalía de Madrid.
Casos judiciales aparte, la gestión de González Jurado también ha sido fuente de varias polémicas. Una de las más relevantes fue su estrecha relación con negocios relacionados con la trama Gürtel, aunque nunca resultó imputado por el caso. Otra, la presentación de grandes proyectos que han resultado fallidos, como sendos campus universitarios sociosanitarios en Majadahonda (Madrid) y Salobreña (Granada).

EVITABAN LA ENDOGAMIA


Los primeros humanos ya evitaban tener hijos entre hermanos

Sapiens de hace 34.000 años intercambiaban parejas con otros grupos en una especie de primitivo «matrimonio». Este comportamiento pudo ayudar a nuestro éxito como especie
Detalle de uno de los espectaculares enterramientos de Sunghir, en Rusia
Detalle de uno de los espectaculares enterramientos de Sunghir, en Rusia -
El incesto es un comportamiento humano universalmente reprobado, posiblemente para evitar la endogamia y los peligros que conlleva para la salud de la descendencia y, a la larga, para la supevivencia de la especie. Los primeros seres humanos podrían haberlo tenido en cuenta muy pronto, hace al menos 34.000 años. Un estudio publicado en la revista Science señala que nuestros antepasados desarrollaron redes sociales y de apareamiento sorprendentemente sofisticadas para evitar mantener relaciones sexuales entre parientes cercanos. Intercambiaban parejas con otros grupos e incluso podrían haber celebrado una especie de primitivo «matrimonio».
Un equipo internacional, dirigido por investigadores de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y la de Copenhague (Dinamarca) ha secuanciado el genoma completo de cuatro Homo sapiens de Sunghir, en Rusia, un famoso yacimiento del Paleolítico Superior, período en el que se produjo la colonización del oeste de Eurasia. Estos fósiles humanos pertenecen a dos adultos -uno de ellos un varón completo mientras que del otro solo hay algunos restos- y dos niños enterrados cabeza con cabeza en la misma tumba. Vivieron allí al mismo tiempo y lo esperable es que estuvieran estrechamente relacionados en términos genéticos, pero, para sorpresa de los científicos, no eran parientes próximos. A lo sumo, primos segundos. Un fémur adulto lleno de ocre rojo encontrado junto a los chicos perteneció a alguien no más cercano que un tatarabuelo.
La tumba de los dos jóvenes de Sunghir
La tumba de los dos jóvenes de Sunghir- Libor Balák
Según los científicos, los resultados sugieren que estos individuos buscaban deliberadamente parejas más allá de su familia inmediata en una red social más amplia. «Esto significa que incluso los humanos del Paleolítico Superior, que vivían en pequeños grupos, entendían la importancia de evitar la endogamia y desarrollaron un sistema para este propósito. Si se hubieran mezclado al azar, veríamos mucha más evidencia de endogamia que la que tenemos aquí», explica Eske Willerslev, autor principal del estudio.
Al parecer, la gente de Sunghir podía haber formado parte de una red similar a la que mantienen en la actualidad algunas comunidades de cazadores-recolectores, como los aborígenes australianos o algunos nativos americanos. Al igual que sus antepasados prehistóricos, viven en grupos bastante pequeños de alrededor de 25 personas, pero también mantienen lazos con comunidades más grandes de unas 200, dentro de la cuales hay reglas que gobiernan cómo se forman la parejas.

«Bodas» prehistóricas

Recreación de un varón adulto enterrado en Sunghir
Recreación de un varón adulto enterrado en Sunghir- Libor Balák
De la misma manera, el extraordinario simbolismo, la complejidad y el tiempo invertido en los objetos y joyas encontrados junto a los restos de Sunghir también sugieren la posibilidad de que los sapiens del Paleolítico desarrollaran reglas, ceremonias y rituales para acompañar el intercambio de parejas entre grupos, lo que tal vez prefiguró las ceremonias matrimoniales modernas.
Cuándo el hombre moderno comenzó a evitar la endogamia es algo que todavía no se sabe, pero los autores creen que este comportamiento puede explicar, al menos en parte, su éxito frente a otras especies estrechamente relacionadas, como los neandertales, que desaparecieron de Europa hace unos 40.000 años. «Aunque no podemos hacer esta afirmación con certeza, es intrigante especular que nuestra capacidad para formar estas redes más amplias pudo haber contribuido al mayor éxito de nuestros antepasados y a la eventual extinción de los neandertales», explica a ABC Martin Sikora, del Centro de GeoGenética de la Universidad de Copenhague.
La secuenciación genómica de un neandertal de las montañas de Altái que vivió hace unos 50.000 años indica que no evitaban la endogamia. Sin embargo, Sikora advierte de que este dato debe ser tomado con precaución: «No sabemos por qué los neandertales de Altái eran endogámicos. Tal vez estaban aislados y era su única opción, o no lograron establecer una red disponible de conexiones».
Los investigadores reconocen que hace falta información genómica más antigua para poner a prueba esta idea. Precisamente, otro estudio publicado también este jueves en «Science», que presenta la secuenciación del genoma de una hembra neandertal de la cueva de Vindija, en Croacia, no revela señales de incesto, lo que parece indicar que la endogamia extrema no tenía por qué ser algo extendido en la especie.
Willerslev también destaca que los ornamentos y objetos culturales encontrados en Sunghir, de una sofisticación inusual, podrían haber sido utilizados para establecer distinciones entre los grupos humanos, proporcionando un medio para identificar a quién acudir y a quién evitar como pareja. Entre ellos había caninos de zorro ártico perforados, brazaletes y miles de cuentas de colmillo de mamut, y 16 lanzas, también de marfil, cubrían una de las tumbas. «La ornamentación es increíble y no hay evidencia de algo así entre los neandertales y otros seres humanos arcaicos», añade. A su juicio, estos restos nos hacen preguntarnos «qué hizo a esas personas quienes eran como especie y quiénes somos nosotros como resultado».

SOMOS MAS NEANDER DE LO QUE CREIAMOS

Los humanos modernos no africanos tienen hasta un 2,6% de ADN neandertal


El análisis del genoma de una mujer neandertal –el segundo más completo hasta la fecha–, hallada en la cueva croata de Vindija, revela que los humanos modernos no africanos comparten entre el 1,8 y el 2,6% de ADN neandertal, un porcentaje mayor del estimado anteriormente. Los datos también demuestran que de los neandertales heredamos enfermedades como la esquizofrenia, la artritis reumatoide o los trastornos alimenticios, pero también los bajos niveles de colesterol que nos protegen de problemas cardíacos.

<p>El flujo genético entre los primeros humanos modernos y los neandertales se produjo hace entre 145.000 y 130.000 años. En la imagen una pareja de mujer neandertal y hombre <em>Homo sapiens</em>. / José Antonio Peñas</p>
El flujo genético entre los primeros humanos modernos y los neandertales se produjo hace entre 145.000 y 130.000 años. En la imagen una pareja de mujer neandertal y hombre Homo sapiens. / José Antonio Peñas
Hasta ahora los científicos solo habían podido secuenciar el genoma de cinco neandertales, y únicamente uno de ellos –conocido como el neandertal de Altai en Siberia– aportó en enero de 2014 datos de alta calidad. El resto procedía de tres individuos encontrados en la cueva de Vindija en Croacia y uno en la de Mezmaiskaya en Rusia.
El nuevo genoma revela que la endogamia extrema no tuvo por qué ser algo recurrente entre neandertales
Ahora, un equipo internacional de científicos, capitaneado por el Max Planck Institute for Evolutionary Anthropology en Alemania, ha analizado el genoma de una mujer neandertal, denomina Vindija 33.19, que pudo vivir en la cueva croata hace 52.000 años. Según los investigadores, es la segunda secuenciación del genoma neandertal más completa hasta la fecha y arroja nuevos datos sobre esta especie humana con la que convivimos.
“El neandertal de Vindija y el de Altai, publicado previamente, están muy estrechamente relacionados: en promedio hay tres diferencias por cada 10.000 pares de bases. Esto confirma que en el pasado no vivieron muchos neandertales, es decir, que provienen de una población pequeña”, explica a Sinc Kay Prüfer, investigador en la institución alemana y primer autor del estudio publicado en Science.
Los hallazgos anteriores ya habían demostrado que los Homo neanderthalensis vivían en poblaciones aisladas de unos 3.000 individuos. Además, el genoma de neandertal de Altai sugirió que sus propios padres eran medio hermanos, lo que hizo suponer a los científicos que en este grupo humano se entrecruzaban los miembros de una misma familia.
Sin embargo, el nuevo genoma de Vindija 33.19 no presenta los mismos patrones de incesto, por lo que la endogamia extrema que se produjo entre los padres del neandertal de Altai no tuvo por qué ser algo recurrente entre neandertales. Pero los análisis sí demuestran que la mujer neandertal compartió un antepasado materno con dos de los otros tres individuos hallados en la cueva croata.
Lo que esconde el genoma de Vindija
El genoma de Vindija 33.19 ha permitido a los científicos analizar las divergencias y el flujo genético entre los neandertales, los homínidos de Denisova y los humanos modernos. Así, los científicos revelan que el flujo genético entre los primeros humanos modernos y los neandertales se produjo hace entre 145.000 y 130.000 años, antes de que los neandertales de Croacia y los de Siberia se diferenciaran.
El flujo genético entre los primeros humanos modernos y los neandertales se produjo hace entre 145.000 y 130.000 años
Gracias al análisis de los genomas de los neandertales de Altai y Vindija, los investigadores estiman que las poblaciones modernas no africanas tienen entre un 1,8% y un 2,6% de ADN neandertal, cifras que superan los cálculos anteriores que se situaban entre 1,5% y 2,1%.
“El neandertal de Vindija es más cercano a la población de neandertales que se mezcló fuera de África con los humanos actuales. Esto es útil para identificar variantes genéticas en nosotros, que son consecuencia de nuestra mezcla con los neandertales”, detalla Prüfer.
Los autores han detectado una gran cantidad de nuevas variaciones en la secuencia del ADN neandertal que influyen en el humano moderno. “Algunas de estas variantes de neandertales también se encontraron en otros estudios completos del genoma que analizan si estas contribuyen al desarrollo de una enfermedad o de lo contrario la protegen de ella”, subraya el investigador alemán.
El trabajo muestra que entre las enfermedades que “heredamos” de los neandertales se encuentran los trastornos alimenticios, la acumulación de grasa visceral, la artritis reumatoide, la esquizofrenia y las respuestas a fármacos antipsicóticos.
Sin embargo, “no todas las variantes que vienen de los neandertales son "malas" y causan enfermedades”, recalca Prüfer. “Una variante que encontramos con la ayuda de Vindija, por ejemplo, tenía una asociación con niveles más bajos de colesterol LDL, es decir, que eran protectores contra las enfermedades del corazón”, concluye.
Referencia bibliográfica:
Kay Prüfer et al. “"A high-coverage Neandertal genome from Vindija Cave in Croatia” Science 05 de octubre de 2017