lunes, 15 de noviembre de 2010

ESTUDIANDO LA CROQUETA

ANTONIO DAMASIO, NEURÓLOGO

«La violencia responde a un mal funcionamiento del cerebro»

El Director del Brain And Creativity Institute de la Universidad del Sur de California acaba de publicar «Y el cerebro creó al hombre»


El título la edición española, «Y el cerebro creó al hombre» (Destino), difiere ligeramente del original americano —«Self Comes To Mind»—, pero la idea es la misma: ¿cómo puede el cerebro generar emociones, sentimientos, ideas y el yo? Eso es lo que se pregunta y responde el profesor Antonio Damasio en su último libro, obra que presentó en Barcelona coincidiendo con su viaje para ser investido doctor honoris causa por la Universitat Ramon Lull.
Galardonado con el premio príncipe de Asturias de Investigación Científica de 2005, el director del Brain and Creativity Institute de la Universidad del Sur de California vuelve a demostrar una vez más porqué es una de las máximas autoridades en neurociencia. O, lo que es lo mismo, en el funcionamiento del cerebro y todos sus entresijos. Y lo hace, una vez más, renunciando a convertir sus escritos en un coto privado para los muy iniciados y tratando de acercarse a cuanta más gente mejor. «No me gusta divulgar, sino expresar y compartir mi opinión», explica el también autor de «El error de Descartes» y «En busca de Spinoza» sobre un libro que explora los mecanismos de la conciencia.
—Asegura que no hay conciencia sin mente, pero que hay mentes sin conciencia. ¿También entre los seres humanos?
<—Sí, eso es algo que sale de observación en seres humanos, porque hay pacientes que pierden la capacidad de crear al sí mismo, al yo, y aún así tienen mente. Cuando lo contemplamos desde la perspectiva de la evolución, vemos que los organismos evolucionaron sin tener siquiera un cerebro. Luego se desarrollaron las mentes y más tarde la conciencia.
—¿Y cuándo se puede decir que tenemos conciencia de nuestra propia conciencia?
—¿Nosotros mismos? Sabemos que los niños al nacer probablemente no tengan conciencia, pero poco a poco empiezan a desarrollarla y obviamente a los dos años de edad ya tienen las estructuras de conciencia que luego encontraremos más adelante en la vida.
—Se utiliza el símil de la orquesta que acaba creando a su propio director. ¿Es así como funciona el cerebro el relación a la conciencia?
—Obviamente es una metáfora, pero es importante, ya que te permite tener la idea de que uno solo puede crear la conciencia con la contribución de muchos y distintos participantes. En la metáfora, son los distintos músicos los que contribuyen a construir la conciencia.
—El cerebro es, pues, el origen de todo.
—Es uno de los orígenes, sí, pero no olvidemos que el cerebro está dentro del cuerpo, por lo que tenemos que decir que la vida es el origen de todo, y un organismo vivo, si tiene cerebro, tiene la posibilidad de tener una mente y una conciencia.
—En el libro apunta que existe el temor de que las pruebas que se han aportado sobre la función cerebral puedan acabar socavando la aplicación de las leyes.
—Lo que yo digo es que, si piensas en una persona que comete un delito y mata a otra persona, existen dos posibilidades. La primera sería que la mató porque quería robarle y eso implicaría que esa persona realmente es un delincuente que, por lo demás, es una persona normal. Luego tenemos otro caso y es la persona que mata de un modo impulsivo y al final resulta que tiene un tumor cerebral en el lóbulo frontal que aumenta el nivel de impulsividad. Ambas personas son culpables y eso no cambia de cara a la aplicación a la ley, pero lo que es importante es que si eres el juez tienes que tratar a esas dos personas de un modo diferente, ya que en un caso existe una intención malévola y en el otro caso es un paciente con un problema cerebral.
—Aún así, en ambos casos, tanto en el de la intención malévola como en la enfermedad, tendrían que ver con el cerebro y con la maldad que pueda anidar en él.
—Eso es interesante, ya que podría ser que a la larga se acabe demostrando que la gente con intenciones malévolas son en realidad personas cuya función cerebral no es normal, pero no lo sabemos todavía. Es una hipótesis tan solo. Sócrates ya dijo hace unos cuantos siglos que nadie es malo de un modo intencionado, lo que ya sugiere que incluso entonces si eras malévolo era porque te pasaba algo.
—¿Se podría entonces decir que la maldad y la violencia son defectos del cerebro?
—Más que defectos, son cosas que responden a un mal funcionamiento del cerebro.
—El libro arranca con una cita de Pessoa relativa al alma —«Mi alma es como una orquesta oculta; no sé qué instrumentos tañe o rechinan en mi interior, cuerdas y arpas, timbales y tambores. Sólo me reconozco como sinfonía»—, pero el texto de «Y el cerebro creó al hombre» apenas deja espacio para este alma. ¿Es incompatible con la neurociencia?
—No, simplemente son dos enfoques distintos de la realidad. Se puede construir una visión del mundo en la que cabe la fe y todo lo divino, pero el papel de los científicos no es investigar la fe ni la divinidad, porque son elementos sobrenaturales. Lo que yo intento es trabajar con aquello que se puede estudiar científicamente, pero a la vez tengo el máximo respeto por aquellas personas que tiene fe. De hecho, podría ser que las personas que tienen fe sean más felices que aquellas que no creen. No tenemos ninguna evidencia, como tampoco la tenemos de que quienes no creen sean más felices que quienes sí que lo hacen. Además, la conciencia nos ha llevado a crear la cultura y uno de los aspectos que hemos creado es el de las creencias religiosas.
—¿Qué nos queda por saber de la mente humana?
Muchísimas cosas. Creo que es muy importante que seamos muy humildes en cuanto a lo que sabemos. Por ejemplo, todavía no sé a ciencia cierta cuáles son los ingredientes exactos de los sentimientos.
— ¿Siguen siendo el Parkison y el Alzheimer los grandes retos de la neurología?
— En mi opinión, hemos desarrollado un cerebro que tiene un protagonista, que es la conciencia, pero cuando estudiamos el cerebro nunca tenemos acceso a ese protagonista, ese director de orquesta no está ahí en los orígenes. Ése es el principal reto a la hora de estudiar la mente. El problema es que nosotros no podemos ver a ese protagonista, solo podemos imaginarlo, porque lo sentimos.
—¿ Y será posible verlo algún día?
—Creo que sí que será posible a medida que consigamos conectar diferentes partes y disciplinas de la ciencia.