sábado, 12 de septiembre de 2015




José Antonio Bastos. Presidente de Médicos sin Fronteras

"El gran éxito de Médicos sin Fronteras sería que desapareciera"

José Antonio Bastos es médico especialista en Medicina Familiar y preside MSF desde 2010. Recuerda como su momento más duro en la organización el genocidio de Ruanda.
Manuel Barea | 

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José Antonio Bastos, presidente de Médicos sin Fronteras./Juan Carlos Vázquez
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Nacido en Jaca (Huesca) en 1961, José Antonio Bastos es médico especialista en Medicina Familiar. Preside MSF desde diciembre de 2010. Su momento más duro como miembro de la organización fue el genocidio de Ruanda. Una experiencia "brutal" y "descorazonadora" que equilibra con la más gratificante, la de una niña kurda que trató en Iraq, con cólera y que, traumatizada por los bombardeos, se sumió en el silencio. Bastos la curó e hizo que volviera a hablar. Y ella le enseñó a hablar en kurdo.

-Hace dos años avisó en un artículo de la gravedad de la situación en Siria. A día de hoy, y vista la atención que le han prestado. ¿Están en Médicos sin Fronteras (MSF) vacunados contra la frustración?

-Para lo que estamos preparados es para la pelea. Nunca hemos dejado de tener que luchar. Y mucho. Si las instituciones, gobiernos, Unión Europea, industria farmacéutica, hicieran lo que deberían haber hecho para ahorrar sufrimiento humano, nuestra historia entera sería diferente. Sí, constantemente vivimos con la frustración. Conocemos de primera mano las consecuencias de errores políticos, de decisiones que no se han tomado, de incumplimientos de tratados internacionales, la industria farmacéutica buscando sólo el beneficio económico…

-O sea, que la tarea de MSF va mucho más allá de curar a la gente.

-Tenemos la aspiración de desarrollar dos formas de acción: la asistencia a las víctimas y el testimonio de lo que pasa para provocar cambios. Esta pelea por decir lo que ocurre es intrínseca a MSF. Por eso, desgraciadamente, con una frecuencia que es casi constante, vivimos con la frustración de no ser escuchados en nuestras quejas, que no son nuestras, sino de grupos de seres humanos muy numerosos.

-Así ocurrió con el ébola.

-Fue el caso más brutal. Avisamos de que aquello era muy raro y que iba a ir muy mal y se nos tachó de alarmistas. Luego, una vez que estaba todo desbordado, tuvimos que recurrir a medidas bastante radicales, presentarnos en Naciones Unidas y hacer una queja muy dura.

-Un mundo sin MSF, hoy por hoy, no se sostiene, ¿no?

-Que exista MSF y que tengamos tanto trabajo es un éxito muy triste, pero es el reflejo de los fallos estructurales graves que existen en el mundo. Y eso incluye a líderes de la UE que no escuchan peticiones desesperadas a tiempo, a la industria farmacéutica... El triste éxito de MSF es el fracaso de las instituciones con el sufrimiento en el mundo. Alguna que otra vez hemos tratado problemas que no tienen su origen en un fallo político, como en las catástrofes naturales o alguna epidemia, pero casi siempre ejercemos como los bomberos del mundo para apagar los incendios provocados por negligencias políticas. El gran éxito de MSF sería su desaparición. O por lo menos, como parecía hace una década, empezar a reducir su presencia y su actividad, porque eso significaría que empiezan a funcionar bien las instituciones y los organismos de salud liderados por la OMS, que los ministerios de Salud funcionan y que el sistema de apoyos a los recursos en todo el mundo funcionan, que el sistema diplomático para resolver los conflictos internacionales funciona, que la regulación sobre exportaciones e importaciones y de patentes de medicamentos funciona… pero desgraciadamente desde los últimos cinco años todo va en dirección contraria…

-¿Es pesimista?

-No del todo. Lo repito: hemos nacido para pelear, y la pelea es una constante en la historia de MSF, primero para salvar vidas pero también peleando en las instituciones políticas y a través de la prensa para denunciar lo que pasa y obligar a las instituciones a afrontar sus responsabilidades. Quién sabe si pronto se producirán cambios en el liderazgo político y se hacen las cosas de otra manera. En eso no soy pesimista.

-¿Quiénes son los culpables?

-Evidentemente hay culpables en casos con agresiones claras, como en el genocidio de Ruanda o en las brutalidades de en la guerra de los Balcanes. Luego lo que hay son responsables, ahí entrarían las instituciones políticas principalmente por inacción o por manipulación y en las más extremas por incitación.

-¿Y los ciudadanos?

-Los ciudadanos del llamado primer mundo, de Sevilla, de Málaga o de Madrid, por ejemplo, no tienen la culpa de lo que pasa en esos países. Pero sí hay personas con altos puestos de responsabilidad que tienen mucha más influencia y que deberían plantearse cómo quieren pasar a la historia, si como las personas que ganaron más millones para sus accionistas o como las personas que provocaron un cambio positivo para la humanidad.

-Hace algunas semanas un barco de MSF rescató en un solo día a muchos más refugiados de los que el Gobierno estaba dispuesto a acoger.

-Afortunadamente, las cosas han cambiado. Pero sí, entonces era todo tan absurdo, tan ridículo. Era cuando a España le correspondían 4.000 y respondió que ni hablar, que 1.200. Hay que pensar que mil y pico de personas en el Bernabéu o en el Camp Nou ocupan un trocito muy pequeño de esos estadios. Y estamos hablando de cuatro millones de sirios. A Europa llegan 250.000 y Europa piensa qué hacer sólo con 40.000. ¿Y el resto?

-La foto del niño ahogado en la playa de Turquía lo cambia todo, ¿no? ¿Hay que llegar a ese extremo?

-Provoca el shock, pero antes de la foto del niño ya había habido una oleada de solidaridad. En Grecia, con la crisis que tienen allí, hay grandes muestras de generosidad; en Sicilia; y en Túnez, es tanta la gente que están rescatando los pescadores que MSF les ha hecho un entrenamiento especial.

-¿Son solidarios los españoles?

-El español es muy solidario pase lo que pase. Eso al menos es lo que percibimos en MSF. No sé en otras, pero en los últimos cinco años, a pesar de la crisis, nuestra organización no ha dejado de aumentar el número de socios.