martes, 22 de mayo de 2018

EL PP DE MADRID SE ROBO HASTA LOS TAMPONES PARA EL CHOCHITO DE LA CIFU,Y EL QUE SE LA FOLLABA NO SABIA...

Ángel Garrido destituye a la cúpula de la Sanidad madrileña

Los cambios afectan a tres altos cargos de la Consejería, imputados por prevaricación administrativa, coacciones y amenaza

Angel Garrido

ANTES DE EXISTIR LOS ESPAÑOLES HABÍA GENOCIDAS


Una masacre hace 10.000 años habla sobre el origen de la guerra

Los restos de la primera matanza documentada entre cazadores y recolectores cuestionan que las sociedades primitivas fueron menos sanguinariaOtr



En verano de 2012, un equipo de paleoantropólogos se encontró en Kenia un escenario que dejaría helado a cualquier forense. Estaban cerca del lago Turkana, una zona clave para entender el origen del género humano, pues allí se hallaron los restos del Homo ergaster, nuestro ancestro. Lo que destapó el equipo científico era mucho más reciente, de hace unos 10.000 años. En esa época los Homo sapiens de la zona vivían en sociedades nómadas dedicadas a la caza y la recolección, un pasado anterior a la aparición de las primeras sociedades sedentarias. Algunos expertos han idealizado aquella época y a sus protagonistas, que serían buenos salvajes entre los que no existían jefes, jerarquías, violencia. Pero el hallazgo, cuyos detalles se publican hoy en Nature, hacen que el mito se tambalee.
El árido yacimiento de Nataruk estaba entonces a la orilla del lago Turkana, llena de vegetación y grupos humanos. Allí, parcialmente enterrados por la grava, los investigadores se toparon con cráneos y otros huesos saliendo de la tierra. Tras varios años de trabajo han identificado restos de al menos 27 personas. Doce de los cadáveres están muy completos y solo dos no muestran signos de violencia, que fue tan intensa que los investigadores creen estar ante un acto de guerra, el más antiguo que se conoce.
Los cadáveres de Nataruk hablan de una “masacre” entre cazadores y recolectores. Varios murieron casi en el acto por heridas letales en el cráneo con flechas y otras armas. A algunos les partieron las rodillas o las manos. Hay cadáveres que conservan aún las puntas de piedra incrustadas en la cabeza, el tórax, las caderas. No se hicieron distinciones, entre los muertos hay hombres, mujeres y niños. De hecho, los investigadores han descubierto que una de las mujeres estaba embarazada de unos siete meses. Según sus descubridores, ninguno recibió sepultura. Las razones de esta carnicería son un completo misterio.


El cráneo de un hombre hallado en Naturuk con múltiples fracturasampliar foto
El cráneo de un hombre hallado en Naturuk con múltiples fracturas M. M.


La violencia es habitual en muchas sociedades de cazadores y recolectores actuales, desde los bosquimanos de África a los nativos de Papúa Nueva Guinea. En ellos la guerra suele ser a muerte y, en contra del mito del buen salvaje, estos grupos sufren muchas más bajas por violencia que las sociedades industrializadas. Lo que no está claro es si los grupos humanos de hace 10.000 años eran comparables y apenas hay restos prehistóricos de la época que permitan aclararlo.
“Hasta ahora habíamos visto solo señales de violencia sobre individuos, pero lo que estamos viendo ahora es que, al contrario de lo que se asumía, en estas sociedades también había violencia, de hecho, pensamos que lo que estamos viendo aquí es un auténtico campo de batalla tal y como quedó tras el enfrentamiento”, explica José Manuel Maíllo prehistoriador de la Universidad Nacional de Educación a Distancia y coautor del estudio. La primera autora del trabajo es la argentina Marta Mirazón Lahr, que trabaja en la Universidad de Cambridge.

Forasteros

El estudio de los cadáveres ha requerido la participación de un equipo multidisciplinar y su trabajo parece un relato policíaco. Por ejemplo, el caso de los dos muertos sin marcas de violencia, que probablemente fallecieron atados. Uno de ellos es la mujer encinta, hallada en una postura que indica que fue agonizó con las muñecas y tobillos inmovilizados. “Solo podemos ver las marcas que quedan en los huesos así que no sabemos si les cortaron el cuello, estos son los únicos que no tienen traumatismos, pero ambos están con las manos juntas, lo que parece una gran casualidad”, explica Maíllo.


Croquis de la posición en la que se encontraron algunos de los cadáveres y sus lesiones
Croquis de la posición en la que se encontraron algunos de los cadáveres y sus lesiones NATURE


Maíllo ha trabajado en el estudio de las puntas de flecha y el resto de herramientas de piedras halladas en Nataruk. Algunos de los proyectiles incrustados en el hueso están hechos de obsidiana, un mineral que no abunda en Turkana, lo que podría indicar que el grupo atacante vino de lejos, explica. Pero tal y como están los restos, y sin la posibilidad de haber extraído ADN de los huesos, no se sabe si en este sitio se mataron entre sí los miembros de un mismo grupo o se trató de un ataque de forasteros.
Los investigadores proponen dos posibles interpretaciones. La primera es una agresión por recursos: “territorio, comida, mujeres o niños”, detalla el trabajo. En este caso la “guerra” de Nataruk no sería muy diferente de las incontables otras que vinieron después entre sociedades sedentarias cada vez más grandes y avanzadas.
La segunda posibilidad es que este fuera un comportamiento natural y habitual cuando dos grupos diferentes se encontraban, algo parecido a lo que pasa hoy con los cazadores y recolectores. “En cualquiera de los dos casos, las muertes de Nataruk son testimonio de la antigüedad de la violencia y la guerra entre grupos”, concluye el estudio.


DUDAS SOBRE EL SIGNIFICADO


Juan José Ibáñez, arqueólogo del CSIC, ha investigado en Siria casos rituales de violencia hace más de 10.000 años. El experto ofrece una opinión independiente del hallazgo. “Encuentro que es un estudio muy interesante y bien realizado, aunque no estoy de acuerdo con la interpretación”, explica. Las pruebas de violencia en la Prehistoria son prácticamente nulas, recuerda. La clave aquí es si los cuerpos fueron enterrados, lo que diferenciaría este hallazgo de Jebel Sahaba, en Sudán, donde los muertos sí fueron sepultados. Esto es importante para saber si se trata de una matanza entre grupos rivales o de enfrentamientos más habituales y continuados. En opinión de Ibáñez, no hay pruebas suficientes de que en Nataruk no haya tumbas y puede ser que simplemente los restos no se hayan conservado. “Sería muy difícil justificar por qué se conservaron los cadáveres en posición primaria y articulados si quedaron abandonados en superficie, a merced de las alimañas y de los elementos”, resalta. “Además, la posición de los cuerpos refleja que estos se depositaron buscando una regularidad, posiciones decúbito supino o prono, piernas flexionadas, extremidades en simetría al eje del cuerpo, que no son compatibles con el abandono de los cuerpos después de una matanza”, destaca. “Por tanto”, continúa, “, me parece un hallazgo de suma importancia que refleja que la violencia fue un elemento importante entre los grupos humanos en los inicios del Holoceno, pero utilizar el concepto guerra no queda claramente justificado”.

Ni revoluciones ni olas migratorias en la lenta evolución del 'Homo sapiens' en África

El registro de 78.000 años de ocupación en una cueva en Kenia descarta saltos en el desarrollo cultural y la tecnología

  • -

Entrada de la cueva de Panga ya Saidi, en Kenia. /MOHAMMAD SHOAEE


Ni revoluciones culturales ni autopistas migratorias. El retrato de los humanos que habitaron ininterrumpidamente una cueva en la costa de Kenia desde hace 78.000 años es el de una especie, la nuestra, de cazadores recolectores con capacidad para adaptarse al medio ambiente y sobrevivir. Lo hacían sin cambios bruscos en su desarrollo cultural, lento desde nuestra perspectiva, pero no inexistente. Aunque para entonces el Homo sapiens ya había empezado a salir de África, la costa este africana no parece haber sido el escenario de los grandes y dramáticos desplazamientos hacia el Levante en los que algunos especialistas creen.
Si nos sentimos tan lejanos de los principios de nuestra era, hace poco más de 2.000 años, por los grandes cambios que nos constan que se han dado en la manera de vivir desde entonces, nos puede resultar inimaginable que nuestros antepasados lejanos se desarrollaran de forma muy gradual durante un periodo 40 veces mayor. Sin embargo, eso es lo que muestra el registro arqueológico más extenso hasta la fecha en esa zona del mundo, obtenido en la cueva Panga ya Saidi de Kenia (en realidad un conjunto de cuevas de alrededor de un kilómetro de longitud) por un numeroso equipo de científicos dirigidos por el Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana. Un registro fascinante por lo que indica sobre la evolución en paralelo de la tecnología y la flexibilidad que caracterizan al humano actual.
Aunque la cueva se empezó a ocupar de forma continuada hace 78.000 años no fue hasta 10.000 años más tarde que surgen las primeras innovaciones culturales, tecnológicas y simbólicas, señalan los investigadores. La zona era de bosque tropical y sabana, y durante toda la época estudiada –de mediados de la Edad de Piedra a la Edad del Hierro, muy cercana ya al inicio de nuestra era- se mantuvo estable climáticamente, a diferencia de zonas cercanas, lo que pareció hacerla especialmente atractiva para sus habitantes. La famosa megaerupción del volcán Toba, hace 74.000 años en Sumatra, no influyó en la ocupación de la cueva, lo que descartaría la hipótesis de que llevó a todas las poblaciones humanas de entonces a la casi extinción por la década de invierno de origen volcánico que la siguió.

¿Pero qué han encontrado los científicos en los restos dejados por aquellos humanos y qué indica sobre su complejidad cultural? Lamentablemente no hay fósiles humanos, pero
 han hallado, además de más de 30.000 herramientas, huesos trabajados y tallados, cuentas y pruebas de la extracción y el uso del pigmento ocre (toda una industria desde el paleolítico). Las cuentas, tan importantes entonces, primero eran (debido a la moda o a las circunstancias) de cáscara de huevos de avestruz, luego de conchas marinas; después volvieron las de avestruz y más tarde otra vez las marinas. A pesar de que este hecho indica una conexión con la costa, ahora a 15 kilómetros de distancia de la cueva, no hay indicios de que los habitantes usaran los recursos marinos como fuente básica de alimentación.En la cueva, hace 67.000 años los instrumentos de piedra, incluidas puntas de flecha, empezaron a hacerse más pequeños pero se observa una mezcla de tecnologías y no se aprecia un salto radical en el comportamiento, lo que descartaría también que se dieran revoluciones culturales o cognitivas, indican los investigadores en la revista Nature Communications.
Ocre trabajado, cuentas de conchas marinas, cuentas de huevo de avestruz, instrumento de hueso (izquierda a derecha) hallados en Panga ya Saidi./FRANCESCO D´ERRICO/AFRICA PITARCH
La complejísima investigación, que incluye medidas de paleomagnetismo, datación por diversos métodos de los niveles excavados, estudio de la fauna y la flora fósil y el análisis en laboratorio de todo lo obtenido, parte de las excavaciones realizadas entre 2010 y 2013 en este nuevo yacimiento. En los trabajos han participado los expertos españoles Julio Mercader, actualmente en la Universidad de Calgary (Canadá) y África Pitarch, en el CNRS francés.
En los niveles excavados correspondientes a hace entre 48.000 y 25.000 años se encuentran intermitentemente objetos de hueso, de colmillo y con ocre que pueden considerarse decorativos, lo que indica el desarrollo de complejidad cultural y pensamiento simbólico. Nicole Bolvin, directora de la investigación, explica que el interior costero del este de Africa se había considerado hasta ahora como un escenario marginal para la evolución humana, por lo que el descubrimiento de la cueva Panga ya Saidi cambiará con toda seguridad esta percepción. El estudio es el primero sobre la habitación humana de un ecosistema tropical, y la conclusión más general, al comparar estos resultados con los de otras zonas, es que en la época estudiada había en África diferentes poblaciones de Homo sapiens que desarrollaron a lo largo de miles y miles de años estrategias de supervivencia y nuevas formas de comunicación social adaptadas a las diversas condiciones medioambientales y climáticas a las que se enfrentaban.