viernes, 26 de enero de 2018

LOS QUE NOS CRIAMOS AL BORDE DEL MAR Y EN EL CAMPO NO TENEMOS MIOPÍA...LA VISIÓN A LARGA DISTANCIA GENIOS TONTOS

La causa de que cada vez más personas tengan miopía (y cómo prevenirla)

Se pensaba que tenía relación con las horas de estudio, pero hay algo más important

Las cifras hablan por sí solas: en los últimos 50 años, el número de personas con miopía se ha duplicado en muchos lugares del mundo, como en Estados Unidos y Europa. Pero en otros territorios, en especial en Asia, el incremento es muchísimo más alto.
En China, por ejemplo, hace 60 años la población miope oscilaba entre el 10 y el 20 %. Hoy, en cambio, más del 90 % de los adolescentes y adultos jóvenes los son. Y en Seúl, capital de Corea del Sur, sufre miopía hasta el 96,5 % de hombres de 19 años. Algunas estimaciones apuntan que al final de esta década hasta un tercio de la población, es decir, 2,5 mil millones de personas, sufrirán de este defecto en la visión, a consecuencia del cual el ojo no refracta correctamente la luz, causando la visión borrosa de los objetos lejanos.

"La miopía
 aparece durante la edad escolar y suele empeorar gradualmente hasta que el globo ocular completa su crecimiento. Lo que causa la miopía es el crecimiento excesivo del globo ocular , el cual se vuelve más largo de lo normal. En caso de que el ojo llegue a medir más de 26 mm, o presente más de 6 u 8 dioptrías, entonces se habla de miopía patológica", explica Manuel Díaz, catedrático de Oftalmología por la Universidad de Valencia y presidente de la Sociedad Española de Miopía.Australia tampoco se salva: se calcula que la cifra de miopes pasará de los 4 millones actuales a los 22 millones de afectados en 2050. Para el profesor y optometrista Kovin Naidoo, director de la entidad no gubernamental Brien Holden Vision Institute (BHVI) con sede en Sídney, estos datos evidencian que la miopía se postula como uno de los principales desafíos de la salud publica en el futuro. Algo así como una epidemia de miopía a nivel global.
Esa miopía patológica, añade, "aumenta significativamente el riesgo de sufrir cataratas, glaucoma, desprendimiento de retina y maculopatía miópica. Cabe recalcar que la miopía grave está entre las tres primeras causas de ceguera permanente en el mundo".

Mientras menos tiempo al aire libre, peor visión

Dada la dimensión del problema muchos científicos intentan desde hace tiempo comprender las causas del auge de este defecto ocular, un incremento tan grande que no puede atribuirse únicamente a causas genéticas. "Los cambios genéticos no se propagan tan rápido. Hace falta recurrir a un factor ambiental", dice la doctora Seang Mei Saw, que estudia las vinculaciones entre genética y miopía en la Universidad Nacional de Singapur.
Entonces ¿cuál es el motivo? El camino para averiguarlo no ha sido nada fácil. Hasta hace unos años se pensaba que la causa debía residir en el mayor tiempo que los niños dedicaban al estudio, algo que concuerda con la exigencia académica al alza de los chicos asiáticos. Según datos de la OCDE, los quinceañeros de Shangai dedican unas 14 horas semanales a hacer deberes, frente a las 5 que invierten los chicos británicos y 6 los estadounidenses.

Sin embargo, los estudios acabaron por descartar que ese fuera el motivo principal. La pista definitiva no llegó hasta 2007, cuando el optometrista Donald Mutti del Colegio de Optometría de la Universidad Estatal de Ohio llevó a cabo una investigación que durante cinco años estudió los hábitos de un grupo de más de 500 niños de 8 y 9 años de edad y con visión sana. Al concluir la investigación, uno de cada cinco niños había desarrollado miopía. Y destacó
 un factor ambiental asociado a estos: habían pasado mucho menos tiempo al aire libre que los demás.Ya en los años noventa se había establecido una correlación entre el tipo de educación y la miopía tras un estudio realizado con adolescentes israelíes escolarizados en las escuelas talmúdicas judías conocidas como yeshivot. En estos centros las horas dedicadas a leer son mucho más altas y también el índice de miopía. La asociación parecía consistente, a lo que se sumaban las muchísimas horas que los niños del siglo xxi pasan frente a las pantallas de ordenadores, smartphones y tablets.
Unos resultados que, un año más tarde, corroboró la investigación dirigida por la experta en miopía de la Universidad de Tecnología de Sídney, Kathryn Rose, durante la cual el foco de atención fueron unos 4.000 alumnos de primaria y secundaria de la capital australiana. ¿Era la actividad física que llevaban a cabo los niños lo que les protegía de contraer miopía? No. Ni tampoco el tiempo dedicado al deporte o que esos niños pasaran menos tiempo ante las pantallas. O al menos no solo eso. El factor más concluyente resultó ser una mayor exposición a la luz brillante del día.
"La luz solar estimula la producción de dopamina intraocular a través de las células amacrinas de la retina", explica Manuel Díaz. La dopamina es un neurotransmisor que bloquea el alargamiento del ojo durante su desarrollo y se produce sobre todo durante el día. Se estima que si la iluminación es tenue, lo que ocurre en los ambientes de interior, su ciclo se interrumpe, lo que tiene consecuencias en el crecimiento de los ojos.

Al menos 10.000 lux diarios

Ian Morgan, un investigador especializado en la miopía de la Universidad Nacional de Australia en Canberra, estima que los niños necesitan pasar alrededor de tres horas por día bajo niveles de luz de al menos 10.000 luxpara estar protegidos contra la miopía, una cantidad de luz similar a la que recibiríamos permaneciendo bajo la sombra de un árbol en día de verano. Algo difícil de igualar en un interior: una oficina o un aula que esté bien iluminada no supera los 500 lux.
En 2009, Morgan se propuso probar si pasar más tiempo al aire libre ayudaría a proteger la vista de los niños chinos. Él y un equipo del Zhongshan Ophthalmic Center lanzaron en Guangzhou un experimento en seis escuelas seleccionadas al azar en las que añadieron una clase al aire libre de 40 minutos de duración al final de cada jornada escolar para los niños de seis y siete años; los niños de otras seis escuelas no tuvieron cambios en el horario y sirvieron como referencia.
De los más de 900 chavales que asistieron a la clase al aire libre, el 30% desarrolló miopía entre los 9 y 10 años, un 10% menos que los alumnos de las escuelas de control. En una escuela de Taiwán, donde se les pidió a los maestros que los niños permanecieran al exterior durante 80 minutos diarios, los resultados fueron mejores. Tras un año, los médicos detectaron miopía solo en un 8% de ellos, en comparación con el 18% de los niños que fueron diagnosticados en una escuela cercana.

Sol y gotas de atropina

"La miopía siempre tiende a progresar. Solo la frena la exposición a la luz solar y las gotas de atropina", dice Manuel Díaz. Díaz es uno de los autores de un estudio científico que está a punto de ser publicado, en el que a lo largo de 5 años se ha podido comprobar que la atropina superdiluida (al 0.01%), aplicada diariamente por la noche, resulta también muy útil para ralentizar la progresión de la miopía. En el 80% de los tratados se consiguió frenar el avance de la miopía, que no aumentó más allá de las 0,25 dioptrías por año.
La atropina es un fármaco que lo que hace, entre otras cosas, es aumentar la producción de dopamina en las células amacrinas de la retina por lo que, en combinación con una correcta exposición a la luz solar, puede ser una herramienta de gran utilidad para controlar este indeseable auge de la miopía en el mundo.

"Hay otras propuestas, como unas lentes de contacto diseñadas para regular el crecimiento del ojo, pero los resultados no son comparables", dice Tarrús, que también resalta la importancia que tiene la exposición a la luz solar en este asunto."
Ya sabíamos que en épocas de menor luz ambiental, es decir en invierno, el incremento de la miopía en los niños aumenta más que en verano. Según indican las estadísticas realizadas en Estados Unidos, Australia y en los países asiáticos, que por el momento son muy amplias y poco concretas, la implementación de esos modelos de “educación intensiva” no hacen sino empeorar la situación», añade.Según el profesor asociado de Oftalmología en la Universitat de Girona Joaquim Tarrús, médico adjunto del servicio de Oftalmología del Hospital Josep Trueta y del Hospital de Olot, hoy por hoy la atropina parece ser la opción más efectiva, aunque su altísima dilución es esencial para evitar efectos indeseables locales, algo que se está monitorizando en la actualidad.
Desde hace mucho tiempo se conocen los múltiples beneficios que el aire libre genera en las personas, en especial entre los más jóvenes. Ahora, el freno de la miopía es otra razón de peso que no deberíamos obviar. Además, como recalca Kathryn Rose, estar al aire libre "seguramente redunda en un aumento de la actividad física, lo que a su vez disminuye la probabilidad de sufrir obesidad y mejora el estado de ánimo", dice Rose. ¡Y es gratis! ¿Qué más se puede pedir?

LO APOYO Y ME PARECE LA MÁXIMA EXPRESIÓN DE LIBERTAD

NO ES UNA ENFERMA TERMINAL, PERO LA LEY HOLANDESA LO PERMITE

"Hoy por fin me muero. Tengo 29 años y han aceptado mi solicitud de eutanasia"

Médicos holandeses han programado para hoy el suicidio asistido de una joven con múltiples trastornos psiquiátricos. Concluyeron que su mejora era imposible y que sufría un dolor insoportable

Foto: Aurelia Brouwers, en una imagen reciente. (Foto cedida por Aurelia Brouwers)
Aurelia Brouwers, en una imagen reciente. (Foto cedida por Aurelia Brouwers)
DAVID MORALES
Aurelia Brouwers recibió una llamada el 31 de diciembre de 2017. Al otro lado de la línea estaba un trabajador de la federación holandesa de médicos KNMG. “Era un domingo, pero no les importó. Me comunicaron que habían aprobado definitivamente mi solicitud de suicidio asistido y me preguntaron si quería programarlo ya. Les dije que sí y me lo pusieron para el 26 de enero. Fue la mejor noticia que he escuchado en los últimos años. Por fin me voy a morir”, dice a El Confidencial con una gran sonrisa.
Esta joven de 29 años vive en Deventer, al este de Holanda, y está diagnosticada con un trastorno límite de la personalidad, un trastorno de estrés postraumático crónico y diversas adicciones. Sus pesadillas se repiten durante las pocas horas que duerme, pero es peor cuando se despierta. “¿Cómo me siento al levantarme de la cama? Puedo explicarlo de muchas maneras”, dice antes de hacer una larga pausa.
“Es como si tuviera pequeñas agujas en la cabeza y un martillo las golpearacada segundo. Se trata de una lucha continua que se libra dentro de mí”, explica llevándose las manos a la frente. En ese momento, las heridas que ella misma se ha provocado en los brazos se hacen aún más visibles ante su interlocutor. Aurelia continúa: “No estoy peleando contra unas células cancerígenas, sino contra unos demonios que, de alguna manera, ha creado mi mente. Pero no puedo ganarles porque, si lo hago, también soy yo quien sale derrotada. Es una batalla diaria que llevo perdiendo años, algo que va más allá de mis enfermedades mentales”.
Sus primeras depresiones llegaron con 12 años y su primer gran bache, tres años después con la repentina muerte de una amiga. “Colapsé. La escuela les dijo a mis padres que necesitaba ayuda de una institución mental y empecé terapia con un psiquiatra”. Fue entonces cuando empezó a medicarse, en aquel momento sólo con antidepresivos. “Al principio pensaban que estaba de luto, que mejoraría después de cinco o seis conversaciones, pero no funcionó. En ese momento aún no se habían dado cuenta de la gravedad de mis problemas”.
La carrera cuesta abajo se hizo más pronunciada en su primer intento serio de suicidio, cuando con 21 años estuvo a punto de tirarse por una ventana
Empezó a autolesionarse en la adolescencia y ha seguido haciéndolo hasta ahora. La joven se justifica con un tono que denota, sin verbalizarlo, el cansancio de haber escuchado la misma pregunta decenas de veces. “Es una manera de liberar mis emociones, pero cuando empecé no podía cubrir todas las heridas. Mis profesores se dieron cuenta en la clase de gimnasia y se lo contaron a mis padres. Se hizo evidente que no sólo estaba de luto, se trataba de algo más serio”.
Aurelia siguió diferentes terapias durante años y probó todo tipo de pastillas, incluso unas que estaban en fase de experimentación. “¿Qué más daba? No había nada que perder”, apunta. La carrera cuesta abajo y sin frenos se hizo más pronunciada en su primer intento serio de suicidio, cuando con 21 años estuvo a punto de tirarse por una ventana. Su novio de aquel momento llegó a tiempo para evitarlo. “Me había convertido en un serio peligro para mí misma”, reconoce. Su ingreso en una clínica mental fue justo después, en un principio para sólo seis meses.
Aurelia Brouwers, en una imagen reciente. (Foto cedida por Aurelia Brouwers)
Aurelia Brouwers, en una imagen reciente. (Foto cedida por Aurelia Brouwers)
“Esa experiencia me hizo más daño que otra cosa”, explica. Siguió más terapias y otros medicamentos, pero en el horizonte nunca oteó visos de mejora. Después de dos años y medio, en el transcurso de una discusión, amenazó a una enfermera con un objeto punzante. La seguridad del centro tuvo que inmovilizarla y el incidente le costó la expulsión del centro.
“En realidad estaba muy contenta de salir de allí y orgullosa de poder tener mi propio apartamento”, indica. Lo que en un principio pareció un paso adelante terminó siendo un espejismo primero, y un agujero negro después. “La ambulancia tenía que venir a mi casa unas tres veces al mes por mis intentos de suicidio”, reconoce. Pero no sólo eso. “Los vecinos llamaban cada dos por tres a la Policía porque estaba muy frustrada e iba dando gritos por la calle. Después empecé a hacer lo mismo, pero con un cuchillo en la mano. Los agentes ya me conocían, era evidente que no les gustaba”.
La situación se volvió insostenible un día en el que Aurelia discutió con un amigo a través de Facebook. “Me sentía muy frustrada, necesitaba hacer algo con mi dolor y mi mente entró en un estado de locura. Fui al sótano de mi casa y le prendí fuego. Lo pienso ahora y… Fue la cosa más estúpida que he hecho en toda mi vida porque puse en peligro a mucha gente”.
El caso llegó a juicio y la joven fue sentenciada a dos años y medio de privación de libertad. Sus abogados pidieron que cumpliera la condena en una clínica mental, propuesta que contaba con el visto bueno de sus psiquiatras, pero los jueces la rechazaron. Aurelia, con apenas 25 años, terminó con sus huesos en la cárcel.
Fue la experiencia más terrible de mi vida”, apunta. La pusieron en una sección destinada a reclusos con problemas mentales y allí hizo algunos amigos, pero lo demás fue un infierno. “Me volví más suicida, no podía aguantar la autoridad de los guardias, me pasaba el día gritándoles que me quería morir. Mi trastorno límite de la personalidad se me fue de las manos y me volví agresiva. Creo que mis enfermedades se intensificaron en la cárcel”, explica con calma.
Sus actitudes violentas y comportamientos suicidas, según relata la propia Aurelia, llevaron a las autoridades de la prisión a encerrarla varias veces en una celda de aislamiento. “Es algo horrible. Normalmente puedes disfrutar de libros o de una televisión y tienes cosas que hacer, pero en esas mazmorras no hay nada. Absolutamente nada. Estás sola, encerrada contigo misma”.
Aurelia ha militado en el partido democristiano CDA, que se opone a la eutanasia, pero lo justifica por sus creencias. “Si Dios es amor, él me dejará ir”
Recuperó la libertad en diciembre de 2016 y en el primer reencuentro con su psiquiatra le dijo abiertamente que, si no encontraba una solución para curarla, estaba dispuesta a solicitar la eutanasia. El facultativo le sugirió entonces la clínica De Hoop (“La Esperanza” en holandés), un centro cristiano de atención psicosocial situado en Dordrecht. “Sí. Soy creyente, por eso me lo recomendaron”, responde. De hecho, Aurelia ha militado en el partido democristiano CDA, que se opone a la eutanasia. Reconoce lo contradictorio de su elección política, pero la justifica por sus firmes creencias religiosas. “Si Dios es amor, él me dejará ir”, asegura.
Aurelia se trasladó a Dordrecht para una primera entrevista en el centro de atención psicosocial que duró dos horas. “Me enviaron una carta semanas después para rechazarme. Decían que mis problemas eran demasiado difíciles y que no sabían cómo tratarlos”, relata. Quedó de nuevo con su psiquiatra y le volvió a plantear su deseo de morir. “Me preguntó si realmente quería hacerlo y le respondí que sí. Lo había deseado durante siete años, era algo que de verdad quería hacer”.
El aspecto más sensible de su solicitud es que sus dolencias no son terminales, pero la ley holandesa establece otros criterios. A saber: el paciente debe haberla reclamado en varias ocasiones, preferentemente por escrito y mientras aún es consciente de sus decisiones. Su sufrimiento debe ser insoportable y sus perspectivas de mejora, nulas. Si el facultativo considera que esos requisitos se cumplen, debe llamar a otro médico independiente para que haga una segunda evaluación. En caso de coincidir, se aprueba. Tras la aplicación, una Comisión Regional de Revisión de la Eutanasia revisa que todo el proceso se ha seguido correctamente.
Las eutanasias por trastornos psiquiátricas como la de Aurelia han aumentado considerablemente en Holanda. Si en 2012 se concedieron sólo 12, en 2016 la cifra escaló hasta 60, es decir, cinco al mes. No obstante, representan menos del 1% del total. La gran mayoría, un 68%, se debe al cáncer. Le siguen desórdenes del sistema nervioso (casi un 7%), enfermedades cardiovasculares (5%) y problemas pulmonares (3’5%), entre otros.
La joven considera que debe “acabarse con el tabú de la eutanasia para pacientes con enfermedades mentales” y reclama “más comprensión social” en casos como el suyo. Cuando decidió hacerlo público recibió atención mediática y el canal holandés RTL Nieuws la ha acompañado en sus últimos días para grabar un documental. Ayer pudo tachar de su lista de deseos, elaborada a principios de enero, su último gran sueño. Conocer al cantante Marco Borsato, una de las figuras más importantes de la música holandesa. “Mi gran héroe vino. ¡Qué hombre tan increíblemente dulce!” escribió en su muro de Facebook, subiendo cuatro fotos en la que ambos salen abrazados.
Los médicos acudirán hoy a la casa de Aurelia. Serán ellos los que le pregunten por última vez si realmente quiere llegar hasta el final
Aurelia preparó anoche una cena a la que invitó a varios amigos. Algunos de ellos se quedaron la noche entera con ella y estarán presentes en sus momentos finales. Una ausencia importante será la de su padre. “Para él está siendo muy duro. Mi madre falleció en agosto del año pasado de forma repentina y ahora va a perder a su única hija. Vendrá a mi incineración y quiere poner todas sus energías en ello, pero no estará cuando me vaya”.
Los médicos de la Clínica para el Final de la Vida, una fundación que se encarga de asistir a los pacientes durante la eutanasia, acudirán hoy a la casa de Aurelia. Serán ellos los que le pregunten por última vez si realmente quiere llegar hasta el final. De contestar afirmativamente, le darán una bebida mortal que ella misma tomará. Preguntada por la posibilidad que aún tiene de echarse atrás, responde de forma tajante. “De ninguna manera. Mi único miedo es no ser capaz de tragarme el líquido o vomitarlo, porque es muy amargo. De ocurrir, le pediré a los doctores que me pongan la inyección. Y todo, por fin, terminará”.
Hacia el final de la entrevista, la joven pide hacer una pequeña pausa y deja caer una reflexión. “¿Sabes? Los tratamientos y la medicación no funcionan para un pequeño porcentaje de enfermos mentales. Ese es el problema. Yo los intenté todos y sé de lo que hablo. Lo que digo es triste, pero es la pura verdad. No funcionaron conmigo. Y yo ya no puedo más”.