Neil Durie Tsutsui, científico experto en el comportamiento de las hormigas, en su laboratorio.Mark BosterLos Angeles Times via Getty Images
No piensa la masa, piensa el individuo, nos dirán los mejores
pensadores y nos negarán las peores masas. Aprendo en la invitación a la
lectura Libroterapia, del editor Jordi Nadal, que Ralph Waldo
Emerson (1803-1882) fue el poeta del individualismo gringo, y en ese
sentido un creador de nuestro mundo. “Emerson captura el ethos
del espíritu americano, que es el individualismo”, ha dicho Harold
Bloom, maestro de críticos literarios. “Insiste en ti mismo y jamás
imites”, dijo Emerson. “El hombre verdaderamente grande es aquel que
entre la multitud mantiene con gallardía la independencia de la
soledad”, dijo Emerson. “¡Levántate de nuevo, viejo corazón!”, dijo
Emerson. Buenos consejos, queridos amigos, aunque sin duda más fáciles
de dar que de ejecutar.
Un filósofo muy próximo a la ciencia, Jesús Mosterín, sostiene una
ética inspirada en la mecánica estadística. Esta disciplina de la física
muestra que la temperatura de un vaso de agua, por ejemplo 30º en estos
días de canícula atroz, no es más que el promedio de la agitación de
las moléculas de agua que contiene. En el vaso hay moléculas tan
estáticas que, si todas fueran como ellas, aquello estaría congelado en
un bloque; y otras tan agitadas que, en cuanto pueden, se escapan al
aire y se rebautizan como vapor de agua. Pero su promedio da 30º, un
concepto estadístico. De modo similar, conceptos como “voluntad popular”
no son más que abstracciones de los anhelos, confesables o no, de cada
individuo. El gran problema de un sistema democrático no es atender a
las mayorías —para eso basta un contable— sino proteger a las minorías.
Ahí es donde se ve al político de casta (con perdón), al hombre o la
mujer de Estado. Lo demás son contables de visera y brazalete.
La ciencia utiliza a menudo organismos modelo, sistemas en los que
investigar lo que no se puede investigar en una persona, salvo que uno
sea el doctor Mengele. Los organismos modelo para estudiar la creación
de una estructura social no son las ovejas, como pensará algún
nihilista, sino las hormigas. Junto a las abejas, son los insectos con
un comportamiento colectivo más complejo, y algunos de los sistemas de
inteligencia artificial más innovadores se basan de hecho en su
comportamiento.
Las nuevas técnicas de edición genómica han permitido ahora a los
científicos meter las narices en el mismísimo núcleo del comportamiento
social de las hormigas. Y bastan cosas extremadamente simples, como la
alteración de un solo gen, para destruirlo por completo.
¿Es posible que nuestro comportamiento social sea también flor de un día? Qué tontería, ¿no?