Las decisiones, en cualquier caso,
deben ser adoptadas después de un concienzudo análisis y de haber
recabado consejos por parte de las personas más cualificadas en los
distintos temas. De este modo se evitarían
medidas ejecutivas o directrices legislativas
erróneamente adoptadas por manifiesta incompetencia, lo que es
especialmente grave cuando su aplicación puede producir efectos
irreversibles ("ética del tiempo").
El ministro Alberto Ruiz Gallardón, durante la comisión de justicia en el Congreso. JUAN MANUEL PRAT
A este respecto, he recordado con frecuencia el día en que, a finales del año 1981, la
Academia Pontificia, donde se me invitaba a menudo en relación a la prevención de la subnormalidad infantil, el papa
Juan Pablo II pidió disculpas por haber condenado a
Galileo Galilei en cuestiones, como la astronomía, en las que "la Iglesia no es competente”. Cada uno a lo suyo. El profesor
Ochoa que, junto a otros premios
Nobel, se hallaba presente en el acto, manifestó su gran satisfacción por la declaración del Papa.
Pues
eso: cada uno a lo suyo. He escrito en varias ocasiones que cuando he
visto a los parlamentarios --en el Europarlamento, en España- debatir y
votar sobre temas como el cambio climático, las células madre, las vacas
locas, la capa de ozono, la energía nuclear... he pensado que era
indebido y peligroso, porque había una notoria carencia conceptual y
eran criterios económicos los que normalmente prevalecían.
Junto al poder, pero sin subordinación
Los
científicos deben
hallarse siempre dispuestos a expresar su consejo para hacer frente a
un desafío... y, sobre todo, para prevenirlo. Asesores y vigías. Junto
al
poder. Nunca subordinados a él.
Lo mismo pienso ahora debido a mi larga trayectoria
bioquímica,
sobre el tema del "supuesto de malformación fetal" para la interrupción
voluntaria del embarazo. El derecho humano a la vida digna es el
derecho supremo. Y no evitar el sufrimiento que comporta una existencia
que no reúne los mínimos requisitos biológicos es propio de la
obcecación y de una interpretación temerosa y obtusa de la religión.
Cuando
se indica que "hay que proteger a los vulnerables", estamos todos de
acuerdo. Pero en este caso son ya "vulnerados" y, además, de forma
irreversible.
La impresión que me produjo visitar en 1956 una
institución madrileña donde se atendía a niños afectos de profundas y
permanentes alteraciones mentales y físicas fue tal que pensé
especializarme en la
patología molecular perinatal,
para poder así evitar enfermedades genéticas o adquiridas que cursan con
gran deterioro neuronal. Y puse en marcha el CIAMYC (Centro de
Investigaciones de Alteraciones Moleculares y Cromosómicas) en la
Facultad de Farmacia de la Universidad de Granada en 1967, donde se
originó el
Plan Nacional de la Subnormalidad Infantil que,
con la colaboración de neonatólogos y pediatras, ha permitido evitar
enfermedades metabólicas de manifestación posnatal a muchos miles de
personas desde entonces.
Diagnóstico precoz
La doctora
Magdalena Ugarte inició en este contexto las pruebas de diagnóstico precoz y hoy sigue dirigiendo, en la Universidad Autónoma de Madrid, el
CEDEMC (Centro de Diagnóstico de Enfermedades Moleculares).
Por otro lado, la doctora
Martínez Frías
se hizo cargo de las dismorfologías, dirigiendo el ECEMC (Estudio
Colaborativo Español de Malformaciones Congénitas) y el CIAC (Centro de
Investigaciones de Anomalías Congénitas), del Instituto de Salud Carlos
III.
Como ve, señor ministro, hay profesionales de primera clase que podrían aconsejarle debidamente.
Consulten,
déjense asesorar en temas en los que debe prevalecer el rigor
científico. Y, sobre todo, no pretendan obligar a nadie a que se
comporte en cuestiones tan esenciales en virtud de criterios deformados
por
el partidismo, el miedo o el dogmatismo.
Por el bien de todos, déjense ilustrar en materias en las que, lógicamente, carecen de formación.
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