jueves, 28 de septiembre de 2017

Mujeres de Venezuela pedirán a la Constituyente despenalizar el aborto y ampliar sus derechos


Colectivos feministas venezolanos consultados por RT, indicaron que los altos precios y el desabastecimiento de anticonceptivos, convierten el aborto en una realidad innegable.
Mujeres de Venezuela pedirán a la Constituyente despenalizar el aborto y ampliar sus derechos
JUAN BARRETO / AFP

Movimientos de mujeres venezolanas aspiran a que la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) profundice, en el nuevo texto legal, en los derechos adquiridos en 1999.
Este 28 de septiembre, varios colectivos feministas acudirán a la ANC para reclamar la ampliación de sus derechos sexuales y reproductivos, a propósito del Día de lucha por el derecho al aborto en América Latina y el Caribe, instituido en la región desde el año 1990.
En la lista de pendientes de la legislación venezolana se encuentran:
  • Despenalización del aborto.
  • Libre derecho a la sexualidad.
  • Legalización de las familias homoparentales.
  • Ampliación de programas de educación sexual, para el placer y reproductiva.
  • Entrega gratuita de anticonceptivos en el sistema público de salud.

Exigencia

Daniela Inojosa, militante del colectivo Araña Feminista dijo a RT que los derechos visibilizados en el artículo 76 de la Constitución "son muy débiles".
Explicó que se garantiza el derecho "a decidir cuántos hijos tener, pero ese mismo artículo protege la maternidad desde la concepción. Y la concepción es un concepto completamente religioso, no científico".
Inojosa indicó que las feministas reclaman que la ANC "retire ese término" de la próxima constitución, por considerar que en esa palabra se concentra la mayor traba a la despenalización del aborto.
Actualmente, en la República Bolivariana de Venezuela la interrupción del embarazo se considera ilegal, pero no es punible en casos de amenaza a la vida, o la salud de la mujer.
Cuando se declara "ilegal", la sanción va de seis meses a dos años de cárcel para la mujer, mientras que para los que lo provocan la pena va de uno a tres años de cárcel.
Las condenas se reducen únicamente si el aborto se ejecuta para "proteger el Honor", según el artículo 346 de Código Penal. Algo que es reconocido por la legislación venezolana como "aborto Honoris Causa".

Muerte materna

En los últimos 10 años, Venezuela presenta un ascenso sostenido de los índices de mortalidad materna, dice un informe entregado por varios colectivos de mujeres a la ANC el pasado 12 de septiembre, y al que RT tuvo acceso.
Cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) precisan que en todo el planeta, cerca de 830 mujeres mueren diariamente por causas prevenibles relacionadas con el embarazo y el parto. El 99% de los casos corresponde a los países en desarrollo.
Para el año 2016, en Venezuela se registraron 756 muertes maternas, mientras que el año anterior fueron 456, lo que representó una variación del 65,79%, según cifras publicadas en el Boletín Epidemiológico (páginas 32 y 33) del Ministerio para la Salud.
El informe entregado por los colectivos feministas a la ANC indica que la mortalidad materna tiene múltiples causas, pero que en Venezuela está asociada, fundamentalmente, a demoras en los procesos de atención de calidad, ya sea antes y durante el embarazo, el parto y el puerperio.

Opinión de la ONU

Los movimientos de mujeres venezolanas aspiran a que la presión de la opinión pública internacional ayude a la aprobación de leyes que aumenten sus derechos y se despenalice el aborto.
Recordaron que en el 2016, un grupo de expertos de Naciones Unidas hizo un llamado mundial a derogar las leyes restrictivas relacionadas con el aborto, y también las medidas punitivas para el acceso a servicios seguros de salud reproductiva, ya que a pesar de ellas cada año se llevan a cabo cerca de 22 millones de abortos inseguros en el mundo.
Aunado a ello, un documento de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos (ACNUDH) enfatiza que "el acceso al aborto es un asunto de derechos humanos", y considera parte de las obligaciones de los Estados "eliminar la discriminación en contra de las mujeres".

Asunto de clases

Uno de los argumentos esgrimidos por los colectivos feministas venezolanos que apoyan la despenalización del aborto es que los procedimientos inseguros causan la muerte de mujeres pobres, porque aunque son formalmente ilegales, las mujeres con recursos económicos pueden costearse un aborto en clínicas privadas.
Taroa Zúñiga, integrante de la Red de Información por el Aborto Seguro (RIAS), enumeró a RT las causas más frecuentes de muertes asociadas a abortos inseguros, en esta nación latinoamericana:
  • Perforación del útero por el uso de ganchos metálicos (lo que también puede derivar en una histerectomía).
  • Desangramientos por el mal uso de los medicamentos, o falta de atención médica. 
  • Infecciones por abortos incompletos.
RIAS es un servicio gratuito, autogestionado por mujeres y para mujeres que, valiéndose del precepto constitucional del derecho a la información oportuna (art.58) brinda datos certeros aprobados por la OMS sobre la interrupción voluntaria del embarazo con pastillas.
Refiriéndose a las causas de muertes aseguró: "Todo eso puede prevenirse, no solo con la despenalización del aborto, sino con el uso de las pastillas de Misoprostol (un fármaco comercializado en Venezuela bajo el nombre de 'Cytotec'), que es una de nuestras propuestas".
Taroa Zúñiga dijo que "a través del celular (0058) 426-1169496 Línea Aborto: Información Segura, atendemos aproximadamente 450 llamadas mensuales", de mujeres que desean interrumpir su embarazo. De ellas "un 65% lo concreta. Esto quiere decir que en nuestro país abortan por lo menos unas 3.000 mujeres al año".
Las preguntas que más nos realizan son: "Cómo se usan las pastillas y dónde se consiguen", detalló.

Mercado negro

El Cytotec se negocia en el mercado ilegal, "lo mismo que la cocaína, u otras drogas ilegales", señala Zúñiga.
"En ocasiones son los jíbaros (nombre coloquial aplicado a un vendedor de drogas ilegales) los que ofrecen el protocolo de uso a las mujeres y lo hacen de forma errada. Eso que puede derivar en un legrado (o procedimiento quirúrgico posterior para retirar los restos del aborto), y redundaría en un gasto adicional de dinero", lo que en la población más vulnerable se torna cuesta arriba.
La presentación más común de Cytotec es un envase de 28 pastillas, de 200 mg cada una. El precio real es de apenas 200 bolívares (menos de un centavo de dólar, calculado a la tasa oficial de 3.345 bolívares por dólar estadounidense).
Para obtenerlas en una farmacia, la usuaria debe presentar una indicación especial elaborada para ese tipo de medicina y que se conoce con el nombre de 'récipe morado'. Sin esta receta, las farmacias no pueden vender las pastillas. Lograr el récipe también tiene un costo elevado.
Ante la ausencia del producto en las farmacias del país, las mujeres acuden al mercado negro, donde cada pastilla puede llegar a costar 8.000 bolívares (poco más de 2 dólares).
Esto que quiere decir, que para practicarse un aborto con pasillas de Misoprostol (se necesitan 12) una mujer debe disponer de cerca de 100.000 bolívares (unos 30 dólares).
Para el 2015, las 28 pastillas de Misoprostol costaban unos 30 centavos de dólar en una farmacia, mientras que en Internet se ofrecía cada pastilla por 10 dólares.
Tendencia regional
Los colectivos de mujeres que acudirán este jueves a la ANC creen que Venezuela debe plegarse a la tendencia despenalizadora regional.
"Ya Chile, Colombia, Uruguay y Argentina dieron algunos pasos en la despenalización. Nosotras observamos un gran avance en la aceptación del aborto. En el caso venezolano, se trata de una aceptación casi forzada, podríamos decir, porque debido a la guerra económica no se consiguen anticonceptivos, o se comercializan a precios exorbitantes y muchas mujeres optan por un aborto", dijo Taroa Zúñiga.

Ernesto J. Navarro
Thom por Andrés Meixide

La era de la anhedonia

La medicina y la pérdida del entusiasmo

Autor: Daniel Flichtentrei Fuente: IntraMed 
Nos han adiestrado para no tolerar la falta de estímulos, para sentirnos vacíos sin ese constante bombardeo. Al tiempo para la reflexión y la contemplación hoy se lo llama "aburrimiento". Es una desgracia.
Vivimos una época de pérdida del entusiasmo, ya casi no queda nada que nos encienda. Las recompensas están devaluadas por su propia inmediatez y las pasiones se han licuado en una satisfación incesante, estúpida, urgente, vacía. Estamos atravesando un período refractario donde los estímulos se han hecho inútiles por exceso. El único premio que todavía funciona es el dinero pero su capacidad para “comprar” nuestra voluntad es cada vez menor.
Mientras no seamos capaces de aprender y enseñar que hay objetivos que justifican el esfuerzo no podremos salir de esta loca carrera cuya meta se nos ha desdibujado en un horizonte borroso e indefinido. Estamos atrapados en el mismo lugar con los pies corriendo a varios centímetros del piso. Sobrestimulados por quienes compiten por capturar nuestra atención y por oscurecer nuestro entendimiento. Nos han adiestrado para no tolerar la falta de estímulos, para sentirnos vacíos sin ese constante bombardeo. Al tiempo para la reflexión y la contemplación hoy se lo llama "aburrimiento". Es una desgracia.
Los proyectos se agotan en la pura planificación. Hacer, implementar, tomar acciones guiados por ellos se ha convertido en un paso imposible de dar. Las propuestas están para ser enunciadas ya no para ser concretadas. Los sueños para ser soñados y no para ser convertidos en realidad. Sentimos el vértigo virtualizado de la velocidad sin movernos. La abulia es consecuencia de la anhedonia. No estamos quietos sino paralizados. No es que no sepamos a dónde ir sino que no encontramos los motivos para hacerlo.
Enseñar y aprender medicina (la anhedonia en el aula)
Los alumnos se proponen estudiar pero no lo hacen. Los docentes enseñar pero no lo logran. Hay pocas tareas más difíciles que despertar la pasión y el entusiasmo a una generación de estudiantes hieráticos y narcotizados ante la hipnosis del Power Point. Nadie pregunta, nadie propone, nadie busca el camino personal que lo conduzca desde la teoría a la práctica.
La educación de postgrado es un trámite cuyo objetivo es la adquisición (¡carísima!) de una certificación que asegure que alguien ha estado allí, aunque su tránsito por las aulas se haya limitado a una ceremonia de “cuerpo presente” (en el mejor de los casos) y de entusiasmos ausentes. Las innovaciones pedagógicas y didácticas son a menudo juegos de parvulario que buscan el entretenimiento como sustituto del esfuerzo. Se declaman y se exhiben en circuitos académicos pero jamás se muestran sus resultados en el aprendizaje concreto ni su impacto en la conducta profesional.
Son los enfermos y no los congresos pedagógicos la única medida del éxito o del fracaso de una intervención en la educación médica. La medicina no es una práctica discursiva ni una retórica intoxicada de jerga postmoderna y constructivista que considera que la realidad es una "construcción" y los hechos un detalle minúsculo. Lo que se "construye" el es conocimiento de una patología (gnoseología), no la enfermedad (ontología). Nadie que no sepa medicina puede enseñar medicina. Aunque saberlo tampoco garantiza la eficacia del proceso. Es una condición necesaria pero no suficiente.
Los datos no producen ningún conocimiento, informan. De la información solo podemos "enterarnos", el "conocimiento" es otra cosa.
La medicina se aprende a través de un saber milenario que se transmite de generación en generación y que no puede ni debe desvalorizar la figura del “maestro”. La transmisión del espíritu de una profesión es una cadena de eslabones que vincula al joven con las generaciones que lo precedieron. Esta continuidad le permite saber de dónde viene y tomar conciencia de hacia dónde va. No se puede ingresar a una comunidad de pares aislado de los acontecimientos que la fundaron ni del conocimiento de su historia. Los datos no producen ningún conocimiento, informan. De la información solo podemos "enterarnos", el "conocimiento" es otra cosa.
Aprender medicina es una actividad que lleva toda la vida. Lo primero que aprendemos es que el conocimiento es siempre provisorio y sujeto a prueba. Que la ciencia no es una palabra “revelada” pero tampoco un ejercicio interpretativo libre y desvinculado de lo real. Las evidencias científicas son un insumo del pensamiento, no su sustituto. Necesitan ser pensadas y puestas en contexto. Las guías son sugerencias generales no órdenes particulares. Son orientativas, no imperativas. El juicio clínico es el que debe decidir la pertinencia de aplicarlas o ignorarlas en beneficio del paciente.
No es posible conocer medicina sin adquirir sus fundamentos científicos pero tampoco es suficiente limitarse a ellos
El eje alrededor del cual se ejerce la práctica de la medicina es el padecimiento humano, no el acatamiento impersonal a las recomendaciones genéricas que siempre proceden de la epidemiología, del promedio y no siempre aplican al caso individual. En la práctica, lo aprendido se convierte en acto en circunstancias que son siempre únicas e irrepetibles. No es posible conocer medicina sin adquirir sus fundamentos científicos pero tampoco es suficiente limitarse a ellos. La práctica médica es una relación humana entre un ser que padece y otro que tiene los conocimientos y la voluntad para ayudarlo.
La educación médica busca la adquisición de habilidades, competencias y valores. En todos los casos estas aptitudes pueden aprenderse. Existen diversas formas de hacerlo y las facultades ofrecen con ese propósito ambientes distintos para estimularlos: el aula, el hospital, los laboratorios, los centros de salud, la comunidad. Se aprende de los libros tanto como de los maestros. De ellos recibimos el fundamento que nos dice para qué, por qué hacemos lo que hemos elegido como forma de vida. Sin sus ejemplos el saber técnico es un repertorio de datos huérfano de valores que le den sentido.
Islas perdidas
Los algoritmos, las guías de práctica clínica, la exorbitante complejidad de los exámenes complementarios son islas perdidas sin el sustento de la compasión, de la vocación de servicio y de una empecinada voluntad de comprender las historias personales de aquellos en quienes las aplicamos. La artificial división entre una historia clínica saturada de información y de jerga y la historia de vida (entre la biología y la biografía) constituye un dramático obstáculo epistemológico que le resta a nuestro trabajo eficacia terapéutica y satisfacción existencial.
Las competencias clínicas no se aprenden tanto cuando se entienden como cuando se aplican. Las destrezas técnicas requieren de largos períodos de entrenamiento. Las capacidades humanas de compartir el sufrimiento ajeno, de acompañar, de limitar las intervenciones fútiles y de emplear lo que se sabe con racionalidad, empatía, oportunidad y respeto por las creencias y los deseos del paciente son un aprendizaje permanente. Es imposible enseñar o aprender medicina sin ejercerla al lado del enfermo que tiene hoy un rol activo en la toma de decisiones acerca de su propia salud. Considerar a los datos y a la mera correlación como único motor del pensamiento, no distingue entre el Quijote y la lista del supermercado.
Los desvaríos teóricos de una pedagogía desvinculada de las auténticas necesidades de las personas o de una didáctica lúdica de kindergarten no solo han fracasado sino que han hecho daño. Nadie aprende sin esfuerzo, no es inteligente sustituir el rigor y el trabajo metódico por el entretenimiento y los juegos de niños. Aunque en muchos casos sigan proponiéndose con la arrogancia de quien no cree necesario evaluar sus propios resultados.
Es imperativo evitar la fragmentación del conocimiento, su desarticulación de las necesidades de la población, el enfoque tecnocrático y sin comprensión del contexto social o de las necesidades subjetivas o el tribalismo disciplinar. Pero también es necesario huir del falso humanismo que vacía de contenido médico a la medicina. El relativismo extremo, el prejuicio anticientífico o el dualismo son otros de los peligros que acechan a la enseñanza de la medicina en tiempos de posmodernismo trasnochado.
Los estudiantes tienen el derecho a recibir una educación que los prepare para responder a lo que la sociedad espera de ellos, que los proteja de los desvaríos conceptuales y de la enfermedad profesional. Pero también tienen la obligación de entregar su esfuerzo para lograrlo, su pasión para ser felices y plenos haciéndolo y su responsabilidad para someterse a la evaluación permanente de sus competencias.
La anhedonia en la práctica médica (la resignación y el cinismo clínico)
La medicina es una  profesión que convive con la incertidumbre. La ciencia no es un dato irrefutable acerca de los hechos sino el modo más inteligente de abordarlos. Aprender a pensar científicamente es una parte indispensable de la formación profesional. Reclamarla como un derecho o exigirla como obligación es responsabilidad de todos los actores involucrados.
Los médicos damos con demasiada frecuencia consejos que sabemos que la gente no puede a cumplir. Los pacientes piden recomendaciones que no seguirán. Prescribimos fármacos que las personas reclaman pero no toman. El arduo trabajo sobre la salud muere en la soledad del consultorio. Allí dos personas acuerdan acerca de qué cosas es necesario hacer pero jamás conversan acerca de como hacerlo (faltan evidencias acerca de los métodos de implementación).
La inercia clínica, la falta de adherencia, las propuestas imposibles de cumplir o de comprender, la carga de tratamiento en enfermedades crónicas muchas veces no articulan lo que se necesita con lo que se puede o con lo que se quiere de acuerdo a los valores y a las preferencias del enfermo. La ausencia de estrategias de motivación o la resignación como estilo clínico ante lo que juzgamos inevitable o inmodificable, el paternalismo que resiste al empoderamiento del paciente en patologías que durarán toda la vida y que exigen de su autogesión. Mucho de lo que hacemos es un simulacro. Una pantomima virtual que reproduce un movimiento mientras permanece en el mismo lugar. Un triste ejercicio de cinismo clínico.
La medicina es una profesión maravillosa que exige entusiasmo, pasión y compromiso. Desde ya que las condiciones objetivas para su ejercicio son un derecho inalienable de quienes la practican y de quienes la necesitan. Las jornadas agotadoras de trabajo que reducen el rendimiento físico y mental o las retribuciones indignas que obligan al multiempleo permanente conspiran contra la eficacia de lo que hacemos. Pero sin el fuego que enciende la recompensa simbólica del placer por ayudar a quien nos necesita, nuestra tarea cotidiana puede convertirse en un pobre ejercicio automático y desangelado que no sólo no nos hará felices como médicos sino que nos expondrá a la enfermedad laboral, a la insatisfacción con nuestras propias vidas y, lo que es más grave aún, le quitará a nuestros pacientes la posibilidad de recibir el beneficio de un contacto intersubjetivo, sincero y sanador.
La estúpida cultura del "me gusta" (zeitgeist tóxica)
Byung-Chul Han: "Información y datos están siempre desnudos. Convierten a la interacción en pura transacción. Cuentan (computan), pero no "cuentan" (narran)".
Las ficciones ya no evocan emociones, las producen. Esto nos releva del trabajo de vivirlas. No nos han cortado las piernas. Todavía están allí, pero ya no nos resultan necesarias. Entre la potencia y el acto se ha levantado un muro infranqueable. Nadie mueve el culo de la silla simplemente porque nos hemos quedado sin respuestas a la pregunta: ¿para qué? Vamos sustituyen la experiencia por la mera vivencia, y ni siquiera nos damos cuenta de lo que eso significa. Afirma el filósofo coreano Byung-Chul Han: "Información y datos están siempre desnudos. Convierten a la interacción en pura transacción. Cuentan (computan), pero no "cuentan" (narran)".
Vivimos en una época donde se manipulan nuestras emociones (automáticas, somáticas, performativas), y se obturan nuestros sentimientos (narrativos, lentos, reflexivos). La velocidad no es una virtud en sí misma si no se sabe hacia dónde se va. La adherencia o el rechazo intuitivo nos condenan a la superficialidad y cierran las puertas al pensamiento crítico. La resistencia a lo que parece dado e inevitable como una zeitgeist tóxica que nadie discute, nos condena a la trivialidad y a la estúpida cultura del "me gusta". Alguien debe decir ¡NO!
Ninguna de estas cuestiones es eterna o definitiva. Nada de lo que hoy registramos es inmodificable si nos lo proponemos. Pero es imposible y estéril todo esfuerzo para lograrlo si antes no admitimos descarnadamente la magnitud de lo que nos pasa. Silenciar lo que está delante de nuestros ojos y dentro de nuestros corazones es una estrategia de avestruz que sólo puede contribuir a perpetuar lo que quisiéramos cambiar.
Daniel Flichtentr