NO DEJES HUELLA
Cómo cagar en el monte: revisión de la literatura científica
La contaminación de origen humano más antigua sigue dando que hablar al mundo de la ciencia.


Parece
mentira que, desde 1989, en que Kathleen Meyer publicó un protocolo
sostenible sobre como satisfacer nuestras necesidades fisiológicas, aun
no hayamos aprendido cómo gestionar este ancestral ritual de forma
sostenible. Y más aún en las montañas, que son fuentes de agua “limpia”
que abastecen a la mayor parte de la población del planeta. Aunque nos
agrade más o menos profundizar en estos temas, la contaminación
ambiental y nuestra salud están en juego, debido a los patógenos que
encontramos en los excrementos humanos.
Y
es que cada vez somos más los que cagamos en el monte. El turismo de
montaña en sus multiples formas (senderismo, escalada, trekking,
alpinismo, etc.) no ha parado de crecer. Por poner un ejemplo, se estima
que 300.000 personas intentan anualmente subir el Monte Fuji (Japón) y
más de 50.000 el Kilimanjaro (Tanzania). ¿Es necesario imaginar los
volúmenes fecales resultantes?

Cómo cagar en el monte, de Kathleen Meyer
La
revisión de la literatura científica sobre los excrementos de los
montañeros realizada por Michal Apollo de la Universidad de Cracovia,
muestra que se trata de un campo muy prolífico (y me ahorro el chiste
fácil). Esta abarca temas tan dispersos como el volumen de las heces y
la urina (para lo que existen fórmulas matemáticas para su cálculo), los
patógenos y riesgos para la salud, las preocupaciones de los montañeros
(y de los residentes locales), protocolos y técnicas para cagar, y
efectos en la vegetación.
El
tema de los patógenos es realmente importante puesto que bacterias como
la salmonela pueden sobrevivir hasta 51 semanas enterradas a 20 cm de
profundidad. Y como ocurre con muchos otros temas ambientales, lo que
hacemos a la naturaleza nos vuelve a nosotros. Varios estudios sobre
alpinistas en el Denali (al que por fin se cambió el nombre anterior por
éste que significa “el Grande” en el idioma local) y el Aconcagua
muestran que durante el descenso hasta el 30% de alpinistas tenía
síntomas de gastrointeritis aguda asociados a la contaminación fecal del
agua.
Tres
montañas sagradas eligió el autor de este estudio para analizar el
mundano aspecto de deshacernos de nuestros excrementos: Monte Fuji
(Japón), Kilimanjaro (Tanzania) y Yamunotri (India). Y tres categorías
para definir el impacto del acto en sí: no-invasiva (cuando se realiza
en baños habilitados con tanques sellados que se reciclan),
semi-invasiva (cuando se realiza en baños con tanques no sellados por lo
que puede haber filtraciones a las aguas subterráneas) e invasiva
(cuando el turista realiza por sí solo la actividad susodicha).
Japón
es un país pionero en el uso de tecnológia, y en el campo de los
excrementos humanos no iba a ser menos. Y no hablamos de llevarse las
heces de los refugios de montaña en helicóptero, una técnica efectiva,
pero que también atañe sus riesgos, por aquello de la fuerza de la
gravedad. Sino de modernos váteres ecológicos que, utilizando serrín,
pueden reciclar excrementos humanos sin gasto de una sola gota de agua y
producir un excelente fertilizante.

Bolsas
para disponer de excrementos. Disponen de una masa especial para
estabilizar el contenido y se venden a un módico precio. © Clean Waste.
El
caso de Yamunotri desgraciadamente presenta váteres públicos con
tanques no sellados que contaminan las aguas del río Yamuna (río por
otra parte sagrado en la cultura local). Afortunadamente un nuevo
sistema de váteres ecológicos está en proceso, y utiliza una bacteria
descubierta en la Antártida que puede descomponer materia orgánica a
bajas temperaturas.
Por
último, el Kilimanjaro presenta el más alto potencial de mejora. Los
baños habilitados no disponen de tanques sellados y en ellos se
encuentran no solo heces, sino restos de comida, periódicos y productos
de higiene personal. Entre campos de altura, se recomienda a los
turistas que entierren las heces, pero dado el elevado número de
turistas, la ruta acabaría convirtiendose en un campo de minas. Como
medida disuasoria se está empezando a obligar a los touroperadores a que
sus clientes usen váteres portátiles o bolsas para transportar los
excrementos.
El
problema de las heces en montaña es de responsabilidades compartidas.
En ausencia de instalaciones adecuadas debería primar la regla de “no
dejes huella”, para lo que desde la pala hasta la bolsa (o un café en el
bar Manolo) son soluciones al alance de todos.
Estudio original

Ignacio Palomo
es Investigador Post-doctoral en el Centro Vasco para el Cambio
Climático (BC3) e investigador asociado del Laboratorio de
Socio-ecosistemas de la Universidad Autónoma de Madrid. Puedes seguirle
en su magnífico blog Luces de Montaña.
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