Es el retardo mental una característica de las razas superiores?

Arthur
Schopenhauer una vez escribió: “El que los negros hayan caído de
preferencia y en grande en la esclavitud, es evidentemente una
consecuencia de tener menos inteligencia que las demás razas humanas”.
No vamos a decir que los alemanes de raza pura son menos inteligentes
porque perdieron las dos guerras mundiales, a ver si tenemos problemas
con los señores Trump y Taylor. En cualquier caso, el hecho de que
algunos pueblos hayan caído en la esclavitud significaría que tienen
menos inteligencia esclavista. El gran filósofo alemán escribía
en un siglo donde el racismo se había hecho ciencia para justificar la
toma europea del mundo por asalto. El Diccionario de psiquiatría de
Antoine Porot definía a la sífilis y los parásitos como “psicopatología
de los negros” recomendando la deportación de esos seres desagradables a
las colonias expoliadas por Francia.
Por
entonces, y aún hoy, se echa deliberadamente al olvido que cuando el
centro de la civilización era Grecia o Roma, los rubios del norte eran
considerados no sólo bárbaros (es decir, gente sin lengua) sino
incapaces de alguna proeza intelectual, como libros y puentes. Y también
fueron con frecuencia esclavizados por los europeos del sur, mientras
en el norte de África y en Medio Oriente se desarrollaban las ciencias y
las matemáticas que aún hoy significan la base de nuestro orgulloso
progreso material. Los algoritmos no fueron inventados por Antoine Porot
ni por el señor Taylor sino por un persa (no digamos iraní, por las
dudas) hace más de mil años. Por no hablar del alfabeto de los fenicios y
los números de los árabes que por mucho tiempo la misma Europa se
resistió a adoptar por prejuicios culturales pero sin los cuales,
incluido el imprescindible concepto del cero, ni siquiera la llegada del
hombre a la Luna hubiese sido posible. Cuando el mundo islámico se
convirtió en el centro de la civilización, de las artes y de las
ciencias, la Europa de los rubios genios era gobernada por fanáticos
religiosos cuando no por bárbaros que asolaron las ciudades más
desarrolladas de su tiempo. No por coincidencia algunas tribus dieron
sus nombres a la violencia bruta, como los vándalos.
Aquellos
pueblos de gente tan bonita eran atrasados en muchos aspectos, menos en
su eficiencia para destruir y conquistar. Lo mismo podemos decir de
civilizaciones avanzadas de Mesoamérica, con ciudades futuristas en
comparación a las sucias y malolientes capitales europeas de la época,
aunque no tan avanzadas en el arte de matar, destruir y conquistar. Por
las mismas razones siempre se insiste en la brutalidad de los rituales
de los aztecas, cuando por la misma época la Inquisición torturaba y
quema vivos por miles a disidentes y herejes al tiempo que los nuevos
europeos comenzaron a nombrar extensas zonas como África, otrora centro
de otras civilizaciones que por miles de años fueron la vanguardia del
progreso intelectual, como “Barbaria”.
Hoy
Europa, con derecho, puede estar orgullosa de su nivel de civilización,
tanto material como social, mientras otras regiones del mundo, alguna
vez cuna de la razón y el humanismo, se ven sumergidas en el caos y la
esclavitud moderna. No obstante, ¿quién podría decir que todos esos
cambios se debieron a cambios genéticos en los pueblos?
Pero
también hoy el crédito moral de la mala conciencia de Europa tras la
Segunda Guerra mundial comienza a agotarse. Los setenta años de
progreso social y económico también. Del otro lado del Atlántico, la
mala conciencia del racismo estadounidense ha salido del closet después
de años de sofisticadas simulaciones.
La
idea de razas es básicamente una construcción cultural. Podemos ver y
concebir algunas diferencias entre un negro y un blanco como entre una
mujer y un hombre. Dejemos de lado la problemática de la construcción de
géneros y veamos que las supuestas razas son clasificaciones
arbitrarias de hecho: en Estados Unidos se segregaba a los irlandeses
por pelirrojos al límite de no permitirles acceder a determinados
servicios o simplemente se los asesinaba por cualquier motivo. El odio
de los primeros blancos hacia los nuevos blancos debía ser tan intenso
como que el que alguna vez encontré en África entre miembros de
distintas etnias por diferencias que yo no era capaz de percibir. Hoy en
día muchos de esos supremacistas blancos son descendientes de aquellos
irlandeses o polacos o italianos perseguidos y odiados por sus “razas”.
¿Por qué no hay una raza de ojos celestes y otra de ojos negros? Etc.
Pero vayamos al argumento ético sobre las inteligencias.
Hace años, Charles Murray y Herrnstein hicieron algunos estudios sobre “ethnic differences in cognitive ability” mostrando gráficas de coeficientes intelectuales claramente favorables a la raza blanca. En mi juvenil libro de ensayos Crítica de la pasión pura,
escrito en una aldea de África en 1997, anoté una observación sobre
estos estudios: “supongamos que un día se demuestre que hay razas menos
inteligentes (y que se defina exactamente lo que quiere decir eso de
“inteligencia”, sin recaer en una explicación escolar o zoológica). En
ese caso, las creaturas deberán estar mejor preparadas para la verdad.
Esto quiere decir que debemos esperar que las razas se traten entre sí
como si no estuviesen unas por encima de otras sino en la misma
superficie redonda de Gea. Es decir, que no se traten como ahora se
tratan suponiendo una inteligencia racial uniforme”.
El
señor Jared Taylor, como Ginés de Sepúlveda en el siglo XVI y todos los
racistas que han pisado y asolado este planeta, consideran que la
diferencia de inteligencia, es decir la superioridad racial, justifica
que unos grupos dominen sobre otros o que tengan más derechos que otros a
vivir en un país que asumen, por razones místicas, como propiedad
privada de una raza y una cultura, olvidando otro elemento obvio: el
pasado es un país extranjero, frecuentemente irreconocible con un
supuesto nosotros.
Aquí surgen otras obviedades que también se echan convenientemente al olvido:
1.
No debemos olvidar que en cualquier caso, como lo demuestra la historia
de los países y las civilizaciones, la cultura es el verdadero factor
relevante, es decir, la inteligencia colectiva, y no tanto la
inteligencia biológica. También podemos observar la importancia de esta
dimensión, la cultural junto con otras como la alimentación, etc.,
cuando vemos que los test de inteligencia muestran que las diferencias
entre blancos y negros han disminuido entre los años sesenta y noventa.
¿Alguno de estos grupos cambió su ADN en un proceso evolutivo
ultra-exprés?
2.
Jared Taylor dice que los negros son menos inteligentes que los blancos
y los blancos menos que los asiáticos (esta última observación es un
impuesto argumental). Pero como está hablando de promedios, se debe
entender que en el grupo B de los menos inteligentes hay individuos que
superan la inteligencia de muchos otros pertenecientes al grupo A de los
más inteligentes. ¿Significa esto que algunos negros deberían gobernar a
los blancos o, al menos, tener el privilegio de ser sus vecinos? No,
por supuesto. Porque la inteligencia es una justificación pero a no
confundirse: el odio no es hacia los retardados mentales sino hacia los
negros.
3.
Sr. Taylor, según los famosos test de coeficiente intelectual (IQ), yo
pertenezco al uno por ciento más dotado de la población mundial.
¿Debemos los miembros de esta secta (bastante estúpidos e inhábiles en
otros aspectos humanos, lo digo por experiencia aunque esa es una
obviedad que no necesita confesión) reclamar algún derecho especial
sobre el restante 99 por ciento? ¿Tal vez derecho a un voto doble? ¿A un
doctorado exprés? ¿A una promoción automática en nuestras carreras?
Bueno, si tenemos la piel un poco oscura o un acento extranjero,
obviamente no. Si se trata de un caucasiano racista, uno de esos
obsesionados con el tamaño del cerebro y de su pene, sí obviamente.
4. ¿Un ser humano es un pedazo de cerebro, frecuentemente equivocado?
-* Jorge Majfud es escritor uruguayo estadounidense, autor de Crisis y otras novelas.
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