lunes, 3 de mayo de 2010

El único cirujano que rehace clítoris amputados acumula lista de espera

  1. Las mujeres que solicitan la reconstrucción apenas lo comentan con nadie por miedo a las represalias
  2. Pere Barri ha operado a 25 africanas que sufrieron una ablación de niñas y prevé intervenir a otras 18
ÀNGELS GALLARDO
BARCELONA

Un cirujano joven, educado según el principio clásico que dice que la medicina es una ciencia humanitaria, destina una parte de su tiempo quirúrgico a operar gratuitamente a las mujeres africanas que viven en Catalunya y fueron objeto de una mutilación genital cuando eran niñas. A la mayoría se lo hicieron en su país de origen con métodos brutales, y mantienen cicatrices patológicas. A unas pocas, las mutilaron en algún lugar del territorio catalán. El cirujano, Pere Barri Soldevila, opera en el Institut Dexeus, de Barcelona, donde ha restablecido la morfología y las funciones sexuales –hasta el punto de hacer irreconocible la ablación sufrida– a 25 mujeres de 20 a 40 años que hasta entonces identificaron esa parte del cuerpo con el dolor, las infecciones y la vergüenza. Mantiene en lista de espera a otras 18 mujeres, un hecho insólito y valiente, ya que se trata de intervenciones en las que las pacientes temen menos a la anestesia y el bisturí que a las consecuencias que podrían sufrir de ser descubiertas en ambientes de rigurosa tradición islámica, catalanes o africanos. Todas proceden de países donde el Islam es la religión mayoritaria –Gambia, Senegal, Burkina Faso y Mali–, pero, aunque algunos religiosos sitúan la ablación entre los preceptos de esa fe, la mutilación genital femenina ya se practicaba antes de que existiera el Corán, según ha constatado la antropóloga Adriana Kaplan, investigadora de la Universitat de Barcelona. «La ablación es una práctica preislámica», asegura.
El hecho es que, sea por temor religioso o por el peso de la tradición, apenas el 10% de las 600 mujeres de origen africano residentes en Catalunya que sufrieron ablación han dado el paso de solicitar la reconstrucción de sus genitales. Las que decidieron hacerlo y están casadas comentaron, y acordaron, con sus maridos la intención de operarse, pero muy pocas lo han explicado al resto de familiares. «Les da miedo que se sepa que están pensando operarse –explica el cirujano–. Las más mayores rehúsan hacerlo». El doctor Barri, de 33 años, es el único ginecólogo español formado en la reconstrucción completa del clítoris, los labios de su entorno y la sensibilidad nerviosa del tejido sexual femenino. Aprendió a hacerlo en el Hospital Bichat Claude Bernard, de París, donde han reconstruido los genitales a más de 2.000 mujeres.

DESDE HACE DOS AÑOS / La oferta del Institut Dexeus se difundió hace dos años por las comarcas de Girona donde viven la mayoría de las mujeres subsaharianas que sufrieron la ablación. En esa zona, «el 100%» de las africanas de más de 30 años están mutiladas, asegura la pediatra Imma Sau, que ejerce en Santa Coloma de Farners (La Selva). «No conozco a ninguna que quiera la ablación para sus hijas, pero muy pocas de ellas se operarán», explica Sau. Sí lo están haciendo sus hijas mayores, también mutiladas, que han crecido aquí y se han desprendido del mensaje que acataron sus madres, abuelas y tatarabuelas. «Las primeras que operé hablan catalán, han estudiado una carrera y tienen claro su rechazo a la ablación –dice Barri–. Son chicas integradas en la cultura europea, que no podían sentirse normales por esa causa». Más de una muestra en la pantalla del móvil las fotos de su zona genital, antes y después de pasar por el quirófano.

LO AMPUTADO / El 85% de las subsaharianas instaladas en España que sufrieron ablación perdieron toda la parte externa del clítoris, la piel que lo rodea y los labios menores. El otro 15% vive con toda la zona sexual clausurada por una cicatriz –les cosieron los labios mayores de punta a punta– y disponen de un único agujero por el que expulsan orina y menstruación. La operación de Barri consiste, en primer lugar, en abrir lo cosido y eliminar las cicatrices fibrosas que dejó el barro y las cenizas con que las ejecutoras de la ablación les cortaron la hemorragia. Acto seguido, extrae dos o tres centímetros del tramo interno del clítoris, con sus nervios y vasos sanguíneos –este órgano se prolonga hasta 10 centímetros bajo la piel– y lo sujeta en el exterior. Finalmente, restituye los labios mayores y menores con piel del entorno. Un mes después, el 90% de las operadas disponen de una zona genital indiferenciable de la de una mujer no mutilada. «Un 75% recupera la sensibilidad y, tres meses después de la operación, pueden mantener relaciones sexuales normales», afirma el cirujano. Ese «normales» incluye el descubrimiento sensitivo del orgasmo. «Llegan al orgasmo en una de cada dos o tres relaciones, pero están encantadas», asegura Barri.
Para evitar que el cambio desborde a estas mujeres, Dexeus les proporciona apoyo psíquico antes de la intervención, también gratuito. Esta oferta altruista debería ser secundada por la sanidad pública, opina Barri, que está formando en la reconstrucción del clítoris a cirujanos de Valencia y Madrid. La Conselleria de Salut ofreció hace un año financiar la intervención a las mujeres que demostraran su necesidad, pero, de haber recibido solicitudes, estas hubieran acabado en los quirófanos de Dexeus, ya que no existen cirujanos de la sanidad pública catalana que dominen la técnica.

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