lunes, 11 de octubre de 2010

LA RISA ES SALUD

Por Leandro Filozof

Algunos sonríen con sólo verlos entrar al hospital. Es una sonrisa de expectativa, por lo que prometen las narices rojas y los gorros. A otros les lleva más tiempo mover la comisura de los labios: parece que no miran, pero no tardan mucho en sumarse con risas. Es un rato en que las paredes blancas y el silencio se transforman en alegría. Todos los martes, el Garrahan se convierte en un gran teatro, en el que cinco clowns –Ariel Kotlar, Irene Sexer, Silvina Sznajder, Luciana Wiederhold y Gabriel Cohan– se pasean vestidos de médicos y con accesorios de payaso, transformando a su paso a los chicos, sus padres y también a los doctores en un público agradecido.

Los médicos Mariano Rozenberg y Andrés Kogan crearon la ONG Alegría Intensiva en septiembre de 2008, inspirados en la exitosa experiencia de Doutores de Alegria en Brasil. Después de dos años de presentarse en el Garrahan, decidieron hacer una obra para darse a conocer y expandirse. “Nuestro deseo es estar en todos los hospitales pediátricos, poder ir a cada uno dos o tres veces por semana y seguir sumando artistas”, cuenta Rozenberg. “Decidimos trabajar con artistas profesionales para mantener la calidad y el compromiso –agrega Kogan–. Queremos aportar el granito de arena para cambiar la internación pediátrica. Hace setenta años, los chicos se internaban sin los padres: hoy, eso suena a una locura. Nosotros queremos que el Garrahan no sea la excepción, sino que en un futuro esta experiencia sea algo común”. Una historia para no dormir, la obra que protagonizan dirigida por Mariana Briski, estuvo durante julio en el Teatro Del Nudo y este fin de semana presenta su última función. En la obra, los clowns reproducen el escenario del hospital y cuentan la historia de un chico internado que no se puede dormir.

“Trabajar con la risa en cualquier ámbito es muy gratificante, porque es algo que retroalimenta –explica Kogan– pero cuando se trata de un chico que está internado o de un familiar, tiene un plus.” Los martes, a las 10 de la mañana, los cinco clowns empiezan el recorrido del Garrahan por las salas de espera. La respuesta es inmediata, se acercan de otras salas a verlos y gente que ya fue atendida retrasa su salida. Después pasan por las habitaciones donde los chicos están internados. “Por ahí entrás a una habitación y un nene está muy serio y te mirá –cuenta Sznajder–. Pero de repente tiene una reacción. Una sonrisa o cualquier respuesta de alguien que se siente mal, o le duele algo, significa que algo se mueve en ellos. La sonrisa es la punta del iceberg de algo que se transforma.”

Andrés Kogan cuenta que no buscan una mejora: eso es algo secundario. “Esa es la diferencia entre Patch Adams (el famoso médico clown que inspiró la película con Robin Williams) con lo que nosotros hacemos. Nuestra idea es mejorar la relación de los chicos con el hospital, con los médicos, y mejorar la situación de los padres. Pero está claro que mejora la calidad de internación y los chicos tienen un confort y una posición positiva y esperanzadora de lo que están atravesando.”

El recorrido por el hospital continúa. En una habitación está Magalí, con una venda en forma de casco cubriéndole la cabeza. Cuando los payasos entran, no parece contenta: no sonríe ni saluda. En el cuarto hay también dos muñecos, uno del Chavo y otro de la Chilindrina: Ariel y Gabriel los agarran e imitan sus voces. A los pocos minutos, Magalí está a los gritos, mueve los brazos y, con sonrisas, pide sus muñecos: quiere participar del show. Cada uno de los chicos en las otras habitaciones tiene también su pequeño espectáculo privado. En el pasillo, una madre se acerca a los clowns para preguntarles si pueden ir a la habitación de su hijo, que dormía cuando pasaron. Lo hacen.

Una canción de la obra describe perfectamente la sensación que les deja a los chicos el paso de los clowns: “Hoy, algo lindo vi”.

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