viernes, 7 de enero de 2011

ENFERMEDADES DE AMERICA...




En el siglo XVI uno de los soldados,que tenía conocimientos medicos de la epoca de la reconquista de España escribió esto sobre los consejos a dar a los invasores de América...


Primeramente heridas de yerba es decir, provocadas por armas envenenadas y sin ella, fiebres, llagas, cámaras diarrea, quiere decir, hinchazones, picadurasde rayas un animal muy frecuente en las selvas sudamericanas, fuego, yerbas ponzoñosas en la comida,empeines enfermedad del cutis, dolor de ijada de costado, mal de ojos, dolor de oídos, dolores de cabeza, dolores en el cuerpo, bazo, la del monte es decir,mareos. Para el oportuno tratamiento de ellas, recomienda se lleve preparado en las entradas de conquista, todo un botiquín de remedios baratos y de fácil transporte, de cuya aplicación,de ser posible, sugiere se encargue un médico que acompañe de planta a la expedición. De todos modos, para los casos en que no pueda disponerse de personas profesionalmente dedicadas a este menester, anota las medidas más urgentes por efectuar, a fin de dar alivio a los más apremiantes padecimientos de los que combaten. Resulta muy interesante la serie de elementos farmacológicos que señala conveniente reunir antes del inicio de la campaña. La reproduzco aquí, puesto que su revisión es magnífico complemento de la anteriormente transcrita de enfermedades, a cuya curación se refiere. Su revisión proporcionará, por cierto, una buena imagen de las ideas farmacéuticas europeas de la época, dentro de la cual sólo habían encontrado acogida unos cuantos productos de las tierras americanas. Así pues, Vargas Machuca, aconsejaba que, para el momento de emprender la marcha, .. llevará el cirujano algunas purgas leves, como son mechoacan, aceite de higuerilla y otras yerbas y raíces conocidas para tal efecto; llevará flor de manzanilla, tabaco, azúcar, anime-copal; llevará solimán crudo, cardenillo y yerba de bubas(Bubas era el nombre que comúnmente se daba a la sífilis y otros padecimientos venéreos) , bálsamo, alumbre,diaquilón ungüento para la piel, sebo, piedra de Buga(Buga es una ciudad colombiana), piedra bezar cálculos que se encuentran en las vías digestivas de algunos animales, sobre todo rumiantes, a las que se atribuyeron por largo tiempo propiedades curativas caraña-resina de un árbol sud-americano-ungüento blanco, atriarca, y su estuche con todo recado. Estas medicinas habrían de ser aplicadas de la forma más sencilla y rápida posible, puesto que su función era más la de proporcionar atenciones de emergencia que servir para complicados y largos tratamientos. Es decir como apunta él que los medicamentos enlistados habrían de usarlos los conquistadores “con el menor compuesto que pudiere,porque han de ser curas breves por la poca comodidad que para ello tendrán”. De cualquier modo, debe apuntarse que como buen hombre de su tiempo, al lado de su confianza en los remedios citados, don Bernardo siempre continúa creyendo en la conveniencia de solicitar, en paralelo, la intervención de fuerzas sobrenaturales para conseguir el alivio. Y así, hace la advertencia de que “... en todas estas heridas y curas, si usare el santo ensalmo, será muy bien, porque con él se han hecho cosas milagrosas”. Como quien dice: duro “con el mazo” de la toma de drogas y de la aplicación de curaciones dando pero sin dejar, por ello, siempre, de atender a la otra parte del refrán: “a Dios rogando...” Algunos ejemplos En caso de lesión por flechas envenenadas, gravísima cuestión, de la que tantos conquistadores han muerto rápidamente, de modo que “hablando y rabiando acaban”, apunta taxativamente: “lo mejor y más seguro es cortar toda la carne que comprendió la herida”, para lo cual sugiere llevar prevenidos “un anzuelo y una navaja, para con el anzuelo alzar la carne y con la navaja cortarla”, procurando “no cortar los nervios”. Luego se meterá en el hueco de la herida “una masa de harina de maíz tostado y de pólvora, sal y ceniza y carbón”, y debajo de ésta “otra pequeña de sebo y solimán crudo”.
Igualmente trata de las picaduras de serpientes y otros animales ponzoñosos, en cuyas eventualidades deberá hacerse lo mismo de sacar del cuerpo el veneno,y luego aplicar un remedio en cuya elaboración intervenían también el sebo y el solimán crudo, remedio que considera “cosa peregrina y milagrosa, porque aunque esté muy hinchado el paciente y tomado del veneno, le saca del peligro”. Recuérdese que el solimán es el sublimado corrosivo cloruro mercúrico , cuyas virtudes desinfectantes fueron muy utilizadas por la medicina occidental. Siendo muy frecuente que los indios hostiles trataran de envenenar a los españoles echando “algunas yerbas malas y ponzoñosas así en polvo como en zumo” en comidas y bebidas, recomienda mucho hacer prueba siempre con lo que habría de ingerirse durante las expediciones, y si de todos modos se presentare intoxicación, lo indicado es que, en sintiendo el soldado cualquier dolor u otra descomposición, hacer vómito, provocándose a ello con mascar el tabaco verde o seco y tragarlo; y si antes de esto pudiere beber un jarro de agua más que tibia para que se revuelva, lo hará; y hecho el vómito podrá beber aceite y zumo de Jagua y éste es bueno. Para resfriados, enfermedad la más frecuente en las marchas por selvas húmedas surcadas por multitud de arroyuelos a cruzar, y bajo constantes aguaceros, lo que recomienda es dar al soldado “su azufre a beber”, o si no “darle a beber de agua cocida con manzanilla, una escudilla de ella,echándole miel de abejas al cocer, y esta agua bébala lo más caliente que pudiere y arroparle, que con esto se reparará, usando del tabaco en humo”. Para las fiebres y calenturas lo de rigor era la sangría y la purga, tan conocidas y utilizadas “que no hay para que tratar de ello”. La atención a los enfermos del estómago puede darse con “un emplasto de carne de guayaba o membrillo amasado con polvos de romero, yerbabuena, incienso y almácigo”. En fin, también apunta el simanquino elementos para la cura de males del hígado, de los ojos, de los pies, del oído y de otros órganos. Para la cabeza, recuerda, “ya saben todos los soldados o los más que el tabaco en polvo y humo es bueno”, así como para la muela el tabaco mascado, si es que no está “dañada”, en cuyo caso “lo mejor es sacarla”. En los escritos de don Bernardo también hay alusiones de interés herbolario, de la botánica y de la zoología americana, incluso de la antropología, caballería, zootecnia y de veterinaria. El capitán y gobernador Bernardo de Vargas Machuca, “el indiano” como se le llamara en la portada de alguno de los libros que publicó, realizó lo fundamental de su actividad en el continente americano, el cual llegó a conocer profundamente y a estimar de corazón con el paso de los años. De modo que se convirtió, merced a sus correrías militares, a sus expediciones pobladoras y descubridoras y a sus gestiones administrativas, en un representante típico de esa “gente diestra en la tierra”, como él la nombrara, a la que se identificaba con el calificativo de “baquiana” para distinguirla de los “gachupines” o “chapetones”, que eran los peninsulares recién llegados al continente, todavía desconocedores de las interioridades americanas. El baquiano era el que ya estaba hecho a la “constelación de la tierra” y a los mantenimientos de ella”, el que soportaba los calores bochornosos y malsanos de la costa, los fríos y los vértigos de las sierras altísimas, las constantes picaduras de los mosquitos y las inacabables caminatas por sitios jamás hollados antes por un europeo. Era el que nunca se descuidaba al ir de marcha o al prepararse para combatir,pero que al mismo tiempo se atrevía a hacer gala de una aparente y gallarda despreocupación. El que se aferraba a una absoluta y ciega lealtad para con un soberano que sabía lejos y olvidado de sus actividades pero que también osaba,en ocasiones,murmurar de los empleados nombrados desde España para hacer y deshacer a su antojo en América, despreciándolos porque se estaban aprovechando de una tierra que no significaba nada para ellos. El baquiano era, en fin, el primer americano auténtico, el que sabía que América una América española, claro, entendida en relación con la península ibérica, conquistada y culturizada por ella era su única razón de ser, puesto que era el lugar que había elegido para llevar a cabo su existencia. Don Bernardo, fue justo un baquiano. Un baquiano que, con los sucesivos hijos espirituales, libros suyos, fue apasionadamente a poner su experiencia adquirida en las Indias occidentales al servicio de la que él entendía era la causa de su propia nacionalidad española. Y esto lo quiso ser don Bernardo de una manera apasionada. Quizá la mejor clave para entender el todo de su personalidad sea el hermoso dístico que colocó al lado de un retrato suyo grabado al cobre que se encuentra en el principio de la Milicia Indiana ... Allí, como queriendo insistir para siempre en el ímpetu infatigable de su empeño por seguir luchando con las armas y con la ciencia por el engrandecimiento de su patria y de su fe, expuso: A la espada y al compás, más, y más, y más, y más.

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