viernes, 22 de abril de 2011

Solidaridad y estrategia


Por Camilo Ratti

Cuando Arturo Illia cedió los fondos reservados de presidencia para fundar el Laboratorio de Hemoderivados de la Universidad Nacional de Córdoba, en 1963, la industria farmacéutica mundial le declaró la guerra. Sus socios nacionales del momento, los militares, lo derrocaron tres años después por sancionar la ley nacional de patentes, por nacionalizar el petróleo y por su idea de integrar al peronismo proscripto al sistema electoral. Fue, precisamente, su visión estratégica de lo que significaba -y significa- para un país la producción propia de medicamentos, una de las razones que lo ubicaron entre los “comunistas” que había que eliminar. Cincuenta años después su legado en materia de salud sigue vigente, porque Hemoderivados sigue existiendo. Pero para cumplir el rol social para el que fue creado, necesita el compromiso de toda la ciudadanía. Que, en definitiva, es el fin, la razón de ser de todo lo que se obtiene en las instalaciones de Ciudad Universitaria, la única planta en el mundo que trabaja bajo la órbita de una universidad, que funciona de manera autogestionada, sin fines de lucro, y que hoy necesita donantes de plasma para triplicar la producción de medicamentos muy costosos y altamente sensibles. “Los medicamentos de hemoderivados son críticos, y muy requeridos en el mundo. Por eso, cuanto más desarrollado es un país, más medicamentos hemoderivados produce. Para medir el tratamiento de ciertas enfermedades, un parámetro es la cantidad de hemoderivados que ese país utiliza”, dice a Veintitrés Catalina Massa, directora ejecutiva del Laboratorio.

De enorme prestigio en el ámbito nacional e internacional, hoy Hemoderivados tiene una capacidad ociosa significativa, porque tiene un potencial humano y tecnológico inmenso (ver aparte), pero necesita del principal insumo para producir sus medicamentos: el plasma. “Hoy producimos 100 mil kilos de plasma al año, y tenemos capacidad instalada para 150 mil. Pero con algunas modificaciones podríamos llegar a 300 mil”, explica Corina Zucchi, magíster en bioquímica y responsable de toda el área de extracción de Hemoderivados.

Para conseguir lo que en Europa se obtiene vía donaciones voluntarias y repetitivas, producto de una cultura solidaria y una educación en su población que lleva décadas, y en Estados Unidos a través del pago a los donantes, Hemoderivados lanzó a fines del 2009 la campaña Plasmaféresis, un metodología que separa el plasma de la sangre a través de un procedimiento sencillo, seguro –se utiliza material descartable en todo el proceso- e indoloro (ver aparte). “El objetivo es alcanzar la autosuficiencia nacional, porque con el plasma se obtiene hasta 3 veces más cantidad de materia prima de lo que se obtiene con una donación de sangre tradicional”, aclaran Zucchi y Gabriela Varela, la otra bioquímica del laboratorio que otorga los turnos para realizarse las extracciones en el Banco de Sangre de la UNC, el organismo con el cual Hemoderivados trabaja en forma mancomunada e interdependiente en la obtención del plasma.

“Además, el plasma que se obtiene de manera inmediata es de mejor calidad y por consiguiente tiene un mayor rendimiento en la producción de medicamentos. Los resultados en la industria son muy superiores que cuando hay que separarlo de la sangre con el procedimiento tradicional”, completa Massa.

Tanto ella como Zucchi y Varela, ponen el acento en el sistema de donación: “Lo mejor y más seguro es el sistema voluntario, repetitivo y solidario, tanto para el plasma como para la sangre. Es más seguro porque nos permite hace controles serológicos para detectar posibles virus o infecciones durante los períodos ventana, y es mejor porque la voluntariedad y repetición nos permitirían ser autosuficientes en lo relativo a la sangre –hoy Argentina no lo es-, y producir más medicamentos derivados del plasma. Si aumentamos la oferta, los tratamientos de enfermedades hemofílicas, inmunológicas y otras congénitas, que son de por vida, serían menos costosos”. Por eso, las tres resaltan que “cambiar la cultura de una sociedad es difícil, porque hay que empezar desde la educación temprana. La principal causa de falta de donantes de sangre o plasma es la desinformación. Cuando le explicamos a la gente que donar voluntariamente permitiría la autosuficiencia sanguínea, y la producción de más y mejores medicamentos hemoderivados, por lo general la reacción es de colaboración”.

Sin embargo, la ausencia de una política pública por parte el Estado hace que el sistema que hoy prevalece es el de “donación por repetición”, que ocurre cuando un familiar o amigo está internado y la clínica o el hospital exigen donantes para cubrir a esa persona. “Además de no garantizar la autosuficiencia, eso es mucho más inseguro, porque muchas veces la persona está desesperada por su ser querido y al momento de donar no dice que tuvo tal o cual enfermedad, o si se le han practicado operaciones o transfusiones. Entonces, la posibilidad de practicar estudios sobre esa sangre, a la cual después se le va a extraer el plasma, disminuye notablemente”.

Función social vs mercado. Al ser un laboratorio público y autogestionado, sin fines de lucro, Hemoderivados es un regulador del mercado en materia de precios. “La política nuestra es ofrecer un precio que como mínimo debe estar un 5 por ciento menos que el resto. Pero en algunos casos, como el Factor 8 (sirve para Hemofilia), a veces ofrecemos un 100 por ciento menos. Ahora, para poder competir en un mercado concentrado y de empresas multinacionales, estamos obligados a ser muy eficientes, sino es imposible”, remarca Pascual Fidelio, del área de comercialización y marketing. Hoy Hemoderivados produce y comercializa la Albúmina, con un 50 por ciento del mercado, la Glamaglobulina –el medicamento estrella del laboratorio, con un 60 por ciento de penetración-, y desde hace poco el Factor 8, cuya inserción en el mercado es apenas del 5 por ciento. “Nosotros antes teníamos el 100 por ciento del mercado en la Albúmina, y cada año entregamos más productos, pero el problema es que también hay más competidores, que llegan no solo de Europa y Estados Unidos, sino de India, China y Corea, donde los laboratorios son privados”.

Hemoderivados es el único laboratorio público de Argentina, y uno de los tres de América Latina. Los otros dos están en Cuba y Venezuela, pero producen para sus propios países. Según Massa y Fidelio, que la producción sea nacional no es solo una cuestión de mercado, tiene que ver con la calidad de los medicamentos: “Nosotros recibimos el 90 por ciento del plasma del país, además del que llega de Chile y Uruguay, con quienes tenemos convenios de reciprocidad. Pero en el caso de la Gamaglobulina, que son anticuerpos para enfermedades autoinmunes, que el plasma sea del país que produce el medicamento es fundamental, porque ese plasma va a tener los anticuerpos de la población que va a atacar. En cambio, los medicamentos producidos sobre la base de otro plasma, de otros países, tienen anticuerpos cuyos efectos pueden ser reducidos en nuestra comunidad”.
Estratégico para el desarrollo de Hemoderivados como laboratorio, para la UNC como ciencia, y para la población en materia de salud, la extracción de plasma en forma independiente de la sangre es el gran desafío del organismo fundado por Illia. De ahí que el primer objetivo de la campaña Plasmaféresis apuntará en 2011 a los ingresantes de la universidad, aunque no solo a ellos. Y está bien que así sea, porque además de profesionales, la obligación de la universidad pública es formar ciudadanos. Sujetos con conciencia social, comprometidos con la realidad que los rodea.

Por la autosuficiencia. Según la Organización Mundial de la Salud, para que un país sea autosuficiente, el 3 por ciento de su población debe donar sangre de manera voluntaria, repetitiva y solidaria. “Hoy Argentina alcanza el 1,8 por ciento, y no por este sistema, sino a partir del “sistema de reposición”, un mecanismo poco seguro, basado en la donación compulsiva que clínicas y hospitales exigen cuando un paciente necesita donantes”, explica a Veintitrés Susana Ruiz, médica y directora del Banco de Sangre de la UNC. Y aunque la profesional aclara que la provincia de Córdoba es autosuficiente, porque existe solidaridad entre los distintos bancos de sangre, “es necesario que la gente donde dos veces al año como mínimo”. Según ella, ese tiempo es importante porque “permite practicar a la sangre un estudio biológico molecular, para detectar posibles virus”.

El modelo a imitar es, para Ruiz, el europeo, donde hay un solo banco de sangre estatal, y la población es desde muy chiquita educada a entender la donación como una acción que salva vidas y un acto profundamente solidario: “En Argentina las campañas son muy positivas, pero una vez que terminan, volvemos a lo mismo. Por eso hay que enseñar a los niños que donar sangre de manera voluntaria y repetitiva es un acto humano, y la única manera de lograr la autosuficiencia y eliminar el sistema de reposición”.

Hoy en Córdoba existen 4 bancos de sangre, tres públicos y uno privado. Los públicos son el de la UNC –fundado en 1979-, el de la Provincia y el de la Municipalidad, y existe una fundación que nuclea a varias clínicas privadas. Sin embargo, las más importantes, como el Privado y el Allende, trabajan mucho con la universidad, que provee de sangre y se provee principalmente del Hospital de Clínicas y la Maternidad, “aunque el 70 por ciento de nuestro banco son donantes volunarios”, dice Ruiz. Y si bien la sangre por ley no puede ser una mercancía, ni tener precio, ella reconoce que “a veces en el ámbito privado se desalienta la donación por reposición para cobrar un servicio que debe ser gratuito”.

Para abastecer de sangre a toda la provincia, el Banco de Sangre de la UNC sale a recolectar por ciudades del interior. “Hacemos 70 colectas por el interior. Los días sábados visitamos las localidades, y firmamos convenios con los intendentes o las cooperativas de servicios. Los resultados son muy positivos, porque les explicamos a la gente lo importante que es donar sangre de manera voluntaria y repetitiva”, cuenta Ruiz, que agrega: “El 3 por ciento de la gente de esas localidades dona sangre, alcanzando la autosuficiencia. Cuando ellos necesitan, les enviamos la sangre, y en los lugares donde no hay hospitales y vienen a Córdoba para operarse o hacerse una transfusión, ellos ya tienen garantizada su sangre”.

Como la Plasmaféresis se realiza en el edificio del banco, Ruiz destaca la importancia de esta campaña lanzada por la UNC: “De una extracción de sangre común se pueden sacar unos 200 mililitros de plasma, pero con la máquina de la Plasmaféresis se extraen 800 mililitros y de mejor calidad. Y como se devuelven los glóbulos rojos y las plaquetas, en 15 días el donante puede volver a extraerse plasma”. Al igual que las autoridades y bioquímicas de Hemoderivados consultados para esta nota, Ruiz resalta la importancia de obtener el plasma en Argentina o países vecinos, y no traerlo de otras lugares más lejanos: “El plasma que obtenemos aquí para que Hemoderivados luego produzca los medicamentos, contiene los anticuerpos que nuestra comunidad necesita, en cambio los de otros lugares, probablemente no los tenga. Por eso es importante apoyar el trabajo de este banco y de Hemoderivados, como hoy se está haciendo desde el Rectorado”.

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