lunes, 13 de febrero de 2012

HOMO SAPIENS ARGENTINUS


El cerebro de Messi

Un centro holandés estudiará la forma de actuar del jugador argentino

Un grupo de investigadores del holandés Donders Centre for Cognition estudiará el cerebro de Messi. Su forma de tomar decisiones instantáneas, su habilidad para la anticipación o la elección entre muchas variables serán algunas de las “pruebas” a las que será sometido el jugador. Manuel Martín-Loeches, del UCM-ISCIII, analiza las claves del trabajo.


A finales de la década de los 70 del pasado siglo, el neurólogo Benjamin Libet revolucionó el campo científico de la consciencia al descubrir que nuestro cerebro toma decisiones antes de que seamos conscientes de ellas. Por extraño que nos pueda parecer a los humanos de a pie, en nuestro cerebro se ponen en marcha los mecanismos necesarios para llevar a cabo una respuesta concreta por lo menos medio segundo antes de que creamos haber tomado la decisión de llevarla cabo. ¿Existe por tanto el libre albedrío? ¿Qué es la voluntad?

Unos años después , Antonio Damasio (premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2005) desató otra revolución, también asentada sobre evidencias científicas sólidas: la mayoría de nuestras decisiones no son fruto de la razón, sino de nuestros sentimientos más viscerales. El sistema cerebral de las emociones reacciona rápidamente ante los estímulos, mucho antes incluso de que seamos conscientes de ellos. La sensación emocional resultante nos pondría en guardia inmediatamente para actuar: huir o atacar. En realidad, para cualquier tipo de actividad, alguna tan cotidiana como elegir la chaqueta que nos vamos a llevar al trabajo.

Con los descubrimientos de Libet y Damasio la mente humana quedaba en muy mal lugar, o al menos no en ese lugar central que siempre hemos supuesto cuando a nuestra especie la hemos llamado sapiens. Todos estos datos, sin embargo, no tendrían por qué resultarnos tan sorprendentes si nos paramos a pensar de dónde venimos y cómo hemos llegado hasta aquí. No debemos perder de vista que somos un producto de la selección natural, como dejó claro Darwin. El ser humano, y por tanto su cerebro, es el resultado de cientos de miles de años de competencia por subsistir y de reproducirse en un medio hostil, un lugar donde había que actuar antes que pensar, porque de esos milisegundos básicos dependía nuestra supervivencia.

Cazadores y guerreros

El medio del que venía esa información que había que tener en cuenta fue, en el caso del ser humano, de dos tipos. Uno era un medio natural, la sabana africana, donde la vista se pierde en el horizonte y en el que se ubican numerosos animales, de los cuales algunos pueden ser presas y otros depredadores. El otro era un medio social, el grupo humano, en el que hay que luchar por obtener el mejor puesto, pues de ello depende también nuestro acceso a los recursos y nuestra probabilidad de dejar más y mejor descendencia.

Como resultado final hemos llegado a ser una especie compuesta por seres que son fundamentalmente cazadores y guerreros, con cerebros altamente preparados. El que no era ni buen cazador ni buen guerrero no dejaba descendencia. El ser humano actual, el del medio urbano, es en esencia el mismo que aquél que surgió en África hace unos 200 mil años, sólo que trasladado a un escenario algo más artificial. Hoy no hay que cazar, tampoco hace falta defender el territorio. Pero lo que no faltan son héroes. Es sólo que los encontramos en otros ámbitos.

Necesitamos héroes, y qué mejor sitio para encontrarlos que una actividad donde se pongan a prueba las mejores cualidades físicas y mentales de un cazador y de un guerrero: el deporte en equipo. No hay más que echar un vistazo a los medios de comunicación para darse cuenta de dónde están los héroes del siglo XXI. Quién mueve ingentes cantidades de dinero, personas, emociones... Los futbolistas de élite son los más admirados héroes de hoy. Es natural (en todos los sentidos de la palabra), pues demuestran tener unas capacidades físicas y mentales muy superiores para la actuación rápida y coordinada en un espacio amplio que contiene amigos, enemigos y objetivos a alcanzar.

Un partido de fútbol es nuestro equivalente actual a un campo de batalla primigenio o a la cacería en grupo de un antílope en la sabana. Lo que buscamos en los héroes del siglo XXI es lo mismo que buscábamos hace cientos de miles de años. Uno de nuestros héroes actuales más destacados, qué duda cabe, es el jugador de fútbol Leo Messi. No hay lugar del mundo donde no se haya oído hablar de él. Hace ganar a su equipo y demuestra unas tremendas virtudes físicas y mentales para el juego. Son las mismas que la selección natural ha estado potenciando en nuestra especie: manejar una inmensa cantidad de información y tomar decisiones rápidas. Su cerebro debe saber en todo momento dónde se encuentran los demás jugadores de su equipo y del rival, cómo y hacia dónde se mueven. Y todo ello a la carrera, en movimiento, tomando múltiples iniciativas prácticamente instantáneas.

El cerebro de Messi es un prodigio de la evolución humana. En él se dan, de manera extraordinaria, algunas de las claves del éxito adaptativo de la especie humana. Empezábamos diciendo que las decisiones las toma nuestro cerebro inconscientemente. He aquí la cuestión: por mucho que le preguntemos a Messi cómo lo hace, qué estrategias utiliza, qué piensa y cómo llega a actuar así durante un partido, lo más probable es que no nos sepa responder con certeza.

Dentro del organismo

Para saber lo que hace a Messi tan especial debemos mirar directamente dentro de su cerebro. Esto es lo que se propone un equipo de investigadores dirigidos por Pieter Medendorp, del prestigioso Donders Centre for Cognition, una institución holandesa con un elevado historial investigador a sus espaldas. Dado el gran interés de los objetivos de este estudio, pues se trata de descubrir algunos de los mecanismos cerebrales que la especie humana tiene en tan alta estima, el presupuesto para esta investigación asciende a un millón y medio de euros, una cifra impensable para nuestro país, lugar donde casualmente reside nuestro jugador.

Actividad eléctrica

El centro holandés cuenta con las más modernas tecnologías para estudiar el cerebro de Messi. Podrán analizar en él tanto la actividad eléctrica de sus neuronas como el consumo que éstas hacen de glucosa cada vez que se esfuerzan. Se podrá saber por tanto qué núcleos, estructuras y circuitos neuronales se ponen en marcha, y en qué momento, mientras Messi toma decisiones.

Se sabe que algunos de esos núcleos y estructuras están especializados en dar un valor emocional instantáneo a cada situación; son partes del cerebro muy primitivas, como el núcleo accumbens o la amígdala, y se sitúan en las profundidades del cerebro. A la par, la corteza cerebral, que es de las estructuras más modernas y desarrolladas, analiza los detalles de la situación, recupera acciones pasadas y proyecta otras futuras. La más favorable emocionalmente será la elegida. Todo esto, como hemos dicho, ocurre en milésimas de segundo, pero si hubiera algún conflicto entre las alternativas posibles rápidamente interviene el cíngulo anterior, una curiosa banda de materia gris situada en la mitad anterior de los lóbulos frontales que contiene un tipo muy especial de neuronas que sólo compartimos con los grandes simios o las ballenas (animales muy sociables). En caso de conflicto, pues, el cíngulo actúa, y también en menos de un segundo. Es un verdadero puente entre los mundos emocional y racional.

Éstos son los circuitos, por tanto, que intervienen cuando hay que tomar decisiones difíciles e instantáneas, y son los mismos que, como Messi, tienen que utilizar frecuentemente los cirujanos, los pilotos o los toreros. Los resultados del estudio holandés permitirán saber en qué proporción contribuyen a su éxito sus reacciones emocionales instantáneas, sus percepciones, sus cálculos de distancias, velocidades y direcciones, su memoria, su atención, su anticipación y un nutrido número de variables que se podrán monitorizar.

El grupo de científicos se ha propuesto estudiar el cerebro de Messi en movimiento. Y es que el cerebro no actúa igual en todas las situaciones. Esperemos que las investigaciones de Medendorp y sus colaboradores den pronto buenos frutos y podamos saber con una base científica qué hace tan especial el cerebro de uno de los mejores jugadores del mundo.

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