viernes, 20 de julio de 2012

EN CUBA


Los retos de la Salud

Estudiantes extranjeros de la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas de La Habana. (Foto: Raquel Pérez)
Estudiantes extranjeros de la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas de La Habana. (Foto: Raquel Pérez)
Este jueves 5.694 jóvenes de 59 países de América Latina, Asia y África recibieron en Cuba el título que los acredita como médicos. La última vez que estuve en esa escuela internacional me encontré desde un compatriota tomando mate hasta una chica de Mongolia lavando su ropa.
Este año va a la cabeza Bolivia con 2.400 graduados, seguida de Nicaragua, Perú, Ecuador, Guatemala y Colombia. Pronto estos médicos regresarán a sus comunidades con la ilusión de sumarse a la lucha contra las enfermedades, aunque realmente sólo algunos lo lograrán.
En muchos países los colegios médicos ponen fuertes obstáculos para reconocer los títulos de la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas (ELAM). Conozco a una chica salvadoreña que lleva años esperando la convalidación a pesar de haber estudiado incluso una especialidad.
Debido a estas limitaciones algunos graduados dejan sus naciones y emigran a países desarrollados donde los reconocen como médicos generales, les permiten hacer una especialidad y más tarde trabajar con los mismos derechos que un galeno local.
La situación hace que el efecto del proyecto sea más modesto de lo esperado. Además ninguno de los países beneficiados lo apoya económicamente por lo que la carga de miles estudiantes extranjeros es para Cuba cada vez más pesada.
Por lo pronto, fuentes de la Salud Pública cubana me confirmaron que la matrícula de la ELAM se reducirá a la mitad y nadie sabe con seguridad cuántas graduaciones más se podrán celebrar.
Es una lástima porque sacar un chico o chica de su comunidad, convertirlos en médicos y regresarlos para que atiendan a los suyos es un proyecto muy humano. Lo comprobé cuando vi a los graduados de la ELAM atendiendo enfermos entre los kunas.
El problema es que Cuba lo financia con el presupuesto de la Salud Pública y allí las cosas no andan tan bien como para tirar manteca al techo. Los hospitales sufren de una escasez crónica producto de la falta de dinero, la dilapidación de los recursos y la corrupción.
En este mismo momento el director de un importante hospital de la capital y decenas de sus subalternos están presos por montarse "el negocio por cuenta propia" pero con los recursos del Estado, cobrando por servicios que incluían desde abortos hasta cirugía estética.
El asunto no debería sorprender a nadie porque toda la clase política tiene alguna parienta o amiga que se ha hecho una liposucción o puesto implantes mamarios. Hasta la Aduana -tan estricta para otras cosas- deja pasar las prótesis sin cobrar aranceles.
Viendo cómo queda la silicona se puede pensar que vale la pena, pero seguramente no cree lo mismo el enfermo que espera por un salón quirúrgico mientras las chicas de la farándula y las amantes de la gente importante se quitan barriga para volver a usar bikini.
Parece que en la Salud Pública no bastará un simple "ajuste del modelo", en realidad necesita una reforma de fondo que termine con las construcciones inútiles, la compra de equipos inservibles, el robo de los alimentos, el mercado negro de medicinas y la corrupción.
Ayudaría mejorar los salarios de los médicos, respetar las promesas económicas que les hicieron a los que cumplían misión en el extranjero, facilitar el ingreso de sus pertenencias al regreso, darles la posibilidad de comprar automóviles nuevos y crear cooperativas de viviendas.
Los recursos no hay que buscarlos muy lejos, basta con dedicar una pequeña parte de lo que los mismos cooperantes generan con su trabajo en otros países. Sobran razones para que el personal cubano de la Salud sea el sector "mimado" de la sociedad.
Y, si hace falta ahorrar más, bastaría aplicar los acuerdos del Congreso del Partido Comunista que orientan a realizar un análisis del gasto que implica cada campaña de solidaridad cubana y propone que dicha colaboración reciba, cuando sea posible, la compensación de los costos.
Con 70 mil médicos, Cuba tiene el capital humano para apoyar a otros pueblos tras una catástrofe, pero sus recursos económicos son tan escasos que parece lógico buscar financiamiento. El intercambio con Venezuela y la coordinación con Noruega en Haití son ejemplos de que eso es posible.
Esta premisa podría servir también para prolongar la vida de la Escuela Latinoamericana de Medicina. No parece excesivo solicitar a los gobiernos que cubran los gastos de manutención de sus alumnos y, sobre todo, que garanticen la convalidación de los títulos.

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