martes, 18 de febrero de 2014

NO ME LO CREO,PERO LO PUBLICO

La ciencia de la atracción SEXUAL

Un estudio determina qué desean las mujeres (dependiendo del día)

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    El tipo de hombres que más atraen a una misma mujer varían, tanto, que sus preferencias cambian según el día del mes. En ocasiones, son los más cariñosos, atentos y bondadosos, sin importar demasiado el físico, los que triunfan entre el sexo opuesto, mientras que en otros momentos se prima la masculinidad y la belleza por encima del resto de cualidades.
    ¿La causa de fondo?, la selección natural que impone la evolución biológica ¿El mecanismo que activa dicha diferenciación?, el ciclo menstrual. Esta es la principal conclusión a la que ha llegado un equipo de investigadores de la Universidad de California, dirigidos por la psicóloga Martie Haselton, después de analizar más de medio centenar de estudios sobre las preferencias sexuales de las mujeres.
    El metaestudio, publicado en el último número de la revista de la Asociación Americana de Psicología (Psychological Bulletin), recurre a la teoría de la evolución para explicar el comportamiento sexual femenino. Lo que se suponía que era una decisión íntima, marcada por los gustos personales de cada uno, se presenta ahora como una elección en el que el criterio es igual para todas las mujeres. Esto es, durante el ciclo de ovulación aumenta la atracción por los denominados machos alfa (el clásico latin lover aguerrido, fuerte y rudo), pero disminuye el resto de días, a favor de los menos sexys pero más compatibles para vivir en pareja.
    Machos alfa para la descendencia y machos beta para la convivencia
    La hipótesis mediante la que los autores explican este comportamiento, heredado de nuestros antepasados y base de la evolución biológica, se centra que “en la fase reproductiva las mujeres se fijan más en las cualidades genéticas para aumentar las posibilidades de supervivencia y asegurar el éxito reproductivo”. Por el contrario, durante el resto del ciclo menstrual, se produce una mayor inclinación por las personas que potencialmente sean buenos padres y parejas a largo plazo, independientemente de los rasgos genéticos.
    Las preferencias sexuales no son arbitrarias, sino que están marcadas por unos patrones heredadosUna de las principales objeciones achacable a este estudio, como suele ocurrir con aquellos que parten de hipótesis fundadas en la teoría evolutiva, es que dichos comportamientos han dejado de tener una función. Son simples vestigios del pasado. Es decir, pudieron ejercer una cierta influencia en otros momentos de la evolución humana, pero en la actualidad no tienen ningún peso, ni mucho menos son determinantes.
    Por su parte, Haselton se apoya en diversos estudios para defender que estos comportamientos sobre el cambio de preferencias sexuales siguen persistiendo en nuestro subconsciente. Entre los más citados se encuentran varios experimentos realizados en torno a la testosterona y los rasgos propios de la masculinidad, que desde los años 90 han sido una fuente de debate.
    Los indicadores de calidad genética
    A pesar de la controversia entre la comunidad científica, los resultados de este nuevo metaestudio permiten afirmar a los autores que “los cambios en las preferencias de las mujeres son estadísticamente significativos”. La simetría facial y corporal es una de los rasgos masculinos por los que más se inclinan las mujeres durante el ciclo fértil. La fortaleza, la altura y el moreno de la piel también se consideran importantes “indicadores de calidad genética”.
    Durante la ovulación aumentaría la atracción por los denominados machos alfa, pero disminuiría el resto de días, según estos psicólogos evolucionistasLos cambios en las preferencias femeninas existen, según insiste Haselton, y lo que es más importante: “no responden a decisiones arbitrarias, sino que están marcados por unos patrones heredados”. Una teoría que había sido demostrada en mamíferos tan distintos como los chimpancés o las ratas, pero que siempre levantó dudas a la hora de extrapolarla a los seres humanos.
    Para algunos estudiosos, esta tendencia se produjo sólo en las comunidades primitivas, en las que no existía la familia como institución y abundaba la poligamia. Esta es la conclusión de un estudio elaborado por un grupo de biólogos evolutivos de la Universidad de Tennessee-Knoxville, que recoge la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences.
    La preferencia por la vida en familia
    Las bases de la familia moderna se sentarían en esta “revolución sexual”, en la que priman cualidades como la lealtad y la generosidad sobre la fortaleza o la promiscuidad. Es decir, las necesidades emotivas han adquirido en nuestros días una mayor relevancia que las necesidades de protección.
    Este cambio de tendencia comenzó a producirse con la formación de las grandes comunidades sociales. La creación de estos grupos mudó los hábitos relacionales al aportar un fuerte componente de seguridad para la supervivencia de las mujeres y sus hijos, de la que antes se tenía que encargar el macho dominante. Con el tiempo, los machos beta desarrollaron nuevas estrategias para competir con los demás y asegurar sus relaciones, donde la monogamia se erigió como la condición sine qua non, ya que los machos alfa continuaban buscando relaciones múltiples.
    Los “ganadores” serían entonces los denominados “buenos papás”, según los denomina el estudio dirigido por Haselton. Al final, se impondrían los intereses a largo plazo debido a la voluntad de formar una familia y mantenerla a lo largo del tiempo. “Entender la lógica que hay detrás de los cambios en las preferencias sexuales, nos ayudará en la toma de decisiones, pues que nos atraiga sexualmente un compañero de trabajo en un momento determinado no significa que vaya a ser una pareja a largo plazo”, sentencia la psicóloga.

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