lunes, 2 de junio de 2014


“El enfermo suele ser más fuerte que el entorno porque sabe cómo es la lucha”

Albert Espinosa. Autor de la serie “Pulseras rojas”, sobre adolescentes con cáncer, que filmará Spielberg
Ingeniero industrial químico, escritor, guionista y actor, el catalán Albert Espinosa es capaz de ir contra los pronósticos y las estadísticas, y sorprender con sus logros. Lo primero sucedió a sus 13 años, cuando le diagnosticaron un cáncer –osteosarcoma– que lo hizo vivir su adolescencia internado en hospitales y le quitó una pierna, un pulmón y una parte del hígado. Con un pronóstico de un 3 por ciento de posibilidades de sobrevivir, Espinosa se bancó 186 sesiones de quimioterapia durante diez años, y acá está contando su historia. Al recibir el alta, eligió estudiar Ingeniería, se recibió y en el camino hizo un curso de teatro que lo llevó a encontrar su pasión: escribir. ¿Sobre qué? Espinosa elige temas tabú, de esos que casi no se habla, de lo se considera poco masivo en el mundo de las editoriales, productoras de cine y televisión. Elige hablar sobre el duelo, las enfermedades mentales, los cojos, el suicidio, el cáncer o la muerte. Lo hace en tono de comedia e incluye, a la vez, la amistad, la familia y el amor. Pese a las bajas expectativas, sus libros son best sellers, con ventas que superan el millón de ejemplares sólo en España, como El mundo amarillo, que presentó hace unas semanas en Buenos Aires, en la Feria del Libro. Y no es solo eso: Espinosa alcanzó una altísima audiencia con su serie de televisión, Pulseras rojas, que se vendió a más de quince países (en la Argentina se emitió dos veces) y que ahora será filmada por Steven Spielberg. En la serie, las pulseras rojas identifican a los pacientes de la unidad oncológica. En los días en que visitó Buenos Aires –y cientos de chicos con esas pulseras lo fueron a ver a la Feria y lloraban ante su presencia–, Espinosa habló con Clarín. Al revés de lo que les pasa a la mayoría de las personas, Espinosa afirma sin dudar que no le teme a la muerte. “La muerte forma parte de la vida. La vi tan cerca, han muerto tantos amigos, que le perdí el miedo. Considero que si aprendes a morir, aprendes a vivir”. Y se permite hacer bromas sobre su pierna ortopédica: “ Soy de las pocas personas vivas que tiene un pie en el cementerio ”, es uno de sus dichos preferidos, en referencia a la fiesta de despedida que le hizo a su pierna antes de la amputación. Con el mismo humor llama abiertamente “pelones” a los chicos pelados por los tratamientos oncológicos, y filma una tierna comedia sobre la amistad y el amor con personajes con discapacidad mental (No me pidas que te bese porque te besaré).
Su mundo amarillo 
“Elijo estos temas tabú porque con ellos me eduqué en los hospitales, allí son parte del día a día. Así como Woody Allen habla de Manhattan, yo hablo de mi pequeña ciudad que es mi hospital, ese es mi mundo amarillo. Con
Pulseras rojas
quise hacer una serie realista, en la que la gente muere pero también es feliz”, describe Espinosa mientras disfruta de un postre con dulce de leche y anticipa su próximo trabajo: “escribo una novela sobre la vida en un psiquiátrico”. Desde su mundo amarillo, Espinosa propone incorporar en los colegios “materias sobre las pérdidas, el dolor o el amor, para estar más preparados y que nos vaya mucho mejor en la vida”.Este escritor, nacido en 1973, cuenta entusiasmado que hace menos de un mes viajó a los Estados Unidos para presenciar la grabación del programa piloto de
Pulseras rojas
, a cargo de Steven Spielberg. “Estar ahí y ver que es una realidad fue genial. Spielberg es el mejor, y logrará que la historia de los pulseras sea universal”. A partir de la serie de televisión, en España aumentaron un 40 por ciento las consultas a hospitales pediátricos. “Visito todas las semanas a niños internados y ellos me dicen que sus héroes no llevan capa sino pulseras rojas. Para mí, eso es de lo más bonito”.

–¿Qué atrae a los adolescentes de una historia sobre chicos internados con enfermedades graves como el cáncer?

– Lo que me dicen es que les gusta la amistad, la lucha y, lo más importante, la libertad que tienen: sin padres que les digan que hagan la tarea o que vayan a dormir. Son adolescentes libres, que deciden su vida incluso cuando van a hacerse una radiografía. Les encanta ver a gente de su edad que toma decisiones, a los que tratan como adultos. Además, en la serie nunca hay dinero, no hay transacciones. Quise contar historias sin consumo ni tecnología.
–¿Por qué no aparecen tus padres en tus historias?

–De mis padres no hablo nunca, no quiero hacer una ficción de ellos. No soy padre de un niño con cáncer y no sé lo que se siente. Sólo hablo desde mi mirada de niño. El que está enfermo suele ser más fuerte que el entorno. Cuando estás metido en la faena sabes cómo es la lucha pero el que está afuera no puede calibrar lo que pasa y no sabe cómo ayudar. A veces se sufre más mirando un partido de tenis que jugándolo.
–¿Por qué aclarás que tus libros no son de autoayuda?

– Porque no intento cambiar a la gente con mis historias, no doy soluciones sino que cuento mis aprendizajes, mi experiencia. Mis historias son ternuristas, creo que la ternura nos hace funcionar mejor en la vida.
Espinosa comparte su fórmula de la felicidad: vivir día a día. “Tengo el alta médica desde hace 17 años; nunca pensé que llegaría a los 25, ni a los 35, y acá estoy. Yo hago planes de hasta 3 meses máximo. Aprendí a vivir al día. Pienso que cada día me puedo morir y entonces cada noche tengo una gran alegría. Cada día es un regalo.
–Afirmás: “Cree en tus sueños y se crearán”. ¿En qué sueños creíste y se crearon?

–Estar vivo es el primero. El segundo es escribir. Dedicarme a esto es un sueño cumplido. Las tres formas de darle sentido a tu vida son: escribir algo que nazca de tí, creer en el amor y transitar el sufrimiento no buscado.
-¿Todavía soplás para pedir deseos como contás en tus libros?

–Todavía soplo, sobre todo en Menorca, una isla de España adonde viajamos con mis padres cuando me dieron un 3 por ciento de posibilidades de sobrevivir. Tenía 15 años y ahí decidí que valía la pena intentarlo, soplé y acá estoy. Cada año vuelvo, pido un deseo y soplo.
–¿Cuál es tu imagen de paz?

–El agua. Suelo escribir a mano en el agua, en una bañera, en una piscina o en el mar. Es mi fuente de inspiración.
–¿Qué les decías a los chicos con mascarillas o en silla de ruedas que fueron a verte a la Feria del Libro?

–Esos niños se la estaban jugando al venir a verme porque están bajos de defensas. Vienen a contarme su historia porque la mía es igual a la de muchos de ellos. Les digo que la pasen bien, que luchen, que lo importante no es vivir o morir sino luchar. Y, sobre todo, que disfruten el día a día.

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