miércoles, 20 de mayo de 2015

El lado oscuro de la «hormona del amor»


Una nueva publicación destaca que la oxitocina provoca unos efectos sobre el comportamiento muy similares a los del alcohol

El lado oscuro de la «hormona del amor»
AURIMAS MIKALAUSKAS/David Goehring
Tanto la hormona del apego como la bebida disminuyen la ansiedad pero también aumentan la agresividad
Las hormonas son mensajeros químicos que circulan a través de la sangre o que viajan de unas células a otras para transmitir información. Van respondiendo a las circunstancias y pueden tener funciones tan variopintas como regular el balance de agua, acelerar el ritmo cardiaco o incluso informarle al cerebro de que el organismo debería ir en busca de alimento. Por si fuera poco, muchas de ellas son capaces además de modificar el comportamiento. Esto es muy evidente cuando una persona se enamora y un cóctel de hormonas comienza a sacudir sus pensamientos. Se cree que por eso los besos del amado se vuelven adictivos y que los enamorados estén confusos, y se sientan dichosos y estresados al mismo tiempo.
Precisamente, se suele decir que la oxitocina es la «hormona del amor» porque su función está asociada con el establecimiento de vínculos afectivos, especialmente entre amantes y entre madres e hijos, y también en la inducción del sentimiento de confianza hacia otras personas. Por ejemplo, y como prueba de la diversidad de funciones que cumple, esta hormona es estimulada por la lactancia y es una de las responsables de las contracciones del útero durante del parto, pero también activa las contracciones de la vagina durante el orgasmo. Pues bien, desde este miércoles y tal como ha resaltado un estudio publicado en la revista «Neuroscience and Biobehavioral Reviews», se puede decir que la oxitocina tiene unos efectos sobre el comportamiento muy similares a los del alcohol.
«Pusimos en común las investigaciones sobre los efectos de la oxitocina y del alcohol y acabamos impactados por las increíbles semejanzas entre ambos compuestos», ha contado Ian Mitchell, uno de los miembros del equipo de investigadores, de la Universidad de Birmingham. El científico resume las conclusiones de su trabajo en que la oxitocina tiene un lado oscuro porque provoca el mismo efecto desinhibitorio que el alcohol, lo que puede repercutir en que las personas asuman riesgos de forma innecesaria y que sean más agresivas.
Para hacerse una idea de lo que ocurre con esta hormona, en opinión de los investigadores, se debe prestar atención a la forma de actuar de una persona que va con unas cuantas copas de más. En ese momento, los circuitos cerebrales (un conjunto de células nerviosas conectadas para desempeñar una determinada función) que normalmente son responsables de la inhibición social, disminuyen su actividad. Por ello, unas emociones tan importantes como el miedo, la ansiedad y el estrés pierden peso y el individuo «se desata».
Según las conclusiones del estudio, esto puede tener el efecto positivo de que ciertas situaciones estresantes, como una entrevista de trabajo o el momento de pedirle una cita a alguien, dejen de ser tan agobiantes. Y de hecho, Steven Gillespie, otro de los investigadores, compara los efectos de echar un trago para afrontar una situación que da miedo con los de inhalar oxitocina a través de un espray nasal.
Pero lejos de considerar a la oxitocina como un futuro sucedáneo del alcohol, los investigadores recuerdan que estas sustancias, pueden volver a las personas más agresivas, más jactanciosas y más temerarias. «No creo que veamos un tiempo en el que la oxitocina se use como alternativa al alcohol», ha opinado Steven Gillespie. Pero sí considera que podría usarse en tratamientos psicológicos y psiquiátricos y convertirse en una herramienta para entender cómo las hormonas cambian el comportamiento, lo que «podría proporcionar beneficios reales para muchas personas».

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