martes, 8 de diciembre de 2015

Prostitución: un debate necesario


La prostitución, “el oficio más viejo del mundo”, históricamente ha sido un tema cuestionado, pero también invisibilizado. Hoy, dentro del feminismo, la discusión no está cerrada: los dos posicionamientos más fuertes respecto a la prostitución son antagónicos. Mientras regulacionistas y abolicionistas en nombre del feminismo argumentan a favor y en contra de darle un marco legal al trabajo sexual, algunas prostitutas comenzaron a organizarse.
Por Mercedes Azar Quibar, María Pía Borja y Julieta Lilén Raffo
“Todo el mundo habla por nosotras”, dicen Maria Esther Lopez y Teresa Godoy, dos prostitutas que forman parte de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar), delegación Neuquén. “Antes queríamos hablar pero no teníamos herramientas”, explican. Hace algunos años las mujeres que ejercen la prostitución comenzaron a organizarse y se nuclearon en Ammar; en Neuquén Capital, este proceso se dio hace un poco más de tres años.
En octubre del año pasado, Ammar, junto a otras organizaciones y al diputado (Rodolfo) Canini, presentó en la Legislatura neuquina un proyecto de ley para regular el trabajo sexual. Agrupaciones feministas que luchan por abolir la prostitución presentaron un contraproyecto, que es en realidad un documento donde argumentan su postura.
Carmen Capdevila es integrante de “Casandrxs”, una de las agrupaciones feministas que firmó el contraproyecto, y sostiene que “ser abolicionista significa estar a favor de la libertad sexual y placentera y a favor de las relaciones basadas en el respeto a las personas”. La prostitución, para ellas, es la máxima expresión de violencia hacia las mujeres.
Dentro de su planteo explican que hay un sistema de prostituyentes basado en la asimetría de poder y en el patriarcado. Consideran que la prostitución no puede ser tratada como una forma de trabajo porque atenta contra la sexualidad de las personas. “Nadie tiene derecho a explotar ni a vivir a costa de la vulnerabilidad de otra persona como es el caso de las personas prostituidas. Las personas no se prostituyen, son prostituidas”, aseguró Capdevila.
La posición antagónica al abolicionismo es el regulacionismo. Leonora Jáuregui y Carla Sabino forman parte de “Sin Cautivas”, una agrupación feminista también neuquina que en un momento estuvo más cercana al abolicionismo y hoy se asumen regulacionistas. “Lo que hacemos es apoyar a un sector de mujeres que están reclamando un ejercicio seguro de un trabajo de una venta de servicio que ejercen hace muchísimos años y que lo tienen que ejercer de manera clandestina y en condiciones de mucha inseguridad y represión porque no se está reconociendo el trabajo como tal”, explican.

“No hay una sola realidad, siempre va a haber una persona que va a decir este trabajo no le gusta. Y hay otro montón de mujeres y otros sectores que lo eligen porque económicamente les cierra”, explican. Y esto tiene coherencia con lo que las prostitutas cuentan.
Teresa Godoy señala que “fue el dinero” lo que la hizo prostituirse. María Esther López también, se había separado y quería “hacer la diferencia” económica y gracias a la prostitución lo logró. “Nosotras podemos decir que elegimos este trabajo, porque hay millones de posibilidades si una elige dejar de ser trabajadora sexual, una elige este trabajo por comodidad, por el poder adquisitivo que podés tener”, resumen.
La discusión entre abolicionismo y regulacionismo es compleja. Mientras las primeras señalan a la prostitución como la máxima expresión del machismo y consideran que “el prostituyente es un violador” (también consideran que no se puede llamar trabajo sexual a la prostitución ni cliente a quien la consume, ya que sería legitimarlo), las otras entienden que las mujeres somos dueñas de nuestro cuerpo y podemos hacer con él lo que queramos, incluso prostituirnos, y complejizan: “Discutir sobre el trabajo sexual es pensar cómo minimizar esas violencias, machistas, sexistas, en los cuerpos de las compañeras. Pero negando a las trabajadoras sexuales no se va a avanzar en protegerlas”.
Como ambas posturas argumentan desde el feminismo y en contra del heteropatriarcado, ambas posturas creen que su lugar es el más incómodo y que con la corriente que defienden podría combatirse la trata.
Abolicionistas y regulacionistas coinciden en la vulnerabilidad de quienes ejercen el trabajo sexual. Godoy y López entienden que sus casos fueron excepcionales porque pudieron formarse y tener otras posibilidades laborales pero explican que “la mayoría de las que se prostituyen son chicas jóvenes de mucha necesidad”.
Las abolicionistas coinciden en este punto, piensan que es el Estado el que genera las situaciones de vulnerabilidad y que lleva a la desigualdad social. Para Capdevilla hoy el Estado no solo está ausente si no que promociona la prostitución ya que los proyectos presentados en las provincias surgen del partido o colectora gobernante.
Hay muchas personas que nacen ya en situaciones terribles de abandono económico y/o emocional y esta forma de vivir es la que les queda en este sistema patriarcal, misógino y capitalista”, dijo Capdevila y agregó que no es sólo económico, sino también emocional, porque a veces las prostituidas se bancan su carrera universitaria, por ejemplo, y que “eso las lleva a creerse que eligen libremente y aquí la vulnerabilidad es emocional”.
Desde el regulacionismo se entiende que esta vulnerabilidad podría reducirse con legislación sobre el trabajo de las prostitutas que no sólo tienen malas condiciones laborales sino que constantemente sufren abusos policiales. “La iniciativa de las trabajadoras sexuales es que se dé un marco de derechos y obligaciones. Los derechos van a ser poder ejercer con tranquilidad, obra social, aportes jubilatorios, ser monotributistas… y una serie de obligaciones que tienen que ver con los impuestos, la educación”, explican desde Sin Cautivas.
El abolicionismo, si bien propone prohibición desde las leyes, apuesta a un “cambio cultural”. “Los varones no aprenden y no hacen el proceso de no prostituir, recién ahora están apareciendo algunos colectivos”, dice Capdevila. Desde su perspectiva defender la regulación es machista: “Ponemos la carga en las mujeres y no en el verdadero responsable que es el prostituyente. Ahí hay que poner la mirada y la sanción social y no seguir defendiéndolo que es lo que hacen los grupos reglamentaristas que defienden a los derechos de los machos”, sostiene.
En Argentina el trabajo sexual no está prohibido pero tampoco está regulado. Cristina Beute, fiscal federal de Neuquén, aclara: “La prostitución es una actividad que no está prohibida. El proxenetismo sí está prohibido, que es cuando un tercero explota económicamente la prostitución de una persona”, y señala que “se percibe que, si bien el Estado no prohíbe la prostitución, sí es una actividad que no está favorecida, no está bien vista la prostitución como una actividad valiosa”.
Sobre la reglamentación, la fiscal Beute explica la discusión que se da respecto de la prostitución desde el punto de vista legal:

La prostitución es –al igual que lo fue el aborto- uno más de los tantos debates incómodos que se evita discutir, pero que suceden a nuestro alrededor, y en pésimas condiciones. La complejidad de las posturas hace que no exista una posición homogénea dentro del feminismo, pero, al menos, el debate se está dando y no sólo en un plano simbólico, sino, en Neuquén y a lo largo del país, con las prostitutas como protagonistas.

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