domingo, 3 de enero de 2016

...PRIMO,DAME ALGO.......

El último refugio para primates, en peligro de extinción por falta de fondos

Los 135 simios protegidos en el centro de conservación Rainfer podrían ser sacrificados en primavera ante la ausencia de presupuesto y subvenciones



Los ojos vivos y agitados de una pareja de capuchinos nos dan la bienvenida.Mezcla de curiosidad y recelo, nuestra figura quizá les recuerde por qué están al otro lado de la verja. Aunque solo sea una suposición, puede que también imaginen el motivo de la visita. Como otros 133 simios de diferentes especies, han sido rescatados de circos, zoos o particulares, donde fueron maltratados durante años. Ahora, protegidos en Rainfer, un espacio madrileño de conservación de primates, se asoman al desahucio por los problemas económicos del centro, creado en 1995 y cuyo desarrollo se ha basado en el trabajo altruista de su fundador.
La situación es tan compleja como delicada. El 80% de los animales son propiedad del Estado, procedentes de decomisos y abandonos, pero su contribución resulta irrisoria: apenas 20.000 euros al año, una cifra equivalente al presupuesto de un mes de invierno, cuando se gastan los 12.000 euros habituales de la comida más otros 4.000 por la aclimatación de los cobertizos donde se refugian. El desentendimiento resulta aún más evidente si se tiene en cuenta el millón de euros que se recaudan al año en multas por el tráfico ilegal de monos.
Según la subdirectora del centro, Marta Bustelo, en la actualidad cuenta con fondos para cuatro meses más. «Si la situación no cambia, no queremos ni imaginar lo que pasaría», lamenta. No lo dice, porque directamente no es una opción, pero la idea del sacrificio acecha. De hecho, en algunas de las reuniones que han mantenido con la Administración es una de las soluciones planteadas. Casi la única.


El terreno disponible, de cuatro hectáreas, aún permite acoger más animales, pero desde hace dos años no reciben a ninguno por la precariedad económica. Su supervivencia es fruto de la dedicación de Santiago Bustelo, el padre de Marta, del equipo y de las donaciones privadas. Bustelo, reconocido primatólogo y director de Rainfer, lo creó tras experimentar en primera persona lo nocivo que es para un simio vivir como una mascota, fuera de su hábitat.
Su ubicación, en Madrid, es un secreto que la entidad se afana en mantener por la amenaza de los traficantes de monos. Cada uno de los enormes jaulas y habitáculos en los que permanecen los primates han sido levantados por los trabajadores: una plantilla formada por seis personas fijas, contando a cuidadores, veterinarios y personal de mantenimiento, más los voluntarios. Ante la urgencia de darse a conocer y «crear conciencia», organizan excursiones de colegios y talleres y actividades para niños. «Es necesario concienciar de que un mono no puede estar en una casa; y que para poder capturarlo matan a toda su familia», indica Bustelo.

Maltratos sistemáticos

El concepto de jaula, sin embargo, no sirve para definir las instalaciones construidas, aunque se delimiten con vallas. Se trata de enormes terrenos habilitados que tratan de trasladar a los primates a un lugar que prácticamente han olvidado o ni siquiera conocen. Muchos han nacido en cautividad; una huella que sí está presente en los comportamientos y conductas. En mayor o menor grado, todos tienen actitudes y apariencias anómalas. Sirva como ejemplo el raquitismo que caracteriza a todos los chimpancés que habitan en el centro. Sin excepción, tienen la columna deformada después de años hacinados en espacios minúsculos.
Aunque la mayoría llegó con enfermedades, como diabetes o gastritis (Mario, uno de los macacos, recaló con úlceras en su aparato digestivo por mala alimentación), las secuelas más profundas remiten al terreno psicológico. Todos los primates necesitan vivir en comunidad, con otros miembros de su especie, pero su «humanización» los ha convertido en seres asociales y, a menudo, agresivos. Todavía hoy, después de varios años de tratamiento, en uno de los tres grupos de chimpancés hay ejemplares con agorafobia. Aunque ya pueden compartir espacio con otros monos, les aterra salir al exterior.
Cada uno de los 135 ejemplares tiene un nombre y una historia. Sammy, un chimpancé de 27 años, fue abandonado en un carro por los propietarios de un circo, desnutrido y con heridas y quemaduras de cigarillo por todo el cuerpo. Su mirada, casi humana, revela el nivel de crueldad que puede alcanzar el hombre. Un paseo por el centro de conservación aflora sentimientos encontrados; reconocimiento por la labor desarrollada, pero también incomprensión por la dejadez de un problema que parece no interesar a nadie.
Según explicó a ABC, los monos no aprenden a través de estímulos y premios como un perro, sino que lo hacen con castigos. Por ello, es habitual que a los chimpancés se les arranquen dientes o dedos para convertirlos en zombis que mostrar en un circo. Cuando no sirven, son abandonados o apaleados, como Gombe, enfermo del «mal de la mano ajena» (una forma de epilepsia) y desatendido por su inutilidad para las exhibiciones. Pero tampoco en su mal llamada «vida útil» gozan de los cuidados necesarios. Su alimentación se basa en la fruta y en la verdura, y en estos espectáculos ambulantes eran alimentados con patatas fritas o bollería industrial.
En total, en Rainfer viven dieciséis chimpancés, en su mayoría rescatados de un circo de Valencia. Salvo Manuela, que se crió en el centro, todos rechazan a los humanos. No son los únicos. También lo hace Boris, un orangután de 34 años que, con rinitis crónica y los músculos atrofiados, se altera cuando ve a un hombre con barba. Es el reflejo del horror sufrido durante su vida, de zoo en zoo hasta acabar en Madrid, a resguardo junto a dos viejos jibones. Además de estos monos, en este pequeño «Planeta de los Simios» haylemures, cercopitecos y macacos de diferentes tamaños, como uno de Cola de León, entre otros.

Único en el mundo

Las dificultades económicas actuales son la antítesis de la consideración de Rainfer en el mundo, en una posición única. La primatóloga Jane Goodall, reconocida como una de las mayores expertas en chimpancés a nivel mundial, ha visitado en numerosas ocasiones el centro. Según nos cuentan, les une una amistad de años y una pasión en común.
No hace mucho tiempo, el trabajo desarrollado despertó el interés de diferentes investigaciones. Fue el caso del grupo de Atapuerca, a través de un estudio en el que se comparaba la audición de los chimpancés con los fósiles hallados. Acabó por falta de inversión. El mismo fantasma que acecha de nuevo.

No hay comentarios: