domingo, 17 de diciembre de 2017

UNA FORTUNA EN INTELIGENCIA Y VANGUARDIA MUNDIAL

75 años de la Asociación Psicoanalítica Argentina.

Hay un diván en el origen nacional

En 1942 nacía el hogar de la experiencia freudiana en nuestro país, que también fue un faro en la región.  

Hay un diván en el origen nacional
Río de Janeiro, 1945.  Enrique P.-Rivière, Lucio Rascovsky, Luisa A. de Toledo, A. Rascovsky, Marie Langer, L. Tallaferro, E. Krapf, E. Cárcamo y A.Garma.

El psicoanálisis ha atravesado la vida argentina como pocas prácticas profesionales y/o culturales lo han hecho en los dos siglos últimos. Esta es la tierra del debate permanente por la herencia simbólica y concreta que Freud y Lacan –y tantos otros analistas teóricos y prácticos– han dejado. Este es el lugar donde las carreras de psicología y los posgrados y cursos de psicoanálisis han florecido y se han multiplicado como en pocos lugares del planeta. Es el país en el que hablar del inconsciente, la transferencia y el complejo de Edipo puede volverse cotidiano y convoca masivamente; donde la experiencia del paso por el diván es realmente numerosa. Aunque se trate del momento íntimo, del encuentro que transcurre en el secreto –casi como en el sacramento de la confesión.
El psicoanálisis –o por lo menos una gran parte de la familia– festeja. La Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) cumple 75 años de su fundación y reconocimiento por la IPA en 1942. Fue la primera asociación psicoanalítica de América Latina que se constituyó según los lineamientos de la Asociación Psicoanalítica Internacional (API), a través de Ernst Jones, e incorporada oficialmente en su seno, en el XVI congreso internacional realizado en 1949 en Zúrich, el primero que se realizó después de la Segunda Guerra Mundial. “De todas partes vinieron a Buenos Aires hombres y mujeres que vivieron aquí largos años para completar su formación en el instituto de psicoanálisis, y volvieron luego a su tierra natal a sembrar la semilla que aquí había madurado. Muchos de ellos fueron a su vez pioneros en sus países y siempre mantuvieron lazos científicos y amistosos con la APA”, sostiene la doctora Claudia Lucía Borensztejn, presidente actual de la APA. La analista explica que “la Asociación Psicoanalítica Argentina tuvo analistas de primera línea que hicieron contribuciones originales y perdurables a la teoría y la técnica. Esto constituyó la base del movimiento psicoanalítico argentino, cuyas ideas fueron fundamentales, al igual que las biografías de los autores que las aportaron”. Una clave para comprender esta biografía es que la presidente actual de la API es Virginia Ungar: argentina, y también la primera mujer en ocupar el cargo.
Fue el 15 de diciembre de 1942 cuando se fundó en Buenos Aires la APA. De ese hecho participó Ángel Garma, miembro de la API, analizado en Alemania con Theodor Reik, y Celes Cárcamo, que aportó su formación en Francia donde se analizó con Paul Schiff, miembro de la Sociedad Psicoanalítica de París. Poco antes de que se firmara el Acta Inaugural de la futura asociación, llegó al país Marie Langer, que se había formado en el Instituto de Viena. El 15 de diciembre de 1942 firmaron el Acta Inaugural de la APA: Garma, Cárcamo, Arnaldo Rascovsky, Enrique Pichón Rivière, Marie Langer y Enrique Ferrari Hardoy. En 1943, se publicó el primer número de la Revista de Psicoanálisis fundada por Arnaldo Rascovsky y que ya cumplió 74 años.
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Es el país en el que hablar del inconsciente, la transferencia y el Edipo puede ser cotidiano y convoca masivamente; donde la experiencia del paso por el diván es numerosa.
En los años 50, la APA irrumpe en la UBA a través de tres conferencias dictadas por Ángel Garma, Arnaldo Rascovsky, Arminda Aberastury. Poco después, José Bleger, David Liberman y Fernando Ulloa enseñaron en la Facultad de Psicología, una experiencia que sufrió un duro golpe en 1966. Con Onganía y la “Noche de los Bastones Largos” termina esta experiencia pero dejará un precedente fundamental para el futuro del psicoanálisis en la UBA. Aberastury fue pionera en el psicoanálisis de niños, que dio lugar más tarde, junto con Betty Garma, a la creación del Departamento de Niños y Adolescentes en la APA, para la formación de psicoanalistas en esta especialización.
Si bien el psicoanálisis había expandido su campo de trabajo, el paso del tiempo comenzó a evidenciar que tenía dificultades para atender las problemáticas que el ocaso del siglo XX y los inicios del XXI planteaban. Hace cuatro años el psicoanalista Luis Hornstein me decía en una entrevista: “Las angustias contemporáneas no son las de hace 100 años. Las angustias frente a las realidades que estamos viviendo, frente a la incertidumbre, al narcotráfico, frente a la pérdida de ciertos valores, de ciertas brújulas éticas, son distintas. En la época de Freud, todos sabían hacia dónde había que ir y había conflicto respecto a algunos valores establecidos. El problema actual es que estamos frente a un politeísmo de valores, donde cada uno tiene que ir viendo cómo se sitúa frente a sus ideales. Hoy hay sufrimientos ligados a ideales muy contradictorios, a exigencias sociales a niveles de incertidumbre distintos de los de otros países o los de otras épocas”.
Fue así que las polémicas que generaban la irrupción de las terapias breves, el uso de los psicofármacos, la terapia a distancia ponían en jaque el legado freudiano y lacaniano. Las nuevas generaciones adoptaron los tratamientos por skype (cuando estuviera justificado), algunos han dejado el diván por el “cara a cara”, y otros han combinado tratamientos con abordajes psiquiátricos o psicologías acotadas a una problemática en particular.
En la presentación del libro Debates cruciales en psicoanálisis (una compilación de artículos publicada por Lugar Editorial y APA), Abel Fainstein, ex presidente de la APA, expresó que “estos debates abordan temas actuales intra, inter y transdisciplinariamente. La práctica psicoanalítica en sus distintas variantes según las estructuras psíquicas y la capacidad de representación del psiquismo, la realidad virtual, la fecundación asistida, drogadicción, sexo y género, cuerpos mudos o lastimados, enfermedades psicosomáticas, lazo social, son solo algunos. Hoy tiene consenso la idea de que una parte central de la formación de un analista y del desarrollo futuro del psicoanálisis son los debates entre colegas. Favorecerlos, a la manera de un ambiente enriquecedor, es la razón de ser de una institución psicoanalítica. Estos que hoy se publican son la expresión de los intereses institucionales, y abren a nuevas actividades y publicaciones que los profundicen”.
La vigencia de la APA –y de otras instituciones dedicadas al psicoanálisis– pone en evidencia que los argentinos continuamos en la búsqueda de respuestas, nos seguimos preguntando por el origen de lo cotidiano y de los misterios que nos han construido.

Adiós a la optimista Judith Miller, la hija de Lacan
Judith Miller, tercera hija del psicoanalista francés Jacques Lacan, murió el miércoles 6 de diciembre. Tenía 76 años, había nacido el 3 de julio de 1941. Fue la presidente de la Fundación del Campo Freudiano y estaba casada con el psicoanalista Jacques Alain Miller, ungido para transcribir las conferencias de Lacan. Judith, doctora en Filosofía, dedicó la vida entera a difundir la obra de su padre, hablaba español y visitó Buenos Aires en varias oportunidades.
Antes de adoptar el apellido Miller fue Lacan y en un principio fue Bataille, el primer esposo de su madre. Sin vueltas, fue una hija extramatrimonial. Una caracterización que iba a marcar su vida. Según Elisabeth Roudinesco, Lacan lamentó largamente no haber podido darle el apellido cuando ella nació. Judith se doctoró en Filosofía en La Sorbona en los 70 y, en los 80, dirigió la revista de cultura llamada L’Ane (El Asno) y la colección Champ Freudien en Editions du Seuil. Es autora de La sesión analítica y el Álbum Jacques Lacan. Imágenes de mi padre, publicados por Paidós en 1991.
En 2009, en Buenos Aires, dijo: “Es verdad que el efecto de un análisis no es de normalizar a nadie. Un análisis saca a la luz la singularidad de quien ha consultado. Es muy difícil saber quién soy yo. Una experiencia analítica permite ubicar cuál es mi deseo; si quiero lo que deseo. Eso toma tiempo, es antipático al apuro contemporáneo. Queremos ahora, inmediatamente lo que esperamos y es difícil no ceder a este apuro. Pero el psicoanálisis no puede ceder. Es una trampa. Cuando se echa el síntoma por la puerta, vuelve a entrar por la ventana. Es un principio fundamental del funcionamiento de la repetición”.
Judith dirigía Colofón, publicación del Campo Freudiano. Fue una observadora atenta del fenómeno psicoanalítico mundial. Paradójicamente quien más hizo por la difusión del lacanismo nunca fue analista ni paciente. “Era una niña que veía llegar al consultorio gente que sufría. Y recuerdo cambios en los pacientes: poco a poco no los podía reconocer”, sostenía, optimista, Judith Miller.

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