lunes, 11 de junio de 2018

LOS GORDOS VIENEN DE YANQUILANDIA

Comer, engordar y sentirse culpable 
Disparen sobre la víctima
Acerca de las "ideas zombie" que le dan cuerda a la perversa maquinaria que las produce y perpetúan el fracaso en obesida18

Autor: Daniel Flichtentrei Fuente: IntraMed 
Disparen sobre la víctima
Tal vez en el futuro nuestra época sea recordada como aquella en la que la humanidad se hizo obesa.  Una transición antropológica de la especie que incrementó su masa corporal a una velocidad como nunca antes se había registrado.  Pero también porque mientras esa calamidad ocurría ante nuestros ojos sostuvimos empecinadamente teorías que no la explicaban y culpamos a las víctimas para no admitir ese error.
Ningún fenómeno que adquiera las dimensiones que hoy tiene la obesidad puede ser el producto de la responsabilidad individual sino la consecuencia de una cultura que lo promueve. Estamos obesos porque vivimos en una sociedad obesogénica. No se debe ni a nuestra debilidad de carácter, ni a nuestra falta de voluntad, ni a nuestra pereza o gula.  Es absurdo pensar de ese modo. Es un recurso estigmatizante que desplaza hacia quienes padecen el problema la responsabilidad de quienes lo generan.
Acumular grasa es una mecanismo evolutivo que nos “defiende” de la sobrecarga de comida almacenando el exceso mientras eso sea posible. Superada es capacidad sobreviene la enfermedad en sus más diversas manifestaciones clínicas: diabetes, patologías cardio-cerebro vasculares, cáncer, depresión, entre muchas otras. La obesidad es el modo mediante el cual nuestra biología se “adapta” a un ambiente que ha puesto al consumo como criterio ordenador de la vida y ha subordinado a la salud y a una milenaria cultura alimentaria a los intereses del mercado.
Afirma del Dr. Robert Lustig (USA): "La comida está más allá de nuestras necesidades; se ha convertido en comodity, ha sido reformulada para convertirla en una  sustancia adictiva".
Son las condiciones, no el "estilo" de vida
Suele mencionarse como motor de las conductas insalubres al “estilo de vida”, pero esa denominación refuerza la idea de una decisión voluntaria sobre el comportamiento. Ne es el “estilo” sino las "condiciones de vida" las que determinan el modo en que las personas actuamos. Son los determinantes sociales que están más allá de la decisión de las personas. Ya sea porque les resulta imposible modificarlos por razones económicas o porque el “sentido común” de una época los naturaliza al mismo tiempo en que invisibiliza sus consecuencias.
No comemos más de todo. Comemos más de algunas cosas y menos de otras. Y es allí donde reside la explicación de la pandemia de obesidad. El nicho social obesogénico genera al mismo tiempo la susceptibilidad (metabólica) y la exposición (ambiental) que producen la obesidad. Es la "calidad" de lo que comemos lo que determina la "cantidad".
La medicina forma parte de la cultura, no de la naturaleza y, no pocas veces, produce un conocimiento que refuerza en lugar de revertir sus desvíos. La teoría del balance energético: engordamos porque comemos más y nos movemos menos, describe, pero no explica lo que sucede. Contribuye a creer que son los individuos y no el mundo en el que viven, la causa del problema y los responsables de su solución.
Richard Lewontin (biólogo evolucionista): “Cualquier análisis del “estilo de vida” debe tener en cuenta los grados de libertad disponibles y las restricciones que actúan en las decisiones. Para los miembros dependientes de un hogar, las elecciones de que disponen constituyen su entorno y NO su “estilo de vida”. La distinción ambiente / estilo de vida es una dicotomía dañina para nada de acuerdo con el punto de vista ecológico.”
“La mejor manera de resumir la relación entre elección y restricción es la propuesta del Padrino de “hazle una oferta que no puedan rechazar”.
“Nuestra suposición de racionalidad condicional significa que no podemos esperar cambiar el comportamiento solo mediante la educación: más bien, debemos alterar aquellas circunstancias que hacen que tales elecciones dañinas parezcan óptimas o irremediables”.
La resistencia a considerar la evidencia científica difundida por la OMS que señala al procesamiento de los “productos comestibles” (no pueden considerarse alimentos) como determinante de la alteración metabólica, forma parte de un circuito que oculta las causas raíz del problema e impide encontrar respuestas globales.
Estamos impregnados de “ideas zombies” que se resisten a morir pese a la incontrovertible evidencia en su contra. Cumplen funciones sociales al sostener la consistencia de creencias y prejuicios que le dan cuerda a la perversa maquinaria que las produce.
Comer es un sustituto de satisfacciones más profundas pero menos disponibles y un recurso al alcance de la mano para atenuar la ansiedad
No elegimos, nos manipulan
Los mecanismos motivacionales para abordar o evitar objetos o circunstancias están ligados a las necesidades biológicas. La regulación fisiológica está relacionada con el placer y el displacer sensorial, que sirven como un motivadores fundamentales del comportamiento (acercamiento o aversión).
Nuestros sistemas cerebrales de recompensa fueron seleccionados para guiar las elecciones y satisfacer las necesidades biológicas. Hoy los conocemos en profundidad, pero también quienes los manipulan irresponsablemente en función de su propio beneficio y no del nuestro.
Los sistemas regulatorios fueron seleccionados para buscar recompensas pequeñas y breves; más intensas si contrastan con un discomfort previo. Cuando la experiencia es sostenida se produce adaptación o exitotoxicidad: los receptores se regulan a la baja requiriendo cada vez dosis más alta del ligando para producir el mismo efecto. La satisfacción se atenúa o se suspende pero persiste la expectativa lo que dispara el consumo.
Nuestras fuentes de estimulación supernormal del placer son tan diversas, potentes y manipuladas que nos desensibilizan a las fuentes naturales de recompensa. Dado que no somos máquinas homeostáticas, que al consumir desearían menos, sino organismos complejos con regulación alostática: al consumir más, deseamos más.

  • Reclamar fuerza de voluntad a personas que tienen perturbados los circuitos de control de la conducta ingestiva es aplicar un estrategia MORAL para un problema FISIOLÓGICO. La manipulación de señales (estímulos supernormales) es un recurso para fomentar el CONSUMO no la SALUD.
     
  • El comer compulsivo es una respuesta evolutiva ancestral ante la inseguridad ambiental respecto de la disponibilidad de alimentos. Hoy se desencadena ante otras incertidumbres ya que la respuesta neuroendócrina al stress es indiferenciada e involucra mediadores del circuito apetito / saciedad.
Un hábito es una conducta que se consuma más para atenuar el discomfort de no hacerlo (saliencia o motivación anticipatoria) que por el placer haberlo hecho (recompensa). Los vendedores de productos adictivos destacan el alivio que ofrecen a un discomfort que antes, ellos mismos, han creado.
Los hábitos funcionan por asociación de señales (internas o externas) con conductas. Cuando un consumo se asocia a un pensamiento, emoción o rutina, la conducta consumatoria se desencadena automáticamente sin una toma de decisiones racional. No es ni la voluntad ni el libre albedrío sino lamanipulación de la conducta sustentada en el conocimiento profundo de sus mecanismos más primitivos.
Vivimos en un ambiente que estimula la hipervigilancia y la hiposatisfacción. La ansiedad no puede suspenderse si percibimos al mundo como inseguro. La satisfacción efímera del consumo no puede almacenarse por lo que debe renovarse en un círculo perpetuo. Comer es un sustituto de satisfacciones más profundas pero menos disponibles y un recurso al alcance de la mano para atenuar la ansiedad.
Los mecanismos intermedios de la adaptación al ambiente
Un organismo que percibe al ambiente como amenazante desencadena respuestas metabólicas para afrontar el peligro que en general nunca se concreta. El metabolismo almacena recursos para la lucha o la huida y la conducta acompaña buscándolos y comiéndolos. Los seres vivos se adaptan al ambiente mediante ajustes en su fisiología y en su conducta de modo concordante y, a menudo, mediado por las mismas sustancias regulatorias.
Por ejemplo: el cortisol incrementado en el stress crónico promueve la adiposidad, su distribución abdominal, la resistencia a la insulina, hiperinsulinemia, diabetes 2, hipertensión y cambios conductuales que incrementan el hambre y orientan la selección de alimentos hacia los de alta densidad calórica denominados "comfort foods" en idioma inglés por su efecto ansiolítico de corta duración. El exceso de insulina ejerce su función anabólica y antilipoítica, mientras que los receptores de cortisol señalan dónde almacenar la grasa acumulada.
Comemos nutrientes y sentidos, todo acto humano despojado de la ceremonia, el rito o el intercambio socialmente codificado se empobrece en términos psicofisiológicos. No somos datos (macronutrientes en nutrición o variables fisiológicas en medicina), es una idea absurda, reductiva y anticientífica.
La cultura en que vivimos nos ofrece al mismo tiempo la inquietud y el falso remedio para calmarla. Tal vez deberíamos leer más libros como el extraordinario: “Una historia social de la comida” de la antropóloga Patricia Aguirre y menos papers contaminados de intereses que divulgan, bajo un ropaje científico, falsas creencias. La medicina no puede convalidar esa trampa, tiene la obligación de encontrar el coraje y la dignidad para denunciarla y combatirla.
Daniel Flichtentrei

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