jueves, 23 de abril de 2015

El excepcional médico español al que el golpe de Franco le arrebató un premio Nobel


Juan Martínez Hernández homenajea en «El médico rojo» al jerezano Juan Planelles, pionero en la investigación de la aterosclerosis y el introductor en España del primer test de embarazo. Pero, sobre todo, Planelles fue el impulsor de la sanidad pública

Cuando Juan Martínez llamó por teléfono a un tal Planelles, oftalmólogo del Puerto de Santa María le dijo: «Doctor Planelles estoy investigando una figura, no sé si usted tendrá algo que ver con ella...» y antes de que Martínez pudiera continuar, el oftalmólogo contestó: «Hombre, te estábamos esperando».
Y es que alguien tenía que hacer «justicia» por Juan Planelles, el desconocido médico jerezano nacido en 1900 y que aportó a nuestro país y a la medicina en general bastante más de lo que los historiadores, los medios y la sociedad le han reconocido. Pero en su injusto anonimato también influyó que sufrió el exilio. «Fue un médico que sufrió tres guerras: la Guerra Civil, la Mundial y la Fría», cuenta Juan Martínez Herández, médico y director de la Fundación para la formación de la Organización Médica Colegial (OMC) y autor de «El médico rojo», que repasa la biografía y sobre todo homenajea al médico jerezano Juan Planelles.
De no ser por ese poco afortunado destino, al que en realidad lo condujola convicción, Planelles «podría haber sido Premio Nobel perfectamente; hay una docena de premios con menos logros que los suyos», asegura sin dudar Martínez. Al autor no le cuesta enumerar los logros de Planelles. «Fue pionero de la farmacología experimental en los años 20, introdujo el primer test de embarazo en España, fue pionero en la investigación experimental de la aterosclerosis (enfermedad que causa el infarto), también es quien inicia los primeros estudios experimentales del reflejo pavloviano y ya desde un punto más político, decreta por primera vez la sanidad pública en España».
A Planelles se le debe, además, el descubrimiento, durante su estancia en Moscú, de cinco antibióticos fundamentales para el tratamiento de enfermedades infecciosas en el ámbito de la URSS. Y es que Planelles conoció la Rusia soviética porque el Partido Comunista allí lo destinó. Se adhirió al partido por consejo de una íntima amiga que conoció casi por casualidad. «Una vez le llamaron porque había un niño enfermo que nadie quería atender porque la madre estaba en la cárcel, pero él no dudó en hacerse cargo. La madre era Pasionaria y el niño, Rubén».
Pero según relata Martínez, Planelles «tenía inclinación social, no política, era una buena persona a la que le importaba que la gente viviera bien, no entendía cómo los caballos de Jerez vivían mejor que las personas». Su inquietud y preocupación por los demás venían de pequeño. De hecho, en una autobiografía recogida en el libro, Planelles cuenta que le preguntaba a su nodriza qué hacían aquellos hombres que se encontraba al entrar y salir del colegio al pasar por la emblemática Plaza del Arenal jerezana. «Son jornaleros y hoy no han conseguido trabajo», le explicaban. «¿Han comido?», preguntaba un pequeño Planelles. La respuesta negativa hizo mella en él y sus ansias de ayudar crecían conforme ganaba años y consciencia de los problemas que le rodeaban.

Vacunación contra el tifus

Por ello, si bien heredó su amor por la medicina de su padre, también influyó su deseo de ayudar a los demás. «Al estallar la guerra organizó la defensa de Madrid y en 1937 lo nombran subdirector general de Sanidad». Pero Planelles fue de los médicos que se remangaban. «En el frente atendió a mucha gente, organizó las ambulancias para trasladar a los heridos y la política de transfusiones. Gracias a su preocupación por la vacunación, no hubo ni fiebre tifoidea ni tifus exantemático durante la guerra en Madrid».
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El médico jerezano, durante su homenaje en la Academia de Ciencias de la URSS
Pero esa no fue toda su aportación durante aquellos tiempos difíciles: «Durante la guerra también introdujo las sulfalmidas. Las había patentado Bayer pero él conocía el método para conseguir la molécula y las empezó a hacer en una fábrica de Tarrasa sin patentes. Se aplicaban en las heridas y Josep Trueta las popularizó porque usó esta técnica en Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial y así se hizo mundialmente conocido». Algo parecido a lo que le ocurrió a Benigno Velázquez, catedrático de Farmacología en Madrid, cargo que Planelles podría haber ocupado de no ser porque su vida y su convicción lo empujaron a la guerra en Madrid y después a Stalingrado, primer destino en Rusia. Pero su aportación seguía patente.

Su historia, la historia de España

«Era una persona brillante, creativa, que inventaba cosas, con 25 años ya era catedrático, pero no pudo desarrollarse en España. Quería volver pero la KGB no lo dejó».
Planelles murió de un infarto cerebral deprimido por no haber podido regresar a su país. «Su historia es la de España. Tuvo una gran rivalidad ideológica con uno de sus hermanos, Vicente Planelles, el segundo del régimen de Franco después de Carrero Blanco».
Vicente tiene una calle, Juan no. Aunque ahora, alguien ha querido rescatarlo de la memoria y lo homenajea con un libro.

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